Su nombre aparece destacado cada vez que se habla de la nueva literatura latinoamericana y el elogio nace de una obra elaborada, potente y original. Liliana Colanzi nació en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en el año 1981. Es periodista y escritora y es autora de los libros de cuentos Vacaciones permanentes (2010), La ola (2014), Nuestro mundo muerto (2016) y Ustedes brillan en lo oscuro (2022), este último recientemente ganador del premio Ribera del Duero (alguna vez ganado por Samanta Schweblin) y publicado por la editorial Páginas de Espuma.
Los textos de Colanzi han sido traducidos a diversas lenguas y la escritora fue seleccionada en 2017 entre los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 40 años por el Hay Festival Bogotá 39. En la actualidad enseña literatura latinoamericana y escritura creativa en la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York y es también editora y creadora del sello Dum Dum, en Bolivia.
En los seis cuentos que integran el volumen Ustedes brillan en lo oscuro, al lector le es posible advertir una toma de posición sobre la realidad aún cuando se trata de textos que viajan en el tiempo, así como se lee un interés por la política, el feminismo y la justicia social sin énfasis y una forma de participación literaria dentro de la discusión pública. Para Liliana Colanzi el mundo va mucho más allá de las personas y, como declaró hace algunos meses, “la literatura es la posibilidad de explorar aquello que nos resulta más ajeno y misterioso. Ese es el desafío: extender la mirada más allá de lo humano”.
Lo que sigue es la transcripción de una conversación que mantuvimos vía zoom hace un par de semanas, en la que la escritora habló sobre el origen de sus cuentos y se detuvo especialmente en la reflexión sobre las formas y los procedimientos de escritura, así también como en el detalle acerca de la búsqueda de intensidad narrativa que la conduce a contar sus historias como cuentos y a no abordar, por ahora, el género novela.
— En tu obra se advierte cómo te fuiste constituyendo en una autora especializada en formas breves. Y lo que nota uno también es que dentro de esos cuentos hay también formas breves, pequeños capítulos y fragmentos dentro del propio cuento. Me gustaría que me contaras un poco cómo fue surgiendo eso, si fue algo buscado o si fue algo que se fue imponiendo con la escritura.
— En esta ocasión quería experimentar con otras formas, con otras historias también, y creo que la manera de indagar en otro estilo de contar las cosas. Como bien lo has notado, hay algunos de esos fragmentos que pueden ser historias auto contenidas, historias independientes, pero que al engarzarse con las otras crean un mosaico que dice algo más que cada historia individualmente o que la suma de esas historias particulares, ¿no? Esa fue la estructura de “La cueva”, en la que se engarzan diferentes historias contadas a lo largo de miles de años y que cada historia es pequeñita, es un chispazo ya sea en la vida de un par de personajes o en algún proceso geológico o biológico que se narra, pero que al ponerse juntos todos estos fragmentos, por lo menos mi intención era dar la idea de la inmensidad del tiempo y de cómo nosotros como humanos somos apenas una pieza minúscula en esa historia. En otros cuentos como “Ustedes brillan en lo oscuro”, el fragmento me sirvió para incluir la perspectiva de varios personajes acerca de la contaminación radiactiva de 1987 en Goiânia y contar lo que significó esta tragedia desde esas diferentes voces o a partir, también, de fragmentos de los archivos legales del juicio, por ejemplo, o a través de la incorporación de un mural que cuenta la historia del accidente radiactivo. O también la enumeración de las pertenencias que se encuentran en los barriles enterrados.
— Los bidones.
— Los bidones enterrados en el cementerio nuclear de Goiás. Entonces, el fragmento allí me permitía reunir esta multiplicidad de puntos de vista acerca del mismo hecho y, además, narrar diferentes épocas en las que este accidente es recordado o puesto en perspectiva. Y en “Atomito” la estructura fragmentaria sirve para ver diferentes partes de la ciudad a medida que se van sucediendo los acontecimientos, que son narrados a partir de la presencia amenazante de una central nuclear en El Alto, ciudad que imagino yo desde una estética entre futurista y cyberpunk.
— Algo que tiene que ver con esto que estás diciendo: yo pensaba que, por ejemplo, “Atomito” tiene mucho de cinematográfico. “Ustedes brillan en lo oscuro” tiene mucho de crónica periodística, es algo que está también en tu oficio con la escritura. Y algo que también pensaba - a lo mejor es un delirio pero lo tiro ya que estamos hablando de las formas y los procedimientos- es que como editor alguien podría haber unido “Atomito” y “Ustedes brillan en lo oscuro” y proponerlo como novela.
— ¿Te parece, sí?
— Sí. La idea de novela en este siglo XXI aparece muy deconstruida en ese sentido. Entonces, en la medida en que podríamos estar hablando de la cuestión de la radioactividad y de un posible accidente nuclear, podríamos estar uniendo ambos textos.
