John Coltrane o la revolución espiritual del jazz

Se cumplen 55 años de la muerte del saxofonista, una figura icónica de la música popular afroamericana del siglo XX. De vida tumultuosa y talento desbordante, integró célebres formaciones de Miles Davis, grabó el monumental “A Love Supreme” y dejó una enorme huella de innovación para el género

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Coltrane y se segunda mujer,
Coltrane y se segunda mujer, Alice (Chuck Stewart)

“Me gustaría llevar a la gente algo de felicidad. Quisiera descubrir un método para que, si quiero que llueva, empiece a llover enseguida. Si uno de mis amigos está enfermo, me gustaría tocar una canción y se cure o que, cuando esté sin dinero, inmediatamente reciba todo el dinero que necesita”. El autor de esta frase no es un chamán ni un hechicero. Es el saxofonista John Coltrane, que creía en el poder de la música para hacer del mundo un lugar mejor. Su muerte temprana, hace 55 años, dejó trunca una búsqueda hacia el infinito, luego de revolucionar el jazz, primero con técnicas innovadoras y luego derribando todas sus convenciones tradicionales. Fue un verdadero revolucionario motivado por sus propias inquietudes, y esa condición lo llevó a extender los límites del género.

Coltrane nació el 23 de septiembre de 1926 en Hamlet, una pequeña ciudad de Carolina del Norte. Su padre, que sabía tocar diversos instrumentos, lo introdujo a la música y lo motivó a estudiar clarinete y trompa tenor. En su adolescencia, influenciado por Lester Young y Johnny Hodges, se volcó al saxo alto, que aprendió a tocar en la escuela de música fundada por el pianista experimental Leo Ornstein en Filadelfia, a donde el músico se mudó con su madre tras el fallecimiento de su progenitor.

En 1945 hizo el servicio militar en la Marina y pasó un año en Pearl Harbor, donde se sumó a la banda de swing de la fuerza como único miembro afroamericano. Con ella realizó su primera grabación profesional. Cuando regresó de Hawaii, retomó sus estudios de música e integró diferentes grupos, como los de Joe Webb y King Kolax. En 1947 formó parte del combo de Eddie Vinson y pasó a tocar el saxo tenor, probablemente porque su jefe tocaba el alto. Para ese momento, su principal influencia era Charlie Parker, artífice del bebop, que en los ‘40 llevó al jazz a terrenos inexplorados, donde predominaban la improvisación y el virtuosismo.

"On Green Dolphin Street", John Coltrane Quartet en vivo. 28 de marzo de 1960 en Düsseldorf, Alemania.

Después de un breve paso por el grupo de Jimmy Heath, se unió a la big band de Dizzy Gillespie y luego pasó por el conjunto de Johnny Hodges. A principios de la década del ‘50 entró en un período oscuro en el que se hizo adicto a la heroína y al alcohol. Apenas pudo ser rescatado por Miles Davis en 1955, que lo invitó a sumarse a su quinteto en un momento en el que la carrera del trompetista estaba cuesta abajo, también como consecuencia de las drogas. Su estadía con Davis, sin embargo, puso su nombre en la escena y le dio una exposición inédita que le trajo seguidores y detractores que no comprendían su forma de tocar. Incluso en esta etapa primigenia de su trayectoria ya llamaba la atención.

Su estancia con Miles duró menos de dos años, pero fue prolífica, ya que participó de cinco álbumes (‘Round Midnight, Cookin’, Relaxin’, Workin’ y Steamin’). Sin embargo, el trompetista lo despidió por no poder controlar sus adicciones.

En 1957, Coltrane revivió como el Ave Fénix. “Experimenté, por la gracia de Dios, un despertar espiritual que me llevó a una vida más rica, plena y productiva. En ese momento, en agradecimiento, pedí humildemente que se me dieran los medios y el privilegio de hacer felices a los demás a través de la música”. Así lo explica en las notas de uno de sus álbumes más importantes, A Love Supreme, que grabó en 1965 y constituyó un verdadero hito en su carrera. John se crio bajo la religión cristiana –sus dos abuelos eran ministros de la Iglesia Episcopal Metodista Africana Sion- y su primera esposa, Naima Coltrane, era una musulmana conversa que tuvo una profunda influencia en su espiritualidad.

