Adam Sandler es un autor. Es decir, el cine del actor Adam Sandler es cine de autor. Del autor Adam Sandler. Bien, la idea –que puede sonar compleja tratándose de quien se trata, pero no lo es tanto– surgió rondando la primera década del siglo XXI desde cierto sector de la crítica que veía en el cómico un factor cinematográfico que imprimía un sello propio a cada película y que, de ese modo, lo hacía ocupar el rol de autor, sea quien fuera que dirigiera el film. Un caso similar al de Jerry Lewis, por ejemplo, que así era bien considerado en la Francia de los Cahiers du Cinema en oposición a la indiferencia que obtenía en los Estados Unidos luego de su momento de éxito en la década del 50.
En otro caso actual, así se pueden pensar las películas de Tom Cruise que, según esta manera de señalarlas, encierran una verdad: la arquitectura de esos films de acción, aventuras o espías tienen el diseño primordial de Cruise, una actuación central y una producción hasta el detalle (bueno, obvio, vamos a dejar de lado Eyes wide shut, donde Cruise era un peón del gigantesco por siempre Stanley Kubrick). En fin, dicen que Adam Sandler es un autor, y no resulta difícil adherir a la proposición.
Antes de pasar a Garra, la película de Netflix protagonizada por Sandler sobre la que discurren –centralmente– estas líneas, no viene mal señalar algunos films icónicos de su filmografía. ¿Quién no recuerda ese clásico de La mejor de mis bodas, con el peinado ochentoso, su banda de covers para casamientos, el amor por Drew Barrymore y esa escena del final con Billy Idol en la cabina de avión? ¿Y esa historia de redención y clasismo que es Happy Gilmore donde interpreta a un joven de las clases laboriosas que debe incursionar en el golf? Quien no ha visto Un papá genial y no haya reido y llorado frente a la pantalla televisiva durante una repetición en el cable? Luego fue descubierto para el drama en la genial Embriagados de amor (Punch drunk love), de Paul Thomas Anderson, que lo expuso como un actor no sólo de comedia en este extraño film. Manejo de la ira fue una gran comedia junto a, qué otro, Jack Nicholson. Ojo, todo esto sin abandonar la comedia liviana, efectiva y taquillera, como No te metas con el Zohan, Jack & Jill o Hombres, mujeres y niños. La esperanza vive en mí fue tal vez su primer rol absolutamente dramático. Acerquémonos en el tiempo: la singular Diamantes en bruto lo mostró como un frenético joyero en un viaje descendente a la tragedia. Y así llegamos a hoy.
Garra es un film excepcional ya que conjuga el género (película de superación deportiva, ese tipo de films cuyo Santo Grial es Rocky) con el drama, la temática social y la mirada nada compasiva sobre cierto empresariado. Ojo, quizás no sea la gran película del universo, pero claramente alcanza sus objetivos y conmueve al espectador. Sandler interpreta a Stanley Sugerman, un ex jugador de básquet y actual cazador de talentos que trabaja para la franquicia Philadelphia 76ers de la NBA, la mejor y más famosa liga de basquetbol profesional del mundo. Se la pasa viajando por el mundo en busca de aquel jugador que vaya a hacer la diferencia en semejante competencia. Su mentor Rex Merrick (interpretado por Robert Duvall) debe dejar el equipo en manos de su hijo Vince, un chico bastante garca, si es que el término es aceptado por la Real Academia.
En un viaje por España, donde debe asistir al entrenamiento de un equipo, Stan sale a pasear y en una cancha callejera conoce a un jugador que, enfrentando a otros por dinero, juega maravillosamente al básquet. En la casa matriz lo descartan por un episodio de su pasado, pero Stan se resiste a abandonar a Bo Cruz (el jugador español de la NBA real Juancho Hernangómez) en los monoblocks donde vive sin que la liga le dé una oportunidad. Entonces regresa junto a él y será el promotor de un entrenamiento feroz para el momento en que se exhiban los nuevos talentos y tengan la oportunidad de jugar y hacer realidad sueños personales, económicos y de todo tipo. Claro, ambos deberán atravesar una serie de dificultades que los acercan más y más hacia el fracaso.
La película, como se dijo, resulta conmovedora y como buen ejemplar de los films de género deportivo de superación, no hace falta saber para qué sirve el aro circular colgado de un trapecio para entenderlo todo, acompañar el ritmo del film y mantener una empatía absoluta con sus protagonistas.
Por otro lado, un aspecto notable de Garra es la cantidad de cameos de jugadores, managers, periodistas y todo el personal estable que acompaña juego a juego esta historia. Si fuera posible decir que los basquetbolistas haciendo de sí mismos equivalen a la categoría “actor no profesional”, esta película supera en cantidad de actores no profesionales a los films clásicos del neorrealista Roberto Rosellini. El espectador que acompañe los títulos finales así lo podrá observar. El dato de color, revelador también, es que Sandler además de actor, es un gran fan y un decente jugador de basquetbol.
Garra es una película muy recomendable. Y tiene el plus adicional de poder establecer este breve y prestigiante diálogo: “¿Y? ¿Qué hiciste este tiempo?” “¿Yo? Nada, estuve viendo cine de autor”.
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