“La cacería policial terminó con dos muertos a balazos”, anunciaba el titular del diario Página/12 del jueves 27 de junio de 2002. El hecho conocido como la “Masacre de Avellaneda” que terminó con la vida de los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán registrado por dos fotógrafos y un camarógrafo de noticiero, y reproducido por todos los canales de televisión en esos días, fue captado por la sensibilidad del compositor rosarino Jorge Fandermole y resignificado en su canción titulada “Junio”. No fue el producto de un acto reflejo compositivo, sino de la reflexión que permite a través de su retórica la construcción simbólica de verdad, memoria y justicia sobre un acontecimiento de trascendencia nacional. “Junio” es una canción de seis minutos. Versionada en piano y voz, consta de dos grandes partes iguales; en cada una de ellas se presenta una breve introducción instrumental y a continuación se cantan estrofas endecasílabas –una rareza dentro del formato de la canción ya que lo tradicional es usar el verso octosilábico– distribuidas en cuatro estrofas de 8 versos (y la tercera de 6). Se destaca la extensión del texto literario ya que no se repiten versos. No tiene coro, ni estribillo o ritornelo del texto. “Junio” es el noveno track del álbum Pequeños mundos, el octavo de la producción discográfica de Fander y que fue editado en 2005 por el sello Shagrada Medra de la ciudad de Paraná (Entre Ríos). Si bien la canción puede pensarse como una forma de “estetización de lo político”, también nos permite reflexionar sobre el concepto de lo que llamamos canción testimonial y ciertos tópicos de representación de lo nacional.
De una multinacional a un sello independiente
Nacido en Pueblo Andino y radicado en la localidad de Granadero Baigorria, Fander desarrolló su actividad musical en bares y teatros de Rosario, fue cofundador de la Escuela de Músicos de esa ciudad y participó del llamado movimiento de “Música Alternativa” desde el regreso a la democracia el 10 de diciembre de 1983 y prolongándose hasta la década de 1990. Este período fue muy importante por el surgimiento de numerosos artistas que incluyeron muchas de sus canciones en sus respectivos repertorios. Raúl Alfonsín, presidente durante el período 1983-1989, le otorgó una importancia simbólica y real a la política cultural y educativa, lo que dio lugar a espacios de participación con ejercicio de la libertad de expresión y opinión. Este marco democrático se desarrolló en base a una amplia participación de la sociedad, al pluralismo y al rechazo a todo dogmatismo. Una medida política fundacional de este período fue la derogación del principal órgano de censura de la dictadura. Comienza allí lo que se denominó la “Primavera cultural” que posibilitó el surgimiento de propuestas creativas de goce estético representativas, en todos los lenguajes expresivos.
Puede decirse que la voz de Fandermole fue conocida mucho después que sus canciones. Su actual y sólida posición artística como autor se ha consolidado desde entonces, en las voces de Juan Carlos Baglietto, Mercedes Sosa, Ana Belén, Teresa Parodi, Liliana Herrero, Liliana Vitale, Carmina Cannavino, Silvia Iriondo, Myriam Cubelos, Acá Seca, Marta Gómez, entre tantos otros artistas que popularizaron su obra. Como afirma Sergio Pujol su labor compositiva abarca un amplio espectro de géneros que fue migrando desde el rock nacional hacia un tipo original de canción moderna, de raíz litoraleña y fluvial. Públicos de distintas generaciones y extractos socioculturales se han sentido representados por canciones como “Era en abril” y “Río marrón” en los ochenta, o “Sueñero” y “Oración del remanso” en los 2000.
La música
Presentada en re mayor, el ámbito melódico tiene una extensión de una octava y media (re3-la4), sin embargo, la mayor parte se canta en el rango de la primera octava (re3-re4), donde el texto literario fluye por la comodidad del ámbito acústico propio de la voz masculina.
El tono reflexivo de la canción se condice con un tempo calmo y moderado en cuatro cuartos y una melodía pregnante, construida sobre diseños ascendentes y descendentes por grado conjunto con repitencia de un mismo sonido antes de cambiar de altura. Hay escasos saltos de terceras que en algunos tramos despliegan arpegios de la armonía, eventuales saltos de una cuarta y una quinta justa ascendentes incluidos como veremos a continuación en una misma e importante frase, y una sola sexta mayor ascendente.
Hay un detalle expresivo que puede señalarse particularmente en la parte C, cuando la melodía alcanza, a través de un subito salto de quinta ascendente, la nota más aguda de todo el tema, un la4. Este clímax tal vez inesperado de la melodía ascendente y en crescendo sugiere una mayor presión de la voz para la colocación de pecho en ese la4, sin embargo Fander sorprende atenuando con un falsete y continuando la siguiente frase descendente –”…que entraba en cada casa con tu imagen, hoy necesito un canto piquetero…”– donde se percibe el pasaje a la voz de pecho. Este recurso sugiere un carácter implosivo a toda la canción, como si la fatalidad debiera ser dicha desde un lugar intermedio, entre el susurro y la voz firme, desde la mesura. En la segunda parte, durante este mismo pasaje, ahora utilizando la primera persona vuelve a morigerar el desgarrador salto hacia el la agudo con el falsete cuando para cantar: “aunque me arrastren rojo en las veredas/ con una flor abierta a sangre fría” y luego retomar como al principio con tono íntimo para finalizar el tema “hoy necesito un canto piquetero...” Esta canción, según Fandermole, requiere que sea una voz solista la que la interprete: “La versión original y las versiones en vivo no son grupales por el carácter de la canción; porque la voz que habla lo hace desde la más absoluta soledad, no tiene sentido, y más en vivo, enmarcarla en una sonoridad grupal”.
