“El arte es eso que hace que la vida sea más interesante que el arte”. La frase pertenece al poeta y artista francés Robert Filliou, integrante del grupo Fluxus, movimiento que entre los 60s y 70s se concebía como artístico-sociológico y estaba en contra del arte-objeto.
Con el inicio desde este sábado y por 100 días de la nueva edición de Documenta, la XV, esta máxima toma nuevas proporciones, gigantes se diría, ya que el encuentro que toma toda la alemana Kassel, de cafeterías a parques, una ciudad que apenas supera los 200 mil habitantes, se propone romper con un sistema de organización histórico (casi único) y con la manera en que los mega eventos globales se construyen y miran a sí mismos.
Documenta, surgido en 1955 y con un ciclo quinquenal, no tendrá un comisario, un curador helicóptero de renombre internacional que imprima un estilo, sino que por primera vez en su historia esta responsabilidad cayó en Ruangrupa, un conjunto de creadores indonesios que no es per se un colectivo de artistas, y que en sus 22 años de trabajo han ido cambiando de miembros, a tal punto que sólo uno permanece desde los inicios, y que llega al gran evento con una membresía fluida compuesta por 10 personas, entre las que se encuentran arquitectos, periodistas, académicos, ecologistas, grabadores y performers.
Por otro lado, Ruangrupa no realiza objetos tangibles, arte físico, más bien funcionan como un núcleo a partir del cual se producen experiencias sobre las que, en parte, no tienen un control. Entonces, ¿habrá una muestra en Documenta? Sí y no, todo depende de lo que se considere arte. Lo que habrá, sin dudas, es arte relacional, definición acuñada por el francés Nicolas Bourriaud a fines del siglo pasado, que toma la herencia de Fluxus y del situacionismo (50s-70s), y que tiene en el argentino-tailandés Rirkrit Tiravanija, el danés Jens Haaning y el francés Philippe Parreno algunos de sus referentes actuales.
De hecho, en Documenta XII ya se realizó una gran experiencia de arte relacional cuando Ai Weiwei llevó a 1.001 ciudadanos chinos (estudiantes, campesinos, trabajadores, etcétera) para que deambularon por los espacios y entablaran intercambios con los visitantes.
Sin embargo, en Documenta XV hay un concepto: el lumbung, nominación del almacén de arroz que se encuentra en las aldeas, que es construido y compartido por todos, por lo que la propuesta busca que los artistas sean socios y generen recursos útiles en este lumbung creativo y comunal.
Así, el arte relacional se centra en una estética surgida a partir de los lazos sociales; o sea, no interesan las obras físicas, eje de este tipo de encuentros, sino los intercambios a partir de “prácticas que toman como punto de partida teórico y práctico el conjunto de las relaciones humanas y su contexto social, más que un espacio autónomo y privativo”, en palabras de Bourriaud.
Enfrentados a la idea del arte como objeto o al de la exposición como sustancia inalterable, Ruangrupa deviene de las palabras ruang y rupa, “habitación” y “forma”, dejando en claro la necesidad del espacio para la creación, pero siempre con la colaboración como vehículo, sin firmas de obra ni nombres estrella.
Si bien la convocatoria se produjo antes de la pandemia, la presencia de Ruangrupa tras estos tiempos oscuros, en los que los replanteamientos sobre cómo vivimos, qué hacemos con el planeta y qué significa, sobre todo, la vida en sociedad, parece llegar con un timing perfecto, por que, a fin de cuentas, ese será el eje principal de Documenta, que de alguna manera queda librado a cada colectivo que fue convocado para llevar a la ciudad propuestas de ese tenor que ya se realizaban en otras partes del mundo.
Solo para citar dos ejemplos que pongan en evidencia la “lógica Ruangrupa”, su primera (y única) muestra individual fue en 2002, cuando convocados por una galería de Yogyakarta fabricaron un pequeño grupo de objetos: una fuente de agua de zinc, una instalación de tubos de oxígeno y una foto ampliada de unos dientes con un pedazo de pimiento clavado. Arte.
