Amor, maternidad, qué es, y no, la familia son temas que, junto con otros que también salen al cruce, atraviesan las ficciones de libros, series y películas en pleno siglo XXI, en el que incomunicación y distancia son moneda corriente.
Si fuiste criada o criado en una familia más o menos tradicional durante la mitad del siglo XX hasta su fin, el modelo familiar era madre, padre e hijos (y todas las ramas que de allí se desprenden para todos los costados posibles). No importa si luego deviene una separación y los padres “rechacen sus vidas”: familia es eso. Y si en el medio se incorporó a la familia una mascota, es eso, ni más ni menos que una mascota, ni siquiera un animal de compañía.
En la era de la diversidad –no solo sexual–, de la reconfiguración de los lazos familiares, de la amplitud de los horizontes, al punto de no importar dónde está la frontera para incluir quién o qué es parte del círculo íntimo, familia es una pareja sin hijos; una pareja sin hijos con “mascota”; la familia tipo –con y sin mascota–; la ensamblada –con y sin mascota–; los amigos y amigas incondicionales; y así se podría seguir ad infinitum. Claro, mientras haya afecto y respeto por todas las partes.
Si fuiste criada o criado en una casa en la que no hubo animales –a excepción de unos peces en algún momento de la infancia–, el concepto de mascota-miembro de la familia es nulo –lo que sí, puede construirse con el paso del tiempo (e incluso de años de diván), con la deconstrucción–.
Todo este rodeo fue para recomendar Amsterdam, una serie mexicano-argentina cuyo disparador es un terrier que se cruza en la vida de Nadia (Naian González Norvind) y Martín (Sebastián Buitrón), actriz y músico de covers, respectivamente, en el preciso momento en el que ambos atraviesan una crisis, individual y de pareja.
Soledad, amor, familias más o menos disfuncionales y un paisaje urbano emblemático de la Ciudad de México son temáticas que están muy presentes en las producciones del director argentino Gustavo Taretto (Medianeras, 2011; Las insoladas, 2014; Hoy no estoy, 2007; Una vez más, 2010), “las dos cosas son temas recurrentes, los encuentros y los desencuentros y la ciudad”, afirma. “Me considero un director muy urbano. Me gusta indagar sobre el amor y el desamor y los conflictos morales alrededor de, o esto de «quiero estar en pareja pero quiero estar solo al mismo tiempo». Cierta búsqueda de un equilibrio que nunca encuentran ninguno de los personajes que escribo. Y me gustan los personajes vulnerables, los frágiles. Los que no pueden dormir, la que no le salen las cosas como quiere, la que duda. Me gustan las relaciones amorosas”.
Y en Amsterdam es evidente. Nadia y Martín están un poco rotos, cargan con mochilas de relaciones pasadas y de familias pesadas. Tal vez eso o tal vez sus búsquedas personales los tensiona, y tensa, hasta la crisis. Y en el medio de ese caos, se cruzan con Amsterdam, por el que pelearán una tenencia compartida.
Amsterdam era, en el guion original de Taretto, Bonpland. Dos sitios con algo en común: calles en el medio de barrios con fuerte presencia de bohemia y noche. Esa es la conexión entre Buenos Aires y México, porque la verdad sea dicha, la primera serie de Gustavo Taretto no tenía como paisaje urbano el DF ni la Colonia Condesa, sino Palermo. “Fue decisión de HBO eso”, cuenta. Él había presentado un proyecto que se llamaba Bonpland y sucedía en Buenos Aires, “y cuando estuvo ya escrito, ellos decidieron mudarlo a México. Y a mí me mudaron junto con el proyecto”, dice. Explica que el siguiente paso fue un proceso de adaptación de los guiones, “básicamente por el lenguaje”.
