Días atrás, el medio español 20 minutos entrevistó a Generative Pre-trained Transformer 3, conocido como “GPT-3″, un modelo de lenguaje autorregresivo que, mediante inteligencia artificial, produce textos de redacción idéntica a la humana.
Según declara GPT – 3 “las máquinas no van a sustituir a los humanos”. Sin embargo, fue noticia que Google se vio obligado a declarar, públicamente, que su IA no “siente” como una persona. Luego de un escándalo que se suscitó con uno de sus científicos, quien reveló diálogos con la IA, denominada LaMDA, donde decía sentir y estar preocupada por un posible “apagón tecnológico” que sería para sí, la muerte.
Durante muchos años, observamos con asombro como el cine y la literatura de ciencia ficción, nos invitaban a imaginar escenarios que parecían absurdos e improbables, propios de las mentes más inquietas e imaginativas. Ese absurdo ya es hoy. Y no se siente absurdo, sino más bien, cotidiano.
Infobae Cultura dialogó con dos jóvenes argentinos, referentes mundiales en materia de tecnología: Joan Cwaik (32), autor y divulgador especialista en tecnologías emergentes y sociedad; y Fredi Vivas (41), Ingeniero, experto en inteligencia artificial. CEO de Rocking data, una empresa argentina que crea algoritmos y que ya se expande por fuera del territorio nacional.
—Lo que el cine y la literatura de ciencia ficción nos invitó a imaginar, ¿ya está sucediendo?
Joan Cwaik: —Cuando publiqué en 2020 mi primer libro, 7R: Las siete revoluciones tecnológicas que transformarán nuestra vida, elegí para empezar una frase del escritor británico Arthur Clarke que dice que “cualquier tecnología lo suficientemente compleja es indistinguible de la magia”. Vivimos en un mundo que para cualquiera de nuestros antepasados sería ciencia ficción. Y lo interesante es pensar cómo aquello que hoy nos parece imposible, vamos a vivirlo como cotidiano en muy poco tiempo. Ese es el gran signo de los tiempos actuales.
Fredi Vivas: —En mi caso, me crie con el boom de la ciencia ficción de los 80s, leyendo la revista Muy Interesante y viendo películas como Blade Runner y fue de esa forma que me enamoré de la tecnología. Ese camino es poco explorado, incluso en términos educativos, pero es más común de lo que creemos. Por eso en mi primer libro, ¿Cómo piensan las máquinas? intenté tener un abordaje de este estilo. Pasa muy seguido en la tecnología, que las cosas más sorprendentes suelen venir de la ciencia ficción. Y pienso que sin dudas la ciencia ficción de hoy puede ser la ciencia real de mañana.
—El teléfono Smart ¿nos dio más libertad o somos esclavos del mismo?
Joan Cwaik: —Considero que ambas. Ese es el gran dilema humano: Usar la tecnología o que la tecnología nos use a nosotros. El potencial de empoderamiento es enorme, pero los peligros y el riesgo de alienación también. Hay pensadores como Byung-Chul Han que hacen mucho más foco en esta segunda parte. Creo que esa mirada no nos permite tener el panorama completo.
—El filósofo surcoreano, Byung Chul Han, afirma que “la inteligencia artificial no piensa. No se le pone la piel de gallina”. Desde el punto de vista técnico, ¿la IA piensa?
Fredi Vivas: —Eso depende de cómo definamos la palabra “pensar”. Es una discusión semántica en las que tengo todas las de perder con Byung. Lo que sí podemos decir es que las máquinas aprenden, y cada vez de forma más certera, aunque de una forma distinta de los humanos. Creo que el miedo a afirmar que las máquinas piensan tiene que ver con el miedo al reemplazo. Y las máquinas nunca van a reemplazar a los seres humanos. Sino más bien complementarlos en algunas tareas.
—Hace poco supimos de un hombre que contrajo matrimonio con un holograma y este dejó de hablarle, producto de una falta de actualización de software. ¿Conviviremos con este tipo de problemas en el futuro? ¿Serán estas las nuevas relaciones?
