La genialidad de Manuel Puig

El gran aporte del escritor villeguense es haber demostrado la viabilidad del material oral como construcción poética. Empleó además en sus novelas recursos hasta entonces inexplorados, como las notas a pie de página, la superposición de voces y la aparición de boleros, epístolas y películas populares

Manuel Puig estudiaba cine en Italia cuando se decantó por la literatura (Creative Commons)

Juan Manuel Puig Delledonne (General Villegas, Argentina, 28 de diciembre de 1932-Cuernavaca, México, 22 de julio de 1990), autor de ocho novelas y cuatro obras teatrales, fue un escritor argentino de relevancia mundial conocido principalmente por sus novelas Boquitas pintadas, El beso de la mujer araña y Pubis angelical.

Su infancia transcurrió en su pueblo natal, un lugar “prácticamente de wéstern con vigencia total del machismo”. Siendo un niño sensible muy contrario a las actitudes y ademanes masculinos propios de la época, Coco, como lo llamaba cariñosamente su familia, disfrutaba de la ficción cinematográfica. Las películas le ofrecían mundos alternativos a una realidad que lo oprimía, especialmente las de corte antiguo o los musicales.

Siempre acompañado de su madre, de quien algunos malintencionados acusaban de haberle copiado las formas y el carácter afeminado, acudía con mucha frecuencia al cine: “Aquel pueblo perdido en La Pampa, castigado por el aire seco, solo contaba con una vía de escape: aquel cinematógrafo que cambiaba, además, de programación todos los días”.

Cursó la secundaria en Buenos Aires, donde descubrió que la agresividad de la que trataba de huir en su pequeña localidad llegaba mucho más lejos de General Villegas. Posteriormente, decidió estudiar cinematografía. Para ello se trasladó a Italia gracias a una beca otorgada por la Dante Alighieri, aunque no finalizó la formación y terminó realizándose como escritor. Con el tiempo, llegó a vivir en Roma, París, Londres, Estocolmo, Nueva York, Río de Janeiro y Cuernavaca, donde fallecería.

En lo personal, desde la pubertad se asumió como homosexual. A pesar de que abogaba por desprenderse de cualquier peso moral en cuanto a las relaciones sexuales y personales, pues no admitía que la identidad de una persona pasara por la sexualidad, fue miembro fundador, en 1971, del Frente de Liberación Homosexual en Argentina junto al sociólogo e historiador Juan José Sebreli, el escritor y abogado Blas Matamoro y el poeta Néstor Perlongher.

Manuel Puig y las actrices hollywoodenses de las películas que miraba en el cine de General Villegas

Manuel Puig y su vida literaria

Puig se había dado cuenta en el centro experimental de cine de Roma de que cuando intentaba escribir guiones cinematográficos solo producía copias de grandes películas. Además, el lenguaje que utilizaba era demasiado literario, así que dio el salto a la ficción narrativa y aquello que debía ser un guión terminó convirtiéndose en su primera novela: La traición de Rita Hayworth (1968).

Ya instalado en Nueva York, vería la luz Boquitas pintadas (1969), la cual le valdría la aprobación del público y lo consagraría como escritor, aunque sería censurada en Argentina por ser percibida como una intromisión en la vida de algunos villeguenses. Cinco años más tarde le seguiría The Buenos Aires affair, su obra más criticada y prohibida, hasta el punto de recibir amenazas de muerte: “En enero del 74 el libro fue secuestrado, y de ahí en adelante todo fue empeorando. Ya después de la muerte de Perón la cacería de brujas se desató”.

El autor se quedó en México, donde conservaba el primer borrador de El beso de la mujer araña (1976). En esas páginas vertería una crítica feroz a la izquierda política y a la represión sexual. Esta novela también estaría prohibida en su país durante la dictadura militar (1976-1983), pero sería publicada en España. Gracias a El beso de la mujer araña, quizá la más conocida y rompedora de sus historias, porque abordaba temas muy pocas veces tratados abiertamente como la homosexualidad, se convirtió también en dramaturgo. La novela fue llevada a la gran pantalla en 1985.

En el año 1979 se publicaría Pubis angelical (también trasladada al cine). Tres años después, en 1982, Puig fue candidato al Premio Nobel de Literatura, pero finalmente se le concedió a Gabriel García Márquez. En 1980 apareció Maldición eterna a quien lea estas páginas y, dos años más adelante, Sangre de amor correspondido. En 1986, una vez publicadas las obras teatrales El beso de la mujer araña (1981), Bajo un manto de estrellas (1983), La cara del villano (1985) y Recuerdos de Tijuana (1985), terminó de escribir su última novela, Cae la noche tropical (1989).

La originalidad de un escritor rompedor

Manuel Puig no solo fue un gran renovador de las formas y géneros literarios, sino que demostró la viabilidad del material oral como construcción poética. Además, empleó en sus novelas recursos hasta la fecha inexplorados, como es el caso de las notas a pie de página en El beso de la mujer araña, que en realidad son paráfrasis de grandes psicólogos elucubrando sobre el posible origen de la homosexualidad.

De igual modo, destacan como rasgos fundamentales de su literatura el uso del monólogo interior, la superposición de voces dentro de una misma narración y la aparición de los boleros, las epístolas, las películas y, en general, los estilos musicales, visuales y literarios populares.

Muchas de las entrevistas realizadas al escritor giraban en torno a la composición de sus novelas por ser rupturistas tanto en forma como en argumento. Tal como él explicaba en una entrevista publicada en 1981 en Madrid, todas tienen una génesis común que se interrelaciona con factores personales: “Mis novelas siempre empiezan con un conflicto personal no resuelto que necesito sacar al exterior. De pronto se cruza una anécdota, o un personaje concreto, y la novela encarna su propia problemática a partir de eso. […] Yo, a través de un personaje, me siento con más energías para resolver mi propio conflicto”.

El teatro de Manuel Puig responde a las mismas preocupaciones temáticas y estéticas de sus novelas: la ilusión de la desaparición del narrador para ceder protagonismo a la voz de los personajes, la reducción del espacio, la combinación de múltiples temporalidades y una estructura basada en los binomios vida/sueños, realidad/apariencias.

Siempre nos quedará la duda de si el novelista habría devenido un dramaturgo si la muerte no lo hubiera sorprendido en los inicios de su actividad creadora.

*Laura Martínez Català es investigador en formación (personal PDI), Universitat de Lleida.

Publicado originalmente en The Conversation.

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