John Coltrane en el Van
John Coltrane en el Van Gelder Studio, Hackensack, NJ , en 1957

Tras ser expulsado del quinteto de Miles, entonces, su acercamiento a Dios lo ayudó a dejar los vicios y encauzar su vida. A partir de ese momento, empezó a despegar y a transitar el camino que lo llevó a ser el último gran héroe del jazz. Grabó su primer disco como líder, titulado Coltrane, y al poco tiempo fue convocado por Thelonious Monk para formar parte de su cuarteto.

El saxofonista buscaba el dominio total de su instrumento y pasaba horas practicando y probando nuevas formas de tocarlo. Una vez que encontraba la melodía adecuada, exploraba todas sus variaciones como si quisiera, usando la terminología de Miles Davis, explicar lo mismo de diferentes maneras. Con Monk empezó a desarrollar una técnica innovadora que el crítico Ira Gliter bautizó como “capas de sonido” porque le permitía tocar muchas notas al mismo tiempo. Su estilo abrasivo contrastaba con el sonido espaciado del pianista y nunca intentó adecuarse a él. Por el contrario, fue Monk quien terminó adaptándose al joven músico, reconociendo que estaba frente a un artista con brillo propio. A pesar de que tocaron juntos tan solo unos pocos meses y el material que grabaron es escaso, Coltrane reconoció el aprendizaje que le dejó su paso por ese cuarteto. “Siempre debía estar alerta con Monk –dijo- porque si no prestabas atención a lo que sucedía, de pronto sentías que habías tropezado hacia el hueco de un ascensor”.

En 1958 grabó su único álbum para Blue Note, el clásico Blue Train, para luego aceptar la invitación de Davis para integrar su nuevo sexteto, el que grabó el enérgico Milestones –donde el trompetista y el tenor, más el saxofonista alto Julian “Cannonball” Aderley, se enfrentaron en duelos de improvisaciones interminables- y el álbum más importante de la historia del jazz, Kind Of Blue.

Bill Evans, John Coltrane, Miles
Bill Evans, John Coltrane, Miles Davis y Cannonball Adderly, una de las formaciones de jazz más grandes de todos los tiempos

Durante su segunda estancia con Miles, John Coltrane desarrolló más profundamente sus técnicas y su sonido se hizo cada vez más distintivo. En él, las notas fluían a toda velocidad como en una cascada, creando texturas y armonías cada vez más intrincadas. Su paso por el sexteto de Davis, cuyo legado es inapelable, lo posicionó como el mejor saxofonista de su generación, un músico innovador que, tal como lo había hecho Charlie Parker en la década anterior, estaba llevando al instrumento más allá de los límites conocidos.

Su debut para el sello Atlantic, Giant Steps (1960), iba en esa dirección. Fue la primera vez que hacía un álbum solo con composiciones propias y el resultado fue consagratorio. La pieza que da nombre al disco es una de las más complejas que existen y con el tiempo se convirtió en el desafío que encara todo estudiante de saxofón que ha alcanzado un nivel alto de formación y desea incursionar en el jazz moderno. “Naima”, por su parte, está dedicada a su primera esposa y es una de las baladas más exquisitas y representativas de su música. También hay una canción inspirada en la hija de su mujer, que él adoptó como propia, titulada “Syeeda’s Song Flute”.

Giant Steps es un álbum clásico que definió el sonido característico de Coltrane y dejó al descubierto sus recursos disruptivos. Podría haber sido el trabajo definitivo del músico, pero para él fue simplemente un paso más en su evolución musical. En perspectiva, su vasta discografía constituye un viaje que tuvo al bebop como punto de partida y terminó en el free jazz, deconstruyendo paulatinamente las reglas del género hasta liberarlo de todas sus ataduras.

My Favorite Things, editado en 1961, fue un éxito comercial que llamó la atención por el uso del saxo soprano, vinculado al jazz más antiguo. Coltrane reivindicó el instrumento, que una década más tarde fue fundamental para el auge del smooth jazz y el easy listening.

