El edificio de Cancillería de la Embajada del Brasil en Buenos Aires abre sus puertas al público por unos días a través de la iniciativa Redig de Campos/Bulcão para recordar al arquitecto Olavo Redig de Campos (1906-1984), autor del proyecto del edificio, y Athos Bulcão (1918-2008), artista con dos obras en exhibición permanente en la recepción de la planta baja.
.Olavo Redig de Campos trabajó en uno de los períodos más prolíficos de la arquitectura brasileña, entre los años 40 y 60, cuando había atención, inversión, talento e influencia en grandes cantidades para que los edificios plasmaran la ambición de la nueva nación que surgía en el post guerra. Se disparaban la economía, la población y la urbanización, y la construcción tenía que estar a la altura. Buenos tiempos.
El primer gran impulso a la arquitectura moderna en Brasil fue el deseo de la dictadura Getúlio Vargas de crear una identidad nacional también en lo arquitectónico. Después, el crecimiento económico resultante de la decisión de estar del lado victorioso en la Segunda Guerra Mundial (lo que atrajo inversiones e impulsó las exportaciones) permitió que esa arquitectura no dependiera exclusivamente de edificios públicos. Durante el período entre guerras y en la Segunda Guerra, además, muchos profesionales europeos emigraron a Brasil en búsqueda de oportunidades, y trajeron las influencias bauhausianas, corbusianas y de otras escuelas modernas al país.
Redig de Campos estudió en la misma escuela en Roma por donde pasaron dos pioneros del modernismo brasileño, Gregori Warchavchik y Rino Levi, y donde estudiaría después Lina Bo Bardi, uno de los nombres más expresivos de la arquitectura de San Pablo. En la revista Habitat, que creó y dirigió, Lina incluso dedicó un largo reportaje a uno de los mejores proyectos de Redig de Campos, la casa de los Moreira Salles, en Río de Janeiro. Subrayó la “impecable formación” del arquitecto, quizás sin darse cuenta de que así halagaba su misma alma mater. Ya volveremos a esa obra.
Redig de Campos tuvo muchos mecenas, pero el principal de ellos fue el mismísimo Estado brasileño. A partir de 1946, se hizo responsable por el sector de Patrimonio del Ministerio de Relaciones Exteriores, y ahí estuvo durante treinta años. En ese punto de privilegio, fue el responsable por proyectar, entre otros edificios, el edificio de Cancillería de la Embajada de Brasil en Buenos Aires, una joya de hormigón que ha generado interés entre los aficionados del brutalismo en el país de Clorindo Testa. Asimismo, no pocos expertos le adjudican una gran responsabilidad por el resultado espectacular de los interiores del Palacio Itamaraty, sede del Ministerio en Brasilia, diseñada por Oscar Niemeyer y con paisajismo de Roberto Burle Marx.
Los años dorados de la arquitectura brasileña supieron combinar el mecenazgo estatal (tan común en Europa) con la inversión y el liderazgo privados (lo que suele ser el secret sauce de la arquitectura norteamericana). Brasil tuvo los dos. Así como Niemeyer, Redig de Campos recibió invitaciones de algunos de los grandes empresarios del país para regalarles su talento. Quizás su obra más reconocida en Brasil sea justamente uno de esos encargos: la residencia del banquero y embajador Walther Moreira Salles, halagada en la revista de Lina Bo Bardi en los años 50.
La casa, hecha también con la colaboración de Burle Marx, fue convertida en la sede del Instituto Moreira Salles, uno de los principales centros culturales del país. Es uno de los símbolos arquitectónicos de Río, lo que no es poca cosa. Es escenario también de uno de los más sensibles documentales del cine brasileño, Santiago, la historia del peculiar mayordomo argentino que estuvo a cargo de la crianza de los hijos de Walther –entre ellos, João, el director de dicho documental. La casa tiene la exuberancia plástica de la llamada escuela carioca de arquitectura, brasileñísimos y agigantados cobogós –la versión modernista de las celosías o mashrabiyas árabes, aquellos elementos vaciados, que permiten filtrar la luz y el viento a través de sus huecos, y verde, mucho verde.
Sin ser un nombre tan conocido y popular como Niemeyer, Burle Marx o Lina, Redig de Campos logró destacarse en una época repleta de decenas de grandes profesionales, en uno de los rubros clave de la cultura brasileña moderna. Que su legado siga inspirando a las nuevas generaciones en momentos más desafiantes respecto al rol que la arquitectura debe ejercer en sociedad.
*“Redig de Campos/Bulcão en la Embajada del Brasil en Buenos Aires”, Edificio de Cancillería de la Embajada de Brasil, Cerrito 1350, Retiro, CABA, del 28 de abril al 1 de mayo. Jueves (28) y viernes (29): de 10:00 a 12:30 hs y de 15:00 a 17:30 hs. Sábado (30) y domingo (1): de 14:00 a 18:00 hs. Entrada gratuita
*Raul Juste Lores es un periodista brasileño especializado en arquitectura
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