He estado mucho pero mucho tiempo buscando una obra de teatro que verdaderamente me abrace. Y que desee abrazarla completamente. Nada me convencía. Hasta el día que conocí a Nerio Tello y me cuenta de su recorrido, que debo aclarar que tiene más de 40 libros publicados y todos ellos impecables. Así llego a Siesta, una obra que él mismo dirigió en 2012.
El autor me pasó el texto y cuando lo leo empiezo a descubrir que era lo que estaba buscando: una obra nuestra –argentina, me refiero-, sobre una mujer luchadora, y además, una narradora de edad mayor transmisora de saberes. Y detrás de los personajes y la historia, la defensa del monte, la reivindicación de los derechos de quienes habitan el territorio, la lucha de las mujeres y los hombres anónimos. Está presente el cuidado de la tierra y la lucha del campesinado en defensa del monte. Del monte no como una abstracción sino como un espacio concreto de supervivencia. En fin, temas comunes a nuestra Patria y por supuesto de la Patria Grande.
Además, es una historia de género, una mujer con un compañero amoroso, un varón contenedor, que además está basada en un hecho real pero mediada por una belleza poética y las fuertes metáforas propias de su autor, Nerio Tello.
Creo que la obra es muy importante para visibilizar y recordar la figura de su protagonista, Ely Juárez que luchó para detener la tala del monte y murió en ese intento. La muerte no tuvo que ver directamente con los hechos, pero se erigen en una potente metáfora de las consecuencias de una lucha desigual. La obra pone en escena la lucha del campesinado, y la lucha de la mujer en su universalismo. Porque en este caso, como en tantos otros dilemas eco ambientales, la preservación del territorio implica, básicamente, preservar la salud y la propia supervivencia.
En cuanto a la estética de la puesta en escena se me presentó la idea de que, si bien está basada en un hecho real, se trata de una obra de teatro, de un texto teatral, con una belleza y una poética que lleva los hechos de la tierra al cielo de las metáforas. Por eso pensé en una puesta casi onírica, con pocos elementos en el escenario, ambientada con cubos que siguiendo a la acción, transforman las escenas. Otra idea que surgió fue apelar a colores neutros, semejantes a la tierra. Quizás también haya una apelación a los juegos de la infancia al jugar donde la imaginación y la acción lúdica transforman los elementos y el espacio. Esto, más la luz y el sonido configuran, creo, una idea estética que surge entre la ensoñación y la dureza de las acciones a las que se ve sometida la protagonista.
En ese tiempo también intercambié algunas ideas con el autor. Hablamos sobre el texto, pero Nerio quería evitar todo comentario que influyera en la estética de la obra, que lo importante era tener otra mirada sobre el mismo texto. Además, estaba convencido de que la obra debía ser dirigida por una mujer, para indagar en aspectos que, a él como hombre, seguramente se le escapaban.
El proceso creativo se realizó de la siguiente manera: empezamos a trabajar en noviembre y diciembre del año pasado directamente en el escenario. Primero abordamos escena por escena, a partir de lo cual la actriz protagonista realizaba su propia propuesta de acción escénica y luego, trabajando sobre el texto dejábamos decantar cada escena hasta lograr la confluencia de texto y movimiento. Se trabajó mucho en darle corporeidad y carnadura a cada escena y eso implicó ir trabajando y comprendiendo cada subescena que íbamos abriendo.
La música es original y para ello, el músico se propuso asistir a algunos ensayos y luego trabajar en su estudio; así nos acercaba sus ideas y lo íbamos charlando. Otro tanto pasó con el diseñador de iluminación. En cuanto a la vestuarista, había realizado los bocetos un tiempo atrás, dado que la idea inicial era estrenar en 2020 y que hubo que posponer por las razones conocidas.
*Desde el 2 de junio, todos los jueves a las 21hs en Espacio Tole Tole (Pasteur 683, Caba). Entradas: $600 por Alternativa Teatral
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