Hay que entender muy bien un texto para poder cambiar una o por una “e” en el lugar indicado

El escritor, licenciado en Letras y profesor universitario discurre sobre uno de los temas de la semana: el anuncio de la ministra de Educación de Buenos Aires alrededor del llamado “lenguaje inclusivo”

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 EFE/Carlos Cermele
EFE/Carlos Cermele

Llego a Cádiz a las diez de la noche. Cádiz, tan cerca del Puerto de Palos. Es lunes, tengo hambre y todo está cerrado. En la peatonal, solo encuentro una hamburguesería. Me siento a una mesa mientras escucho que unos pibes cantan en la cocina. Cuando viene una chica a atenderme, le pregunto si los pibes de la cocina son argentinos. No, me responde, son de aquí. Se va con mi pedido y yo me quedo pensando en lo extraño de la situación: esos pibes cantan con L-Gante.

Me gusta.

Al volver a Argentina, comienza la Feria del libro. Los puestos se llaman así mismos stands. Y eso, en cambio, no me gusta. No me gusta nada. No entiendo por qué teniendo una palabra tan linda y tan específica como puesto, la feria ha necesitado cambiarla por otra tan lejana como stand.

Ahora pasa lo de Soledad Acuña y sus increíbles prohibiciones lingüísticas.

No sé la edad de la ministra, pero Larreta seguro podría haberle contado que en las escuelas de los años sesenta y setenta del siglo pasado nos obligaban a utilizar el tu y el vosotros en nuestras clases de castellano. Nos costaba. No hablábamos así. También, el motivo se parecía bastante al que da ahora la ministra: la corrección de la lengua, casi un oxímoron. Huelga decir que el intento no prosperó, por suerte seguimos usando el vos y el ustedes.

Esta prohibición tampoco prosperará, ministra.

La lengua es política, es identidad y es imparable.

Sarmiento, en el siglo XIX, luchó contra los lingüistas de su época. Pretendía modificar la gramática. Escribía y enseñaba quitando la u luego de la q. También eliminaba la h. Por ejemplo: qiero un uevo duro. No logró triunfar, pero su intención era facilitar la alfabetización, sacar del idioma todo lo que para él era superfluo y dificultaba su comprensión.

El lenguaje inclusivo es tan político como el intento fallido de Sarmiento. Sus intenciones son otras, visibilizar el machismo de la lengua, plantear la necesidad de reflexionar sobre la cuestión.

No sé si la movida tendrá éxito o no. El tiempo lo dirá. Sospecho que algo va a quedar. Lo que no entiendo es su prohibición. Las censuras nunca tuvieron éxito, casi siempre provocaron lo contrario de aquello que querían esconder.

Aunque prefiera la palabra puesto a la palabra stand, jamás se me ocurriría prohibirla. Los pibes de Cádiz pueden cantar con L-Gante aunque no use el tu ni el vosotros y aunque no cuide demasiado la corrección gramatical en sus letras. La vida de la lengua es así. Siempre social, siempre política, siempre cambiante. La falta de comprensión de un texto no es un problema que provenga del lenguaje inclusivo, es más, se trata exactamente de lo contrario: hay que entender muy bien un texto para poder cambiar una o por una e en el lugar indicado.

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