Paz Encina: “Catalogaron a la película como fábula pero en realidad representa la cosmovisión ayorea”

La cineasta paraguaya dialogó con Infobae Cultura sobre “Eami”, una mirada intimista de la vida de una minoría originaria que lucha por preservar su territorio. El filme, premiado en el último BAFICI, se proyectará durante junio en el Malba

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Paz Encina es una directora paraguaya que ganó en el BAFICI el premio a la Mejor Dirección, en la categoría Vanguardia y Género. Eami, el film que presentó y que se presentará en el MALBA a partir de junio, es una obra intensa y hermosa que invita al espectador a sumergirse en un universo otro: la cosmovisión ayorea, una tribu muy pequeña que habita tres comunidades en la frontera paraguayo-boliviana y que son expulsados por la deforestación, fruto del corrimiento de la frontera agroganadera, en este caso, impulsada por los menonitas, colonos de origen holandés que se encuentran desperdigados en comunidades por todo el continente y que rechazan el avance tecnológico. En ese marco, Eami, la niña que representa a los suyos, narra en ayoreo a su comunidad, la infancia, los pájaros, el miedo. Para realizar este trabajo de años de acercamiento a la comunidad ayoreo Paz Encina realizó una incursión no solo antropológica, sino personal. Sobre esta experiencia y el Paraguay contemporáneo habló con Infobae Cultura.

–Paz, ganó el premio a la dirección en la categoría Vanguardia y género del Bafici. ¿Qué significa para usted que su film haya ganado en esa terna?

–Es muy grande para mí ganar en esta categoría, es muy grande ya haber estado nominada en esta categoría. Ganar era algo inesperado y es para mí algo increíble y por muchos motivos. El Bafici fue un lugar al que yo asistí desde estudiante, también donde fui viendo ganar a amigos como a directores que yo admiro y quiero mucho también. Entonces es para mí como un reconocimiento muy importante y en un lugar que yo considero mi casa, porque Argentina fue mi lugar de formación. Yo me formé en la Fundación Universidad del Cine (FUC), entonces el Bafici es parte también de toda esa formación que yo tuve.

Encina buscaba una historia de
Encina buscaba una historia de amor para esta película, pero en el contacto con los ayoreos surgió una vuelta a uno de sus temas predilectos: la diáspora

–Es claramente una película de vanguardia en su propuesta estética, de sonido, en el planteo narrativo pero a la vez tiene como centro una denuncia política, ¿cómo pensó en todo este mix?

–En realidad se fue dando. Había hecho ya Ejercicios de memoria, que es una película sobre un hombre paraguayo desaparecido en Paraná, Entre Ríos y había hecho esta mezcla entre ficción y documental. Ahora bien, lo que hice fue subir la apuesta en el sentido de agregar unas bandas de ficción fuertemente, separadas de lo documental. Algo que se fue dando de a poco, son cosas a las que me voy animando mientras escribo el guion, no es algo que puedo pensar a priori. En un momento iba a ser solamente un documental, de hecho hicimos el rodaje documental, después iba a ser un híbrido, no tan fuerte como lo fue, y después terminó agregando esa banda de ficción que lo que hace es agregarnos una cantidad de vertientes.

–Usted trabajó con miembros de la comunidad aborigen ayoreo, que tienen un código cultural muy distinto al, digámosle, occidentalizado. ¿Cómo fue la experiencia?

–Sí que tienen un código totalmente distinto al de uno, entonces el rodaje no fue algo totalmente controlado por nosotros, nos encontramos con una cantidad de situaciones que hacían que no pudiéramos filmar lo que pensábamos filmar, entonces ahí mismo tenía que reconfigurar la película. Se fue dando también en relación a la experiencia y a lo que nos tocaba vivir en ese momento.

–¿Cómo surge la idea de filmar con esta etnia?

–En realidad, yo estaba buscando otra cosa. Yo estaba buscando una historia de amor, yo quería contar algo distinto a lo que venía contando y quería hacer algo distinto y alguien me dijo que había una historia en esa comunidad de dos hermanos que se habían enamorado y que eso fue rechazado por la comunidad y se tuvieron que ir a vivir solos en el monte. Inclusive la mujer se encuentra con un yaguareté, tiene una lucha y gana ella. Yo estaba muy seducida por esa historia. Entonces voy a la comunidad a buscar eso, ellos me dicen que sí, que esa historia existía, me hablan un poco de esa historia, pero me dicen directamente: “Pero a nosotros no nos interesa para nada que cuentes esta historia”. Y uno no puede entrar a la comunidad y contar algo que a ellos les es totalmente intrascendente, yo por lo menos no me hubiera sentido bien con eso. Entonces empezamos ahí la conversación. “Qué les interesa”. “A nosotros nos interesa que hables de lo que para nosotros es importante y para nosotros es importante que nos sacan el territorio y que somos prácticamente unos exiliados en nuestro propio lugar” y ahí a mí también me agarra una seducción muy fuerte, porque en realidad yo venía hablando en mis trabajos siempre de la diáspora, siempre del exilio, siempre de la pérdida y sentí que venía algo que ya estaba en un destino y empezamos a entablar conversaciones a ver si yo podía hacer lo que ellos querían que yo hiciera. Me sentí lista entonces en un momento, dije: “Bueno, agarro este desafío”, que para mí era un gran desafío, un desafío enorme porque no hablamos la misma lengua, teníamos que estar siempre con un traductor de por medio, alguien que prácticamente era un traductor intercultural entre entre ellos y yo. Y empecé.