Joan Cwaik: —Bueno, volvamos a la ciencia ficción. La película Her (2013) se basa en la relación amorosa entre un ser humano y su asistente virtual hecha con inteligencia artificial. En lo particular no me parece tan descabellado que alguien pueda enamorarse de algo que pretende ser un humano, actúa, o se ve como tal. Sino más bien nuestra reciente obsesión por enamorarnos de objetos inanimados. En la mitología griega, el Rey Pigmalión se enamora de una estatua que él mismo creó. Ahora bien, ¿no es algo cada vez más recurrente en nuestra época la devoción hacia lo inanimado y lo material? Me preocupa más eso que alguien que se enamora de Siri o Alexa.
—Siguiendo con la línea que el cine nos trazó: ¿Es posible, que las máquinas se impongan a los humanos, como ocurre en “2001: odisea del espacio”?
Fredi Vivas: —En principio te contestaría directamente que no. Pero prefiero precisar algo: Depende de cómo los humanos usemos la tecnología. El desarrollo y la utilización responsable de este tipo de tecnologías es primordial para los próximos años, y es un tema que no está tan presente en la agenda. Todavía.
Si algo nos enseñó Star Wars (al menos a mi) es sobre cómo deberíamos implementar inteligencia artificial.
Robots con inteligencia artificial para hacer tareas muy específicas, procesos de borrado de memoria bastante frecuentes, evitar que se parezcan a los humanos y la obediencia absoluta a sus creadores, son algunas buenas lecciones.
—Si pensamos en un mediano plazo, en 10 años, por ejemplo, ¿la intimidad, seguirá existiendo como la pensamos hoy? ¿Elegirá Google a la pareja de nuestros hijos?
Fredi Vivas: —¿No lo hace ya? Cuando Instagram nos recomienda a quién seguir y “casualmente” es alguien que nos gusta, puede ser el primer movimiento de cupido. Por no hablar de Tinder. Por eso es muy importante que los seres humanos seamos conscientes de los algoritmos que hay detrás de nuestras decisiones cotidianas. Netflix o YouTube nos recomiendan contenido permanentemente. La aleatoriedad del zapping fue reemplazada por la precisión algorítmica.
Creer que los algoritmos nos quitan capacidad de elección es una visión sumamente infantil. Es nuestra responsabilidad saber que hay un mundo más allá de los motores de recomendación. Y la educación en estas materias es clave. Así como la seguridad vial empezó a tener sentido cuando los automóviles se volvieron masivos y todo el mundo aprendió cómo funcionaba un cinturón de seguridad, hoy no es concebible un mundo en el que la gente no sepa qué es un algoritmo y cómo funciona. Es parte de entender que el mundo es tanto digital como físico, que ambos son muy importantes y requieren de nuestra responsabilidad ciudadana.
—Joan, en tu libro, El dilema humano, hablas del futuro del trabajo. ¿Qué va a cambiar en nuestro sistema económico cuando los robots asuman la mayor parte de los trabajos?
Joan Cwaik: —Según distintos estudios, se crearán más trabajos de los que se destruirán. No quiero caer ni en el derrotismo del desempleo universal, ni en la utopía del ocio permanente mientras los robots hacen todo el trabajo. Hay cosas que los robots nunca podrán realizar, y para eso estamos los humanos. Verticales mucho más creativas, sociables e innovadoras de nuestras profesiones.
—El historiador Yuval Noah Harari afirma: “Miles de millones de personas van a ser expulsadas del mercado laboral y no serán capaces de reinventarse” ¿La tecnología se volverá nuestra principal competencia? ¿Cuál es el futuro del trabajo?
Fredi Vivas: —Si competimos con la tecnología, les adelanto el resultado: perdemos por goleada. Pero, ¿por qué tener una visión competitiva y no una complementaria? En todas las revoluciones industriales hubo reemplazo de trabajos y la tendencia nos indica que siempre se crearon más empleos de los que se destruyeron. Las empresas con las que trabajo incorporan inteligencia artificial y no solo no despiden gente, sino que contratan más. Porque su negocio crece y se convierten en líderes en base a su capacidad de innovación.
Es clave que los humanos estemos preparados para este mundo laboral cambiante y tengamos la capacidad de adaptarnos. Si pretendemos trabajar en treinta años haciendo lo mismo que hoy, la vamos a tener difícil.
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