El saxofonista Kamasi Washington es parte de una nueva generación de músicos que logró algo que parecía imposible, que el jazz volviera a sonar fresco e interesante para los jóvenes. Con una exigua pero monumental discografía solista y un sinnúmero de colaboraciones, el músico de Los Ángeles se presenta este jueves en el Complejo Art Media (avenida Corrientes 6271).
Entre las décadas del ‘50 y el ‘60, con la aparición del free jazz, el género alcanzó su máxima expansión. Músicos como Ornette Coleman, Sun Ra y Pharoah Sanders rompieron todas sus estructuras y lo liberaron de sus clásicas convenciones. A partir de ahí, tuvo que recurrir a la fusión con otras músicas e instrumentos para evolucionar, como el rock, el funk y la música electrónica.
Kamasi, con tan solo 41 años, si bien toma algunos elementos del góspel, el soul, el R&B y algún que otro beat de hip-hop, su principal afición es el jazz de la vieja escuela. Su mayor virtud es la de tomar los diferentes estilos –bebop, free, smooth jazz, el sonido único de Duke Ellington, Miles Davis y John Coltrane- y mezclarlos de una manera virtuosa y clásica, pero a la vez accesible y vigorizante. Su música es capaz de atrapar tanto al oyente de jazz de paladar negro como al que solo quiere pasar un buen rato.
En el siglo XXI, el jazz de vieja escuela quedó relegado a los clubes más pequeños, reductos que recrean la atmósfera de los ‘40 a los que asiste un puñado de aficionados. Ocasionalmente, aparece un intérprete o compositor, como Norah Jones, Diana Krall o Jamie Cullum, que triunfa mezclando elementos del jazz con un pop sofisticado. Lo que está logrando la camada de Washington, sin embargo, es recuperar el sonido clásico y traerlo al nuevo milenio. A diferencia de sus colegas, en él prima la improvisación y lo instrumental, pero al mismo tiempo acude a voces y coros para hacer la escucha más amena. En sus discos, se aferra ante todo a la tradición, aunque también experimenta con orquestaciones e instrumentos eléctricos, al mejor estilo de Weather Report, Herbie Hancock y el Miles Davis de Bitches Brew.
Nació en Los Ángeles el 18 de febrero de 1981 y tuvo formación musical desde chico, tanto en el secundario como en la universidad, donde estudió etnomusicología. Su padre era saxofonista profesional y lo introdujo en diferentes instrumentos, como el piano y la batería. Más allá de la innegable influencia de su progenitor, el hip-hop fue lo primero que lo atrajo. El jazz lo conquistó cuando descubrió que los beats que escuchaba en los discos de Dr. Dre y A Tribe Called Quest estaban hechos con las bases de batería de músicos como Art Blakey. A los 13 años, finalmente, eligió el saxofón y a los 19 ganó la competencia John Coltrane por su virtuosismo.
Tras terminar sus estudios académicos, formó, con los amigos que se hizo en la Multi School Jazz Band de Los Ángeles, un cuarteto llamado Jazz Young Giants, que completaban el pianista Cameron Graves y los hermanos Ronald Bruner Jr. en batería y Stephen “Thundercat” Bruner en bajo. El álbum que editaron en 2004 fue el puntapié inicial de la carrera de estos artistas versátiles que demostraron que el jazz no había quedado obsoleto sino que, por el contrario, tenía una escena fértil por descubrir.
Luego de la salida de ese LP, los cuatro se posicionaron como prestigiosos músicos de sesión. Kamasi grabó con artistas de todo tipo, músicos alternativos como Ryan Adams y St. Vincent, las cantantes Lauryn Hill y Chaka Khan, raperos como Nas, Snoop Dogg y Run The Jewels, el productor Flying Lotus y leyendas del jazz fusión como Hancock, Wayne Shorter y Stanley Clarke. En 2015, su nombre empezó a llamar la atención luego de su participación en To Pimp A Butterfly, el álbum consagratorio de Kendrick Lamar -considerado uno de los mejores álbumes de hip-hop de la década-, en el que estuvo a cargo de los arreglos de cuerdas y del saxo en la canción U.
