Esquiva de postales y tomada por sorpresa: así fotografió Juan Vaz Duarte a la ciudad más misteriosa del Plata y creó el Diario de Buenos Aires. Recorrió las calles porteñas con el fin de coleccionar experiencias visuales y descubrir lo más íntimo de sus escenarios. Las registró cada día con sus múltiples facetas, al desnudo y anfitrionas de la luz elegida. Encontró escenarios pictóricos, cinematográficos y documentales en partes iguales. Y creó una historia en imágenes que cruza el arte y el testimonio.
Cuando en la mirada está presente la agudeza narrativa, la fotografía se alimenta de su dimensión poética y vuelve al espectador una presencia silenciosa. Lo invita a desarticular el paisaje estático, a transitar los distintos estilos arquitectónicos que habitan en el escenario de Buenos Aires en constante construcción de una propia identidad.
—¿Cómo y en qué momento surgió la idea de crear un diario de Buenos Aires?
—Todo lo que sucede en la calle me interesa, me produce una gran atracción y curiosidad desde siempre. Cada barrio es una gran pantalla en donde se proyectan todos los días diferentes películas sobre las mismas escenografías. Influenciado por otras ciudades, la encontré siempre desprolija. Y el Diario de Buenos Aires nació como resultado de un reencuentro. De a poco la empecé a mirar de otra manera y me enamoré de sus contrastes.
—¿En esa polaridad se encuentran la mirada del artista y la imagen como documento?
—Así es como descubrí su testimonio más íntimo, en el eclecticismo de sus múltiples estilos y tendencias. En un mismo escenario conviven el desborde de edificios art nouveau y art déco con bajorrelieves, esculturas talladas por anónimos ilustres en los balcones y el modernismo circunstancial de una fachada. Ese registro es un testimonio.
—Entonces, ¿la fotografía urbana entraña cierto acto de redención hacia el patrimonio documental de una ciudad?
—Sí, porque en cierta manera, lo que se retrata ha sido “salvado” del olvido. Si una mirada atenta ve todos los acontecimientos de forma instantánea, fuera del tiempo, la fotografía se convierte en profesa de la memoria. Porque todo lo que el arte tiene de documental no es azaroso. Cada imagen cuenta una historia.
—¿Qué narra el Diario de Buenos Aires?
—La mirada resuelta entre la del caminante y el fotógrafo, las construcciones y la incidencia de la luz. La pasión por vivir en una capital única en Latinoamérica, escenario de un patrimonio arquitectónico privilegiado, París en América, como se planeó a principios de 1900 con obras de grandes arquitectos. Buenos Aires es una bella descuidada.
—¿Cuánto hay de subjetivo desde su mirada artística y cuánto de documental?
—Hay mucho de mi mirada personal y una subjetividad en lo que se refiere a la elección del momento del día para tomar las imágenes. Están siempre presentes mis influencias cinematográficas y pictóricas. Como la poesía del cine de la nouvelle vague de Jean-Luc Godard y la soledad de la pintura americana de Edward Hopper. Mi trabajo es un documento influenciado por una mirada artística.
—¿Sus imágenes actúan como guardianas del tiempo?
—Sí, porque mucha arquitectura está olvidada y abandonada, eso implica que mañana pueda desaparecer. Sin embargo, mis imágenes no insisten en una nostalgia del pasado, capturan ese instante que hoy es contemporáneo y es testimonio. No busco la comparación de la misma esquina en diferentes décadas, me gusta el presente de la ciudad, con sus años vividos. Como las cicatrices que nos recuerdan nuestra historia.
—¿Su obra es una manera de conservar la cultura y el patrimonio vivos a través del tiempo?
—Mis fotografías retratan la erosión del tiempo como particularidad de su testimonio más íntimo. En muchas ciudades se puede leer el pasado y entenderlo porque fue preservado a través del tiempo. Buenos Aires también tiene una historia que contar, solo que es más misteriosa.
—¿Qué lugares lo sorprendieron y por qué?
—Soy un observador y explorador de la ciudad. Encuentro escenas que me maravillan, como un Once desnudo de telas, la Recoleta tan europea, esculturas en los balcones de otro siglo, las diagonales del Centro, las pendientes de asfalto céntrico que invitan a llegar hasta donde las detiene el río, una Costanera ámbar de faroles o calles empedradas de San Telmo vacías de lo antiguo.
—¿Cómo definiría Buenos Aires?
—Un collage iluminado por una luz única. El Diario de Buenos Aires invita a hacer ese mismo recorrido con la propuesta más íntima que puede brindar un fotógrafo y es su propia mirada.
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