La librería Musaraña, ubicada en el partido bonaerense de Vicente López, fue distinguida con el Premio a la Labor Librera de la Feria de Editores (FED) por realizar actividades que van más allá de la venta de libros, funcionar como una editorial especializada en historieta, posicionarse como un espacio de encuentro con la comunidad lectora y consolidarse como una usina cultural, donde quienes asisten pueden “encontrar lo que no estaban buscando pero necesitaban”.
“Más allá de la venta de libros, somos una editorial dedicada a la historieta y a la experimentación gráfica tanto para adultos como para niños, con la colección Musarañita”, cuenta Alejandro Bidegaray, librero y creador del lugar premiado, ubicado en General José María Paz 1530, en una propiedad antigua llamada Casa Florida.
Aunque en los inicios la curaduría de Musaraña se enfocaba principalmente en la historieta nacional e internacional, ahora cuenta con una gran variedad de editoriales independientes como Sigilo, Godot, Caja Negra, Chai Editora, Santos Locos Poesía, y por este aspecto, entre otros, fue galardonada con el “Premio a la Labor Librera”. “Nos parece que es un muy buen premio, que está bien pensado y que vuelve dentro de la misma cadena, entonces pone en movimiento todos los sectores”, señala la librera Julia Bustos.
Para Bidegaray, el galardón resulta “particularmente importante” por encapsular “el reconocimientos de los colegas”. “Uno en la librería tiene el reconocimiento de los clientes todos los días, porque mucha gente te profesa su amor o dice cosas como ‘qué bueno que estén acá’. Las librerías se vuelven pequeños faros en los barrios”, señala el fundador de Musaraña, pero “tener el reconocimiento de autores, editores, corredores de editoriales, periodistas, que son personas que día a día trabajan con la misma materia que vos, también te da mucha alegría”.
A pocos días de recibir el premio, en Musaraña se pueden ver al menos 25 cajas desplegadas detrás del mostrador. “El premio son 350 mil pesos que se pueden gastar dentro de la misma FED con un límite de cantidad de plata que podés gastar por editorial, para que sí o sí sea equitativo”, precisa Bustos y, mientras levanta las solapas de las cajas repletas de ejemplares, agrega: “Todo premio conlleva una gran responsabilidad así que tratamos de comprar algunos materiales nuevos y otros libros que nos faltaban, de Gog & Magog, algunos de Bajo la Luna, otros de Sigilo o Corregidor”.
En la casa antigua, Musaraña comparte el espacio con Casa Florida vinos, “una propuesta de vinoteca pequeña con el mismo espíritu independiente, y Soma, una cafetería”, según detalla Bidegaray.
“La abrimos con mi papá, Juan Carlos. En ese momento, mi hermano estaba dando clases de música y hacía eventos. Mi madre tenía una galería de fotografía. Cada proyecto fue creciendo por distintas ramas pero sigue siendo de naturaleza familiar en una casa antigua”, recuerda el librero sobre los orígenes del emprendimiento. El público lector que visite el espacio puede encontrar también un patio al aire libre equipado con mesas y sillas.
Bustos, librera que se sumó al proyecto en 2017, aporta un dato que considera “importante” y es que Musaraña es de Piscis, ya que la apertura de la librería coincide con la temporada de ese signo zodiacal: “Nos sentimos identificados con Piscis, porque somos muy sensibles, y además, tiene algo mágico que es lograr tomar lo que les pasa a las personas para convertirlo en un libro”, señala la librera.
Además, “Musaraña es el nombre de un mamífero pequeño”, cuenta Bustos. El animal es similar al topo y excava madrigueras que tapiza con vegetación. “La librería es como una cueva, un refugio”, observa y agrega: “Las personas entran y enseguida se sienten a gusto. Además, la madera aporta calidez y un detalle muy especifico que hizo Alejandro –su compañero de trabajo– es que la pintó de negro. Eso lo vuelve más madriguera”.
“Para mí, es muy importante que en una librería las personas que entran, se quieran quedar. Porque si no, no hay forma de que la persona encuentre lo que no viene a buscar pero la librería tiene para ofrecerle. Si la persona ingresa, quiere quedarse y puede charlar, empieza a encontrar lo que no estaba buscando pero necesitaba”, considera Bustos sobre el diseño pequeño y cálido de Musaraña.
