Una novela de Martín Kohan llega al cine como un viaje sórdido, pleno de humor negro

“Bahía Blanca”, una de las obras más celebradas del escritor porteño, fue adaptada para la ópera prima de Rodrigo Caprioti. Antes de su estreno en el complejo Gaumont-INCAA, el realizador dialogó con Infobae Cultura

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Guillermo Pfening y Elisa Carricajo, protagonistas de "Bahía Blanca"
Guillermo Pfening y Elisa Carricajo, protagonistas de "Bahía Blanca"

Siempre es complejo adaptar una novela que funciona bien. Los resultados, como todo el mundo sabe, no suelen ser satisfactorios. El desafío puede ser incluso mayor si se trata de una ópera prima como Bahía Blanca, debut de Rodrigo Caprotti en el cine de ficción que lleva a la pantalla una de las novelas de Martín Kohan mejor recibidas por la crítica. Del escritor ya se había filmado una versión sólida de Ciencias morales (La mirada invisible, de Diego Lerman), que según Carlos Gamerro, sin embargo, arruinaba con un final catártico la visión construida.

Sobre este nuevo trabajo, el propio Kohan aseguró: “Me parece que las películas que se basan en una obra previa, aciertan cuando consiguen elaborar una lectura propia del texto original, y Rodrigo lo consiguió enormemente”. El autor se dio una vez más el gusto de hacer un cameo, nada menos que en la escena inicial de la película, como el secretario académico que le pone el sello al proyecto de investigación de Mario Novoa, el funesto protagonista de esta ficción. Su firma, de algún modo, también avala la incursión del bahiense Caprotti en el mundo enrarecido del personaje y a través de las calles de su ciudad natal. Las actuaciones de Guillermo Pfening, Marcelo Subiotto, Elisa Carricajo, Ailín Salas, Javier Drolas y Julia Martínez Rubio, un elenco inusual para una primera película, sostienen la apuesta de este thriller con visos de comedia. Antes de su estreno en el Complejo Gaumont INCAA, el director habló con Infobae Cultura.

Trailer de "Bahía Blanca"

–¿Cómo surgió la idea de filmar esta adaptación de Bahía Blanca?

–Lo primero fue encontrarme con la novela cuando se editó y que ya me llamara la atención ver en la tapa el nombre del autor, de quien algo había leído, unido al de mi ciudad. Comencé a leerla y me atrajo rápidamente, no solo por el hecho de que sea una historia que transita en gran porcentaje en Bahía Blanca, sino más que nada por cómo está narrada y por sus personajes. Comenzamos el proceso de adaptación en 2014 con los otros dos guionistas, Nicolás Allegro y Bárbara Scotto, y tuvimos muchas charlas con Martín en el camino.

–¿Colaboró con ustedes en el guion?

–Él no formó parte de la adaptación pero sí estuvo muy cerca a partir de esas charlas que fueron importantes para poder desandar la cabeza del autor, conocer algunas motivaciones de los personajes y de las acciones desde su punto de vista. Yo como lector obviamente tenía el mío, pero quería saber cuál era su mirada con algunos de los textos y los personajes, principalmente para poder tener una adaptación fuerte y potente. De esta manera pudimos resolver un montón de aspectos en la composición de la película, muchas de las cosas charladas sobre los personajes después yo lo trasladé al trabajo con los actores y las actrices. También nos ayudó bastante con los diálogos, a volverlos más coloquiales. Eran graciosas sus correcciones porque marcaba como un profesor diferentes cosas que a él le parecían sobre la adaptación de su propia novela. Fue un trabajo muy completo que nos llevó mucho tiempo pero también fue muy disfrutable.

–Se trata de una novela escrita en primera persona y en forma de diario. ¿Cuáles fueron los desafíos principales a la hora de adaptarla?

–Lo más importante fue lograr que ese mundo interno que estaba muy bien relatado en la novela se pudiera trasladar a imágenes. Esa forma que señalás plantea una primera dificultad, en cuanto que no era fácil transmitir los pensamientos del personaje. Resolvimos mantener una voz en off omnisciente pero no muy presente, ya que no queríamos abusar de un recurso complejo y delicado. Ante todo fue confiar en lo que nos daba la imagen y trasladar ese mundo interno del personaje a la actuación. Guillermo Pfening logró con su interpretación transitar en su cuerpo y en su mirada todo ese pasado que acarrea el personaje. Por otro lado, la película no es nada naturalista sino que maneja un tono en los diálogos y las actuaciones que por ahí beben más de la literatura. Eso nos dio la posibilidad de plantear un mundo extrañado, que fue siempre el objetivo.

–No es habitual que una ópera prima pueda contar con un conjunto de actores como el que te acompañó. ¿Cómo lograste sumarlos al proyecto?

–Como operaprimista hubiera sido muy complicado buscarlos de manera particular, por eso decidí apoyarme en una dirección de casting a cargo de Norma Angeleri. Con ella también trabajamos toda la etapa previa de preparación de los actores y las actrices, lo cual fue algo muy bueno porque yo casi no tenía experiencia en ese tipo de interacción. Sin esa mano hubiera sido mucho más difícil poder trasladar lo que yo quería a imágenes con el equipo actoral. Por otro lado, de lo que me di cuenta cuando ya estaban conformados los papeles es que a todos les atrajo mucho el modo fragmentario en que está contada la historia.

Guillermo Pfening junto a Rodrigo Caprotti, el director, en pleno rodaje
Guillermo Pfening junto a Rodrigo Caprotti, el director, en pleno rodaje

–La película juega con varios géneros desde lo formal, ¿fue un estímulo que encontraste en la novela o lo trabajaste aparte?

–Busqué construir este relato que tiene un clima y un tono de extrañeza apoyándome en géneros conocidos. Están presentes la comedia negra, el thriller y el drama, un poco con la intención de anclar la historia en bases conocidas y lograr que esa extrañeza no termine pregnando en todo, sino que el espectador consiga acceder a un relato del cual entiende sus reglas, más allá de que constantemente no sabemos hacia dónde va la historia. Con esos marcos de género el espectador se siente un poco más tranquilo y en algún momento va a entender lo que está pasando.

–En el momento en que se escribió la novela y cuando comenzaste a trabajar en la adaptación quizás no había una mirada más clara respecto de la clase de violencia que ejerce su personaje. ¿Sentís que la película hoy se enfrenta con otro tipo de espectador?

–Creo que podemos observar esos hechos del pasado que relata el libro y la película con la lupa de hoy en día y darnos cuenta principalmente de ciertos funcionamientos de la toxicidad masculina. Ahí hay algo interesante para ver, cómo muchas situaciones naturalizadas en la forma de interactuar de una persona del sexo masculino ya no van más en nuestro presente. Lo que nos plantea la película son preguntas sobre cómo abordar a esta personalidad totalmente celopática y con un nivel de obsesión tan grande que, aunque obviamente le arruina la vida a su ex pareja, en su cabeza piensa que está bien lo que está haciendo. Lo que le sucede a él y a ella es un punto muy alto de drama en el cual creo que cada uno tiene que decidir dónde posicionarse.

*Bahía Blanca se estrena el 7 de julio en el Cine Gaumont.

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