(Desde Mar del Plata) Entrada la tarde del viernes, la mítica Villa Victoria –hoy, el Centro Cultural Victoria Ocampo– fue el escenario central del Festival. La que fuera residencia de verano de Ocampo y visitada por los escritores del Grupo Sur, la crema literaria argentina de la primera mitad del siglo XX, fue colmada por el público, que pobló los jardines sin amedrentarse por el frío para acompañar un recorrido lector que estaba conducido por el eje de la nostalgia. A través de una suerte de postas, y guiados por la música de dos jóvenes violinistas pertenecientes al Programa Social Orquesta Municipal Infanto Juvenil del partido de General Pueyrredón, los visitantes caminaban hasta detenerse frente a cada lector.
El primer punto de pausa en el recorrido fue ante la poeta y escritora Larisa Cumin, residente de Mar del Plata, que leyó un poema y un capítulo de su primera novela, próxima a salir por Rosa Iceberg este 2022. En su relato, el foco estuvo puesto en la madre, la primera infancia y los souvenires como metáfora del recuerdo, la melancolía y la nostalgia.
Tras ser guiados por las notas del violín con muy buena ejecución de “Libertango”, de Astor Piazzolla, otro emblemático marplatense, llegaron hasta las puertas del mirador y casa del casero, la siguiente estación de este viaje imaginario, que tuvo como protagonista a Martín Zariello, otro nativo de la ciudad, que condujo la melancolía por un texto en el que no faltaron las pinceladas de humor y de fútbol, y que despertó carcajadas entre los oyentes.
Continuando con el recorrido y la música, el siguiente turno fue para el abogado y escritor Jorge Chiesa, platense residente en Mar del Plata, que, tras citas de autores que mencionaban la nostalgia, se sumergió en un relato sobre la figura de su padre. Finalmente, la música condujo a los caminantes hacia una de las entradas de la casa, donde esperaba el poeta Mariano Blatt, quien, con la frescura que lo caracteriza, enhebró el camino escritor con el fracaso en un relato poético que el público recibió con mucho gusto.
Tras un receso en el que se podía disfrutar de los jardines, tomar un café en la casa de huéspedes de la Villa, sacar fotos o comprar libros en el puesto ambulante de la librería El gran pez, se inició el primer panel de la tarde. ¿El tema? La felicidad.
El panel De la felicidad no se habla, presentado por Amalia Sanz, quien nuevamente agradeció la masiva concurrencia, estuvo a cargo de Guillermo Martínez y Tamara Tenenbaum y fue moderado por el periodista cultural residente en Mar del Plata Federico Bruno.
En este conversatorio se exploró sobre si los personajes son felices en la literatura, qué libros los hacen (o hicieron) felices, a qué está sujeta y si la tranquilidad y la seguridad son ingredientes para la felicidad. Para cerrar, se comentó sobre las dos producciones audiovisuales de los que sus obras literarias son parte, la intervención autoral en ellas y la conexión entre ambos lenguajes.
Otro breve receso lo separó del siguiente panel, El mar como paisaje, que tuvo como participantes a los escritores Gloria Peirano, Matías Capelli y Rodrigo Montenegro, moderado por la comunicadora social platense residente en Mar del Plata Triana Kossmann.
En esta charla se intentó desentrañar el concepto de paisaje en contraposición con el de escenario, a partir de los libros de Miramar, de Peirano, El mar interior, de Capelli y Variaciones sobre el mar argentino, de Montenegro. En un clima ameno se habló de la autoría, de los roles en la escritura, y cerraron los autores con la lectura de un fragmento de esas piezas.
Villa Victoria y el FILBA brindaron calor literario a una noche fría de otoño. Y más que eso, a un público que se acercó a disfrutar de literatura e ideas en un lugar emblemático de la historia cultural argentina.
SEGUIR LEYENDO