Cómo construir desde el dolor. Cómo llevar luz a la oscuridad. Mucho de eso hay en Moderna y Precolombina, la primera retrospectiva que se realiza de Magda Frank en el país, organizada por el Museo de Arte Tigre (MAT) y que busca recuperar a una artista injustamente olvidada.
Magda Frank (Transilvania, 1914) fue una creadora transnacional. Nacida en la ciudad que se hizo famosa gracias a Drácula cuando ésta tenía bandera húngara -hoy pertenece a Rumania- realizó obras en Francia y Argentina, los países que adoptó como hogar en diferentes momentos de su vida.
Hasta 1944 Budapest era una ciudad habitada por alrededor de 200 mil judíos, entre locales y refugiados alemanes, austríacos y eslovacos, pero la ocupación nazi destruyó toda sensación de seguridad y comenzaron las deportaciones, los ghettos y los posteriores trasladados al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Allí fueron asesinados sus familiares, salvo ella y un hermano.
La intervención de Raoul Wallenberg, diplomático sueco que salvó las vidas de miles de judíos, evitó que fuese otra víctima del Holocausto, pero “frente a la pérdida de la familia hubiera preferido tener el mismo destino y no convivir por siempre con la culpa del sobreviviente”, explica Tulio Andreussi Guzmán, curador de la muestra y director de la Casa Museo Magda Frank, a Infobae Cultura.
“Como sobreviviente de la Shoá en la Segunda Guerra Mundial entendió que, ante el dolor y el desgarramiento de perder su familia, había otra forma de pensar, otra forma de sentir el mundo, y descubrió en el arte ese camino”, sostuvo Andreussi Guzmán.
Moderna y Precolombina presenta 90 piezas entre esculturas, varias nunca expuestas, dibujos, archivos fotográficos y textos de la artista, que van acompañando la exhibición, relatos íntimos que surcen una existencia de búsquedas interiores, de preguntas que se traducían en obras. En ese sentido, la muestra gira en torno a dos espacios: un anillo exterior en el que se realiza este acercamiento textual, fotográfico y escultórico y un “jardín central” en el que las obras se presentan desnudas, brutales, en madera, bronce y piedra.
“La muestra es una retrospectiva que abarca todos sus estilos a lo largo de su carrera, desde el expresionismo figurativo de posguerra, el inicio de la abstracción y después cuando evoluciona hacia un estilo americanista”, comenta el curador, quien conoció a la artista a través del crítico francés Pierre Restany, y con quien mantuvo una relación de amistad que devino en la compra de obras y la Casa Museo.
Y agrega: “Esta muestra trata sobre un ser humano que sobrevivió a la barbarie del hombre occidental y ante lo terrible, ante la herida que queda en la vida, se plantea qué hacer, cómo hacer para continuar”.
Magda Frank vivió en Argentina en dos épocas distintas. Durante los ‘50, cuando llegó en búsqueda de su hermano, y tras su regreso en el ‘95 hasta su muerte en 2010. En el medio residió en Francia, tanto en París como en Euville, población del noreste que no superaba los 1500 habitantes entonces y en la que se encontraba la mina de piedra que cinceló, pasados los 50 años, para varias de sus esculturas monumentales.
Expuso obras en varias galerías porteñas durante su primer instancia, participó en la Bienal de San Pablo de 1957, de la Exposición Internacional de Escultura Contemporánea en el Museo Rodin y en el Salón Comparaisons, entre otros eventos, y fue en el Simposio de Esculturas de Portoroz del ‘64 (Eslovenia), donde creó su primera gran escultura en mármol (3 metros), que dedicó a su hermano Béla. En su base puede leerse: “Espíritu de la tierra, guarda el recuerdo de mi hermano Béla torturado a muerte por los nazis”.
Siguió exponiendo en varios países europeos y a su regreso abrió su Casa Museo en el barrio porteño de Saavedra, donde se encuentran todas sus obras traídas desde Francia. Sus últimas grandes muestras fueron una importante retrospectiva en el Museo Niemeyer, Brasil, y en el Centro Cultural San Martín. Además, hay obras en el Museo de Arte Moderno de París, y el Bellas Artes de París, entre otros.