— Quizás la sensación de novela que te da unir estos dos cuentos provenga de que hay cierta sensibilidad compartida que tiene que ver con aquella que es la amenaza radiactiva. Y, en ese sentido, para mí unir los diferentes cuentos de un libro implica encontrar cuáles son esos puntos de conexión entre los relatos que le dan al volumen cierta sensación de unidad y esos conectores para mí son varios. Y, además, los voy afinando a medida que voy realizando los cuentos. Para mí, por ejemplo, estos son cuentos muy anclados en una idea de lugar. Son todos espacios latinoamericanos y además espacios latinoamericanos que no han sido tan contados en la literatura como Goiânia por ejemplo, como El Alto, La Paz, el Amazonas boliviano. Está también presente un lugar perdido de Oaxaca, México, ¿no? Entonces, todas las historias parecerían emanar de un paisaje con una historia muy particular. Y esa historia a veces está más o menos en la superficie pero en la mayoría de los casos es una historia enterrada que, de pronto, por algo que sucede surge, asoma y se relaciona con los personajes. De alguna manera define lo que le está sucediendo a los personajes. Entonces, ese, para mí, es un vínculo que vertebra a todo el libro. Y, por otro lado, la amenaza radiactiva está presente pero también en un marco mayor de contaminación o destrucción de los ecosistemas. Porque si bien en un cuento como “La deuda”, por ejemplo, no hay radiación, sí se habla de una historia extractivista asociada con esa zona que ha sido el corazón económico del país durante un tiempo a través de la explotación de la goma elástica, del caucho. Y que después cae en el olvido.
— Pero en ese relato, en “La deuda”, que particularmente me gusta mucho, creo que si bien está ese escenario no es el centro del relato. Me da la impresión de que por eso hay una diferencia con los otros porque el centro del relato ahí tiene que ver con el vínculo con la tía, con la femineidad, con la maternidad o no maternidad, digamos. Entonces me parece que el foco está puesto en otra cosa y ahí hay una leve diferencia, ¿no?
— Es verdad, aunque yo también veo que a pesar de que esta historia está más subsumida, más escondida, la historia de la explotación del caucho, las protagonistas vuelven a ese lugar porque la tía está buscando su origen. Y su origen familiar, todo el prestigio de su apellido, el prestigio de su familia, está relacionado con la explotación del caucho a la que se han dedicado sus ancestros. Y el lugar está tan ruinoso; es un lugar tan fantasmal como ruinosa y fantasmal es la reputación de su familia. O sea que hay una suerte de correspondencia entre lo que están viviendo estas dos mujeres y el paisaje que están visitando.
— Sí, y el vínculo entre ellas. Ese vínculo que atraviesa la historia y en donde el lector tiene tantas preguntas para hacerse. Pero estamos hablando de la unidad en relación a la cuestión ambiental y a los escenarios que tienen los relatos, y te quería preguntar por qué incluiste en el libro el cuento “Los ojos más verdes”, que trata sobre un pacto con el diablo, y no estaba cuando presentaste el libro al concurso.
— Era un cuento que siempre lo pensé como parte de este volumen pero que no lo pude presentar porque una de las condiciones del premio era que todos los cuentos fueran inéditos y este cuento fue publicado en una antología llamada El gran libro de Satán, editada por Jorge de Cascante, que como bien lo dice su título reúne cuentos o fragmentos dedicados al diablo. El diablo, de hecho, es una de las figuras que más se repite en mis cuentos. Sin embargo, a posteriori me fue dada la posibilidad de incluir este cuento para el libro, yo veo que tiene una relación bastante orgánica con el resto, tanto por su costado fantástico como por la presencia del Amazonas, que en ese sentido se engarza mucho con “La deuda”, por ejemplo. Y los personajes infantiles o juveniles que están a punto de tomar un camino prohibido que les tienta mucho pero que están allí, en esa disyuntiva.
— Liliana, estás mencionando a los chicos. Pensaba en “Atomito” y en esos chicos que algunas culturas llaman ni-ni, los que no estudian ni trabajan. Vos no estás viviendo en Bolivia pero me gustaría saber cómo observás vos a los jóvenes de tu país, pero también, en un sentido más amplio, cómo ves este momento de la juventud latinoamericana.
— Esa es una pregunta bastante amplia. ¿En qué sentido?
— En relación a lo que tiene que ver con el futuro, que es una de las grandes preguntas de tus relatos, y en donde aparecen ellos justamente con esta idea de la tentación y con esta idea también del mundo que uno les deja, ¿no? Que es el mundo con el que se están encontrando hoy. Vos además enseñás en la universidad, con lo cual debés conocer a muchos chicos jóvenes.
