“La débil mental”, un amor perturbado entre la desmesura y el borde, en el teatro

Infobae Cultura dialogó con Ariana Harwicz y Carmen Baliero, autora y directora de esta obra, que nace de la novela homónima, y que se presenta en Área 623

Guardar
 Ingrid Pelicori y Claudia
Ingrid Pelicori y Claudia Cantero, protagonistas de "La débil mental"

La débil mental, novela de Ariana Harwicz, estrenó en junio en Área 623 con dirección de Carmen Baliero. Ingrid Pelicori y Claudia Cantero le ponen cuerpo a una relación enrevesada entre una madre y una hija. El encierro y la simbiosis se unen en un relato tan desgarrador y vertiginoso como fascinante.

Respecto de la adaptación a teatro, Baliero empieza contando a Infobae Cultura: “Con La débil mental, yo pensaba: ¿cómo trabajar la voz actoral sin desarticular cierto pensamiento literario? Mi idea es que en lo posible no haya opinión dramática, que no interfiera la descripción de ciertos conceptos que funcionan como imágenes literarias. Fue un reto interesante, porque la quería llevar a una zona rítmica musical, con silencios incluidos. Tiene un cierto contrapunto, tratando de llegar a lo que para mí es la aparición del habla en un texto que está pensado como lectura”.

¿Hay algo que haya sido particularmente desafiante de adaptar?

Carmen Baliero: Sí, claro, es difícil porque yo estaba pensando en literatura. Me parece que son actrices al servicio de una literatura, y a su vez un texto al servicio de cierta actuación. Lo que tiene que ocurrir es el equilibrio perfecto entre ambas: que los códigos de actuación no invadan el universo literario, y que el universo literario se entregue para que la palabra dicha y la actuación pueda interpretarlo. En la actuación lo complejo es que los personajes, cuando están escritos, suelen tener el mismo tipo de tipografía. Con el timbre no pasa lo mismo: ¿cómo adjetiva el timbre una palabra neutra? En la dirección se juega el silencio dramático, que en la escritura a lo mejor no se ve. Yo sostengo que en la escritura los signos de exclamación, de pregunta, las comas, tienen todos la misma escritura, la misma lectura, pero no la misma interpretación. Hay una traducción dramática que permite entender la diferencia entre un punto y otro punto.

Carmen Baliero
Carmen Baliero

¿Qué expectativas tenés, Ariana, respecto de ver la obra?

Ariana Harwicz: Siempre están las fantasías y los deseos alrededor de algo, y después la concresión. Hay un suspenso. Precoz, por ejemplo, nunca la vi. Viví todo el proceso y no la concresión, es frustrante. En este caso, con La débil mental, sí voy a poder verla. Vi ensayos, hablé con Cristina y con Carmen. Me imagino cómo va a ser la obra, pero no cómo va a ser estar ahí en la sala.

¿Cómo describirían a los personajes?

C.B.: El elemento determinante es el encierro. Es una estructura endogámica, encerrada, en la cual se puede justificar todo tipo de desviaciones porque no hay un afuera. En la privacidad la gente puede llegar a estados de rareza o de locura que, admitidas en público, pueden generarte problema en tus vínculos. En toda estructura familiar se produce esa endogamia que se traduce en cierta impunidad, que hacia el afuera no lo tenés. La gente puede pegar adentro de una casa, o gritarse, y afuera ser muy amable. Uno de los elementos interesantes de estas dos personas es lo inimputable por carecer de testigos. Juntas forman la cabeza de una Medusa, son bifrontes.

A.H.: Yo diría que las dos tienen un alto sentido del humor. Todo el tiempo parece que se están muriendo, y después sobreviven. Son trágicas, son muy apasionadas, desmesuradas. Están muy en el borde entre la normalidad y la anormalidad. De a ratos parece que hay que internarlas, y después se sientan a tomar el té. Me parece interesante transitar el borde. Hablan raro, también. Tienen un lenguaje del borde, no hablan del todo críptico, escupiendo y diciendo cualquier cosa, pero no hablan tampoco dentro de la pura convención. Son las aguas que ellas transitan.

¿Y la relación entre ellas?

