Los fantasmas literarios de Ian Curtis, un ícono dark que vivió rápido y murió joven

Se cumplen 42 años de la drástica decisión que tomó el cantante de Joy Division. Este es un repaso por las influencias de su fuerte personalidad artística, camuflada bajo la fragilidad e inestabilidad física y emocional que lo atormentaron en su corta existencia

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Ian Curtis, en un icónico
Ian Curtis, en un icónico retrato

Estamos en 1979. Ian Curtis, cantante de los ascendentes Joy Division, se acerca a William Burroughs, escritor e ícono de la vieja generación beat. Es 16 de octubre y ambos son parte de la programación nocturna de Plan K, un centro cultural importante de la ciudad de Bruselas. Muchos dirán que el encuentro resultó un éxito y otros, en cambio, que se vio truncado por el mal humor del escritor norteamericano al ser abordado por un chico inglés cuyo acento del norte de Inglaterra es demasiado fuerte. No importa mucho ese detalle ni el desenlace; lo que sí es destacable es el crossover entre uno de los escritores más influyentes por aquellos años y un artista incipiente cuya visión rupturista cambiará la música de forma radical.

La simbiosis entre diferentes manifestaciones artísticas ha producido innumerables obras dignas de mención. En particular, cuando la literatura se funde con la música, ambos mundos se nutren de los recursos estilísticos del otro. Por ejemplo, ¿hubiera sido posible la obra de Kerouac sin la pulsión de los tempos acelerados del be bop y el jazz más frenético? “Killing an arab”, de The Cure, no existiría de no ser por la lectura que hizo Robert Smith de El extranjero, de Camus, como tampoco “El último vaso de vino”, de Flema, canción inspirada en un poema de Charles Bukowski. Los ejemplos son muchos, como lo es el octavo disco de David Bowie, Diamond Dogs, en donde el artista menciona como referencia obligada a George Orwell, a través de las canciones 1984 y “Big Brother”.

Justamente David Bowie fue una de las principales influencias musicales de Ian Curtis, un joven de familia trabajadora de Macclesfield, pequeña ciudad a poco más de treinta kilómetros de la gran Manchester. Ávido lector, entre sus libros preferidos (lista publicada después de muerto por su esposa, Deborah) figuran Un mundo feliz, de Aldous Huxley; La naranja mecánica, de Anthony Burgess; El idiota, de Fédor Dostoievsky; Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud; y claro, El almuerzo desnudo, de William Burroughs.

Los integrantes de Joy Division:
Los integrantes de Joy Division: Peter Hook, Ian Curtis, Stephen Morris y Bernard Sumner (Paul Slattery / Retna Pictures)

Literatura pura frente al abismo

Su gusto por la literatura jugó un papel fundamental en su formación. Cautivado por las diferentes formas y usos de las palabras que la poesía y la prosa le revelaban, Curtis tomó la literatura como una herramienta que interpelaba no solo la brutalidad del mundo, si no también su condición de working class. Todo ese bagaje intelectual, sumado a su visión oscura, mórbida y nihilista (aunque elegante), produjeron una lírica abrasiva, agria y cargada de nostalgia, además de un sentido significativo de vanguardia. Ian Curtis, como letrista, es considerado uno de los mejores del rock.

Su mayor logro fue captar la angustia que subyacía en la sociedad de aquellos años, una sociedad agitada y convulsionada por la crisis y la recesión producidas por las medidas económicas y sociales nada simpáticas del gobierno de Margareth Thatcher. El periodista y crítico musical Jon Savage escribió que sus letras “oscilaban entre la total desesperanza y la posibilidad de una conexión humana”. Gracias a una mirada profunda y cargada de simbolismos resultado de sus lecturas, Ian Curtis retrató la vida gris, postindustrial y llena de privaciones de la clase trabajadora de todo el país.

En el ensayo titulado “No más placeres: Joy Division”, del libro Los fantasmas de mi vida, el ya fallecido filósofo Mark Fisher dice que “la melancolía era la forma artística de Curtis”.

