Anfibia celebró su décimo aniversario en la Ciudad Cultural Konex

El encuentro tuvo múltiples actividadades con espíritu reciclable, ecológico y sustentable, en clave futurista. Un recorrido por los festejos desde adentro

Guardar
10 años de Anfibia en la Ciudad Cultural Konex
10 años de Anfibia en la Ciudad Cultural Konex

El espíritu reciclable, ecológico y sustentable, en clave futurista recorrió este sábado último el festejo de los 10 años de Anfibia en la Ciudad Cultural Konex. Una impresora 3D que fabrica un botón para un control de Playstation podía cruzarse con la flora autóctona a la venta: plantas como caléndulas, sangre de toro y Santa Lucía se complementaron con vecinas plantas carnívoras y kits de plantación en cartón con semillas de ceibo, ceibillo, espinillo o algarrobo blanco, entre otras.

La cantidad de público para comprar cervezas (industrial, no artesanal) iba a la par de la cola de gente que se agolpaba frente a otra de las atracciones del evento: las experiencias inmersivas de realidad virtual y entornos digitales en 3D. Un nene de unos 10 años se pone el casco de realidad virtual para experimentar Virtual shamanism, un entorno de arte chamánico interactivo en donde puede “agarrar” diamantes digitales y recorrer un espacio surrealista. Unas 500 personas visitaron, en tres horas, estas instalaciones virtuales.

El público disfrutó de experiencias inmersivas de realidad virtual
El público disfrutó de experiencias inmersivas de realidad virtual

Otra de las performance llamativas se dio en El Patio con Mover la lengua. Allí, varios performers bailaron al son de la poesía del libro Cuerpo, el último libro editado por Anfibia Papel. Las contorsiones e interacción, a través de las miradas de los artistas con su público fueron matizando la tarde-noche de un evento multicolor, curioso y relajado.

Otro de los puntos de atracción fue el ciclo de charlas Paisajes 2032 en La Sala, ubicada en el primer piso del Konex, luego de atravesar la icónica escalera color naranja. “La gente se ve, el deseo siento que es ingenuo. Puede ser manipulable hacia algo individual”, indica Nina Kovensky. Luego, Laura Milano, hace referencia al postporno (“quienes construían ese discurso por fuera de lo heteronormativo y lo patriarcal”) para dejar abierta una interesante reflexión: “Hoy hay un vínculo excesivo con las pantallas, estamos más agarrados de eso que a otras partes”.

Nina Kovensky
Nina Kovensky

La heterogeneidad konexera se desplaza hacia un sector que parece un espacio de ensoñación, teñido por distintos focos azules que iluminan los auriculares del espacio cerrado, completamente a oscuras. Es un sector de podcast con el estreno de la segunda temporada de Fugas, narrado por Sebastián Ortega, que trata sobre la fuga de unos presos en Bolivia en una cárcel -conocida como el Alcatraz andino- ubicada en medio del lago Titicaca.

Varios metros abajo, otra vez en El Patio, se agolpa mucha gente para los dos eventos principales de la tarde-noche, la presentación performática de El tercer paraíso, la novela de Cristian Alarcón, ganadora del Premio Alfaguara y, luego, una charla del autor con Flor de la V. Primero, subió a escena Charo Bogarín, con un largo vestido floreado y guitarrita en mano, para interpretar la canción La jardinera, de Violeta Parra. “Si no me dan palmitas no te sigo cantando”, arenga a su cuantioso público, bastante estático, con una ínfima presencia de barbijos.

Crèdito: Nicolas Stulberg
Crèdito: Nicolas Stulberg

Luego llegó el momento del estado de trance, la segunda ensoñación, un lapso de hipnosis literaria de la mano de Joaquín Furriel y Lorena Vega quienes, a dos voces, leyeron fragmentos de la novela galardonada. Los sonidos, disparados por Sebastián Schachtel, se robaron la noche -dándole un carácter inmersivo a la velada literaria- que logró “meter” a los presentes adentro de una historia atravesada por los conflictos y desafíos. La Sala de las Columnas se transformó en una experiencia casi onírica, gracias a las visuales de Martín Kraut, y ruidos de viento, ladridos, agua e imágenes de flores que recrearon un jardín de invierno en la ciudad cultural. “Aquí admiro este jardin, aquí extraño mi propio paraíso”, recita Vega, mientras se proyectan fotos blanco y negro, plantas azuladas y, a veces, el sonido hipnótico tapó las voces.