A.H.: Yo las construí en espejo. Las viví así: están todo el tiempo replicándose, son y no son siamesas, son y no son el mismo cuerpo, son y no son madre e hija. Por momentos están totalmente trastocados los roles. Es un amor perturbado. Es muy, muy íntimo, no tienen a nadie más.

C.B.: La relación es simbiótica e indivisible. Son dos cabezas con un cuerpo indisoluble que puja por separarse. Por eso hay violencia y desesperación. Creo que tiene que ver con depender y no querer hacerlo. En el caso de la hija, querer encontrarse con personajes de afuera, pero comentarlo adentro. No tiene características propias, es la resultante del imaginario y del pensamiento de ellas dos, dentro de esa casa. Además, es interesante porque es una casa con exterior: tiene huerta, gallinero. Sin embargo, todo el discurso es totalmente claustrofóbico, todo entra, es centrípeto. Un agujero negro que absorbe y resignifica el exterior. Es lo contrario a la familia Ingalls.

Ariana Harwicz y su libro
Ariana Harwicz y su libro "La débil mental"

¿Dónde entran los varones en el texto?

C.B.: Aparecen dos varones, el amante y el jefe. Yo creo que más que representados, están nombrados. Cuando habla él, es por la voz de Claudia, la hija. Aunque el personaje aparece, aparece atravesado por la mirada de esas dos mujeres. Creo que los hombres, en ese caso, son objetos de neurosis, un objeto más utilizado para desarrollar esa relación enferma. Son excusas para creer que hay un contacto exterior. Lo que delimitan es la ausencia de sí mismos. Al nombrarlos, están ausentes. Y son un elemento para la trama, es una narración en la que no se necesita desarrollar personajes masculinos para confirmar cosas de los personajes femeninos.

A.H.: Los hombres son los grandes ocultos de mis novelas. No lo pensé mientras escribía, lo pienso ahora. Están ocultos, agazapados. Están ahí, pero no se los ve. Es una novela de hombres desdibujados, bajo tierra. Paradójicamente, son omnipresentes: ellas están todo el día hablando de ellos. Cada vez que los mencionan están en el pasado, que no existe o es algún delirio, o en algún futuro de deseo. También aparecen en forma de cadáver, el sexo les da asco. Es una linda contradicción: es un mundo hiperfemenino en donde los hombres están todo el tiempo ahí.

Algo que me llamó mucho la atención es el balance entre fragmentos muy poéticos y otros de narración o actuación a puñetazos. ¿Cómo fue la construcción de este contraste?

A.H.: Para mí el contrapunto es la clave. Si se ve, es porque no soporto que estoy embelleciendo la frase, cuando se forma algo muy lindo, me empalago, me asfixio, y meto algo más coloquial, sucio. Y cuando estoy muy en lo sucio, salgo urgente hacia lo otro. Pivoteo entre los dos, no tolero quedarme en uno o en otro. Me gusta que cobre vuelo y después baje.

C.B.: En la obra tiene que ver con la interpretación de los párrafos. Podemos pensarlo desde el lugar de un DJ: pone rápidos, pone lentos, pero siempre está en la misma fiesta. Creo que es funcional a un pensamiento musical esta obra, podés encontrar una forma que se construye en diferentes dinámicas. Y esas dinámicas generan un todo. Tienen que ver con es reflexivo internamente, lo que es diálogo y lo que es catársis. Son las diferencias más interesantes para trabajar. La eterna heterogeneidad produce homogeneidad, el choque constante genera rutina.

La obra trabaja mucho la cuestión del límite, de lo que se puede y lo que no. En un momento aparece esta frase: “Hasta cuándo podemos vivir”. ¿Dónde está esa línea entre esas dos mujeres?

A.H.: Toda La débil mental es una gran bomba que va a explotar. Funciona como un caracol, hacia adentro, redondita. Es un delirio teatral. Ellas están siempre al borde de ser arrestadas, al borde de morir de inanición, al borde de quedarse sin una moneda y o no comer o ir a robar, al borde del desquicie sexual. Están todo el tiempo en el filo. Es algo que se siente en el aire, en sus diálogos. Al borde del alcoholismo, también, y del incesto o el infanticidio. Pero sin llegar, siempre al borde.