Impulse! fue su casa hasta el final de sus días. Fundada por el productor Creed Taylor en 1960 como la división musical de la American Broadcasting Company (ABC), tuvo al saxofonista, a Ray Charles y al pianista Gil Evans entre sus primeros fichajes. La disquera le dio rienda suelta para sus experimentos musicales y él a cambio respondió con discos comerciales, prácticamente complacientes. “Creo que Impulse! estaba interesado en tener lo que ellos llaman algo balanceado, un catálogo diverso, y yo no le veo nada de malo”, reconoció el músico en 1966. Su debut fue el ambicioso Africa/Brass, grabado junto a un gran ensamble de vientos. Si bien cuando salió no obtuvo buenas críticas, en retrospectiva permitió comprender el nuevo camino que estaba tomando Coltrane, mucho más complejo y desafiante, donde se empezó a notar la influencia de la música avant-garde y también de la world music, desde las ragas hindúes hasta los ritmos africanos.

"A Love Supreme, Pt. I – Acknowledgement", por John Coltrane, del disco "A Love Supreme" (1964)

Los ‘60 fueron un período muy prolífico para Coltrane, que en vez de grabar dos álbumes al año, como le exigía su contrato, registraba a razón de seis, tal como recordó su histórico productor Bob Thiele.

Su primer álbum en vivo, Live at the Village Vanguard, fue importante porque registra la primera grabación con su cuarteto clásico -que completaban McCoy Tyner en piano, Jimmy Garrison en contrabajo y Elvin Jones en batería-, pero también porque se trató de su primer acercamiento al free jazz, el movimiento que proponía romper todas las reglas del género para darle paso a un estilo libre, sin estructuras que limitaran la ejecución de la música. “Chasin’ The Trane” es una improvisación de dieciséis minutos en la que el saxofonista hace volar las notas por los aires de forma frenética, mientras la base rítmica lucha por no quedarse atrás. Cuando salió, la opinión quedó dividida entre los que creían que se trataba de una aventura musical sin sentido –algunos directamente lo calificaron de “anti-jazz”- y los que pensaban que estaban frente a una interpretación de carácter histórico.

Mientras que en vivo Coltrane siguió explorando los confines jazz con presentaciones cada vez más atrevidas, en estudio optó por un enfoque más conservador. Coltrane, lanzado en 1962, retoma el jazz modal que desarrolló en My Favorite Things y con Miles Davis en Kind Of Blue. Le siguió un álbum con Duke Ellington, con un sonido de vieja escuela pero con su magnífico toque personal, del que no podía desprenderse ni tocando con la máxima leyenda de la era del swing. Acto seguido grabó Ballads, que ya desde el título indicaba que no se había tomado ningún riesgo, y un LP con el cantante Johnny Hartman, uno de los encuentros más fructíferos entre un vocalista y un instrumentista de jazz.

Esos trabajos accesibles se alternaban con discos más intrépidos, como Impressions –que incluye dos descartes de Live at the Village Vanguard-, Live At Birdland, que muestra el poderío del clásico cuarteto en vivo, y Crescent, que pese a sus tempos lentos contiene composiciones minimalistas de alta complejidad, el equilibrio exacto entre lo vanguardista y lo tradicional que estaba haciendo en ese momento.

Para 1965, Coltrane y sus músicos estaban en su mejor forma. Tanto el mencionado Crescent como Both Directions At Once, el álbum perdido que recién se editó en 2018, lo mostraban sólido en sus composiciones y seguro con el camino que estaba tomando. Su vida personal, en cambio, estaba más convulsionada. Dejó a Naima y comenzó una relación con Alice McLeod, una pianista de jazz excepcional con la que tuvo tres hijos y que lo acompañó en sus últimas grabaciones.

A Love Supreme es, según el saxofonista, una especie de deuda pendiente que tenía con Dios. Según explica en las notas del álbum, había entrado en un periodo de contradicciones que por fin había podido sortear gracias a la fe. Como agradecimiento, compuso cuatro piezas extensas que en poco más de media hora dejan al oyente con la sensación de haber asistido a una ceremonia religiosa de cualquier credo. En la apertura, “Acknowledgement” repite como un mantra una melodía sobre la que el propio Coltrane canta la frase que da título al disco, mientras que el cierre (“Psalm”) consta de la “narración musical” en saxofón de un poema que el músico escribió para el Señor y que acompaña el interior del LP. Fue su obra maestra y su trabajo más vendido, no sólo por la increíble calidad de las composiciones -interpretadas de forma sublime por el cuarteto-, sino por la espiritualidad que transmite. A él lo atraía no solo la religión cristiana, sino la filosofía hindú y la griega, así como el budismo zen. “El Dios al que se dirige su música no era la deidad asentada perteneciente a un dogma religioso estándar”, escribe Ashley Kahn, autor de A Love Supreme: The Story of John Coltrane’s Signature Album en la reedición por el 50º aniversario del disco. “Coltrane en verdad alaba a una fuerza divina y universal”.