Hay pausas en la lectura, suspenso... “¿Cuándo está finalizado un jardín?”, se pregunta Furriel y deja para el final una frase estremecedora: “Un virus encierra a la humanidad y mata a decenas de miles”. Y hay murmullo, tensión, silencio incómodo. “Vamos de vuelta”, dice él -que se traba en la lectura- y descontractura un poco el clima. Sonríe, pero también retoma a los momentos más crudos de la pandemia en letras. “Terror a ser intubado, dormido” y el cierre, recrudece: “Con el pudor de los sobrevivientes, podemos decir... que somos felices”.

También hubo venta de lbiros
También hubo venta de lbiros

De repente, todo es una gran fiesta con sonidos dance y música electrónica que pone a Furriel y Vega a bailar fuerte. Así se pierde la ensoñación lúgubre cruzada con sonidos estridentes. Él actor agita para que la gente baile pero no tiene casi respuesta. El público parece raptado por el frío y un estado post pandémico que duele, por más sonrisas y espíritu de relax que se quiera transmitir en la jornada.

“Tendríamos que haber estado bailando. ¿No tenías ganas de venir, no?”, comienza a romper el hielo Flor de la V, junto a su invitado estrella, Cristian Alarcón, el padre de la criatura anfibia. “La novela caló muy hondo en mí, es la historia de mi clan familiar”, dice emocionado el autor. “Uno reinventa la voz interna hasta donde puede. Di un salto hacia lo inexistente, lo inasible”, agrega él, despertando carcajadas entre los presentes al confesar que, con su nuevo libro, “reúno otros dos trabajos que no pude terminar”. La procrastinación marca la charla.

Cristian Alarcón y Flor de la V
Cristian Alarcón y Flor de la V

Florencia de la V, con una forma fluida de preguntar -sin apuntes a la vista- toca el tema de la sanación y el abrazo con el pasado, gracias a la escritura. “Si no hubiese sanado heridas y marcas, no habría podido dejar Chile”, recuerda Cristian mientras agradece la presencia del psicoanálisis en su vida. “Que maravilloso es, acá se hacen monumentos a Julio Argentino Roca y no a Lacan”, dispara, y despierta unos tibios aplausos. “El pobre es un sujeto atravesado por todas las tragedias”, sostiene el autor, frente a su gente, y resalta que El tercer paraíso “es una voz marica que habla de las masculinidades”. Y se pregunta: “¿Cómo nos desapropiamos de las historias de marginalidad que llevamos adelante?”.

Dueño de búsquedas holísticas y espirituales, Alarcón reconoce que sufrió tanto el exilio a Argentina que lo sanó por completo. Y jamás escribió sobre ello. “Tuve que encerrarme en un campo alejado para terminar de escribir la novela”. Hasta que el covid lo atrapó, lo dejó 15 días en cama -creyendo que se moría- y no sabía cómo salir adelante. “Luego de ingerir, con una amiga, hongos alucinógenos y pasar por todas sus etapas (chill out, risas, tranquilidad y hasta abrazar árboles) tuve una lucidez extrema en donde me pregunté: ¿cómo termino la novela?. “Y el hongo me dijo: ´en Chile, puto´”. Y estallaron las risas.

Así las cosas, él viajó a lo de un amigo en Bariloche, pudo cruzar a su país de origen y llegó a La Unión, un pueblito de solo 26 mil habitantes afincado a 80 kilómetros de Valdivia, al sur del país trasandino. “Iba a un cafecito a escribir y la dueña me alquiló su habitación que tenía cortinas de terciopelo rojo y la casa estaba hecha de laurel blanco. Un sueño”. Allí lo visitaron desde poetas y activistas mapuches hasta escritores. “Era el hijo pródigo”, recuerda.

Ante la pregunta de Flor de la V, acerca de si volvió a revisar su último trabajo, Alarcón subrayó que no la volvió a leer: “Es fuerte”, recuerda, y lo engarza con el 10 aniversario de Anfibia y la huella que dejó. “Era el paisaje del periodismo que propone el juego de una inteligencia suspicaz. Es una experiencia de la disconformidad”, acota entre aplausos y agrega que “reinventamos el paisaje de medios gracias a la Universidad Nacional de San Martín”.

“El futuro sonó, ¿se acuerdan cuando era una palabra positiva? Olvidate. De ahora en más nos tenemos que volver a mapear, mirarnos”, cierra Alarcón y desata muchos aplausos mientras el DJ Villa Diamante le pone el broche de oro al evento con su mash up sonoro y “La Charo” interpreta Celador de sueños, de Raúl Orozco. Pero la gente casi no baila, sigue atravesada por el fantasma del covid. Y algo paralizada por el frío. Es la hora de decir adiós.

SEGUIR LEYENDO

Guardar