De la inauguración participaron alrededor de 200 invitados, hubo buffet, una banda local, y la reunión hasta entonces un tanto clásica comenzó a desmadrarse cuando se dio pasó a un Dj y todo terminó en una guerra de comida, bailes sobre las mesas, graffitis en las paredes, colillas de cigarrillos por todos lados junto la vajilla destrozada. Eso fue Lekker Eten Zonder Betalen (Comida deliciosa y gratuita), una frase en holandés que evoca la época colonial. Durante los 10 días que estuvo abierta, el público observó los estertores de una noche descontrolada, con restos de alimentos que se enmohecían, y se confundían con el rastro de cierta hedondiez de cuerpos transpirados, en medio de un caos estético.
Más acá en el tiempo, en 2014, y también en distancia, en la Bienal de San Pablo, tuvieron un espacio asignado en el edificio de Oscar Niemeyer, en el que diseñaron una ruruhouse -una especie de “base” donde se juntan los artistas y que en documenta está en el histórico edificio Fridericianum- donde solo tenían sofás para nongkrong (pasar el rato con la gente y no trabajar, en indonesio), una rururadio y un tercer espacio en el que localizaron una galería, que acogió obras de artistas de Yakarta y la metrópolis brasileña; un carrito de comida paulista que se convirtió en proyector de películas, y una carpa para hacer karaoke. En las paredes del edificio, pegaron mapas gigantescos de la ciudad, en lo que los visitantes escribieron recuerdos, historias, sensaciones que atravesaron en diferentes rincones de la ciudad.
Ahora bien, para este Documenta, que tiene una inversión de 42 millones de euros (mitad del estado, mitad de privados y venta de entradas) y que se realiza durante 100 días, los indonesios convocaron a 69 colectivos artísticos que tuvieran, a la vez, una dinámica similar a la de ellos, con el foco en las creaciones relacionales por sobre las objetuales, entre los que se encuentran dos argentinos: Serigrafistas Queer y La Intermundial Holobiente.
La Intermundial Holobiente es un grupo inter(in)disciplinado formado por la artista Claudia Fontes, el escritor Pablo M. Ruiz y la filósofa Paula Fleisner, quienes para el evento propusieron El libro de las diez mil cosas, un texto polifónico para el que convocaron 14 artistas y escritores: Erica Bohm, Virginia Buitrón, Gabriela Cabezón Cámara, Tulio de Sagastizábal, Lucas Di Pascuale, Carla Grunauer, Reynaldo Jiménez, Guadalupe Lucero, Anahí Rayén Mariluán, Leticia Obeid, Sergio Raimondi, Luis Sagasti, Ral Veroni y Susana Villalba, y que toma su nombre de un modismo del taoísmo chino para nombrar todo lo que hay.
“Ruangrupa nos hizo una pregunta a todos los grupos participantes y artistas: ¿Cuál es el excedente de nuestro ecosistema?, ¿Qué es lo que nos sobra, lo que tenemos en abundancia? Nuestra respuesta fue que lo que tenemos en abundancia para compartir como artistas es el recurso de la imaginación humana y la propuesta que nosotros hacemos, es pensar en metodologías creativas, lúdicas, que liberen ese potencial que tenemos como especie, pero también en relación o proyectando esa imaginación a ese otro que es el no humano o el más que humano”, explicó Claudia Fontes a Infobae Cultura, en un intercambio por Whatssap.
La propuesta de La Intermundial estará ubicada en el emblemático parque Karlsaue, escenario de la edición debut del ‘55, pero lo hará “en una zona del parque que los jardineros no cuidan, sino que allí guardan los desechos vegetales del resto del parque, entonces tiene una presencia física muy importante, con pilas de suelo, unos volúmenes muy grandes”.
“Nos interesó esa geología hecha por los humanos de alguna manera, pero que al ser un lugar al que no cuidan permite emerger la esencia de pantanal, de zona baja, de ahí la parte Saue del nombre, que era este ecosistema antes de que lo llenaran de tierra y lo transformarán en Parque. Entonces inspirados por este lugar donde el ecosistema original pareciera querer expresarse empezamos a utilizar estas pilas de suelo como si fueran un archivo y convocamos a distintas personas en Kassel para que lean este archivo”, relata Fontes, quien fuera la representante del país en la Bienal de Venecia de 2017 con la escultura El problema del caballo.