Las cenizas de Ian Curtis
Las cenizas de Ian Curtis están depositadas en el cementerio de Macclesfield (condado de Cheshire), al norte de Inglaterra

De nazis y esclavas sexuales

La referencia literaria más evidente de la banda proviene de The House of Dolls, la novela más conocida del escritor Yehiel De-Nur, un sobreviviente polaco del campo de concentración de Auschwitz. Firmada con el seudónimo de Ka-Tzetnik 135633, el código que tenía el autor como prisionero de los nazis, la obra describe la Joy Division, es decir, la División de la Alegría, un grupo de mujeres judías utilizadas por los oficiales a cargo del campo de concentración como esclavas sexuales. La banda, anteriormente llamada con el sugestivo nombre de Warsaw (Varsovia), también hace mención a la obra de De-Nur en una línea de su canción “No love lost”.

En la mano de uno de los asistentes vio el mismo instrumento

Que le habían metido esa mañana profundamente en el cuerpo

Ella se estremeció instintivamente

No hay vida en absoluto en la casa de muñecas

Como dato curioso relacionado al nombre, algunos años después, la banda argentina Sumo bautizaría “Divided by Joy a una de sus primeras creaciones, luego incluida en su primer disco, Divididos por la felicidad, en un más que claro doble homenaje.

Luca Prodan, quien vivió en
Luca Prodan, quien vivió en Inglaterra a fines de los 70 y principios de los 80, fue cautivado por la música de Joy Division y los homenajeó en el primer disco de Sumo, "Divividos por la felicidad"

Almas rusas

Ian Curtis también miró hacia el gigante del este en plena Guerra Fría, y no fue solo que encontró en Dostoievsky un singular modo de ver las cosas. Se sumergió en las lúgubres páginas de Almas muertas, del novelista y dramaturgo Nikolai Gógol. A través de la historia de un caballero que compra almas de esclavos muertos para ascender en las escalas de la sociedad, el autor ruso denuncia la crisis social y decadente del país hacia principios del siglo diecinueve.

Curtis encontró en esta novela una coincidencia con lo que percibía acerca de su entorno, y además fue una forma de poder entender el espíritu de una sociedad depresiva y deshumanizada que no mostraba un horizonte claro para los jóvenes de la década del setenta. “Dead Souls es la canción en cuestión, y fue una de las maquetas que la banda grabó para su primer disco, Unknown Pleasures, una de las piedras basales del post punk.

Donde las figuras del pasado se destacan

Y voces burlonas suenan en los pasillos

Casa imperialista de oración

Conquistadores que tomaron su parte

Que me siguen llamando

Me siguen llamando

Nikolai Gogol. Su novela "Almas
Nikolai Gogol. Su novela "Almas muertas" inspiró "Dead Souls", canción del primer disco de Joy Division que toma el título de esta obra

La tecnología también es una amenaza

En la canción “Colony”, del segundo y último disco de su banda, el asfixiante Closer, Ian Curtis no puede escapar a la influencia de otro autor importante de la Europa oriental. En la colonia penitenciaria es un cuento de Franz Kafka en el que a los presos de una cárcel se les esculpe en la piel la sentencia de condena. La tarea la lleva a cabo con un dispositivo infernal, una máquina diseñada para ese fin.

En su letra, Curtis habla de un hogar quebrado, de la soledad más absoluta de un encierro y de la locura. El mensaje desolador se acrecienta gracias al ritmo machacante de sus compañeros de banda.

La mirada de un padre preocupado, un beso, un último adiós

Le entrega el bolso que empacó, las lágrimas que trata de ocultar

Un viento cruel que sopla hacia nuestra locura

Y lo deja parado frío aquí en esta colonia

Franz Kafka. Ian Curtis se
Franz Kafka. Ian Curtis se basó en uno de sus cuentos más resonantes, "En la colonia penitenciaria", para escribir la letra de "Colony"

Una zona distópica

The Naked Lunch y The Wild Boys no fueron las únicas lecturas de William Burroughs a las que Ian Curtis accedió. En el libro de cuentos cortos Interzone, el escritor beat describe la interzona, un mundo acelerado, global y tecnológico (una especie de proto cyberpunk), en el que su protagonista, un adicto, viaja buscando con qué drogarse.

Rabiosa sería la mejor palabra para describir “Interzone”, incluida en el álbum ya citado Unknown Pleasures. Con un sonido de guitarras bien punk y un bajo que parece remarcar los latidos del corazón de un robot desvencijado, la canción habla de luces de neón y calles oscuras, mientras alguien con los sentidos alterados realiza un viaje extenso más allá de los límites de la ciudad.