C.B.: Es una mezcla entre limitación y delimitación. Se delimitan para no encarar el exterior, y son personas limitadas, porque no pueden. El límite está en todos lados, incluso en la falta de ellos. Se ponen límites para poder seguir viviendo, para poder cohabitar, y borran otros. Hay una dependencia enorme, que no haya límites en la relación habilita que haya un solo personaje. No son el yin y el yang, no son opuestos, son variedades de un mismo fruto. Y me parece que hay una desesperada decisión de tomar medidas, o decisiones, individuales, donde siempre fracasa. La hija quiere ver al hombre, la madre vender cosas. Fracasan ambas. Todo el exterior es peligroso. Por el otro lado, la lucha por poner límite a la falta de individualidad, cuando la hija trata de irse. Pero no puede, no llega.

 La débil mental se
La débil mental se presenta los martes a las 20 horas en Área 623

¿Qué es, entonces, una débil mental?

A.H.: En el texto está puesto en el mismo lugar que una enamorada. Tiene muchas formas de entenderse. Es un modo despreciativo, insultante, de autoproclamarse enamorada, como una maldición, un envenenamiento. Después, es una mirada cínica sobre sí mismas. Las dos están todo el tiempo autodegradando e insultando a la otra. Y la débil mental es la señalada del pueblo como la distinta: la loca, la hipersensible, la retrasada. En francés no es un insulto, es un eufemismo. Es la mujer que se sale del carril.

C.B.: Yo creo que la debilidad tiene que ver con no comprender las reglas sociales externas, no poder adaptarse. Todos tenemos algo de débiles mentales, de no poder adaptarse. Siempre hay algo que te traba: no poder pagar la factura de luz, no saber cómo separarte, creer que no te quiere más tu mejor amiga. Perder el eje. En la obra el título aparece con la voz de la hija, “Lo escuchaba como una débil mental”. Es cuando la cabeza está al servicio del deseo de otra persona y se desdibuja, no importa quién sea la persona. No es la debilidad mental de poder resolver un teorema, sino la incapacidad de poder entender reglas externas a sí mismas, y no entender las propias. Es casi falta de lucidez, la inercia neurótica.

Tanto en la literatura como en el teatro argentino están muy presentes las producciones de parte de mujeres. ¿Cómo impacta La débil mental en esta escena?

C.B.: Es un tema complejo. Creo que hay una diferencia enorme entre ser mujer y escribir, y ser escritora. O entre pensar en el universo femenino, y utilizarlo para hacer una obra. Hoy hay un contexto que permite que personas comprometidas con el arte salgan a la luz. Creo que también hay una corriente muy fuerte del pensamiento femenino, pero del pensamiento femenino sobre el mundo, no necesariamente sobre lo femenino. Creo que este es un pensamiento femenino sobre la literatura. La débil mental es un gran libro escrito por una mujer, y con dos personajes mujeres. Pero por sobre todas las cosas, es un gran texto, escrito por una gran escritora.

A.H.: Creo que no es lo mismo cuando la escribí, cuando se editó y cuando se estrenó la obra. Yo la presenté en 2014, hace ocho años. Pasó de todo en nivel político en todo el mundo, y a nivel del mercado literario hubo un cambio impresionante. Todo se aceleró, se encrudeció, se volvió más evidente en términos de qué vende y qué no. El interés por las mujeres a nivel industria creció exponencialmente. La recepción de la obra, en este sentido, es totalmente distinto. Todos los editores, productores, etc. te van a decir que al público le interesan, hoy, más las mujeres, porque tienen una lucha, tienen un deseo de emanciparse, de poder, de guerra, quieren todo. Está buenísimo ese enfebrecimiento de revancha histórica. Me pregunto: ¿los hombres qué quieren? No saben. Las mujeres son sujetos, no idiotas útiles. Me encanta que mis novelas sean obras de teatro interpretadas por mujeres, aunque yo a mis personajes las pienso como travestis. Se masturban como varones, tienen deseos muy masculinos. No están transitadas las identidades. Nunca hay que ceder a la tentación de hacer algo para la época. Hay que resistir. La obra es la obra, no importa lo que quieren el público o la prensa, ni lo que vende. El facilismo, hoy, de ser mujer y producir, es una contingencia. Tenemos que ver qué hacer con eso.

*Funciones: La débil mental se presenta los martes a las 20 horas en Área 623 (Pasco 623)

SEGUIR LEYENDO

Guardar