Y agrega: “Luego, convocamos a gente que venía de la literatura, de la ciencia, de las artes, y con esa información trabajamos con siete artistas y siete escritores de Argentina, que se aventuraron en esta idea de tratar de escribir un libro en torno a un texto que es invisible y esa es la hipótesis de trabajo, que hay un texto que no podemos ver, pero podemos tratar de acceder al mismo y este texto está escrito por un no humano”.
Ante el desafío de trasladar el libro físico al gran caudal de visitantes, Fontes explica que por un lado va a estar el libro en español, luego hay un vídeo que “muestra otras maneras de leerlo” y “un trabajo central donde se va a poder leer los contenidos del libro en inglés, pero que en lugar de mostrar el libro en una versión idéntica al que está en castellano, se presenta como signoteca: es decir, imprimiendo 100 copias que van a estar apiladas como si fuera una pila de compost y con una invitación abierta al público -pero también artistas y escritores de otros grupos participantes en la Documenta- para que terminen la obra”.
“Queremos que sigan comentando y traduciendo ese texto central que permanece en blanco, con lo cual con la riqueza de esta Documenta en donde participan muchos artistas, la mayoría provenientes de lo que se llama Sur global, creemos que vamos a tener la posibilidad de expandir el significado”.
Estas tres maneras de mostrar el libro se complementan con Theaterschlag, un “sistema de contemplación” en el que se realiza “un acto de devolución al paisaje”: un telón de 20 metros por seis de alto con un decorado teatral pintado sobre gasa semi translúcida que tradicionalmente se usa en las escenografías de ópera, suspendido mediante dos globos de helio de 3 metros de diámetro, “en el cual se le ha encargado a una artista escenógrafa para que hiciera una representación del paisaje”.
Complementan este dispositivo visual el Fantascopio –dos cámaras estenopeicas que registrarán la escena en sendas solarigrafías, producto de la colaboración con la artista Erica Bohm.
Por su parte, Serigrafistas Queer comenzó su trayectoria en 2007, en una propuesta abierta que tomó la calle en diferentes manifestaciones sociales, en principio relacionadas a marchas del orgullo y protestas feministas, a partir del uso de la serigrafía como medio expresivo para producir intervenciones políticas y artísticas, y que incluye al estampado textil, en remeras, pero tambipen en papeles, cartones, pancartas y banderas.
“Serigrafistas Queer desde un comienzo y hasta ahora ni siquiera se llamó grupo, desde el 2007 nos llamamos ‘no grupo’, porque lo que hacemos son convocatorias. Y mirándolo a la distancia, uno de los conceptos de Ruangrupa es el encuentro para ver qué pasa. Lo que se propicia no es la técnica en sí. Nosotres venimos de distintas trayectorias, somos maestras, profes, historiadores de arte, pintores, comediantes, futbolistas, motoqueres. E incluso hay veces que a algunas ni siquiera les interesa mucho hacer serigrafía y ahí pasó también que en los últimos años nos pasó de decir que no siempre se puede estar en la calle sosteniendo, imprimiendo serigrafía y algunas veces es generar otras situaciones. Una de ellas fue la hacer banderas, el de reunirnos y hacerlas en espacios públicos en los que acordamos qué frase es la que sentimos que es necesaria para acompañar una determinada manifestación o reclamo”, explica Mariela Scafati, a Infobae Cultura, en un diálogo vía Zoom del que también participó Euge Murillo.
Y agrega: “En punto, desde Sergrafistas Queer convocamos a pensar juntes desde los primeros años. Por ejemplo, las consignas para llevar a las manifestaciones, todas las personas que participaban del armado de esos yablones, serigrafías, todo éramos Serigrafistas Qeer, aunque viniecen una vez, 15 minutos, nada de lo que se produjo tiene autoría. Ya desde sus orígenes tiene esa práctica, esa posición tomada y esto lo redobla e intentamos también poder traerlo acá”.
