Y finalmente Woody Allen abandona el cine, dice que ya no filmará más, que el séptimo arte lo dejará de ostentar como uno de sus adalides.
Bueno, más o menos.
Woody deja el cine tanto como Mirtha Legrand deja los almuerzos en la televisión. El director de cine lo dijo explícitamente en una entrevista que le realizara el actor Alec Baldwin vía Instagram, y el mundo, literalmente, tembló (bueno, puede que no tanto). Allen se refería a que el cine había mutado en otra cosa respecto al que conoció en su propia época. “Antes hacías una película, llegaba a todo el país y sabías que habría quinientas personas al mismo tiempo viéndola”, explicó. Y luego lanzó la frase demoledora: “Probablemente, voy a hacer al menos una película más, pero gran parte de la emoción la perdí, porque no tiene el mismo efecto cinematográfico, no es como cuando comencé a filmar”.
Es decir, tiene por delante por lo menos una película más. Rifkin’s Festival, su último film, se vió en Argentina este año, a pesar de que había sido estrenado en 2020 justo antes de la pandemia en el festival de San Sebastián, en España. De hecho, la película transcurre en esa ciudad durante ese festival, y si bien es cierto que a algunos espectadores les gustó, otros pensamos que se trataba de un ladrillo mayúsculo con constantes fallas en el guion, actuaciones notoriamente desparejas y un casting sin sentido respecto a la trama que el mismo Woody Allen proponía. Pero también es cierto que a algunos espectadores les gustó y tenía lindos paisajes. Decíamos que queda un film más y todo el mundo ruega que, si no es una despedida alla Mirtha, sea una gran película del Woody que logramos amar desaforadamente desde hace tanto tiempo, tantas décadas, tanto cine.
Es cierto que el fantasma del retiro ronda a Woody Allen desde hace un tiempo considerable, sobre todo desde que se hizo concreto el “peligro” de la cancelación. ¿De qué se trata este fenómeno, tan presente en la cultura contemporánea? Usemos el caso de Woody Allen mismo. En 1992, hace ya bastante tiempo, en medio del escándalo de la formalización de la pareja entre Woody Allen y Soon-Yi (hija adoptiva de su, hasta entonces, pareja oficial, la actriz Mia Farrow), Allen fue acusado por Farrow de haber abusado de la hija adoptiva de ambos, Dylan, que tenía 7 años. El shock en el mundo del espectáculo fue mayúsculo, pero la Justicia desestimó las denuncias después de los exámenes a las presuntas víctimas y victimarios de rigor, y el caso fue abandonado por las revistas y los paparazzi. Woody Allen continuó haciendo grandes films como Misterioso asesinato en Manhattan, Deconstruyendo a Harry, Matchpoint, Medianoche en París y otras. En 2014, Dylan publicó una nota en la que contaba el presunto abuso cometido por Allen, su padre. En 2016, Ronan Farrow (hijo biológico de Woody y Mia y quien destaparía el affaire Harvey Weinstein, que llevaría al productor a la condena penal y al ostracismo público por su carácter de depredador sexual) publicó una nota en apoyo a su hermana Dylan.
El clima de época había cambiado debido a un fuerte cuestionamiento de prácticas patriarcales y abusivas que se consideraban costumbres sociales, a una desconfianza en la Justicia y a un gran cambio impulsado por el movimiento de mujeres alrededor de todo el mundo. Si bien la Justicia había desestimado las denuncias contra Woody en varias oportunidades, eso no significaba que quienes se solidarizaran con la víctima presunta pudieran realizar un boicot personal al presunto victimario y potenciarlo mediante las redes sociales, por ejemplo. Cancelarlo. La penúltima película de Woody Allen contó con el boicot del propio elenco joven. Si A rainy day in New York era protagonizada por Thimothee Chalamet, Selena Gómez y Rebecca Hall, los actores anunciarían que donarían sus cachets a organizaciones en pro de la protección de víctimas del abuso infantil. Y si antes todo Hollywood moría por participar en un film de Allen a cambio del sueldo mínimo de convenio, esa situación pronto se revirtió.