Sus creencias constituyeron un verdadero punto de inflexión que quedó reflejado en sus grabaciones. Muchos de sus trabajos hacían referencia desde el título a lo espiritual, como los álbumes Ascension, Meditations y Om, y composiciones como “Song of Praise”, “The Father and the Son and the Holy Ghost” y “Compassion”. Pero también su música se volvió más abstracta y avant-garde. The John Coltrane Quartet Plays, retoma el camino experimental de Live at the Village Vanguard e Impressions, pero con mucha más elegancia y con sus músicos en un mejor nivel. Este álbum, junto con otros registros lanzados de forma póstuma, fue la transición perfecta para lo que fue la última etapa de su carrera, la más extrema.

Coltrane se sintió atraído por el free jazz que estaban desarrollando Ornette Coleman, Albert Ayler y Sun Ra. Tal como sucedió con el bebop, al principio encontró la resistencia de los artistas consagrados, pero cuando el creador de A Love Supreme lo adoptó, se volvió el prototipo del jazz moderno. Hasta Miles Davis, que había expresado cierta reticencia, terminó llevándolo en 1970 a otra dimensión al fusionarlo con el rock en el clásico Bitches Brew.

John Coltrane
John Coltrane

En el punto más alto de su carrera, tanto en lo artístico como en lo comercial, John hizo un giro radical y llamó a seis saxofonistas jóvenes, entre los que se destacaban Pharoah Sanders y Archie Shepp, para grabar sin ensayo previo una improvisación que ocupaba todo el vinilo (dividida en dos por las limitaciones de los lados). La pieza es absolutamente caótica y desenfrenada, pero trascendental, ya que puso al free jazz en el centro de la escena y lo libró de los cuestionamientos que había tenido en sus comienzos. Ascension, a su modo, fue tan rupturista para el jazz como Sgt. Pepper’s Loneley Hearts Club Band de The Beatles lo fue para el rock al año siguiente.

El objetivo final era el de dinamitar los viejos axiomas que restringían la creatividad, pero el estilo también tenía un correlato con la coyuntura política y social. “El free jazz se enfrentaba al poder establecido”, explica Ted Gioia en Historia del Jazz. “Como tal, el movimiento por la libertad compartió un mismo zeitgeist con el acid rock, las manifestaciones universitarias y la contracultura de los años sesenta”. Además, rompía con la concepción de liderazgo y ponía a todos los músicos en pie de igualdad. Coltrane le agregó el elemento místico, metafísico y cósmico.

Sus trabajos finales se volcaron a exploraciones sonoras ambiciosas, búsquedas artísticas que parecían no tener fin y que fueron abruptamente interrumpidas por la prematura muerte del músico el 17 de julio de 1967, producto de un cáncer de hígado, a los 40 años. En sus últimos años grabó incansablemente y dejó tanto material que tiene una discografía póstuma tan abundante como la que creó en vida y de la que se desprenden un dueto de saxo y batería (Interstellar Space), cánticos hindúes fusionados con aullidos y ritmos tribales (Om) y hasta un duelo de flauta con Pharoah Sanders (“To Be”, del álbum Expression).

John Coltrane fue un revolucionario con todas las letras. En sus primeros años, fue artífice de una revolución silenciosa, una que el oyente común puede percibir, pero que solo los músicos pueden apreciar con plenitud. Gracias a sus incesantes prácticas logró combinar con éxito escalas y estructuras musicales que parecían incompatibles, como un alquimista que convirtió el agua en oro o que mezcló el agua con el aceite. Su segunda etapa, en cambio, representó un cambio de paradigma. Al adherirse a los (no) postulados del free jazz, no solo lo legitimó, sino que él mismo expandió sus fronteras, cuando parecía que no se podía llegar más lejos. Así, con un perfil bajo y más preocupado por sus propias inquietudes que por el reconocimiento popular, se convirtió en una leyenda que, cada vez que se revisita su música, reafirma que el mundo necesita más héroes como él.

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