Rosencrantz y Guildenstern han muerto, bien, pero no como Shakespeare lo imaginó. Ningún príncipe noruego llega para apoderarse del trono danés. Y ser o no ser no es la cuestión.
Así va la última adaptación operística de la obra más famosa en lengua inglesa. Hamlet, con música de Brett Dean y libreto de Matthew Jocelyn, se estrenó en la Ópera Metropolitana este viernes y es la última producción nueva de la temporada de regreso de la compañía tras los cierres por la pandemia.
Esto es Hamlet como nunca lo hemos escuchado, con una partitura orquestal que incluye un acordeón, papel de aluminio, botellas de plástico, papel de lija y golpes de piedras.
Y la versión de Jocelyn de la obra por momentos suena como si hubiera tomado los varios textos que sobreviven y los hubiera pasado por una batidora, incluso quitando diálogos a un personaje y dándoselos a otro. Bastaría para darles un ataque a los puristas de Shakespeare.
Sin embargo, parafraseando un diálogo de la obra, hay método en su locura.
“Le dije a Brett desde el principio que Hamlet como tal no existe”, dijo Jocelyn en una entrevista. “Hubo tres versiones publicadas en vida (de Shakespeare) y cada producción siempre ha sido una fusión. Sentí que si volvíamos a las fuentes originales tendríamos la materia prima para hacer nuestra propia compilación, pero de una manera más radical”.
El tenor Allan Clayton, quien interpretó el papel principal en el estreno de la obra en 2017 en el Festival de Glyndebourne de Inglaterra y lo repite en la Met, dijo que “lo que Matthew ha hecho muy inteligentemente es cambiar algunas de las expectativas”.
“Porque lo bueno de hacer Hamlet es que la gente puede decir, ‘Oh, iré a verlo’”, dijo Clayton. “Tienen una manera de hacerlo, a diferencia de cualquier otra ópera contemporánea que podría parecer menos accesible. Él toma esa expectativa y no la destruye por completo, pero le mete algunas cosas inesperadas”.
Por ejemplo, dijo Clayton: “Mi primera línea es ‘... O no ser’, y la audiencia piensa: ‘Oh, espera, eso no viene hasta mucho después’”.
Y cuando Hamlet finalmente ofrece ese soliloquio, no es la versión que todos recuerdan sino una basada en el primer texto publicado de la obra, el disputado Primer Quarto.
Entonces, en lugar de comenzar: “Ser o no ser, esa es la cuestión”, tenemos “...o no ser. Ser... sí, ese es el punto”. Y luego, en lugar de “Morir, dormir: dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo”, escuchamos “Morir, dormir, ¿eso es todo? Sí, todo. ¡No! Para soñar, sí, ahí va”.
Además de reorganizar y reasignar partes del texto, Jocelyn tuvo que hacer recortes drásticos para conseguir representar una obra de casi seis horas en una ópera de menos de tres.
“La decisión fue convertirla en una historia familiar”, dijo Jocelyn. Así que él y Dean desecharon el personaje de Fortinbras, el príncipe noruego que reclama el trono al final de la obra. También dejaron fuera una trama secundaria en la que los cortesanos aduladores Rosencrantz y Guildenstern acompañan a Hamlet a Inglaterra y los asesinan en el camino. En cambio, sobreviven hasta la escena final, cuando Hamlet los apuñala con una espada envenenada.
Centrarse más estrechamente en la agonía de Hamlet sobre si y cómo buscar venganza contra su tío por asesinar a su padre ayudó a Dean a crear lo que llamó “un psicodrama auditivo, meterse dentro de la cabeza de Hamlet”.
Para ello, hizo que el “mundo sonoro lo abarcara todo”, colocando dos tríos de clarinete, trompeta y percusión en balcones laterales, junto con coreutas ocasionales.
Cuando un percusionista golpea dos piedras entre sí, Jocelyn dijo: “Sentimos lo que es estar dentro de la cabeza de Hamlet porque esas rocas están explotando en su cabeza”.
También hay un “semicoro” de ocho cantantes en el foso de la orquesta, que según Dean “funciona como una cámara de resonancia, un eco de algunas de las cosas que escuchas hablar o cantar en el escenario”.
Incluso hace que Ofelia cante algunos diálogos de pie en un balcón superior.
“Mucha gente que no era fanática de la ópera me dijo que les encantaba sentarse en medio de la audiencia y sentirse como si estuvieran en un paisaje sonoro de cine”, recordó Clayton de las actuaciones de Glyndebourne. “Algo así como el sonido Dolby Surround”.
A pesar de la instrumentación a veces excéntrica, Dean no considera que su partitura sea particularmente difícil de apreciar por un espectador novato.
“A los compositores nos gusta pensar que somos lo más nuevo desde el pan rebanado”, dijo, “pero no es lo más desafiante que uno necesariamente escuchará en términos de vanguardia. Tiene un lirismo”.
Estrenada en 1602, Hamlet y su influencia son ineludibles más de 400 años después. Mientras se presenta la ópera en la Met, al otro lado de la ciudad se estrena una aclamada producción londinense en el Park Avenue Armory. The Public Theatre presenta la ganadora del premio Pulitzer Fat Ham, un cuento inspirado en Shakespeare sobre un estudiante universitario negro gay del Sur. La película actual The Northman se basa en la historia de Amleth, que fue una fuente para Shakespeare. Incluso The Lion King (El rey león), que ha estado en Broadway durante casi un cuarto de siglo, toma elementos clave de la trama de la obra.
Sin embargo, aunque numerosos compositores han creado óperas basadas en Hamlet, solo la versión en francés de cinco actos de Ambroise Thomas de 1868 ha mantenido una posición sólida en el repertorio activo. (La Met la montó por última vez en 2010, tras una ausencia de más de un siglo).
Incluso antes de la producción de la Met, el Hamlet de Dean ha mostrado señales de poder de permanencia, con presentaciones en Adelaida, Australia y Colonia, Alemania. También se producirá próximamente en la Ópera Estatal de Baviera, en Múnich, Alemania.
La puesta de la Met, coprotagonizada por la soprano Brenda Rae como Ofelia, el barítono Rodney Gilfry como Claudio y la mezzosoprano Sarah Connolly como Gertrudis y dirigida por Nicholas Carter, será la última producción de la temporada que se transmita en vivo en HD en cines de todo el mundo el 4 de junio.
Fuente: AP
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