— Es un mundo bastante duro el que les estamos legando a las nuevas generaciones, que tienen ansiedades, preocupaciones y amenazas que no experimentamos las generaciones anteriores. Por lo menos no de manera tan marcada. Cuando yo era niña o adolescente no sentía particularmente el miedo de habitar una tierra, un planeta digamos, que podría volverse en cualquier momento hostil, presentar condiciones radicalmente diferentes a las que yo conocía. No estaba ese tema en el aire a pesar de que ya entonces había empezado el proceso que vivimos hoy. Pero, sin embargo, las actuales generaciones ya tienen la conciencia de estar viviendo en épocas muy volátiles, muy inestables, en las que además ya hay la noción de que probablemente no van a conseguir las mismas oportunidades que han conseguido sus padres. Y ese es un mundo duro en el cual crecer. En mi cuento “Atomito”, por ejemplo, se ve la situación de jóvenes que están creciendo sin padres, que están creciendo huérfanos y, además, rodeados de contaminación. Como profesora, lo que veo en estos últimos tiempos es una gran sensación de incertidumbre por parte de los jóvenes, aunada además a todos los problemas psicológicos y mentales que ha ocasionado la pandemia y que ha afectado particularmente a los jóvenes, que son los que más han sufrido el aislamiento en una época en que están creciendo, en una época en la que necesitan socializar y están creando esos vínculos con los otros. Y ese proceso se ha visto interrumpido de una manera brutal y está teniendo consecuencias graves.
— Quería preguntarte por el modo en que se te aparecen las historias. ¿Sos de empezar a escribir y dejar que sedimenten los relatos? ¿Los cuentos salen de golpe? ¿Cómo es tu modo de trabajarlos?
— Los cuentos se me presentan a través de imágenes, de intuiciones, de cierta atmósfera en la que tengo que indagar pero sin una idea demasiado clara ni de la trama ni de los personajes. Y en ese proceso las historias van mutando muchísimo. En “Ustedes brillan en lo oscuro” hay dos imágenes que condensaron para mí lo que era esa historia. Una de las imágenes es la de dos chatarreros encontrando en medio de la chatarra y en la noche una luz azul brillante, atrayente, hermosa, que sin embargo contiene la amenaza de la contaminación y de la muerte, y esa contradicción me pareció muy sugerente, ¿no? Y, por otro lado, otra imagen que cifraba algo interesante fue la de cientos de barriles enterrados en un cementerio radiactivo en el que se encuentran contenidas las pertenencias de cientos de personas que un día salieron de sus casas pensando que iban a volver y que no volvieron más porque sus casas fueron demolidas y los escombros fueron enterrados en este cementerio. Entonces, esa imagen de la gente cuya vida, cuya historia de pronto se detuvo en un día y que no volvió a ser igual se concentra en esta imagen del cementerio nuclear. Otros cuentos pasan por la exploración de otras imágenes. Por ejemplo, en “El camino angosto” tenía la imagen de dos jóvenes que están tratando de escapar de los límites que les impone la colonia y, a partir de esta imagen, por un lado mezcla entre angustia y deseo, entre curiosidad y miedo, fue aquello que me fue sugiriendo lo que iba a contar. Más adelante, en sucesivas capas, apareció el elemento tecnológico a través del collar de la obediencia o del límite magnético de la comunidad, y aparecieron más detalles acerca de los tabúes y creencias de la doctrina de la comunidad.
— Fundamentalismo.
— Exacto. Pero al principio lo que tengo es una imagen en la que está oculto algún tipo de amenaza, de deseo, de anhelo en el que quiero profundizar.
— En general a una persona que lee hace mucho se le hace muy difícil cuando empieza a leer algo no insertar esa lectura en una serie. No ver a los precursores de Kafka, como diría Borges, ¿no? Y en este cuento, en particular, que también tiene la cuestión magnética que lo une con los otros pero que está orientado por otro lado al fundamentalismo y en el que aparecen las figuras de las hermanas hay algo que me hizo acordar a Claus y Lucas, de Agota Kristof. Lo pensaba como un cruce entre Claus y Lucas y algunos relatos de Margaret Atwood, y también cierta cosa de la literatura sureña norteamericana, también de mujeres. Y entonces te quería preguntar cuál es esa literatura que te nutre como autora.
— Es interesante que menciones Claus y Lucas porque hay en esa relación entre los chicos de esa novela algo casi animal, algo casi visceral brutal, que llega al hueso, y es cierto que esa misma sensación está presente en la relación entre estas hermanas. Todo exacerbado por el aislamiento de la colonia y por los vínculos tan cercanos que eso ocasiona entre las hermanas. A un punto del incesto, incluso. ¿Cuáles serían las obras o las voces con las que dialoga este cuento? Sabés que tuve muy presente a una autora argentina, a Marina Closs, con su libro de cuentos Tres truenos, en los que ella explora estas voces de mujeres en las que está también presente el tema del incesto. Y el tema de lo corporal, del deseo, aunado con la violencia. Está también en este cuento muy presente una autora como Marosa Di Giorgio.