Hay un libro muy bueno que examina de manera exhaustiva la cuestión de la cancelación en nuestra era, llamado La cultura de la cancelación. Del juicio público a la era del clickbait (Editorial Indicios) en el que Gabriel Batalla, su autor, reflexiona: “Para algunos puede ser una manera de eliminar la posibilidad de diálogo, para otros la única forma de establecer pautas hacia el futuro. Y ambas cosas son reales. Porque, a fin de cuentas, la cancelación como fenómeno social no es producto de una sola circunstancia, aunque a veces parezca que sí, no surge del pensamiento único, sino de un sinfín de conflictos enraizados que se ponen sobre el tapete, actualmente con las redes como medio”. Es un mundo complejo y las miradas sobre el mundo deben complejizarse porque asistimos a fenómenos que no son unidireccionales, como señala Batalla. ¿Se puede decir que Woody Allen fue cancelado? Es cierto. ¿La Justicia revirtió la opinión sobre su inocencia? De ningún modo. ¿Si se va del cine, es por haber sido cancelado? Por ahora, tiene una película más. Como Mirtha y sus adioses.
Ahora, es cierto que las películas de Woody Allen fueron perdiendo ese espíritu que hacía que resplandecieran cada año cuando eran expuestas a los ojos ávidos de su público. Parecieran haber encontrado una fórmula y monotonía. ¿Quién podría saber las causas? El notable director portugués Manoel de Oliveira, que dirigió a Marcello Mastroianni en Viaje al principio del mundo, siguió filmando hasta los 104 años, así que descartemos la edad. Que sin embargo influye. Por lo pronto, tenemos una película más. Roguemos.
Tal vez hayan leído los libros del colombiano Fernando Vallejo. Tiene tres muy conocidos y excelentes, cada uno a su manera: La virgen de los sicarios, El desbarrancadero y La puta de Babilonia. El primero, recuerdan, recorre Medellín de los noventa narrado en primera persona por un profesor de mediana edad que regresa a esa ciudad, conoce a un muchacho con quien establece una relación de amistad y amorosa, pero que está al servicio de las bandas narcos y la violencia que azota el país. El segundo es un tremendo recuerdo de su hermano que muere de SIDA frente a la hipocresía familiar y de la sociedad toda y es un texto de denuncia y emotivo. La puta de Babilonia recorre de manera puntillosa los pecados de la Iglesia católica y su tono de panegírico de denuncia le sienta muy bien al texto. ¡Pero después regresa y regresa al mismo tono! Memorias de un hijueputa (Alfaguara) es su último libro en el que una vez más levanta el dedo índice de la denuncia y no lo baja más. Vallejo también tuvo intentos de cancelación, sobre todo por decir que prefería que se salvaran los perritos de un hogar canino a los pobres de Colombia toda y del mundo. Bueno, es polémico.
Para terminar con Woody, se debería recordar que su carrera comenzó como comediante. Un brillante standapero. Y continuó así en la extraña mezcla de los chistes con motivos alusivos al sexo, con un judaísmo conflictuado por el psicoanálisis y con Ingmar Bergman de rebote. ¡Extraña mezcla que parió a un genio! Hoy en cuestión. Ya pasará. Pero esto viene a cuento de que no se deben perder la serie Hacks, que acaba de subir su segunda temporada a HBO Max, y que muestra el encuentro entre una diva y millonaria comediante de Las Vegas llamada Deborah Vance (Jean Smart) y Ava Daniels (Hannah Einbinder), una pareja -claro- despareja.
La madura Deborah hace standup para las hordas que van a jugar al Black Jack (o a casarse) a Las Vegas mientras que Ava está en una crisis de empleo que solo podría solucionar creando chistes para Vance. Deborah Vance está cerca de su decadencia creativa, Ava Daniels querría estar en Los Ángeles con su chica haciendo “humor inteligente”. Mírenla, es muy linda y divertida. Si Woody la mirara tendría material para su nuevo film. Y allí acabaría la cuestión.
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