Una serigrafía a color de 1975 realizada por el rey del pop-art Andy Warhol en homenaje a Mick Jagger, cantante de los Rolling Stones -que se exhibe hasta el 19 de julio en Nueva York, en la subastadora Christie’s- permite trazar un mapa simbólico de obras icónicas que han dado cuenta de la virtuosa fusión entre arte y música, de Juan Gatti a Spinetta, de Rocambole a Los Redondos, de Peter Blake a The Beatles.
La icónica obra que muestra el retrato del cantante de los Rolling Stones, Mick Jagger -con un valor estimado entre 100.000 y 150.000 dólares-, es el lote principal de la subasta de arte online que la casa Christie’s ya se está desarrollando en la web.
Firmada por ambos protagonistas, la obra en colores realizada sobre papel Arches Aquarelle, de aproximadamente un metro por 70 centímetros, fue firmada con lápiz por el artista pop y con rotulador por el cantante británico, y está numerada, ya que es la copia 129 de un total de 250 impresiones.
Son numerosas las obras en las que el rey del arte pop tomó íconos de la cultura visual para transformarlos en motivo de su obra, tal como ocurrió con Elvis Presley, Marilyn Monroe, Jackie Kennedy o Elizabeth Taylor. Pero con el cantante de los Rolling Stones tuvo una relación de amistad y admiración como con pocas personas: no solo le tomó numerosas fotografías a Jagger sino que además Warhol fue el encargado de diseñar una de las más famosas portadas de la historia del rock, Sticky Fingers. Aquel álbum de la banda británica exhibía en 1971 un -por entonces escandaloso- primer plano de la cremallera de un pantalón vaquero.
Es tan fuerte la vinculación entre Warhol y los Rolling Stones que muchos adjudican al hombre de peluca platinada haber inventado la emblemática lengua que distingue a la banda inglesa, aunque en la realidad, quien la diseñó fue John Pasche. La famosa boca roja se incluyó por primera vez en la contraportada del disco Sticky Fingers, de ahí la creencia de que había sido el mismo Warhol quien había diseñado el logo.
Son muchísimos los ejemplos que fusionan arte y música -y se continúan hasta la actualidad-, pero es fácil entender por qué su momento de máxima ebullición tuvo lugar de la mano del pop-art, definido en los años 50 por el artista Richard Hamilton como popular, efímero, producido en serie, joven, ingenioso, sexy, efectista, glamoroso y un gran negocio.
El arte pop se propuso hacer del arte un “lenguaje cotidiano y accesible a todo público, basándose en la cultura popular y comercial, en los íconos de la tv y el cine, en la tecnología, la moda, el consumo y, claro, los ídolos del rock. En él, los objetos dejan de ser únicos para producirse en serie y, también, el arte deja de ser único y se convierte en un objeto más de consumo.
Pero vale la pena repasar en qué condiciones y en qué contexto fue que nació este tipo de expresión que amalgamó tan bien el arte y el rock: cuando finalizó la segunda guerra mundial, en 1945, hubo un período en Europa y Estados Unidos marcado por la austeridad y el racionamiento de todos los bienes que cualquier ser humano necesitara para sobrevivir. Fue el combo perfecto para volcarse -unos años después- hacia lo opuesto: el inicio del boom consumista, el nacimiento de los medios de comunicación masivos, las producciones en serie, el llamado “american way of life”. Los artistas pop buscaban, de algún modo, iluminar aquel mundo de posguerra que había quedado deslucido y apesadumbrado; iluminar el futuro y valerse de los íconos del momento. Así empiezan a utilizar imágenes y objetos comerciales, cómics, billetes, revistas, diarios, personajes famosos, publicidades, comida rápida, embalajes, música popular, la tv y el cine de hollwywood para crear piezas coloridas, cotidianas y accesibles.
