Cuando Jorge Telerman asumió el mando del Teatro Colón a comienzos de marzo pasado, dejó abierto un interrogante sobre quién pasaría a ocupar la silla que había quedado vacante en la dirección del Complejo Teatral de Buenos Aires. Semanas después, el ministro de Cultura porteño Enrique Avogadro anunció que Gabriela Ricardes sería la nueva persona a cargo de la institución que administra seis teatros públicos de la Ciudad: el San Martín, el Alvear, el Regio, el Sarmiento, el Teatro de la Ribera y el reinaugurado Teatro el Plata. La flamante directora es la primera mujer en presidir este organismo creado en el año 2000 por el mismo Telerman, cuando era ministro de Cultura de la ciudad.
“Gabriela aportará a uno de los espacios centrales de la cultura de Buenos Aires su extensa experiencia en la gestión cultural con su propia impronta. Fue su trayectoria la que nos alentó a su incorporación al equipo para continuar con la excelente labor llevada adelante por Jorge Telerman todos estos años y que lo llevó a desarrollar una programación excepcional que estamos disfrutando actualmente”, había adelantado Avogadro sobre la actual titular del CTBA, quien se formó en sociología, gestión cultural y artes escénicas en Argentina, Francia y Estados Unidos.
Ricardes, especialista en circo, ya conoció en el pasado varios de los espacios que ahora le toca gestionar. Comenzó su carrera como actriz y directora teatral en las salas del Alvear y del Regio, en los años 80, y luego de una larga trayectoria en el país y en el exterior vinculada a las artes circenses y a la gestión cultural, desembarcó en el vecino Centro Cultural San Martín durante el segundo mandato de Mauricio Macri en la ciudad. Allí renovó la oferta cultural aunque también fue cuestionada por el manejo de la Sala Alberdi, que atravesó un largo conflicto. Por aquellos años fundó la primera carrera universitaria iberoamericana en Artes del Circo en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y Buenos Aires Polo Circo, que tuvo su festival internacional pero hoy languidece por falta de presupuesto. Más tarde, Ricardes siguió los pasos del ex funcionario y diputado Hernán Lombardi en el ámbito nacional como secretaria de Contenidos Públicos, desde cuyo rol administró Tecnópolis, el Centro Cultural Kirchner y los contenidos del Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre. Desde 2019 había vuelto a la actividad privada, hasta su nombramiento reciente.
–Tus primeros pasos en las artes escénicas los diste dentro de la red de teatros que ahora dirigís. ¿Cómo fue que pasaste de actriz y directora teatral a la gestión cultural?
–En el momento en que empecé a trabajar como actriz, mientras me formaba en la Escuela Municipal de Arte Dramático y la Escuela de Formación Escénica de Buenos Aires, la creación y la gestión estaban muy unidas. Primero, porque no había una profesionalización de la gestión cultural o la producción teatral como lo entendemos hoy, entonces para hacer funcionar la estructura de un grupo de teatro independiente como el que tenía había necesariamente un trabajo de gestión. De alguna manera fue un paso casi natural, porque no ocurrió enseguida sino que fue aprendido en diferentes instancias.
Haber transitado de joven instituciones públicas como el Alvear y el Regio me aportó una visión de su potencial y de aquellas cosas que el que está del lado del escritorio necesita entender y saber para aportar a esas estructuras. Ahora lo que yo encuentro es una generación de productores y gestores jóvenes de compañías teatrales con muchísimas más herramientas teóricas, prácticas y ámbitos de gestión y creatividad para poder combinar la gestión independiente con los recursos públicos y privados, que antes no estaban tan delimitados. Esa profesionalización de la gestión cultural facilita mucho el trabajo.
–Asumís el cargo en un momento en el que el sector teatral recién se está recuperando del impacto que significó la pandemia. ¿Qué reflexión hacés sobre esta dura etapa?
–Para el sector fue un momento durísimo. Obviamente por lo económico, que también golpeó a otros sectores, pero además por lo abrupto. Nuestra actividad tiene una base presencial y, en líneas generales, la pérdida del espacio de convivencia fue fuerte. Creo que atravesamos un año de transición en el que todavía no estamos preparados para analizar o procesar lo que pasó. Los hábitos de consumo culturales cambiaron, o por lo menos se ampliaron, y aunque hay una necesidad de volver a encontrarse y volver a ocupar los espacios públicos, está en nosotros poder entender cómo tienen que ser esos espacios ahora. Debemos repensar la manera de programar, los horarios de las funciones y ver cómo recuperar los espacios de convivencia. Es algo que se está empezando a dar pero todavía no está maduro.
–Una de las ideas que adelantaste es que las salas del complejo sumen actividades por fuera de la programación para convertirse en puntos de encuentro y de referencia barrial. ¿Qué tipo de propuestas culturales serían específicamente?
