La derrota de los collas a manos de los terratenientes jujeños, retratada por la primera novela de Héctor Tizón, Fuego en Casabindo, es abordada por el documental homónimo de Miguel Mirra que se estrena en el Complejo Gaumont INCAA.
En 1874 los collas de la Puna jujeña vencieron a los terratenientes en el Combate de Cochinoca, pero un año después en la batalla de Quera los hacendados derrotaron y casi exterminaron a los habitantes originarios de la región, una historia que contó Tizón en su novela y que además, inspiró una ópera escrita por Virtú Maragno que subió al escenario del Teatro Colón en 1994.
Con una larga carrera como cineasta, que incluye ficciones como Hombres de barro y Crónica de un extraño, y sobre todo documentales como “Adolfo Pérez Esquivel. Otro mundo es posible, Norita, Nora Cortiñas y Tiempo de labranza, Mirra explica con orgullo que la película visibiliza una historia casi desconocida.
“Haber podido llevar esta historia de ellos para compartirla con ellos explica en gran parte la repercusión que tuvo la película allí”, destaca el director a propósito del interés que despertó el filme en Jujuy, un relato que tomó como punto de partida el libro de Héctor Tizón, pero que luego se complejizó con fragmentos de la ópera de Maragno, la participación de investigadores sociales y escenas teatrales.
—¿Qué te impulsó a abordar Fuego en Casabindo desde el cine?
—Ya en mi primera película, Hombre de barro, en 1988, que era un documental sobre los aborígenes marginados en Jujuy, me interesé por la provincia, fui varias veces, hice algunos trabajos para visibilizar el reclamo de tierras de los collas, y por aquellos años me enteré de que había una ópera basada en la novela Fuego en Casabindo, de Héctor Tizón que yo había leído hacía mucho tiempo.
Ahí me puse a investigar con el actor Guillermo Chávez, que ya había trabajado conmigo en dos de mis ficciones, Después del último tren y Crónica de un extraño, con él fuimos por dos cuestiones, la lucha por las tierras en el Norte argentino y en particular en Jujuy, y por otro lado el tema de la identidad, muchas veces negada para el pueblo de la Puna y la necesidad de hacer una puesta teatral protagonizada por él en relación con la novela y a la opera que llegó a montarse en el teatro Colón en 2004.
Pero luego Guillermo falleció y me dije, “la voy a hacer igual”, por eso la película es un poco un homenaje. Finalmente me contacté con el director de la Escuela Provincial de Teatro de Jujuy, Gerardo Albarracín, que fue el que se hizo cargo del papel.
—La novela de Tizón rescata la lucha heroica de los pueblos de la Puna por ese derecho a conservar sus tierras. ¿Creés que en la actualidad los habitantes de la región saben y tiene conciencia del carácter de sus ancestros?
—La lucha era contra los hacendados, y es cierto, o no a conocían o sabían muy poco. Y de alguna manera esto es un plus para nosotros, porque haber podido llevar esta historia de ellos para compartirla con ellos explica en gran parte la repercusión que tuvo la película allí. Pero además fue importante en los sectores más intelectuales, si se quiere, en donde también penetró la historia. Como ejemplo puedo mencionar a un joven profesor de filosofía, que me dijo que conocía lo que había pasado en las batallas entre coyas y terratenientes, incluso de la derrota que había sufrido la gente, pero que nunca había hecho la relación de que los expulsados de la tierra de ese momento se convirtieron en la clase obrera jujeña. Esto es extraordinario, porque cierra la historia, saca del pasado a la rebelión de los collas del siglo pasado y lo trae al presente.
—Es curioso que exista una ópera sobre la primera novela de Héctor Tizón y que prácticamente haya quedado en el olvido.
—Es cierto, por diferentes contactos llegué a Cecilia, hija de Virtú Maragno, el autor de la ópera. Ella me facilitó fotos y un video sobre el estreno en el Teatro Colón, de lo cual usé lo que pude porque estaba filmado en VHS. Pero bueno, para mí la ópera tiene algunas dificultades, sobre todo la adaptación, que traslada lo rural a un ambiente urbano.
—En la actualidad los límites del documental se desdibujaron casi por completo y tu película no solo recurre a los testimonios, sino que juega con la ópera y a la vez introduce lo teatral. ¿Cómo llegaste a esta idea en la puesta?
—Sí, primero empezamos con unos textos para que se leyeran en el escenario, después con Gerardo (Abarracín) nos entusiasmamos, así que incorporamos a Flavia Molina y también la música, es decir, se complejizó también con la idea de que después quede como una obra de teatro autónoma.
Pero la verdad es que yo había hecho algo parecido en Eduardo Pavlovsky. Resistir, Cholo (2018), donde había tres escenas teatrales, así que no me es un territorio desconocido.
—¿Cómo creés que va a ser tomada tu película, que trata sobre la lucha desigual de los habitantes de la Puna, por los espectadores del presente?
—En Buenos Aires no tengo idea, pero en el norte fue extraordinario, la propia gente del pueblo de Casabindo se movilizó muchos kilómetros para llegar a ver la película, que se proyectó en una escuela, y para mí, como documentalista, con la repercusión que tuvo en ese lugar yo ya estoy hecho.
Fuente: Télam S. E.
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