Fue The Golden Age Of Apocalypse, el debut discográfico de su amigo, el bajista Thundercat en 2011, lo que lo impulsó a desarrollar una carrera en solitario. Hasta ese momento, pensaba que solo podría vivir de la música tocando para otros. La exposición que le dio trabajar con Lamar le permitió editar su primer álbum con un sello (Brainfeeder, propiedad de Flying Lotus), tras haber sacado una serie de discos de forma independiente y con poca circulación.
The Epic es una obra voluminosa de tres discos y casi tres horas de duración, muy ambiciosa para un primer trabajo, en el que desplegó todas sus dotes como compositor, arreglador, productor e intérprete. Para eso, reunió a sus viejos amigos, amplió la banda y sumó un ensamble de coro y cuerdas. El álbum contiene catorce composiciones originales, una versión de Cherokee de Ray Noble y una relectura de Claro de Luna de Claude Debussy. A pesar de su extensión, la crítica lo puso entre lo mejor de 2015 y llegó al tercer puesto del ranking de jazz de Billboard.
A partir de ahí, tras años de acompañar a otros, brilló con luz propia y se convirtió en el mayor exponente del jazz actual, junto con un selecto número de músicos que incluyen a Thundercat, Jon Batiste (reciente ganador del Grammy a Álbum del Año por We Are y del Oscar por la banda sonora de Soul de Pixar), el pianista Robert Glasper y el guitarrista Cory Wong.
En 2017 editó el EP Harmony Of Difference, una suite de seis canciones escritas especialmente para la bienal del Museo Whitney de Arte Estadounidense de Nueva York. A diferencia de su antecesor, se trata de un trabajo más compacto y ordenado, en el que el músico juega con la técnica del contrapunto desarrollando cinco melodías independientes que finalmente se entrecruzan en Truth, uno de los puntos más altos de su discografía y la elegida por los productores de Homeland para la escena final de la serie.
Al año siguiente sacó Heaven and Earth, un álbum doble en el que el primer volumen tiene un sonido más terrenal y tradicional, mientras que el segundo deja más espacio para la improvisación. Washington admitió que The Epic es el resultado de una banda tratando de ensamblarse, a pesar de que a muchos de sus compañeros los conoce desde su infancia. Su segunda placa, en cambio, fue concebida luego de años de tocar y girar intensamente, por lo que sus músicos suenan más ajustados y a Kamasi, en cuanto a la composición, se lo ve más como un orfebre que como un vanguardista, tallando cada una de las dieciséis pistas al detalle.
Para potenciar ese lanzamiento, realizó el corto As Told To G/D Thyself, que tras su estreno en el Festival de Cine de Sundance fue subido a Apple Music. Con Amazon lanzó otra película, Live At The Apollo Theater, el registro del concierto que dio en el mítico teatro de Harlem por los 85 años de su fundación.
El saxofonista cree que el jazz está saliendo de su aislamiento porque la gente puede escuchar música más fácilmente gracias a las plataformas de streaming. Él, sin embargo, procura que las ediciones en CD y vinilo de sus álbumes sean cuidadas. Heaven and Earth incluye un disco escondido al que solo se puede acceder cortando cuidadosamente una de las tapas interiores. Cuando se develó el misterio, subió el EP, titulado The Choice, a todos los canales virtuales.
En 2020 estuvo a cargo de la banda sonora de Becoming, el documental de Netflix sobre la ex Primera Dama Michelle Obama basado en sus memorias, que fue nominada al Emmy y al Grammy. Por primera vez, Kamasi desarrolló un jazz incidental despojado, más cerca de Bill Evans que de Art Blakey y los Jazz Messengers, sin perder su sello personal.
Ese mismo año formó un súpergrupo con Robert Glasper, el saxofonista y cantante Terrace Martin y el DJ y rapero 9th Wonder –todos colaboradores de Kendrick Lamar y músicos con carreras solistas muy desarrolladas- y grabó Dinner Party, un álbum que, con su mezcla de hip-hop y R&B, resume a la perfección cómo suena el jazz del siglo XXI.