“La propuesta del Ruangrupa tiene como un ecosistema de valores, uno de esos es la redistribución, la vida en común, entonces los colectivos que fueron invitados en primera instancia son proyectos que ya vienen trabajando en ese sentido, con una propuesta que irrumpe con el sentido clásico de una exposición”, dijo Murillo.
En Documenta, Serigrafistas Queer proponen un Rancho Cuis, un espacio construido a partir de las banderas realizadas por diferentes colectivos: Isla Invisible; Lombrices picantes; Recreativo Transfemigrante; Basquet y Amistad; Afiche editora; Beressia; El Flasherito; La Pulpería Mutuálica; Putita putito trolite trolitx; Cuirs por Palestina libre; Cromoactivismo; Mujeres indígenas por el buen vivir; Fede,Sofi,Pocho,Andrés,Bebi; Hotel Inminente; Sudor Marika; LaMari Cuscus; El pueblo argentino, Más que diverses excurridizes, y AMMAR.
“Les invitamos por nuestras alianzas y por compartir ciertas poéticas, por ciertos modos que tenemos o por afinidad, gustos, y que nos parecía que las banderas iban a ir por las preguntas que tenemos en común acerca de territorios, el encuentro y el tiempo”, explican.
El colectivo se instalará en Sanderhaus, un hostel -centro de refugiados- bar, ubicado en los suburbios del barrio Bettenhausen, donde tendrán una agenda de actividades con conciertos, lecturas, talleres y festivales. Detrás del edificio, en un terreno baldío con fauna y flora nativa construyeron su rancho.
“Nuestro trabajo y también la propuesta curatorial, ya está la idea del nongkrong, que es como un modo de compartir, de distribuir. Creo que está lo comunitario de por sí y en los criterios que tuvieron para seleccionar a los grupos. Es un modo de organización, un modo de hacer en cada grupo o artista que está para poder ser compartido, para poder pensarnos con otros modos de vida, otras imaginaciones ahí disponibles”, suma Scafati.
Con respecto a las frases que componen las banderas, relatan que el punto de partida fue la propia, ‘Derrota de caracoles’, que surgió al descubrir que a un grupo de caracoles se le llama derrota, al “descubrir que la lentitud es una derrota”. Así, en total habrá 30 estandartes, de entre 5 y 13 metros de largo, escritas con frases como ‘Basta de Terricidio’, ‘Deseo en Suspensión’, ‘Somos Fermento’, ‘La Fifa es Monsanto’, ‘Deseos lentos historias minúsculas’ de Editorial Caracol y ‘Es con todas las especies’, entre otras.
“Estamos todo el tiempo lidiando con los modos que teníamos de hacer las cosas, repensando qué materiales usar, cómo reciclar, cómo no excedernos en los consumos. Estas preguntas estaban pero en pandemia se potenció, más que nada también trabajando en una huerta urbana desde el 2021. Así surge también la idea del rancho cuis. Esta invitación de Documenta implicaba realizar la propuesta en nuestro territorio, y lo estamos realizando en Cañuelas, donde hay un campo de Fútbol Militante, un grupo amigo, en el que empezamos a hacer un rancho”.
“Entonces en el momento de pensar cómo sería la idea de trasladar esta idea de rancho a Kassel, porque no vamos a hacer un rancho de adobe, pensamos más en el concepto de cobijo, la de hacer un reparo con nuestras propias banderas invitando a otres. Por eso también repetimos la idea de que lo que estamos haciendo también es una ‘rancheada’, esta idea de encuentro que es ranchearla, que se ha usado como el momento de ocupar la calle, de sostener la calle, que eso lo vivimos re fuerte esperando la aprobación de la Ley del aborto. Así que esta idea también de Rancho Cuis está en diálogo con este modo”, explican.
Finalmente, desde Serigrafistas Queer también se distribuyó un fanzine “que es como un Hecho en Buenos Aires y que lo venden las personas en situación de calle”.
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