Silvia Pérez, actriz y vedette argentina, es convocada a hacer de Marie Bonaparte en un documental. Por razones presupuestarias no se tratará de una clásica biopic, sino que el director incluirá, dentro de la película, fragmentos en donde Silvia hable de sí misma. A esto le sumará doblajes, voces en off y entrevistas. Lo que vemos nosotros desde las gradas es la realización en vivo de este mismo proyecto.
La historia de ambas mujeres es fascinante. Silvia Pérez fue Miss Siete Días y Miss Argentina. Es una de las “Chicas de Olmedo”, seguidora del gurú indio Sai Baba y actriz en una enorme cantidad de películas, series y obras de teatro. En una entrevista, declaró que si no fuera actriz, querría ser atleta olímpica. Marie Bonaparte, por otro lado, fue una discípula de Freud conocida por su frigidez, además de ser la última heredera del apellido de Napoleón, su tío bisabuelo. Princesa de Grecia y Dinamarca, comenzó con sus disfunciones sexuales a los ocho o nueve años cuando una de sus niñeras, Mimau, la encontró masturbándose. “Si hacés eso, morirás”, escribió en sus diarios, citando a su castradora.
Ya de adulta, el interés por la sexualidad tomó un cariz más académico y desarrolló un estudio en donde entrevistó y midió la distancia entre el clítoris y la vagina a más de 240 mujeres en 1920, con la hipótesis de que a menor distancia entre ellos se estaría más cerca de alcanzar el goce completo. Ella misma, en la década del 30, se sometió a tres operaciones de deslizamiento del clítoris, sin ningún resultado. Frente a esto, se fue a buscar a Freud, que la instruyó en psicoanálisis y le dio herramientas para pensar su frigidez desde una perspectiva psicológica. Luego de veinte años, terminó rechazando por completo las ideas anatómicas, en un libro titulado Sexualidad femenina.
El paralelismo que hace La última Bonaparte es evidente. Miss Argentina y la frígida, la sex symbol y la anorgásmica. “Aunque sea un documental tengo que actuar, ¿no?”, se pregunta Silvia, y nos da una pauta de lectura: no hay tanta distancia entre una y otra. El director (Mauro Álvarez) nos anuncia que lo que busca es que Silvia se pregunte una y otra vez por qué quiere hacer eso, por qué se sumó a un documental en donde el contrato incluye contar cosas de su vida.
La escenografía está dividida en tres espacios: el escritorio del director, el de Silvia, y una pantalla conectada a una cámara que filma en vivo. Un momento emblemático de la obra es cuando empieza a sonar “Agárrense de las manos”, del Puma Rodríguez. Aunque la decisión del momento musical es cuestionable, la letra hace eco con la función del director, un tanto velada por los personajes femeninos: “Juntos podemos llegar donde jamás hemos ido”. La alusión también vale para Freud, siendo uno de los teóricos pioneros en poner sobre la mesa la sexualidad femenina. Ambos, el director y Freud, hacen de puente, abren compuertas para que las dos mujeres lleguen a lugares desconocidos de sí mismas.
Es importante notar que la obra, dirigida por Dennis Smith, fue escrita por Walter Ghedin, psiquiatra y sexólogo. A diferencia de los aportes más comunes de la sexología, en donde los problemas con el sexo se resuelven con recetas y recomendaciones predominantemente heterosexuales, en La última Bonaparte el problema no es el sexo, sino la posibilidad de sentir placer. En un momento, el director se cuestiona: ¿disfruta la sex symbol? El displacer sexual de Marie se da por hecho (“me mete algo entre las piernas que parece como un serrucho”, lee Silvia), ¿pero el de la otra? ¿Qué implica, en términos sexuales, una sex symbol? O, más bien, ¿a quién refiere el “sex” ahí?
Silvia Pérez pone en crisis, a raíz de la historia de Marie, la historia de su propio cuerpo. Al terminar el documental, afirma: “Mi cuerpo fue un botín de otros. Ahora es mío, finalmente”.
* La última Bonaparte se presenta los sábados a las 20:30hs, en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960). Entradas por Alternativa Teatral.
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