100 años de Homero Alsina Thevenet, gran maestro de la crítica rioplatense de cine

Nació en Montevideo el 6 de agosto de 1922 y allí mismo murió, 83 años después. Fue fundador del prestigioso suplemento del diario El País de Uruguay y aún hoy es una referencia ineludible a la hora de pensar y escribir sobre películas, directores, actores y géneros

Homero Alsina Thevenet

Lo primero que hay que decir de Homero Alsina Thevenet —o HAT, por sus siglas; así firmaba— es que era uruguayo, hijo de la maestra Judith Thevenet y del crítico teatral Eugenio Alsina. Nació hace cien años, en Montevideo, 6 de agosto de 1922. Cuentan que su vocación de crítico cinematográfico empezó con una clavícula rota: una noche sin luces de 1934 lo atropelló un ciclista. Su padre, para animarlo, le regaló un pase libre al cine del barrio. Tenía 12 años.

Desde entonces, la pantalla se convirtió en una ventana al mundo de la imaginación, de lo imposible, pero a la vez de todo que podía suceder si el ingenio y la sensibilidad se estrechaban la mano. Empezó a analizar cada película, cada escena, cada línea de diálogo. Y empezó a escribir. Su trayectoria de crítico de cine se inicia en la revista uruguaya Cine Radio Actualidad de René Arturo Despouey, a quien siempre consideró su maestro. Tenía 15 años.

Siguió en el semanario Marcha y en 1954 comenzó a trabajar en la página de espectáculos del diario uruguayo El País. Luego se instaló en Argentina donde escribió en la revista Primera Plana y en la editorial Abril, pero con el golpe militar de 1976 tuvo que exiliarse en Barcelona. Volvió en 1984 para ser Jefe de Espectáculos del diario La Razón y luego de Página 12. En 1989 regresó a Montevideo y fundó El País Cultural, semanario cultural de El País, que dirigió 17 años, hasta su muerte.

Algunos libros de Homero Alsina Thevenet

Obtuvo varios premios. En 2002 fue galardonado con el Cóndor de Plata a la trayectoria que entrega la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina. También recibió el Premio Legión del Libro otorgado por la Cámara Uruguaya del Libro. Fue pionero en muchos aspectos y aún hoy es una referencia ineludible a la hora de escribir y pensar el séptimo arte. En el sitio Otros Cines aseguran que “fue el crítico de cine más importante de habla hispana”.

En 1975 publicó Cine sonoro americano y los Oscar de Hollywood, uno de los primeros libros en castellano sobre el tema. Ese podría ser un hito, pero su mirada sobre el cine es muy anterior. En 1942 entrevistó a Orson Welles: fue el primer periodista hispanoamericano en hacerlo. Diez años después vio Juventud divino tesoro de Ingmar Bergman y quedó fascinado. En 1964 publicó, junto a Emir Rodríguez Monegal, el libro Ingmar Bergman, un dramaturgo cinematrográfico.

Cuenta Fernando Martín Peña en una entrevista de 2011 con Clarín: “Era muy cuidadoso con la prosa y autoexigente con la calidad de la información. Logró una relación muy directa e intensa con el público, y demostró que desde un diario nacional se podía modificar la cultura cinematográfica de la gente. Apoyó películas de autor que no tenían posibilidades de distribución y consiguió que se estrenaran. Así modificaba la realidad desde un medio de comunicación”.

Las "Obras incompletas" de Homero Alsina Thevenet

Publicó varios libros: Crónicas de cine (1973), Violencia y erotismo (con S. Feldman y A. Mahieu, 1974), Chaplin, todo sobre un mito (1977), El libro de la censura cinematográfica (1977), Textos y manifiestos del cine (con J. Romaguera, 1980), Una enciclopedia de datos inútiles (1986), Segunda enciclopedia de datos inútiles (1987), Cinelecturas (1990), Desde la creación al primer sonido: historia del cine americano (1993) e Historias de películas (2007).

En el año 2011, Martín Peña, Elvio Gandolfo y Álvaro Buela investigaron su obra periodística y construyeron las Obras incompletas, en tres tomos y cuatro libros: I, II A, II B y III. Son artículos que nunca fueron reimpresos y materiales inéditos que encontraron entre sus papeles personales y su correspondencia. Todo escrito entre 1965 y 2005 en Buenos Aires, Barcelona y Montevideo. Quizás sea esta la mejor forma de acercarse a su pensamiento, a su enfoque tan particular.

“Fue un fumador empedernido hasta los 80 años, gustaba de imitar a Groucho Marx, y su generosidad y buena disposición para ser consultado fueron muy apreciadas por varias generaciones de periodistas que lo tomaron como maestro, puesto del que disfrutaba plenamente”, escribió Gandolfo —quien trabajó muchos años con él en El País— en la contratapa de Historias de películas, aquel libro póstumo editado por El Cuento de Plata en 2007.

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