En la melodía y en la armonía se registran escasos intercambios modales pasajeros en solo algunas frases de la parte A, A’ y B. La parte C es totalmente tonal, lo que le da un equilibrio a la canción, la hacen cantable y amable. Estos datos estadísticos que constituyen una excepción en el estilo compositivo habitual de Fander dan cuenta de su dominio de la diversidad de estilos. La melodía de “Junio” podría asociarse auditivamente al estilo de canciones de Pablo Milanés. La sencillez en el discurso musical tuvo la intención de garantizar la inteligibilidad del texto literario según lo confirma su autor: “Sí, definitivamente. En el momento de la composición yo estaba casi exclusivamente concentrado en la letra, que quedó larguísima, y necesitaba un vehículo musical para ir ordenando las ideas y la forma poética; opté por ir trabajando una melodía sobre una conducción de bajos descendente [desde ‘Lo que va a pasar hoy pasó hace tiempo…’], y luego ascendente en la contrafrase [desde ‘… en este invierno que pega tan duro…’].”
El plan tonal incluye el intercambio modal armónico entre re mayor y re menor con ingeniosos enlaces de cadencias evitadas, inversiones y grados efectivos que contribuyen a la continuidad del texto, más que a su segmentación en estrofas. El bajo (mano izquierda del piano) como conductor cumple un rol estratégico. Ninguna sección es conclusiva, todas tensionan amablemente sobre la frase final, sobre el IV en menor. Solo la sección C resuelve melódicamente en la fundamental, pero el piano evita la cadencia V-I y va hacia la región de los subdominantes y empalma un breve intermedio al finalizar la primera parte. En el C de la segunda parte ya sobre el final, el piano sugiere o imita una de las líneas de la melodía ya cantada, sobre la cadencia IV – IV menor – V – I (con la tríada en posición fundamental). En esta continuidad armónica y en la contención melódica es que resalta entonces aún más el fulgurante y contenido salto de la melodía hacia su punto más agudo mencionado anteriormente. La atmósfera creada por el acompañamiento en piano de Carlos Aguirre va resaltando los aspectos dramáticos del suceso que narra la canción, el modo en que se alude desde la poesía y la performance vocal.
El texto
La frase inicial “Lo que va a pasar hoy pasó hace tanto, me desperté diciendo esta mañana” revela cierta conciencia del proceso histórico que viven los protagonistas de la canción, que son tres: Kosteki, Santillán y Fandermole; alude al pasado y al presente. Lo dice el compositor desde su profesión de autor y músico independiente consagrado y desplazado de la industria por la EMI antes de los noventa; y se lo hace decir a Kosteki y/o Santillán que desde su militancia social padecían cotidianamente la marginación, la exclusión y la pobreza en los noventa. En este enunciado la crisis es asumida como algo intrínseco. Sin tono catártico ni carnavalesco como en “Se viene” o “La argentinidad al palo” de Bersuit Vergarabat, “Junio” adquiere un carácter implosivo, reflexivo donde la crisis se enuncia, se denuncia y se padece: “y junio me arde rojo aquí en la espalda” deja de ser una metáfora, son balas de verdad en el cuerpo de los militantes. La metáfora y lo literal se funden y se confunden, y lo que puede ser simplemente una figura retórica, es cruelmente para Fandermole el enunciado de una fatalidad: “La condena, de todos modos, aparece como insalvable desde el primer verso (Lo que va a pasar hoy pasó hace tanto). No puedo negar mi educación cristiana, pero habiendo metabolizado la necesaria decepción de quienes pensamos críticamente, estas afirmaciones de lo inevitable no proceden del credo religioso, sino de la evidencia histórica de que lo peor de la condena recae siempre sobre los mismos: la misma clase social, los más débiles, los más fatigados, los más invisibles, los más indefensos. Los menos representados”. “Salí con las razones de la fiebre / y una tristeza absurda como el hambre / Y cuando en el corazón la sangre hierve / es de esperar que se derrame sangre”. En el siguiente fragmento la escena nacional es esa calle de lloviznas, calvarios y una cruz: la de todos. Del drama individual al drama colectivo. En esta enunciación tanto Fander como Kosteki y Santillán asumen estar atravesados por la misma realidad, por los mismos hechos desgraciados. Esto nos está sucediendo como país, como nación.
El siguiente verso exhibe dos caras: lo social y lo político, el militante que es impulsado por sus ideales, trabaja y pelea por sus derechos y los de sus congéneres por un lado; y el costado existencial ante lo inexplicable: la muerte. La muerte real y la metafórica, como sinónimo de soledad: “Alguien que es separado de la movilización y asesinado, asume una acción de representación absoluta y definitiva” reflexiona. Pero esto ocurre luego de la tragedia; antes, dice Fander “está el interrogante que el agonista nos hace a todos –y ahora ese “todos” abarca la Nación, la Patria–, ¿cómo es que ahora no hay nadie aquí a mi lado?” Es allí que el compositor asume desde su canción “la parte del todo más grande, interpelada por el ejecutado. Todos, son los que atienden ese reclamo de colectividad. El resto son nada”. En el final sobrevuela a la tragedia la imperiosa necesidad de trascender, de regresar a la vida y continuar en la disputa, en la exigencia por la ampliación de derechos ciudadanos, por una justa distribución de la riqueza que garantice el bienestar común del pueblo. “Hoy necesito un canto piquetero / que me devuelva la voz silenciada, / que me abra por la noche algún sendero / pa’ que vuelva mi vida enamorada”.
Resulta difícil establecer el grado de circulación de “Junio” más allá de los conciertos en los que Fander la incluye, que no son todos. Aunque, según su autor la canción pertenece a un repertorio periférico y de circulación restringida, no obstante, los ámbitos masivos donde se ha cantado esta canción han sido relevantes y significativos.
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