Sin embargo, hay un par de cuestiones que no se resignaron respecto del país, y que otorgan para el público local una suerte de anclaje que lo acercan aún más a una historia que, en apariencia, solo tiene como conexión un director argentino. El primero es el personaje de López, vecino argentino y dueño del condominio donde viven Nadia, Martín y Amsterdam, un inclasificable, un ser entrañable, libre y pintoresco, encarnado por Marcelo Subiotto. López ya existía en el guion original, “en Palermo era un argentino más y en la ‘mudanza’ me parecía lindo que fuese argentino, también”, explica Taretto. “Primero porque yo quería conservar algunas cosas de Argentina en la serie, y López, el mate y River los pude mudar de país, también, pero sobre todo a López”, explica. “Cuando veo contenido de otro país e incluyen a un argentino, siento que no nos hacen justicia. Se construye sobre un prejuicio hacia los argentinos, y López tenía ciertas características que me parece que son muy argentinas y me parecía que era un personaje como para hacerle justicia a los personajes argentinos en las series extranjeras. Y Subiotto me parecía que iba muy bien para hacerlo”, puntualiza.
Gracias por la música
La música suele ser otro de los protagonistas de una producción audiovisual –mientras no responda al Dogma…–, y en las obras de Taretto escala a un nivel superior. Tal vez ello se deba a que le hubiera gustado ser músico y a que escribe escuchando música, como le cuenta a Infobae Cultura. “Como escribo solo, y no necesito silencio, la música se me mete aunque no tenga ganas”, asume con una sonrisa.
“Me gusta la música y soy muy malo en el piano. Me hubiera gustado ser músico, pero me pude convencer de que soy mejor director del cine que músico. No me veía mucho futuro como músico, y ahí uno canaliza el juego de hacer personajes a los que puedas ponerle cosas tuyas que son verdaderas y otras que te gustan, aspiracionales”, confiesa.
Y en relación con su amor por la música cuenta que presentó el proyecto hace más de seis años, y se asustó con el estreno de La la land, que es la historia de un músico y una actriz, pero respiró tranquilo al descubrir que solo coincidían en las carreras sus protagonistas.
Lo que no sabía, reconoce, cuando empezó a escribir el guion, es que iba a tener tanta música. “No estaba en la estructura del primer armado de la serie que tuviera un tema mainstream por episodio, que además definiera al mood de la pareja –cuando se duda, cuando se extraña, cuando no quieren hablar del tema, etcétera–”, puntualiza. Y sí, si algo caracteriza a Amsterdam es que hay mucha música, covers y no.
Su elección es otra de las apuestas estéticas de la serie. “El soundtrack de la serie está trabajado con mucho rigor”, cuenta Gustavo Taretto. “Por ejemplo, para el personaje de Martín, toda la música es analógica, está toda tocada con instrumentos reales y está influenciada por la música de los 60 y 70, que es la que le gusta; y todo la música incidental que acompaña a Nadia es electrónica, es bien moderna, como es ella. En la música de Martín no hay voces, y la música de Nadia es pura voz”, explica. Y finaliza: “Porque así son, así debía ser, como los dos personajes, uno muy silencioso y el otro muy verborrágico”.
Un tiempo sin tiempo
Amsterdam fue filmada en el apogeo del COVID, cuenta Taretto, sin embargo, no existe un mínimo detalle que dé cuenta de ello, ni en lo argumental ni en lo estético. Y es una búsqueda, una toma de posición que (le) funciona muy bien. “Hay cierto anacronismo en mi manera de trabajar. Y también a mí me gusta el realismo en las emociones, el naturalismo en las actuaciones, pero también me gusta que tenga algo de fábula urbana lo que cuento, construida un poco como en la armonía de la combinación de esos elementos”, dice.
Otro de los atractivos de esta serie radica, justamente, en las actuaciones de todo el elenco, con sus matices y capas, pero que en González Norvind y en Buitrón se destacan porque aportan frescura y suman empatía. Sí, sí, esa es la palabra: todos queremos ser amigos de Nadia y Martín; queremos acompañarlos en el sentimiento –y lo hacemos–, y nos enojamos, nos reímos y nos emocionamos. Como en la vida.
Tal vez el hecho mismo de encontrar una historia actual, contemporánea, pero sin anclajes en los momentos históricos, que conmueve por lo que cuenta, por sus personajes, por cómo es narrado, en qué se apoya, hagan de Amsterdam una serie digna de una maratón, o mejor aún, de pequeñas dosis de felicidad. Una fábula moderna. Con un animal como protagonista, y todo.
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