— Hay algo en la lengua.
— Algo en el deseo que quiere estallar la lengua, de provocar algo con el lenguaje. Que eso también era para mí un camino que sentía que ese cuento necesitaba tomar, al momento de estar narrado desde una postura de extremo aislamiento que inevitablemente involucra no solo la creación de reglas de convivencia muy particulares a esa comunidad sino también un lenguaje que tiene que ser muy particular de ese medio.
— Sí. También qué gran novela podría haber ahí, eh, porque ese relato uno lo puede imaginar también como la explosión de cada una de esas familias que aparecen. Cada una de esas familias que están condensadas en el cuento que termina siendo un relato breve pero si se piensa en un estallido, podría también ser una novela fabulosa. ¿Qué pasa que eso no termina de estallar como para irse hacia una novela?
— En realidad, nunca me fui de la forma breve porque mis tres libros publicados son de cuentos. Supongo que mi deseo de mantener cierta intensidad se manifiesta mejor a través de las formas breves. Y una cosa más: mientras mencionabas Claus y Lucas y esta relación entre los personajes también estaba pensando que hay una película con la cual yo siento que hay un diálogo en “El camino angosto” que es Canino (N. de la R: también conocida como Colmillo), de Yorgos Lanthimos, en la que hay también unos jóvenes que son aislados por unos padres que no quieren que ellos conozcan el afuera; que los están protegiendo de los peligros del exterior. Y que eso hace que desarrollen estos dos hermanos una relación muy íntima, incestuosa y brutal, también, a ratos, con una mezcla muy rara entre ternura y ferocidad. Y esa creo que es otra referencia que estaba flotando mientras escribía este cuento.
— Súper interesante. Hablabas antes del mundo que les dejamos a los más jóvenes, de los peligros que acechan, y hablábamos también de esta unidad entre los cuentos y pensaba también que algo que uno puede leer en los cuentos tiene que ver con el azar en la tragedia. Es decir, la idea del azar que termina enriqueciendo tanto las historias.
— Sí, justo me estaba riendo un poco con algunos memes que han salido últimamente a partir de las imágenes que el nuevo telescopio de la NASA ha logrado tomar del universo. Y algunos de los memes ponían “aquí está el universo conspirando para”… Estaban haciendo un poco la burla de esta idea de que el universo conspira a tu favor. Porque en realidad el universo es azar y el hecho de que estemos aquí como especie es un azar de la evolución, ¿verdad? Podemos estar ahora como podríamos no haber estado. Las mutaciones, los procesos de extinción o de aparición de una mutación que va a ser la que prospere le deben muchísimo al azar. Y el azar tiene algo misterioso y algo trágico, también. Y, sobre todo, tiene algo bastante literario, ¿no? Necesitamos crear un mito de que hay una mano detrás que conduce nuestros pasos de acuerdo a nuestros deseos.
— Una mano que echa los dados sobre la mesa, claro.
— Claro. Necesitamos pensar que hay una voluntad detrás del universo que está guiando lo que hacemos o que está dirigiéndonos a un destino mejor, preocupado por nuestro bien, pero en realidad lo que hay detrás es azar… O son, digamos, procesos inescrutables para nosotros. Y creo que lo que hace la literatura es escarbar un poquito en ese misterio y tratar de darle algún sentido. Pero creo que también nuestro desafío es no proyectar en esos procesos una voluntad humana, que es un poco la que nos ha llevado a la encrucijada de lo ambiental en la cual estamos. Hemos creído durante mucho tiempo que somos la especie para gobernar al resto del planeta, para decidir sobre el resto de las especies y que es nuestro bienestar aquel que debería predominar sin importar el resto de los seres que nos acompañan. Y esa es la ideología que nos ha conducido a la destrucción planetaria.
— Al desastre, claro. Te hago la última pregunta. Vivir lejos de tu lugar de origen, ¿es un estímulo para la escritura, te permite mirar las cosas de otra manera o es algo que padecés en términos literarios?
— Ambas cosas, yo diría. La literatura necesita siempre situarse con una cierta distancia con respecto a lo que se cuenta y el vivir lejos me ha proporcionado esa distancia. Pero no siempre es una distancia que yo quisiera, ¿no? Porque implica también una pérdida de contacto con los amigos, con los seres queridos y con las historias que nutren mi imaginación como escritora. No es casualidad que en la mayor parte de mis cuentos aparezcan los paisajes de Bolivia a los que vuelvo con la imaginación. Así que yo diría que ambas cosas, por un lado me ha ayudado a ver con cierta distancia procesos que tenía naturalizados pero, por otro lado, sin dudas es una pérdida.
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