Filmar esta película fue para
Filmar esta película fue para la directora "un desafío enorme porque no hablamos la misma lengua, teníamos que estar siempre con un traductor de por medio"

–¿Cómo eligió a la nena que sería la protagonista?

–Cuando vi a las hijas del líder joven me enamoré de las dos nenas directamente, pero todo el proceso de casting es algo que hicimos en el año 2019 y nosotros empezamos a trabajar con ellos en el 2015, fueron muchos años de trabajo y de estudio y también habían tesis sobre ellos, estudios sobre ellos de otras personas que se quedaron a vivir con ellos bastante más tiempo que el que yo estuve, y yo estudié para estar con ellos, leí mucho, compartí mucho con el líder joven, que es el que está en Asunción, luego me iba a la comunidad. Fue todo un proceso, no fue algo de entrar y hacer las entrevistas, el casting.

–¿Cómo presentó su proyecto a la comunidad?

–Tuve que ir a la comunidad y presentar el proyecto. Me presentó esta persona que fue conmigo, dijo sobre lo que yo quería hacer y la comunidad escuchó atenta y al principio un poco desconfiada.

–¿Cómo se les explica el planteo estético de este tipo de narrativa, que dista de lo que es una película corriente?

–Ahí yo corría con una ventaja ya que es una comunidad que está muy aislada y prácticamente no ve cine, vieron muy pocas veces. Son personas que muy pocas veces vieron su propia imagen, digamos. Entonces yo iba como con esa ventaja y ahora al volver a Asunción voy a llevar la película a la comunidad. Siento que va a ser muy orgánico para ellos ver esto que para nosotros puede ser cine de vanguardia o un cine no convencional. Yo creo que ellos no tienen estos parámetros. Van a ver algo que les puede parecer totalmente orgánico al principio, pienso que les va a dar mucha risa, porque les parecerá un poco absurdo, quizá, algo que fue actuar en algún momento, pero después creo que no, que va a ser como algo totalmente orgánico para ellos. Ellos no corren con estos parámetros, ellos no corren con estas categorías, yo creo que voy a ir a mostrar cine a gente que va a ver cine por primera vez en su vida.

–El sonido es muy importante en su película, ¿cree que captó el oído de los ayoreos?

–Es lo que yo sentí por un lado y, por otro lado, esos sonidos son los de sus lugares, son sonidos de su territorio. Yo creo que todo eso que a nosotros nos puede llamar la atención para ellos es cotidiano. El monte es un lugar para mí incierto porque vos no ves a los animales, vos escuchás alguien pasar y según el sonido sabés si es un animal más grande, más chico, si es una víbora. Son cosas que yo fui aprendiendo estando ahí con ellos y todo eso le iba escribiendo al sonidista. Iba diciendo: “Bueno, este es el pájaro, este es un tatú bolita y funciona de tal manera. Este es un lagarto y mirá que es como nuestro personaje que está ahí, entonces tenemos que tener estar atentos a este sonido. Este es un yaguareté”, siendo muy minuciosa. Fueron sonidos que íbamos rescatando durante todo ese proceso. También está la comunidad. La niña tiene diálogos que son su voz directamente y después la voz del pájaro, digamos, la hace una mujer que es miembro de la comunidad. Incluso es una de las pocas personas que habla español, entonces las traducciones también las íbamos haciendo con ella.

"En algunos lugares llamaron a
"En algunos lugares llamaron a la película con el género de fábula y eso es parte de la cosmovisión ayoreo: piensan que después de morirse pueden ser lagarto o pueden ser estrella o pueden ser agua o pueden ser sal", dice Encina

–El lenguaje de la narración es poético, un lenguaje difícil de traducir, ¿cómo se hizo al ayoreo?

–La película la escribí en español , también a través de recopilaciones que tenía de ellos y de mucho trabajo con el líder joven. No sé tanto si hicimos una traducción como una versión. Porque son categorías que nosotros manejamos como categorías, pero para ellos es algo cotidiano tener la experiencia con un pájaro que viene y te habla o te hace soñar algo, o vos ponés la pluma del pájaro y entonces estás con todos tus canales abiertos para poder recibir algo y ellos te dicen que ellos lo reciben. En algunos lugares llamaron a la película con el género de fábula y eso es parte de la cosmovisión: piensan que después de morirse pueden ser lagarto o pueden ser estrella o pueden ser agua o pueden ser sal, ellos lo piensan así, ellos lo viven así. Entonces son más recopilaciones de su modo de vida, que una invención, por decirte, mía, desde la ficción.

–Los ayoreos son una etnia minoritaria, pero Paraguay tiene una relación con la cultura previa a la conquista muy contemporánea, el guaraní es una lengua oficial, todo el mundo habla guaraní, ¿usted habla guaraní?

