Fui, vi y escribí: Por qué es imposible volver a las cartas

Nueva etapa del newsletter de Cultura con lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad. Una aclaración: para este espacio todo es cultura

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"Mujer leyendo una carta", del pintor danés Vilhelm Hammershoi.
"Mujer leyendo una carta", del pintor danés Vilhelm Hammershoi.

Hola, ahí.

Parece que pasó mucho tiempo, pero no fue tanto. Al comienzo de la pandemia, en abril de 2020, cuando estábamos aislados y temerosos, comencé a escribir un newsletter que se llamaba “Newsletter del día” porque, precisamente, era diario. En el transcurso de ese año que duró mil, el envío se convirtió en una carta que salía un par de veces por semana y terminó saliendo cada siete días como una botella al mar. Una botella al mar que llegaba a algunas orillas a veces bastante lejanas, para mi sorpresa.

En esas líneas, al tiempo que reflexionaba en voz alta sobre lo que significaba estar viviendo en simultáneo con todo el planeta un momento único en la historia, procuraba compartir belleza con quienes me leían, porque sabía -no había que ser muy listo para advertirlo- que al otro lado estaban tan tristes, tan solos y tan asustados como yo.

Hoy ya no estamos confinados en nuestras casas, aunque muchos siguen/seguimos solos, tristes y asustados. Los más viejos envejecimos y los más chicos se infantilizaron y gran parte de los resultados de ese proceso es irreversible. Ya no vivimos un mundo embarbijado pero la piña fue fuerte y no solo quedamos con un miedo loco a enfermar, a morir o a perder nuestra cotidianeidad sino que algunos de nosotros ya no somos los mismos porque además perdimos seres queridos a causa del Covid y eso, amigos lectores, no tiene retorno.

Así y todo, pese al dolor y al sufrimiento de estos años, a lo que se suma la tragedia que es volver a padecer una guerra que aunque transcurre en Europa reverbera en todo el mundo, la belleza, la inteligencia y la curiosidad, siguen ahí, con nosotros, humanos. Por eso, a partir de ahora regreso a aquel intento de compartir las lecturas, las películas, el teatro, las historias, las noticias y el arte que despiertan mi interés, mi entusiasmo y, en algunos casos, mi fascinación y también mi perplejidad.

“Fui, vi y escribí” es el nombre elegido para esta forma de correspondencia; una descripción ajustada para describir la expedición que emprendemos los periodistas de Cultura cada vez que salimos (o nos sumergimos en alguna pantalla o biblioteca) a buscar propuestas interesantes y capaces de provocar entusiasmo y cierta forma de la felicidad en los lectores.

"Muchacha joven mirando a través de un catalejo", de Pietro Rotari.
"Muchacha joven mirando a través de un catalejo", de Pietro Rotari.

Como de alguna manera es un regreso, este espacio tiene aspiración de continuidad en su deseo de hacerte compañía a la manera de una carta amiga como las que esperábamos y recibíamos con entusiasmo cuando internet era un sueño ajeno. Esas cartas que tenían en cuenta al interlocutor y mostraban interés por el otro y también por el intercambio.

Como hacía mi tío Lito -esto ya lo conté alguna vez-, que vivía con su familia fuera de la Argentina y para sentirse cerca y porque escribía realmente muy bien mandaba largas cartas siempre originales. Recuerdo claramente dos de ellas: una en la que puso pedacitos de galletitas que estaba comiendo al momento de escribir, como un modo de acercarnos más, y otra escrita en forma de espiral, para tenernos a todos más tiempo leyendo.

Lo sabemos: tomarse el tiempo de pensar, escribir, enviar un mensaje, esperar la respuesta calculando el tiempo que llevará ese proceso, todo esto se terminó, se está terminando. La comunicación instantánea acabó con esas rutinas y, con el correo electrónico y los chats como modo de comunicación ineludible, llegó también el final para la valoración de un manuscrito, la calidad de la grafía o, incluso, de los mensajes inconscientes escondidos en tachaduras tecleadas a máquina. Nada de todo esto puedo prometer restaurar porque no sería posible y, además, seguramente ya no tiene sentido.

Sin embargo, sí hay un compromiso por mi parte: tenerte en cuenta. Lo mío será escribir para que me leas y para que, en lo posible, esta carta semanal sea un incentivo para engrosar tu guía de pendientes pero no de los que nos martirizan a diario por su calidad obligatoria sino de aquellos que consiguen liberarnos y darnos tiempo para nosotros.