Caminé a través de los límites de la ciudad (...)

Atraído por alguna fuerza interna (...)

A la vuelta de una esquina donde yacía un profeta (...)

Una cerca de alambre donde juegan los niños (...)

Y yo estaba buscando a un amigo mío (...)

Sí, buscando a algunos amigos míos

Los autos chirriaron, escucha el sonido en el polvo…

William Burroughs
William Burroughs

El lado oscuro de la psique

James Graham Ballard fue un escritor inglés de ensayos y ciencia ficción. La relación del hombre con la tecnología y el medio ambiente, y la alienación total que resulta de esos cruces, son tópicos recurrentes de su obra. Se destacan sus novelas Crash (de la que David Cronenberg hizo una adaptación cinematográfica en 1996), Noches de cocaína, Rascacielos y La isla de cemento, aunque fueron las micronovelas que componen La exhibición de atrocidades las que impactaron profundamente al joven cantante, sobre todo por el despliegue de violencia y tecnificación del mundo moderno.

“Atrocity Exhibition” es la canción que abre el disco Closer. Su ritmo inicial agobia, es inquietante. Todo suena más a un experimento sonoro que a una canción y en su conjunto es el marco perfecto para imaginar la desolación helada y en penumbras de una clínica psiquiátrica. Porque no solo en el afuera habitan los horrores.

Asilos con las puertas abiertas de par en par

Donde la gente había pagado para ver el interior

Para entretenerse ven su cuerpo torcer (...)

Este es el camino, entra

JG Ballard en sus últimos
JG Ballard en sus últimos años, en su casa de Shepperton. El imaginario sci-fi del autor de "La exhibición de atrocidades" influyó fuertemente en Ian Curtis (John Lawrence/Shutterstock)

Otras influencias

Todos los mencionados anteriormente son escritores cuyo influjo es más notable en la vida y obra de Ian Curtis. De un modo u otro, cada uno de ellos construyó historias en torno a la aislación y enajenación inherentes a la modernidad, a los efectos físicos de la industrialización, al impacto que nuestros cuerpos sufren con los vaivenes de la tecnología y al advenimiento de esta como la nueva y exclusiva gran verdad. La poética de Curtis está cargada de resignación y melancolía con respecto a ese bagaje emocional.

Pero también hubo otros autores a los que el cantante de Joy Division mencionó en algunas entrevistas como influencias directas. T. S. Eliot, Antonin Artaud, Jean Paul Sartre, Hermann Hesse y la antología A Century of Thrillers: from Poe to Arten. También se puede rastrear en su pluma cierta presencia del Decadentismo, aquel movimiento cultural francés de fines del siglo diecinueve que se abría hacia temas poco tratados hasta ese momento. Lo feo, la muerte, lo grotesco y lo monstruoso eran asuntos altamente exaltados por escritores como Rimbaud y Baudelaire. Una vez más, esas lecturas que volvían a lo gótico, junto a la explosión del punk y de la desesperanza como bandera, forjaron la mirada ácida del joven Curtis.

Un final

1980. Siete meses después de aquel encuentro con Burroughs en Bruselas, Ian Curtis está de vuelta en la apacible y monótona Macclesfield. Los constantes ataques de epilepsia que sufre lo van alejando de los escenarios. Lo mismo sucede con la relación extramatrimonial que mantiene con la periodista belga Annik Honoré; esto, cada vez más, alarga definitivamente la distancia que lo separa de su esposa e hija. En todo sentido, se siente en un espiral del que no puede asomar. Y en los libros que lo rodean ya no hay respuestas.

El 18 de mayo, Curtis, de noche y solo, después de escuchar The Idiot de Iggy Pop y ver una película de Herzog, entiende que en la cuerda del ténder de la cocina está el único camino que lo liberará de todas las tribulaciones.

Ian Kevin Curtis terminó como el personaje de cualquiera de las novelas que lo marcaron, es decir, poniéndole el cuerpo al dolor que despierta lo irremediable. Volviendo nuevamente a Mark Fisher, Joy Division representó la muerte del optimismo y de la juventud, un réquiem para una cultura joven y condenada.

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