–Lo que pensamos es que hay una enorme oportunidad en estos espacios más allá de la programación de las funciones. Para nosotros es muy importante lo que pasa dentro de los teatros con las obras y los artistas, pero también todo lo que pasa antes y después. Ahora que logramos cierta estabilidad tras la reapertura tenemos la posibilidad de crear también en los halls de los teatros, que son espacios vivos que laten durante todo el día. Tanto en el San Martín como en los diferentes espacios en los barrios, haremos el esfuerzo para que puedan recibir y acoger no solamente a la persona que viene al teatro, sino también a aquel que todavía no viene a una función porque no conoce mucho o por pudor, pero que sí se acercaría a otro tipo de propuestas. Creo que es el momento de abrir las puertas para todas esas nuevas audiencias.
Vamos a trabajar mucho con programación externa pero también con nuevas propuestas para los elencos de la casa. Tenemos la suerte de tener dos grandes íconos de la cultura porteña, argentina y –me atrevería a decir– latinoamericana, que son el Ballet del Teatro San Martín con su taller de danza y el Grupo de Titiriteros, que tiene también su espacio de formación. Ambos de una enorme expertise y que atraviesan un momento artístico maravilloso, así que hay una oportunidad de conocerlos de una manera diferente y de tener contacto con ellos y estar orgullosos de estos íconos.
–Dijiste recién que hay que abrir las puertas a nuevas audiencias. ¿Qué tipo de público imaginás para el Complejo Teatral?
–En las actividades culturales cada vez más uno trabaja para diferentes tipos de públicos específicos, por lo cual uno se suele encontrar con su propia tribu cuando va a ver obras. Eso tiene un nivel de pertenencia muy interesante y genera comunidad, pero también me parece que estamos en un momento social e histórico en el que tenemos que fomentar la mixitud de públicos, crear espacios lo suficientemente acogedores para que diferentes espectadores puedan convivir y compartir el mismo hecho artístico y la misma atmósfera. La intención es salir de una era totalmente targetizada donde cada uno le habla a su público y sus seguidores, para proponer espacios donde además de eso uno pueda encontrar a otros que no están en su radar habitualmente. Esa creación de sentido es lo que tenemos que trabajar en el teatro público.
–Llegás con la temporada ya empezada y a mitad de un ciclo. ¿Tu misión es continuar en la misma línea que Jorge Telerman o pensás darle una impronta propia al Complejo?
–La línea que venía manejando Jorge tiene mucho que ver con lo que yo y el equipo que me acompaña valorizamos y con lo que creemos que debe estar en un espacio público. De todos modos las improntas siempre son personales y eso se va a expresar en la programación del año que viene con una mirada diferente. Simplemente es algo que tiene que ver con gustos y con cómo uno percibe lo que se está necesitando en determinado momento. Gran parte de la programación actual, que nos gusta mucho, estuvo concebida en otros años. Me parece muy bien que los artistas y los equipos creativos puedan terminar un proyecto que estaba empezado, pero seguramente el año que viene tenga otra impronta, porque no vamos a tener creación concebida prepandemia.
–Cuando se anunció la programación de 2022, Telerman dijo que aún quedaban obras postergadas para estrenar el año próximo…
–Lo que nosotros recibimos como programación lanzada en 2022 va a ser estrenada, después no nos traspasaron ninguna otra cosa. No seguiremos estrenando obras que no se estrenaron, porque si no estaríamos un poco lejanos de la situación actual. Para el 2023 vamos a reveer toda la programación.
–¿Qué va a pasar con la dirección artística de las salas? Por poner solo un ejemplo, el Teatro Sarmiento tiene una programación especial que está muy vinculada al trabajo de Vivi Tellas.
–Por ahora no vamos a hacer ninguna modificación. Los equipos artísticos de las salas, y es algo que he hablado con ellos, no son necesariamente tales, sino que se trata de directores, directoras artísticas en estos casos, que además conozco y admiro, que colaboran con una mirada de programación del teatro en líneas generales, más allá de que estén focalizadas en alguna de las salas. Seguiremos con la misma modalidad aunque también estaremos incorporando otros artistas, otras miradas y otras disciplinas que me interesa que estén representadas. Son todas cosas que vamos a trabajar para el año que viene. En este momento nuestra ocupación es poder cumplir con la programación existente más algunas otras cosas que creemos que es importante incorporar.
–Según señalaste en otras entrevistas, uno de tus próximos objetivos es que el Complejo Teatral se pueda insertar dentro del circuito de producciones internacionales. No parece fácil dentro del contexto económico actual. ¿Esperás que algo de eso se pueda concretar en la programación de 2023?
