Si se mira bien, parece que todo el lío comenzó con la Torre de Babel. Recordemos. Dice la Biblia (ese relato de relatos) que venían los sobrevivientes del Diluvio todos muy entusiasmados por ser los únicos habitantes de la tierra después de cuarenta años de lluvias, que pasaron dentro de un Arca llena de animalitos. Para celebrar su nueva supremacía, ellos (todos descendientes de Noé y su familia –nótese que el melodramático texto bíblico abunda en incestos sugeridos y similares–) decidieron construir una torre tan alta que los convirtiera, en caso de mandar Dios un nuevo diluvio, inmunes a su castigo. Vio Dios esto, le pareció injusto el desafío y mandó a dispersar a los rebeldes, quitándoles la lengua única que los unía y sumiéndolos en la confusión de los idiomas. Bueno, así comenzó todo. O tal vez, también según la Biblia, en ese versículo que dice: “En el principio fue el Verbo” porque, como todos sabemos, la cuestión del lenguaje (el verbo) y la representación de la “cosa” es el origen de todos los devaneos de pobre ser humano.
Todo esto viene a cuento del estreno de La traducción, la nueva obra escrita y dirigida por Matías Feldman, que se propone introducir una serie de indagaciones sobre la posibilidad o no de la representación (de la traducción, de la interpretación) mediante una dramaturgia hilarante, una puesta en escena compleja y efectiva y actuaciones muy potentes. Un combo babeliano, si se puede decir así.
La narrativa de la obra se centra en las hermanas Meier, herederas de una familia burguesa alemana que, en plenos años sesenta y deslumbradas por las guerrillas latinoamericanas y la figura del Che Guevara, deciden formar una organización revolucionaria de inspiración guevarista y pasan a la clandestinidad. Pero, ¿cómo se traslada (traduce) una experiencia guerrillera en el monte en una nación subdesarrollada a una nación capitalista central como Alemania y a un contexto industrial y urbano? Están dadas las condiciones para el desarrollo de una buenísima comedia de enredos (por ejemplo: si el Che toma mate, el mate es un símbolo de lucha; ergo, la solidaridad con los movimientos latinoamericanos también implica levantar la bandera del mate, que pasa a representar a Latinoamérica –un momento, de tantos, desternillantes de la obra–).
Ahora, la efectividad como comedia es una de las características notabilísimas de La traducción pero los distintos sustratos de significación que posee la convierten en una obra atrapante que permiten al espectador ser parte de una experiencia también reflexiva sobre el lenguaje atravesado por Walter Benjamin y Ludwig Wittgenstein, si se quiere. La obra requiere, además, tensión actoral muy interesante, ya que muchos textos se dicen en alemán –convenientemente traducidos escénicamente al español y con la destreza del elenco, que los pronuncia fonéticamente y los actúa–.
—Siempre me pareció que era un problema que atraviesa al teatro en sí mismo –dice a Infobae Cultura Matías Feldman, director de la obra (que es la octava puesta de su proyecto “Pruebas”)–. La traducción me parece algo sumamente interesante y sobre todo en un arte que tiene un problema con eso, porque en el teatro no existe el original. Es una paradoja muy motorizante porque en el teatro no hay original porque el texto no es la obra: el teatro es efímero, no se vuelve objeto y solamente es cuando está presente para cada uno de los espectadores y en cada una de las funciones, por lo cual no queda clara la traducción, que en teoría es pasar de un idioma a otro. Y en este pasaje sólo pueden quedar, como diría Benjamin, los ecos del original. Entonces la pregunta se dispara a no necesariamente traducir una lengua, sino a qué pasa si quiero traducir gestos, sentimientos o un tipo de lenguaje teatral. Si lo miramos muy de cerca, casi que la traducción es un imposible, siempre hay una reescritura sobre el original. El traductor en realidad es un nuevo creador de una nueva obra.
—Esa discusión de tintes filosóficos usted la traduce muy bien a la puesta escénica con las chicas alemanas, en las que resuena el grupo Baader-Meinhof, y su épica guerrillera latinoamericanista.
—Hay rebotes con ese grupo, claro. La idea es narrar a un grupo de jóvenes burguesas alemanas que traducen a su existencia, a su devenir, lo que fueron las luchas latinoamericanas. Ahí está el mate, que cuando piensan en Cuba piensan en el mate y así. Siempre se dijo que América miró a Europa, y más la Argentina y sobre todo Buenos Aires, miraban a la Argentina, pero también hubo un momento en el que Europa miró a América Latina y esa es la idea de la obra, que la cuestión de la traducción no vaya sólo en un sentido, sino que se dispare hacia todos lados.
El elenco está compuesto por Maitina De Marco, Valeria Correa, Juan Isola, Vanesa Maja, Juliana Muras, Laura Paredes, Paula Pichersky y Luciano Suardi y cuenta con la participación de tres miembros de Piel de Lava: Valeria Correa en escena y la participación fulgurante de Elisa Carricajo y Pilar Gamboa mediante el video. Se debe destacar que en una obra que utiliza una serie de herramientas teatrales complejas (video, cabinas de traducción, escaleras) la armonía actoral permite armar una pieza amable y seductora para el público.
*”La Traducción” se presenta de jueves a domingo a las 20 horas en la sala María Guerrero del Teatro Cervantes hasta el domingo 3 de julio. Las entradas tienen un costo de 600 pesos y se obtienen en boletería del teatro o digitalmente a través de Alternativa Teatral.
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