A todo volumen y con impactante despliegue tecnológico, “Network” disecciona la moral televisiva

Juan José Campanella adaptó el guion de la obra, basada en una película de los 70 sobre la desesperada búsqueda mediática de resultados. Comedia dramática y por momentos grotesco, la puesta en escena invita a vivir una experiencia de show teatral

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Desde hace unos días se puede apreciar en el teatro Coliseo la puesta en escena de la obra Network, una comedia dramática sobre el mundo televisivo y, sobre todo, el de los intereses que mueven ese mundo y todos los mundos. Sin embargo, es sabido que, en el principio, fue la película Network, de 1976, dirigida por Sidney Lumet, protagonizada por Faye Dunaway, Robert Finch (ganadores del Oscar) y Robert Duvall, entre otros, y escrita por Paddy Chayefsky (también ganador del Oscar) y que se convirtió en un éxito de público, crítica y cuyo legado se incorporó al imaginario social estadounidense, a tal punto que al referirse a la serie Suspicious, que protagoniza, la actriz Uma Thurman declaró en The Graham Norton Show: “Me inspiré en una de las mejores actuaciones que recuerdo, la de Faye Dunaway en Network. Me encanta esa película, la vi muchas veces”.

Así las cosas, hace pocos años Network fue obra teatral en la exigente Broadway, en Nueva York, y ahora llega a estas costas porteñas del señor. Con una propuesta rebosante de tecnología (una pantalla de más de 40 metros que recrea imágenes en vivo en el escenario en primer plano) en el escenario que permite reconstruir un estudio de televisión y hacer partícipe al público de la experiencia que atraviesa a los actores. El argumento, tanto para cine como para la obra teatral, es así (con mención a los actores argentinos de la puesta en cuestión).

Howard Beale (Coco Sily), un conductor del noticiero de la cadena USB, recibe la noticia de que será despedido debido a la marcada baja en los ratings que produce su parte en el show televisivo de las noticias. Al anunciar su despedida al aire, dice que se suicidará en vivo en alguno de los próximos días. ¡Para qué! Los directivos lo quieren mandar a Tanzania, pero consigue que su amigo de siempre Max Schumacher (Eduardo Blanco) le dé la oportunidad de una despedida más digna. ¡Para qué! En vivo, despotrica por los problemas de la vida, de la humanidad, el universo y todo lo demás. Los directivos querrían sacarlo ya y que nunca vuelva a pisar sus veredas.

Pero la joven productora Diana Christiansen (Flor Peña) ve el rating, que se elevó exponencialmente, y propone que tenga su espacio todos los días. Desde allí, mesiánico, Beale enardece a las masas televisivas, provoca que en las grandes ciudades de los EEUU miles de televidentes griten con él que están hartos. Max comienza un affaire con Diana, obsesiva con todo lo que sea televisión, y Beale obtiene un programa propio, con su monólogo central y amarillismo clase B. Sin embargo, una vez que llega un nuevo comprador del canal, exige una reunión con Beale. Arthur Jensen (Pablo Rago) le enseña un nuevo corpus de ideas: no hay categorías como antes, nada existe si no es el dinero. Beale entonces empieza a difundir su nuevo credo, con escaso éxito. El rating baja. Los directivos se desesperan. Un final espera.

El problema con la puesta local es que el tono está mil puntos arriba de la media todo el tiempo, y entonces los momentos de la obra que demandan otro nivel –salvo los que existen entre Schumacher y su esposa de siempre– son escasos y la comedia muchas veces se convierte involuntariamente en grotesco. Por ejemplo, Flor Peña desecha una idea televisiva al grito de “Next!” (un paso clásico de la comedia televisiva argentina) cuando la pobre Faye Dunaway dice un inocente “next” en la película, que permite pasar al próximo proyecto. Es obvio que el lenguaje cinematográfico no es igual al teatral, pero en este pequeño ejemplo se pueden apreciar tonos diferentes para una misma palabra en aquellos dos contextos.

Los actores que la rompen son Coco Sily en su rol que claramente se encuentra en un brote permanente y sobre todo Eduardo Blanco, que lleva su personaje sin estridencias, con comicidad efectiva y con los refugios del amor que correspondan.

El despliegue tecnológico de la obra es un atractivo adicional que permite transformar la experiencia personal en otra cosa. El elenco secundario cumple un rol que se fusiona con los grandes dispositivos del show.

Una parte menos conocida de Network, la cinematográfica y por ende la teatral, es el caso real en que se basó el film. En 1974, Christine Chubbuck tenía 29 años, era periodista y trabajaba en el programa Suncoast Digest, de la cadena WXLT-TV en Miami, cuya programación estaba virando a un tono amarillista. Chubbuck decidió protestar, mientras su programa se desarrollaba en vivo: “Para continuar con las políticas del canal 40 de traerles lo último en sangre y sesos, ahora verán otra primicia: un intento de suicidio”, dijo, antes de dispararse en la frente con una pistola, mientras sus compañeros gritaban y su cuerpo muerto se deslizaba hacia el piso.

En 2016 el director Antonio Campos realizó un film que se sumergiera en el interior de la periodista para tratar de explicar la acción suicida.

Ese acontecimiento que fue un hecho que marcó la televisión de 1974 produjo la idea para Network, dos años después. Y de ahí al teatro Coliseo, un pequeño viaje nada más.

* Network se presenta en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125) los jueves y viernes a las 20, los sábados a las 20:30 y los domingos a las 19:30.

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