A pesar de tener una extensa y premiada carrera, Magda Frank tiene su primera retrospectiva 12 años después de su muerte, aunque la pandemia impidió la idea original de realizarla en 2019. Graciela Arbolave, directora del MAT, sostiene que esto se produjo por varios factores: “Si bien es cierto que a las mujeres les costó más hacerse su lugar en la historia del arte, a ella no le interesaba comercializar su obra en vida. Sus creaciones eran sus hijos y elegía convivir con ellas. Entonces eso produjo menor circulación, además estaba sola en el país, no había una galería detrás ni un mecenas, y quizá por su perfil, por cuestiones idiomáticas, nunca ingresó en el círculo del arte, que muchas veces depende un poco de otras cosas más allá del talento. Evidentemente no entró en esa dinámica y quedó un poco afuera, y por eso creo que es un homenaje merecido que tenga la sala más grande de un museo público para mostrarse”.
Resulta conmovedor observar las fotografías de ese cuerpo menudo, que no superaba los 40 kilos, e imaginar que enfrentaba la roca sin asistentes, y con paciencia orfebre cincelaba en ese paraje inhóspito y frío de Euville a lo largo de un año, que es lo que demoraba en erigir cada una de las 18 piezas monumentales que le encargó el gobierno francés, y que la convierten en la mujer con más esculturas en el espacio público del país europeo.
¿Había en esa decisión de afrontar lo monumental una suerte de expiación?, ¿necesitaba esa existencia tallada en el dolor llevar adelante una tarea ciclópea que estuviese acorde a su sufrimiento o justamente lo a priori imposible era aquello que podía extinguir la pena?
Para Andreussi Guzmán había un poco de todo, aunque sobre todo una necesidad de valorar la vida toda, la propia y la natural, y que eso se revela en muchos de sus trabajos: “En su obra el ‘eso’ no existe, sino el ‘soy’ y el ‘tú’, todo está impregnado de humanidad, no solamente el hombre tiene humanidad, también el ave, el árbol y la piedra. Entonces instala ese diálogo con la naturaleza, que es lo que ya le permite renacer desde otro lado, dejar de lado el dolor y ver que la vida es un regalo divino y bueno, como decía ella, ‘el paraíso está sobre la tierra’”.
Magda comenzó a trabajar en Francia luego de su paso por Argentina, becada cuando Andre Malraux se encontraba al frente de la cartera cultural del gobierno de Charles de Gaulle. En el país americano tuvo su primera aproximación al estilo “americanista” que dominaría gran parte de su producción, pero paradójicamente fue en la nación gala donde más se enriquecería sobre el tema.
“Cuando llegó a Argentina, los artistas trabajan lo figurativo y después se van acercando a la abstracción. Ella descubrió el arte prehispánico en el museo de Ambrosetti, pero cuenta que no encontró mucho y en los 60s, por intermedio de una beca del gobierno francés, estudia todos los aspectos de estas civilizaciones en el Museo del Hombre, en Trocadero. Allí, descubre qué es lo que quería investigar y la filosofía que quería para su obra”.
Ese “americanismo” recurre a una abstracción “que proviene de la naturaleza en donde el artista busca la esencia de la vida”, a partir del uso de la greca, “que está presente en la serpiente o el colibrí” y que, como dice en sus textos, era una manera de “contar lo que nuestros ancestros nos dijeron con lenguaje contemporáneo”.
En ese estilo se encuentra por ejemplo su Homenaje al mosquito, realizado a partir de haber encontrado muerto al insecto que era “el único ser vivo con el que podía de hablar” en Euville, que es otra muestra de cómo “para ella era tan importante cualquier ser vivo como su propia vida”.
En la muestra se encuentra su última escultura figurativa expresionista, un hombre de yeso que mira hacia el cielo que “le está preguntando a Dios por qué hay que sufrir tanto y no encuentra respuesta”. La pieza “estaba en la tercera planta de la casa museo, con vistas a la General Paz”. Ella, cada “atardecer subía para sentarse a su lado, le ponía la mano en el pie y observaban juntos el ocaso”.
“En mi deceso con la frente en alto he dado todo de mí, he dado lo mejor de mí, de mi vida, a la posteridad”, escribió. Magda Frank necesitaba dejar un mensaje, su mensaje, la historia de su vida y también cómo el arte le sirvió para sobreponerse. Hoy, podemos apreciar ese proceso en el MAT.
*”Moderna y Precolombina” de Magda Frank en el Museo de Arte Tigre, Paseo Victorica 972, Tigre. Organizada en conjunto con la Casa Museo Magda Frank, DAIA y HACOAJ. Miércoles a domingos y feriados, de 13:00 a 18:00 hs (17:15 hs cierre de boletería). Entrada general: $250 pesos; DNI con domicilio en Tigre, menores de 12 años, y personas con discapacidad y jubilados con acreditación, gratis.
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