Hoy cumple 105 años, lo que la convierte en la artista más longeva en actividad de la Argentina. Ides Kihlen es homenajeada con una pequeña antología de 30 obras de los últimos 20 años, que le dedica el Museo Nacional de Bellas Artes, reinaugurando el segundo piso cerrado en pandemia. Es el primer eslabón de una serie de tributos que en los próximos meses abarcarán otras muestras con obra inédita atesorada por décadas, proyecciones de gran formato en la vía pública, un doctorado Honoris Causa y un registro audiovisual que recorrerá su trayectoria.
Se trata de “uno de los secretos mejor guardados” de la historia del arte argentino, dijo el director del museo, Andrés Duprat, en la presentación de esta pequeña antología con la que se reinaugura el tránsito en el segundo piso del museo, reconstituyendo el disfrute de sus dos emblemáticas y luminosas terrazas. Ides, que cumple 105 años, “siempre trabajó –rescató Duprat– en silencio, para sí misma, para expresar y experimentar, sin prestar demasiada atención a la idea de carrera artística. Trabajaba, y lo sigue haciendo por el gusto de crear; de hecho, a muchas de sus obras las reciclaba, volvía a pintar sobre ellas, las recortaba, las volvía a usar en ese hacer incansable”.
Parte del encanto de esta antología está en eso: son obras recuperadas del taller de la artista, las que se mantuvieron a la actualidad, porque ella nunca tuvo entre sus intereses seriar, archivar, acopiar. En esa libertad de hacer, buena parte de su producción se transfiguró, cobró nuevas formas y lo que se conserva es de las últimas décadas, apenas la punta del iceberg, teniendo en cuenta que Ides nació en 1917 y que pinta desde los 14 años, según figura en sus breves biografías, aunque ella asegure que desde los 5 ya hallaba goce en dibujar sobre papel.
Una treintena de cuadros de las series Músicos, Partituras, Tigre, Negra y Blanca; algunos lienzos sin título y su composición IV dan forma al “Homenaje a Ides Kihlen” que curó la investigadora María Florencia Galesio, un repertorio que comienza más o menos el año de la primera exposición individual realizada por la artista, en 2002, con cerca de 85 años. Nunca antes ella había pensado en exponer. Llegó al Museo Nacional de Arte Decorativo con una impactante exhibición a raíz de que fue descubierta de manera azarosa por un galerista: el hombre había llegado al departamento de Kihlen, en Recoleta, con la intención de tasar unas pinturas de Fernando Fader y terminó impactado por la obra personal de su potencial vendedora.
Su hija Ingrid, presente en la inauguración de la muestra de su madre, a sus 70 y pico lo resume así: “Para ella es una emoción tremenda poder estar en este museo, diría que casi inesperada, porque nunca se dedicó a pensar en exponer y mostrar. Está como sorprendida. En los próximos días visitará la exposición”, promete. Desde las creaciones automáticas que cruzan de modo constante sus indagaciones sobre pintura y música, hasta los trabajos más recientes de la serie Pandemia, en la que predominan el blanco y el negro, los cuadros exhibidos en el Bellas Artes “son el reconocimiento que faltaba”, indica Duprat, y recomienda mirar el video que muestra a la artista en acción, corolario de un repertorio de telas centradas en su fase abstracta. En su obra, destaca Galesio, “hay una recuperación del trabajo con la materia y las texturas, hay un tratamiento manual vinculado a lo lúdico y al origen del arte y, en él, hay que tener en cuenta la conjunción de la música con la pintura desde la técnica del collage y el deleite con el color realzados por acentos poéticos”.
”Tuve la oportunidad de ver en su departamento esa explosión de creatividad que es su obra”, asegura Duprat, y parte de esa atmósfera es la que se respira en el video documental realizado por el artista Dardo Fabián Flores. ”El arte es para mí la vida misma, lo hice durante 80 años sin que nadie viese mi obra”, había dicho la artista hace unos meses a esta agencia, recluida en su casa taller desde la pandemia, donde la rutina es inapelable: se levanta temprano, se calza la vincha ancha con que le acomoda el carré hacia atrás, sus lentes, su delantal de trabajo manchado de pintura, y se pone a hacer eso que tanto le gusta: corta papeles, da pinceladas, almuerza casi nada, descansa, le dedica un rato al piano. Así lo muestran los videos que Flores viene trabajando hace años para dar contexto a la obra de Kihlen. Una obra que, tras su ingreso tardío a la arena artística, hace 20 años, no dejó de rodar y que este año intensificó sus recorridos con una seguidilla de reconocimientos, desde Estados Unidos a España, de Córdoba a la Feria Mapa de Buenos Aires, del Museo de la Escuela De la Cárcova, donde estudió, a un doctorado Honoris Causa en la Universidad Nacional de las Artes.
Nacida en 10 de julio de 1917 en Santa Fe, Ides pasó su infancia entre Corrientes y Chaco. En Buenos Aires estudió en la Escuela de Artes Decorativas que dirigía Pío Collivadino, fue discípula de Vicente Puig e hizo talleres con Emilio Pettoruti, André Lhote en París y Batlle Planas, quien le dejó una fuerte impronta. Se interesó más por los procesos del arte que por los resultados, más por el oficio que por la profesionalización de ese arte, y eso complejizó el trabajo de recuperación actual: no hay fechas ni títulos en sus lienzos, muchos fueron destruidos, otros reutilizados para hacer nueva obra.
”Homenaje a Ides Kihlen” podrá visitarse hasta el 7 de agosto en la sala 42 del segundo piso del edificio de Avenida del Libertador 1473, Ciudad de Buenos Aires, de martes a viernes, de 11 a 20, y sábados y domingos de 10 a 20, con entrada gratuita. El ciclo de homenajes tendrá como cierre una muestra en el Palacio Duhau, del 15 de diciembre a febrero próximo, con una muestra que se desarrollará nuevamente en colaboración con Ingrid González Monteagudo y Silvia Kihlen, hijas de la artista, quienes tienen acceso a toda su obra.
Fuente: Télam S.E.
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