–Sí, sí. Nos reconocemos como descendientes indígenas, aunque no sé si es algo que le guste a toda la sociedad. Eso es otra cosa, pero de que nos reconocemos como descendientes, por lo menos, de españoles e indígenas. Hablamos una lengua indígena, es nuestra lengua oficial, por otro lado: nosotros tenemos dos lenguas oficiales, español y guaraní en el mismo rango, no es una más que otra. Pero además porque los que hablamos “yopará”, que es hablar mezclado el español y el guaraní, en realidad podemos hablar todo lo que queremos en español, pero lo importante, lo que es verdadero, cuando queremos expresar un sentimiento, un enojo o una emoción o algo fuerte, eso siempre decimos en guaraní, es como que así llegamos a la profundidad de la palabra. Pero la lengua ayoreo es diferente, es mucho más minoritaria, es una comunidad que no tiene demasiado crecimiento, no tiene muchos habitantes, todavía miembros de su comunidad viven en un aislamiento voluntario. La próxima lucha suya es la de poder preservar ese territorio: ellos están muy seguros de que hay todavía 60 personas viviendo un aislamiento voluntario y quieren preservar ese territorio. La comunidad serán 40 familias, 60 familias. Hay dos comunidades de ayoreo más en la frontera con Bolivia. Ellos se organizan para cuidar su territorio, tienen controles, tienen puestos. También ellos mismos se ocupan de educar a sus niños, sus maestros educan en ayoreo. Hay ONG que trabajan, ¿pero una ayuda del Estado? Para nada.

–La capa narrativa de la película está basada en los hechos de desalojo por el avance de la frontera agrícola sobre el monte.

–Ellos hablan de los responsables como las tres M: militares, menonitas y misioneros. Lo que pasa es que los menonitas, sobre todo después de la Guerra del Chaco, van a la zona, que era un territorio muy inhóspito, lo empiezan a poblar y, muy entre comillas, a desarrollar con una idea de desarrollo y de progreso que es de ellos, verdad, pero que queda conjugada al progreso de los menonitas, que rechazan la modernidad, y por otro lado es una idea de progreso que le viene muy bien a los ganaderos, entonces la comunidad menonita tiene una aprobación muy fuerte de parte de todos los ganaderos y cada vez se consolida más. En Paraguay hay un ministro que es menonita, el de Obras Públicas.

Los ayoreos se organizan para
Los ayoreos se organizan para cuidar su territorio y educar a sus hijos

–Qué extraño, cuando los menonitas rechazan el avance científico, tecnológico, ¿cómo serán esas obras públicas?

–Cómo resolver esta contradicción no lo sé, pero para que veas el poder que tienen: para poder seguir cultivando expandían la frontera de los cultivos y debían desalojar y deforestar. Ellos viven mucho de los lácteos, de la leche, del queso y eso implica tener ganado, necesitan deforestar para poner a su ganado. También intentan evangelizar a los indígenas, entonces les convierten también a su religión. Es fuerte la intromisión del menonita en las comunidades indígenas.

–¿Hay mucha conversión?

–Muchísima conversión, se puede ver perfectamente a los indígenas en las iglesias rezando y entonces cambian de Dios, ya no son los pájaros. Los miembros de la comunidad dicen: “Está cambiando de Dios”.

–Cuando esta comunidad es expulsada del monte es un centro narrativo de su película, ¿está basado en un episodio real?

–Sí, y la parte del ataque también tiene un sonido real. En realidad fue una invasión de indígenas a indígenas porque fueron indígenas enviados por los menonitas. De la comunidad llevan como regalo algo que les parecía que podía gustarle a sus amigos, llevan la grabadora, y ahí se graba toda esa invasión. Hubo tres expulsiones, ellos las llaman salidas, muy grandes. La última fue en el 2004, más la de 1997 y la de 1985.

–El cine paraguayo está pasando un buen momento. ¿Tal vez a partir del fenómeno Siete cajas, de 2012?

–Lo que logró Siete cajas fue algo inédito, inclusive logró más público que Titanic, fue la película más taquillera. Fue algo que nos ayudó mucho a todos. Yo creo la gente de Paraguay quiere ver cine de Paraguay.

–Usted se formó en la FUC, vivió en Buenos Aires, donde también van estudiantes de otros países. La cuestión, digamos, “porteña” no parece haberse introducido en su obra.

–La FUC es un semillero importante para cineastas de toda Latinoamérica y yo valoro muchísimo haber estado ahí. A nivel latinoamericano es una de las mejores escuelas que existe. Me tocaron profesores que acentuaban muchísimo que yo me ocupe de mi mirada, que estuviera pendiente, que no perdiera eso. Llegué a hacer un corto que era porteño, porteño, porteño y me asusté mucho y me fui para atrás. Y ahí hice un corto de 8 minutos, de videoarte que se llama Hamaca paraguaya y después hice el largo con ese título. Entonces por eso le estoy muy agradecida a la FUC, me cuidaron mucho en ese sentido, me preservaron, esa es la palabra.

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