“Esto es el mañana” (This is tomorrow) se tituló una de las primeras exposiciones que realizaron los integrantes de este movimiento, donde aparece, en una de las obras, un recorte de diario, coloreado con la palabra Pop, que dio nombre al movimiento y fue punto de inflexión en la historia del arte tal como la conocemos. Algunos de los artistas que formaron parte de sus inicios fueron David Hockney, Allen Jones, Robert Rauschenberg, Jasper Johns y Peter Blake; este último es justamente el autor del muy famoso collage que ilustra la tapa de Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles.
Mientras que artistas pop como Roy Lichtenstein se enfocaban en las historietas y sus personajes como Mickey Mouse, Bugs Bunny o el Pato Donald, otros como Warhol apuntaba sus cañones hacia los ídolos, aunque no solo los del rock: Jagger, Elvis Presley, Elizabeth Taylor. Hace tan sólo unas semanas, en mayo pasado, un icónico retrato de Marilyn Monroe realizado por Andy Warhol, Shot Sage Blue Marilyn, del año 1964 se vendió por un récord de 195 millones de dólares en Christie’s en Nueva York y se convirtió en la segunda obra de arte más cara de la historia.
Con las serigrafías, una repetición en serie de esas imágenes tan populares y para todos (¿una metáfora de Estados Unidos a los ojos del artista hijo de inmigrantes?), Warhol podía señalar también cómo la sociedad convertía a sus ídolos en objetos de consumo.
Sin dudas, una de las obras más emblemáticas de Warhol ligada a la música es aquella minimalista que realizó para la portada de The Velvet Underground, la banda de Lou Reed, y la mítica banana, homenajeada por el arte hasta el hartazgo en las décadas siguientes.
Probablemente la categoría de “portadas” de discos haya dado muestras inolvidables del romance entre arte y música, como es el caso de Michael Cooper, quien tuvo a cargo el arte de tapa del disco Sus Majestades Satánicas reclaman de Rolling Stones, y no hay que olvidar la escultura que Jeff Koons hizo de la mismísima Lady Gaga para la tapa de su álbum Artpop.
La portada que el enigmático graffitero Banksy realizó para la banda Blur y su álbum Think Tank es disímil en tiempo y estilo a la publicación de Daydream Nation, el quinto disco de estudio de Sonic Youth, cuya portada muestra una vela de un cuadro de Gerhard Richter.
El fotógrafo Robert Mapplethorpe retrató a su amiga, amante y confidente, la cantante y poeta Pattie Smith (con la que vivía en el mítico Chelsea Hotel, junto a otros artistas) para la portada de su disco debut “Horses” de 1975. Smith contó luego, en detalle, cómo fue su vínculo con el fotógrafo en el genial libro de memorias “Éramos unos niños”.
A nivel local, se lleva todos los elogios la portada que el artista argentino Juan Gatti hizo para Artaud de Pescado Rabioso, la silueta de álbum más famosa, rupturista e irregular de la historia local, de fondo verde y con una mancha amarilla, junto a una pequeña foto del poeta francés. Gatti fue responsable de varias tapas de los primeros años del rock argentino pero Artaud es recordada como una de las joyas del diseño de portada de todos los tiempos.
La “misa ricotera” o “el pogo más grande del mundo” no sería lo que es sin los trapos, las remeras y banderas que lucen con orgullo las mismas ilustraciones que Ricardo Cohen, mucho más conocido como Rocambole, realizó para los discos Los Redondos de Ricota, una mística que continuó en los recitales del Indio Solari primero y de los Fundamentalistas después.
Rocambole realizó no solo el arte de tapa de todos los discos de la banda oriunda de La Plata, sino también los afiches y las entradas a los shows, es decir, la identidad visual de uno de los grupos más importantes de los últimos años. Sus dibujos para Gulp!, Oktubre, ¡Bang! ¡Bang!... Estás liquidado o Luzbelito siguen presentes hoy también en banderas, remeras y mochilas.
Fuente: Telam S.E.
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