Washington tiene el don de saber cómo insertar al pop dentro del torrente instrumental del jazz, donde cada músico saca a relucir su talento, o, si se quiere, de transformar esos pasajes de improvisación en melodías pop. Así, The Rhythm Changes de The Epic podría ser un hit R&B si no tuviera una extensión de casi ocho minutos. Siguiendo el espíritu de las grandes figuras del bebop, como Charlie Parker y Dizzy Gillespie, cada vez que toma una composición ajena la convierte en una experiencia única, a kilómetros de distancia de la versión original. En sus manos, la balada edulcorada de Gerry Goffin y Carole King Will You Love Me Tomorrow (popularizada por The Shirelles) es una pieza de smooth jazz de casi diez minutos, mientras que My Friend Of Misery de Metallica es un viaje cósmico a través del caos, digno de la orquesta de Sun Ra. Los popes del thrash metal lo invitaron a participar de The Metallica Blacklist, un tributo a su célebre Álbum Negro que el año pasado cumplió 30 años, y la contribución del saxofonista fue de las más sobresalientes.
El regreso de Kamasi Washington a la Argentina tiene aires de revancha. En 2019, salió al escenario principal de Lollapalooza a las cuatro de la tarde e hizo un set de cuarenta y cinco minutos, que le alcanzó apenas para tocar cuatro de sus canciones. “Volveré”, advirtió al cerrar su set con Fists of Fury, el homenaje a Bruce Lee con el que abre Heaven and Earth. El público, que estaba ahí para ver a artistas pop como Rosalía, Post Malone y Twenty One Pilots, no paró de bailar. Su presentación demostró que el jazz puede ser parte de los grandes festivales sin desentonar. “Lo tomamos como un momento para llevar la música a un lugar al que no siempre llega y para disipar esa idea de que el jazz solo puede existir para un cierto grupo de personas”, dijo a Jazz Times.
Tres años más tarde, vuelve a presentarse en suelo porteño como número central con dos temas nuevos bajo el brazo: Sun Kissed Child, que fue su forma de manifestarse en la causa Black Lives Matter incluida en un EP colaborativo titulado Liberated/Music For The Movement Vol. 3, y The Garden Path, hasta el momento su único lanzamiento de 2022.
¿Cómo explicar su éxito en el contexto actual, en el que reinan los beats electrónicos y los estribillos pop fabricados en masa por ejércitos de productores? En la entrevista mencionada, el músico esbozó su propia hipótesis: “Creo que la gente está siendo más responsable con la música que escucha porque la información es más accesible. La mayoría ahora es más abierta”. Y agregó: “Mi música en sí misma es muy variada. Hay muchos géneros diferentes entrecruzados en lo que estamos haciendo y pienso simplemente que encaja con lo que buscan las personas en este momento, que son curiosas y quieren música distinta, de diferentes lugares y estilos”.
“La característica más distintiva del jazz es que todos en el escenario contribuyen todo el tiempo. Hay melodías, hay canciones, hay cambios de acordes y todo ese tipo de cosas, pero el nivel de interpretación que se obtiene es lo que realmente me atrajo. ¡Esta música es libre! Y creo que a veces la gente se siente intimidada porque es un lenguaje muy amplio y hay muchas cosas ahí. La canción es un mapa holgado, como escrito en una servilleta, donde realmente dependés de vos mismo para crear el camino dentro de estos sonidos”, reflexionó en una charla con el periodista Steffan Chirazi.
Esta definición, que hace sesenta años era una obviedad, en boca de un artista como Kamasi Washington adquiere otra dimensión. En un mundo donde puede crearse un hit en una habitación con apenas una computadora y un micrófono, que todavía haya músicos interesados en sumergirse en los aspectos más complejos del jazz, renovarlo y sacarlo de su pequeño circuito para llevarlo al público masivo es algo para celebrar. El jazz goza de buena salud y de la mano de virtuosos como este gran saxofonista de Los Ángeles, está recuperando el terreno perdido.
*Kamasi Washington se presenta este jueves 2 de junio en C Complejo Art Media, avenida Corrientes 6271. Entradas a la venta.
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