Luis “Morcy” Requena es uno de los fundamentales de la cultura rock en Argentina. Nacido el 27 de octubre de 1948 en Nogoyá, Entre Ríos, desde chico desarrolló una pasión por la música. En 1965 tenía un grupo llamado “Los Grillos” donde hacía temas de Los Beatles. Para 1967 decidió dejar su lugar e instalarse en La Plata, con la intención de estudiar periodismo. Allí descubrió el hippismo, un movimiento que se extendía en el mundo y quedó atrapado. Así, pasó a ser parte de “La Cofradía de la Flor Solar”.
Esta agrupación fue pionera en muchos aspectos, sobre todo porque su vida en comunidad era un gesto de avanzada para la época y proponía un fuerte cambio en las costumbres sociales. Estaba formada por artesanos, estudiantes de Bellas Artes y de la Escuela de cine y músicos. “Fuimos unos pioneros en este país en el movimiento rock. Estábamos antes del Mayo Francés, en un movimiento libre y creativo. La banda propiamente dicha no siempre era la misma; los integrantes rotaban y eso confundía y gustaba” cuenta Morcy, residente desde 1984 en Mendoza. En Tunuyán (pleno Valle de Uco) para ser más exactos.
Por estos días, este “viejo hippie” acaba de editar un nuevo single que se llama Terráqueo nativo de acá, con dos canciones. Una de ellas es “Tupungatito”, grabado junto al mendocino Claudio Brachetta. Y la otra, “Imperialismo espacial”, tiene una historia particular para ser contada. “Hace 50 anos, con Rocambole compusimos este tema que es una especie de plegaria rockera, que ha tenido bastante eficacia en la repatriación de los malditos azules a su planeta natal (Urano). Hay muchos ejemplos de los cuales no es necesario abundar. Está plegaria en la medida que siga replicándose será cada vez más efectiva y cumplirá su propósito”. Esta canción –con letra de Rocambole y música de Requena- fue uno de los primeros grandes éxitos de los por entonces underground Patricio Rey y sus redonditos de ricota, siempre tocada en vivo y nunca grabada por ellos.
Qué fue “La Cofradía de la Flor Solar”
En un momento álgido de la vida argentina (la dictadura de Onganía y la tremenda Noche de los bastones largos) estos jóvenes estudiantes y artesanos entendieron que era más fácil compartir una gran casa y entre todos compartir los gastos. Y allí, en ese espacio se respiraba arte. Morcy, Manija Paz y Ricardo “Mono” Cohen (Rocambole) fueron los iniciadores del concepto de grupo. Y poco tiempo después se les unió Kubero Díaz. De pronto, la música fue protagonista y así nació La Cofradía de la Flor Solar, que gracias al apoyo de Miguel Grinberg, logró grabar con una formación integrada por Morcy, Kubero, Manija, Quique Gornatti, Hugo Pascua y el violinista Jorge Pinchevsky. “La mufa” y “Sombra fugaz por la ciudad” fueron los temas que les permitieron mostrarse, llegar al Instituto Di Tella y ofrecer algo distinto, conceptual, con música e imágenes.
El tiempo fue pasando, la gente empezó a seguir el grupo y sus ensayos en La Plata eran masivos, adonde iba mucha gente, entre ellos un joven llamado Carlos Alberto Solari -que tiempo después tendría mucho que ver con la gran historia rockera de la Argentina- y una pareja, la de Carmen Castro (una joven “Negra” Poli) y Eduardo “Skay” Beilinson, que también fue parte de La Cofradía.
El grupo se hizo conocido: tocó en las dos ediciones de BA Rock de principios de los 70, por ejemplo. Sin embargo, la masividad les trajo persecuciones de la Triple A y amenazas en sus recitales, por lo que decidieron dejar La Plata e instalarse en el sur argentino, en la zona de El Bolsón donde se sumó Miguel Cantilo, entre otros.
Cruzar el charco
El cambio de escenario no varió mucho la historia y la suerte golpeó la puerta: uno de los cófrades ganó la lotería y casi todos –familias incluidas- partieron a Europa. Inglaterra, Holanda y España fueron los lugares donde vivieron y tocaron. “Conseguimos ser parte del grupo musical estable de un hotel en Ibiza, lo que nos permitía vivir bien, hacer música y estar tranquilos. Pero siempre estaba la mente puesta en regresar a la Argentina” destacó Morcy.
Esa etapa en Ibiza sirvió para que varios amigos se unieran –como Black Amaya, Miguel Abuelo y Miguel Cantilo- y también se sacaran las ganas de hacer rock nada menos que en “Amnesia”, el célebre boliche del hace poco fallecido filósofo Rafael Escohotado. Por esa época nació “Punch”, una banda liderada por Cantilo e integrada por Isa Portugheis, Fernando Huici, Quique Gornatti y Morcy. En 1982 volvieron al país bajo el nombre de “Miguel Cantilo y Punch”, siendo la muestra cabal del movimiento new wave, que tanto atraía en Europa. Pero acá no fueron entendidos hasta bien entrados los 80.
Después de varias giras y discos grabados, Morcy se unió a la banda de Piero: Prema, con Mono Isarrualde, Luis Gurevich, Babú Cerviño, Manso Mancini y Juan Carlos El Negro Tordó. Giró por toda América y grabó un disco junto a esa formación –incluso volvió a estar presente en otro BA Rock- hasta que hubo un momento en que decidió bajarse de la máquina.
Al pie de la cordillera
Así, para 1984 Morcy Requena se instaló en Mendoza y desde entonces ha seguido vinculado al arte, ya sea como marchand, lutier o simplemente músico. Fue parte de la Mendoza Hot Jazz y del Old Quartet. Y también le volvió a dar vida a La Cofradía de la Flor Solar, esta vez junto a Gustavo Meli, Kubero Díaz y Sebastián Rivas. Con esta formación grabó Cofrádica (1998), Histórico (2005) y Kundabuffer (2007). También fundó y llevó adelante por más de 10 años el sello discográfico La Cofra Records, donde editó a nivel nacional música popular de la región de Cuyo.
Entre su casa ubicada en Tunuyán (pleno Valle de Uco) y la de la Ciudad de Mendoza, Morcy Requena va pasando sus días y sigue con sus planes musicales. En plena pandemia editó Carta para un amigo y lo cuenta así: “Este disco nació cuando iba a grabar algunas canciones al estudio de Mati Jodar, mientras estábamos en pandemia y no se podía salir nada más que con DNI autorizado. En un principio no pensaba hacer un disco, sino un demo personal… Pero me gustó como quedó y salió”. Ese disco fue grabado con guitarrón, requinto y guitarra, todos instrumentos que construyó y tocó.
“Muchos me preguntan ¿qué es el éxito? y yo les contesto: es hacer lo que más te gusta la mayor parte de tu vida en este planeta” reflexiona y sigue disfrutando del aire puro de Tunuyán, los buenos vinos y el rock.
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