Ahí arriba está mi correo para que puedas responder, si lo considerás oportuno, o consultar aquello en lo que que te hayas quedado con dudas.

Te dejo ya en el final una recomendación literaria y algunas frases y fragmentos de cartas de distintos géneros que me gustan mucho.

Ya no habrá modo de volver al tiempo de la correspondencia previa a la llegada de internet y la comunicación instantánea. (Shutterstock)
Ya no habrá modo de volver al tiempo de la correspondencia previa a la llegada de internet y la comunicación instantánea. (Shutterstock)

LA RECOMENDACIÓN:

En Los días perfectos, el español nacido en Londres Jacobo Bergareche escribe una novela epistolar. La historia arranca así: Luis es un periodista español, está casado, tiene una hija y tiene, también, una amante. Con esta última mujer, arquitecta, los une una relación casi perfecta, se ven una vez al año apenas unos días y se piensan -mucho- el resto del tiempo. Deben verse nuevamente en Austin, Texas, el lugar de sus citas, pero Camila, cancela el encuentro inesperadamente: su marido viajará esta vez con ella.

Luis está en Austin trabajando en un centro de archivos y documentación universitario que reúne verdaderos tesoros, entre ellos las cartas e ilustraciones que William Faulkner le enviaba a Meta Carpenter, su amante. Luis le escribe a Camila y luego hay una segunda parte en la que le escribe a su esposa, alguna vez también la mujer de sus sueños. El libro fue publicado por Libros del Asteroide y tiene todo lo que necesitamos para pasar un buen momento: gracia, reflexión, nostalgia, romanticismo, humor, originalidad y algo de historia. Estoy segura de que te va a encantar.

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“Esto no es una carta, son mis brazos rodeándote un momento”. (Katherine Mansfield).

“Esta es mi carta para el mundo / que no me escribió jamás”. (Emily Dickinson).

“Muchos días no me escribes. ¿Qué haces entonces? No es que esté celoso, amor, es que a veces me preocupo.Tus cartas son la alegría de mis días, y mis días de felicidad no abundan”. (Napoleón Bonaparte a Josefina)

"Frida y Diego Rivera", pintura de Frida Kahlo.
"Frida y Diego Rivera", pintura de Frida Kahlo.

“Mi cuerpo se llena de ti por días y días. Eres el espejo de la noche. La luz violenta de los relámpagos. La humedad de la tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio. Mis yemas tocan tu sangre”. (Frida Kahlo a Diego Rivera)

“Querido amigo, he lamentado mucho que tuviera que irse. Permítame decírselo: hay encuentros fértiles que valen más de un amanecer. Para empezar, porque nos hace más llevadero y feliz el soportarse uno”. (René Char a Albert Camus)

“Monsieur, los pobres no necesitan mucho para sostenerse. Piden solamente las migas que caen de la mesa de los ricos. Pero si se las niegan, mueren de hambre. Nadie, ni yo, necesita mucho afecto de aquellos a quienes ama. No sabría qué hacer con una amistad completa, no estoy acostumbrada a ella. Pero usted me demostró interés cuando era su alumna en Bruselas, y me mantengo aferrada a esa atención como lo haría a la misma vida. (Charlotte Brontë a Constantin Heger)

Marlene Dietrich y Ernest Hemingway.
Marlene Dietrich y Ernest Hemingway.

“Te estás poniendo tan hermosa que tendrán que sacar fotografías de tu pasaporte de 2,7 metros. ¿Qué es lo que realmente quieres hacer en tu vida? ¿Romper el corazón de todos por una moneda de diez centavos? Siempre podrías romper el mío por una de cinco centavos, y yo pondría la moneda”. (Ernest Hemingway a Marlene Dietrich)

Podría seguir transcribiendo, pero tenemos tiempo: cada encuentro a través del newsletter nos dará espacio para más citas. A propósito: hay un libro precioso que reúne cartas y relatos maravillosos de la historia de la correspondencia amorosa, comercial, militar o cortés, básicamente europea y de los Estados Unidos. Se llama Postdata y su autor es el inglés Simon Garfield.

"Joven leyendo una carta con ventana abierta", de Vermeer.
"Joven leyendo una carta con ventana abierta", de Vermeer.

Ahora sí, llegamos al final. Te dejo en compañía de la “Joven leyendo una carta con ventana abierta” de Vermeer, una pintura que durante mucho tiempo se creyó que había sido pintada por Rembrandt y que recientemente, gracias a la tecnología, se logró determinar quién había sido su verdadero creador. Otro día te cuento la historia, si te dan ganas.

¡Hasta la próxima!

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