Andrés Buhar tiene 55 años, es porteño (se crió en Palermo, cerca de Puente Pacífico) y apasionado por la música. Es un relevante empresario y desarrollado inmobiliario, pero también pianista y compositor de música contemporánea. Como tal, está llevando adelante un sueño con algo de “loco”: construir un centro cultural en pleno microcentro, en el espacio urbano conocido como “La City” -plena de bancos, entidades financieras y demás edificios de oficinas. Arthaus Central se levanta en el edificio ubicado en el número 434 de la calle Bartolomé Mitre, allí donde hasta ahora tuvo su sede un banco, a la vuelta de la Plaza de Mayo y la Catedral. “Mi familia, mis amigos me decían ¿Por qué en este lugar? Hacelo en otro lado. Es una apuesta fuerte: las ciudades se revitalizan con la cultural y en estos momentos, cuando el microcentro se está redefiniendo después de la pandemia, qué mejor que llenarlo con arte”.
Arthaus Central pretende ser un espacio de referencia cultural en el centro de Buenos Aireas: espacio de de exposición, auditorio de conciertos, laboratorio de disciplinas escénicas, centro cultural dedicado a la creación de obras de arte y performances. En la entrada estará emplazada una de las obras emblemáticas del artista tucumano Gabriel Chaile, La luchona. Y en el quinto piso, tendrá una terraza con restaurante y bar que ofrece una placentera vista del skyline de la ciudad y las recoletas cúpulas de su arquitectura urbana. La coronación del espacio será con una obra de arte de las más reconocibles del arte moderno argentino en el siglo XXI: El Baptisterio de los colores, creado por el dúo Mondongo, una especie de capilla cuyas paredes están recubiertas de 3.275 ladrillos amasados en plastilina que recubren las paredes y ofrecen todas las tonalidades posibles de descomponer los colores. Una habitación cerrada cuyos extremos –techo y piso– reproducen, espejados, un infinito espectro cromático.
Como buen anfitrión y orgulloso de su criatura por nacer, Buhar invitó a Infobae Cultura a recorrer la obra en construcción due los distintos espacios, visitar la terraza que será sin dudas un nuevo hito urbano de la ciudad y luego, en una oficina que alguna vez perteneció a algún ejecutivo de cuentas, contó su historia personal, la motivación de encarar semejante obra y concepto en un momento de crisis económica local y mundial, y reveló en cada una de sus palabras, el entusiasmo que sostiene un particular sentido del optimismo empresarial relacionado con la cultura. Eso que no abunda, salvo honrosas excepciones. “Buenos Aires tiene una tradición cultural sorprendente que se sobrepone a cualquier momento de crisis. Aparecen proyectos, aparecen proyectos, aparecen editoriales...”
—Hay que comenzar preguntando algo muy básico que es: ¿Por qué haces esto?
—Tengo una historia doble al respecto. Por un lado estudié, estudio música, toco el piano, compongo. Y por otro lado, llevo adelante una empresa familiar metalúrgica y también me dedico al desarrollo inmobiliario. De alguna manera esto también apunta a juntar estos dos mundos. Integro además el board del Malba. Me interesan mucho las artes visuales. Así aquí puedo conjugar estas dos pasiones mías y establecer una relación entre el desarrollo inmobiliario y la cuestión artística. Lo primero que pensé es que Arthaus Central sera un lugar de producción y no un lugar de exhibición. Que no sea un museo: no porque sea malo... Más bien un centro cultural moderno, pensado como espacio de generación e investigación y al mismo tiempo como punto de encuentro, de reunión. Que la gente venga y se encuentre cómoda en el lugar, que disfrute. Nuestro objetivo es ir al encuentro del público y
— ¿Y cómo es que surgió esta idea de Arthaus?
—Mi idea inicial era arrancar por la creación de música contemporánea y su fortalecimiento. Si uno ve la cultura argentina, el arte, el teatro o el cine, tiene un arraigo mucho más fuerte... Empecé por ahí pero enseguida me di cuenta que tenía que tener una mirada más integral y abarcadora. Porque a mí lo que me interesa es una apertura con el público, no hacer un lugar de especialistas. Las preguntas eran: ¿Cómo hacer para que el público se acerque? ¿Qué formato diferente buscar para lograr esa apertura? Entonces apareció esta cuestión de generar distintos tipos de producción dentro del arte contemporáneo. Hoy los géneros no están claros y todo está diversificado. Cine, videoarte, performance, teatro, ópera... Así me pareció que había que buscar un formato que diera cuenta de esta multiplicidad. Un objetivo más desafiante, que responda a esto que está pasando.
—Tu idea y este proyecto plantean también una novedad para este tiempo, cuando la gestión cultural parecen estar casi exclusivamente a cargo del Estado. No aparece, salvo excepciones representadas en fundaciones u otras organizaciones por el estilo, la figura del empresario-mecenas...
—No me pienso como mecenas, porque el término implica alguien que pone plata para que un artista cree, haga algo y en todo caso aparecerá el nombre de quien hace el aporte. Yo me siento participante. Entonces es una cosa diferente de yo. Me interesa tener esto para generar producción y también para disfrutarlo. Y la verdad que sí, puede ser que esto sea una cuestión bastante atípica. Es cierto que no hay tantos ejemplos, pero en este caso empiezo yo... No está mal, por algo se empieza. Y en realidad, lo que realmente me interesa es que esto circule, crezca y funcione. Que la gente venga, que se genere algo.
—Concretamente, ¿qué será Arthaus Central?
—Un lugar de producción dedicado al arte de vanguardia, sin colección permanente pero con exposiciones temporarias. Y además, un lugar de reunión. Sueño con que la gente venga y le guste quedarse después de vivir una experiencia. Queremos lograr sorprender con una propuesta diferente. Hay un auditorio musical que está siendo diseñado por Gustavo Basso, quien estuvo encargado de la sala principal del CCK y de la reforma del Colón. La idea es dar conciertos y grabar para tener un archivo audiovisual, y también poner en escena funciones de teatro y cine. Contigüa detrás, en dos pisos, estará la sala de visuales con la obra de artistas que las generen allí mismo. Y en la terraza, estará el restaurante a cargo del chef Gonzalo Aramburu. Quiero que sea un conjunto de arte, para que la gente se acerque y lo viva con intensidad.
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