La librería, decorada con baldes antiguos transformados en lámparas que hacen relucir su mesa central, tiene además la particularidad de funcionar, según sostiene uno de sus fundadores, como una “productora cultural”. Con el objetivo de promocionar y producir cultura, Bidegaray llevó adelante junto con su equipo “un montón de actividades paralelas en la librería y fuera de ella, alrededor de las artes gráficas, con exposiciones de ilustración y dibujo”.
De esta manera, el librero curó dos festivales: el Festival Fanzine, realizado en conjunto con el Centro Cultural Ricardo Rojas, y el Festival Sudestada de dibujo e ilustración, en el Centro Cultural Recoleta, junto a los ilustradores Ezequiel García y Ángela Corti. “Después armamos otras actividades de misiones alrededor de la historieta en festivales extranjeros como en el Ficomic de Barcelona, en México con el Gran salón y otras giras que nucleaban la escena de la historieta nacional”, agrega.
En la FED, Musaraña encuentra “un lugar para abrazar gente”, dice Bustos y define a esta feria como un lugar en el que “las personas hacen fila durante tres horas y entran de buen humor”.
Sobre lo que implica la “labor librera”, Bustos reflexiona: “El librero tiene una responsabilidad sensible, porque trata de entender lo que el lector o lectora necesita y además, es una responsabilidad cultural sobre lo que uno quiere que se promocione”. En este sentido, retoma la metáfora del librero como “medium”. “Ser ‘medium’ quiere decir que una persona pide algo y el librero/ra tiene que transformar lo que te pide, que es abstracto, en algo material, que es un libro, con tapa, lomo y hojas”, explica.
Durante la pandemia, Bustos reconoce que esa práctica “fue extrema”, porque, al estar la librería cerrada, debían ir por una selección muy acotada de libros y ofrecérselos en la puerta a las y los clientes. “Las personas se entregaron. Fue genial”, dice la librera destacando la confianza de su clientela durante este período.
“Dentro de la cultura, fuimos los únicos beneficiados al ser declarados como ‘esenciales’ así que trabajamos toda la pandemia. Fue un gran desafío porque la gente no podía ingresar. No teníamos tienda online entonces tuvimos que reconvertir nuestra manera de recomendar por teléfono, por Whatsapp y por Instagram. Se transformó radicalmente la forma de trabajar, se asimilaba mucho más a un algoritmo que a la tremenda humanidad que conllevan las relaciones en una librería”, recuerda Bidegaray sobre los desafíos atravesados durante la emergencia sanitaria.
Pese a las dificultades, Musaraña creció. “Si bien teníamos un montón de clientes, sumamos un montón más. Casi tenemos un pico de estrés importante, pero sobrevivimos”, bromea Bustos. Para ella, las librerías de barrio se revalorizaron durante la emergencia sanitaria.
“Muchas personas que vivían a dos cuadras, nos conocieron durante la pandemia por buscar librerías en Google Maps. De repente, las personas que iban al centro y visitaban las cadenas, no podían o no querían ir. Entonces, empezaron a moverse dentro del barrio. Aquellos que eran de ir a librerías más grandes, se dieron cuenta de que había otro tipo de librería que podían visitar”, señala.
Para Bustos, todas las librerías son importantes pero se trata de modelos diferentes: las “de cadena” funcionan sobre lo que llama “la mesa”, se trabaja sobre las novedades, en cambio las independientes –como Musaraña– lo hacen “sobre la estantería, sobre el salón en general, sobre el fondo editorial”.
“Tenemos las novedades pero también tenemos un montón de cosas más, no laburamos solo sobre ‘el libro que hay que vender este mes’. Sí las tenemos porque eso permite tener un colchón para que esto sea un negocio rentable, si no lo tenemos es porque nos parece una porquería”, analiza la librera sobre los distintos perfiles que se configuran en la venta de libros.
“Nosotros no solo hacemos clientes o ventas, generamos lectores, que después van a otras librerías. Por eso considero que los negocios no competimos entre sí, sino que forman un circuito cultural entre sí”, sintetiza Bustos.
Fuente: Télam S. E.
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