En 2003, el escritor Michael Peterson fue llevado a la justicia acusado por el fallecimiento de su esposa Kathleen Peterson, encontrada al pie de una escalera bañada en sangre y heridas que podrían corresponder a los efectos de una caída o a los de un asesinato. Michael Peterson era un respetado miembro de la comunidad de Durham, Carolina del Norte, no sólo por su exitosa carrera como novelista, sino también por su involucramiento en las cuestiones de la sociedad y, en particular, su denuncia de que el departamento de Justicia local cerraba los ojos ante cierta criminalidad. Sin embargo, el cuerpo estaba allí, y daría lugar a una serie de revelaciones que conmocionarían no sólo a la pacífica Durham, sino a la familia Peterson por entero.
Hasta acá, los hechos que dan lugar a la miniserie de HBO+ protagonizada por Colin Firth (como Michael Peterson), Toni Colette (como Kathleen), Michael Stuhlbarg como el abogado de Michael (conocido por su papel en Llámame por tu nombre), el hijo Todd Peterson (Patrick Schwarzenegger, hijo de Arnold) y, oh sorpresa, Juliette Binoche, en un papel que cobrará vigor al avanzar la narrativa de la miniserie, que consta de 6 capítulos.
Se debe hacer una aclaración: en 2003, un poco antes de que el juicio comience, un grupo de documentalistas franceses decidió filmar los avatares de un caso que parecía fascinante. Todo un grupo de hombres y mujeres de acento francés y cámaras y micrófonos por todos lados se instalaron en la mansión Peterson para seguir a sol y sombra a los protagonistas del caso. Se trata de un documental excelente que se encuentra alojado en la plataforma Netflix y que se puede ver ahí mismo bajo el título La escalera. Aunque ver la ficción y el documental al mismo tiempo no sea lo más recomendable para la salud mental, si el caso llega a fascinar al espectador, probablemente deba darse el gusto de ver las dos versiones (¿dos?) de un mismo interrogantes. ¿La mató o fue un accidente?
Es en este punto cuando comienzan a abrirse las cajas chinas de la representación (permítasenos este apartado, luego continuaremos con la reseña de la miniserie de HBO+ o, si se desea, avance el lector hacia los próximos párrafos). El documental (dirigido ejemplarmente por Jean-Xavier de Lestrade), por definición, tiene la pretensión de ser el registro más cercano a la realidad: la cámara filma lo que ocurre, lo que se ve es lo real. ¿Pero esto es así? El punto de vista de la cámara, el plano que se elige y lo que muestra y lo que no, la edición de las imágenes y el sonido, ¿no hacen al documental mismo no una narrativa que no es objetiva, claro, pero sí una toma de posición sobre los acontecimientos que registra? Ahora, en la miniserie ficcional se dramatiza la realización del documental, que pasa a adquirir un carácter de ficción: el documental dentro de la ficción pero que no muestra la producción documental sino sus procedimientos. Se trata de un planteo muy interesante. Ya hubo películas sobre falsos documentales, lo interesante es que la ficción La escalera incorpora al verdadero documental La escalera al rango de “ficción basada en hechos reales”. Se trata de un orgasmo del sentido sobre todo cuando se revela el rol de Juliette Binoche en todo este asunto, señoras y señores.
Decíamos: el caso es revelador. Luego del levantamiento del cadáver de Kathleen, la policía de Durham (un poquito enojada con Michael Peterson debido a las observaciones del escritor sobre su trabajo un tanto deficiente) realiza un allanamiento de la morada como si allí hubiera vivido un asesino serial, por lo menos. Algo encuentran. No relacionado directamente con la muerte de Kathleen, quizás, pero algo encuentran: archivos pornográficos gay en la computadora del escritor.
Había sido un secreto que sólo sus eventuales amantes conocían, aunque Michael Peterson señalaba que ese costado erótico de su vida era también conocido por su esposa Kathleen. Los hijos se dividen: unas van a vivir con una tía hiper religiosa (con lo que implica ser hiper religioso en Carolina del Norte) que, además, odiaba de antes a Michael; los otros tres (o cuatro, cuando de vez en cuando aparece el cuarto porque su prontuario no es conveniente a la imagen de su padre acusado) se quedan con su padre, abandonadas sus propias vidas por el caso que podría condenar a su papá.
¿Qué dice la defensa? Michael y Kathleen eran la pareja perfecta, charlaban junto a la pileta a la luz de la luna y tomando vino. Kathleen ingresó a la casa, subió la escalera, tropezó, golpeó su cabeza, la volvió a golpear al intentar incorporarse, su marido se acercó, intentó ayudarla en la agonía, llamó al 911.
¿Qué dice la fiscalía? Estaban en la pileta, tomando muy poco vino, Kathleen entró, subió al escritorio, la computadora de su marido estaba encendida, abrió una carpeta, hombres teniendo sexo, mostrando sus erecciones, ofreciendo sus servicios de escort. Bajó. Increpó a Michael que en un ataque de ira la golpeó cuando intentaba escapar por la escalera, tomó un atizador de la chimenea, golpeó y golpeó, llamó al 911.
Empieza entonces el film del subgénero de juicio en la corte, con testigos, peritos y la mar en coche.
Flashforward: Sophie Brunet (Binoche) acompaña a un Michael Peterson mayor, libre, a un supermercado donde lo reconocen. Sophie es la pareja de Michael. Flashback del flashforward: no, no, no, por favor, vean el segundo capítulo de la miniserie.
La miniserie tiene la virtud de ficcionalizar, además, las diferentes hipótesis que fueron impulsadas tanto por los defensores de Michael como por la fiscalía (que intenta hacer de la cuestión gay un móvil del crimen, a la vez que un elemento que mostraría la inmoralidad del acusado). Por supuesto, la miniserie también funciona al nivel de las producciones fílmicas sobre juicios, testigos y testimonios a favor y en contra.
Una vez más, vistos en tándem con el documental (que es más largo por el minucioso registro de los acontecimientos a lo largo de muchos años) y la miniserie ficcional funcionan para una reflexión sobre las representaciones de la realidad y la ficción y el documental dentro de la ficción. El gran Francois Truffaut realizó La noche americana en el que la trama de la filmación de una película incluye a la película misma dentro de esa ficción. Es muy posible que esta vuelta de tuerca le hubiera gustado.
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