–Más allá de las dificultades de vivir en un país que tiene un desfasaje tan grande entre el peso y otras monedas extranjeras, la programación internacional es un enorme desafío y estamos trabajando fuerte para eso. Requiere de una cooperación con otras instituciones del exterior, que es lo que estamos buscando para que el público argentino pueda estar alineado en el plano artístico con lo que pasa en otras partes del globo. Vivimos en un mundo hiperconectado pero por ahí no conocemos tanto cómo eso está reflejado en la creación artística y cómo es la vida ciudadana en otros espacios. Creemos que es momento de hacer ese esfuerzo y traer otras propuestas a una ciudad world class como Buenos Aires, que siempre formó parte del circuito internacional. Y a la vez, nuestras creaciones tienen impacto en otras partes del mundo.
–¿Cómo se logra esa cooperación?
–Tiene mucho que ver con la confianza entre las estructuras y las personas, las instituciones y los trabajos previamente realizados. Colaboro en ese aspecto hace muchos años, para mí es parte de la gestión y es lo que enriquece a los ciudadanos y a los artistas. A partir de ahí se generan un montón de otras cosas, puestos de trabajo, industrias, además del beneplácito experimentado como público. La idea es armar los cruces posibles entre artistas e instituciones, ayudar a ese encuentro y después confiar en que eso va a seguir si hacemos una buena elección. Es algo que ya hicimos con mi equipo anteriormente en el Gobierno de la Ciudad, durante la gestión de Mauricio Macri, y en Nación. Hubo intercambios con París, Bogotá, San Pablo, Ámsterdam, en los que se desarrollaron enormes posibilidades de trabajo para los artistas que perduran hoy. Las buenas experiencias exitosas pasadas es lo que uno viene a encarar ahora.
–¿La inclusión de estos espectáculos implica también acotar los tiempos para las producciones propias o algún recorte de presupuesto?
–Ninguna producción internacional por más cooperación externa que logremos podría hacer los tres meses de temporada. En lo que pensamos es en armar diferentes ciclos, espacios y momentos en los que puedan estar, más allá de las obras locales. Lo que vamos a hacer es trabajar con otras ciudades, países y estructuras que no van a venir a subsidiar la programación nacional, sino que trabajaremos con ellos en el beneficio mutuo de la cooperación cultural. Esto no significa sacarle el dinero a producciones nacionales ni hacer recortes, sino poner en valor lo que tenemos y entender que es valioso no solamente para el mundo artístico sino para el ciudadano argentino y para otros creadores y artistas que encuentran en estas casas un espacio privilegiado para trabajar. Tenemos unos teatros increíbles y equipos técnicos preparados para recibir espectáculos mundiales, además de un público preparado para propuestas muy diversas. Y la idea es también que podamos ofrecer lo nuestro hacia afuera.
–Ya habrás podido observar en estas semanas el funcionamiento interno del Complejo Teatral. ¿Notaste algo que haya que mejorar?
–Lo que hay que hacer primero es volver del confinamiento, más allá de cuestiones finitas de manejo. No es fácil volver a funcionar para una institución que viene de todo un proceso de puesta en valor y de obra que después se abrió y se volvió a cerrar por la pandemia. Más allá de que estemos en otro momento sanitario y tengamos menos restricciones, tanto para el público como para los equipos de la casa es un ejercicio. Volver a funcionar y a relacionarse con el público, volver a los puestos de trabajo. Por eso creo que todavía no conocemos los efectos de la pandemia. No somos los mismos que éramos ni vamos a volver a trabajar de la misma manera que trabajábamos, pero sí vamos a crear una nueva modalidad que es el desafío de este momento.
–¿Cuál va a ser el perfil del recientemente reinaugurado Teatro El Plata?
–El Teatro El Plata es un espacio cultural en un rincón de la ciudad que no tiene mucha oferta, por lo cual va a intentar cubrir en esa zona todas esas características. Empezó tibiamente en la pandemia, así que este año lo vamos a tomar como un espacio de experimentación. Creemos que lo conocemos pero la verdad es que todavía estamos empezando a ver cómo funciona y probando cuál es su dinámica. En principio la idea es trabajar con espectáculos que formen parte de la programación del complejo y que a la vez dialoguen con el barrio.
–En estos días el ministro de cultura porteño Enrique Avogadro reconoció que no hay fondos para avanzar este año con la reapertura del Teatro Alvear, aunque haya un plan ya aprobado. ¿Creés que podrá concretarse durante tu gestión?
–No lo sé, pero está avanzado el proyecto y también hay que señalar que el Alvear se inscribe dentro de una puesta en valor de los edificios culturales que empezó en el 2008. Hubo que rehacer la infraestructura cultural de Buenos Aires, crear espacios nuevos y poner en valor espacios históricos. No le resto trascendencia, sino que lo pongo dentro de esa lista enorme de trabajo de infraestructura que ahora la damos por hecha pero que antes no estaba. Ojalá se pueda hacer el año que viene, es lo que queda pendiente. Mientras tanto, la oferta pública está más que cubierta con la puesta en valor que se hizo en el Teatro San Martín.
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