“Por ahí los actores trabajan bien conmigo porque soy un buen borracho…” dice con una sonrisa Santiago Mitre, uno de los grandes (jóvenes) directores de cine de habla hispana del mundo. Santiago tiene 41 años y es, justamente, “joven” para ser director, y ya con una obra relevante en su filmografía. Su más reciente película, Pequeña flor (Petite fleur, como la canción del jazzero de los años 20) es de alguna forma un desmarque estilístico de su rumbo hasta el momento. Películas como El estudiante, su remake de La Patota (originalmente, hecha por Daniel Tinayre en 1960) y La Cordillera lo pusieron en la órbita del planeta cine como un realizador de cine “político”. Una rareza para los tiempos que corren, pero así fue. Ahora con esta comedia negra que se proyectó en la función de apertura del Bafici 2022, Mitre gambeteó cualquier encasillamiento: es una historia que navega por las aguas de cierto costumbrismo fantástico que termina por envolver a un matrimonio franco-argentino radicado en Clermont-Ferrand, la ciudad de la fábrica de los célebres neumáticos Michelin.
“Esta película es como el wasabi cuando comes sushi”, grafica el realizador porteño, hincha de San Lorenzo, en la cafetería del punto del encuentro del Festival de cine independiente que por estos días se desarrolla mayormente en el centro porteño, en el radio de acción de las salas cinéfilas de Buenos Aires (Sala Lugones, Lorca, Cosmos y más). Allí donde Mitre se crió y formó como espectador primero y como estudiante de cine después. Ahora con Pequeña Flor, protagonizada por el uruguayo Daniel Hendler y la francesa Vimala Pons más los aportes decisivos de Melvil Poupaud, Françoise Lebrun y el excéntrico (en la pantalla y, según revela Mitre, en la vida real también) Sergi López, plasmó su película menos “seria” y más jugada en varios sentidos. “Me divierte, la gente se ríe en las funciones, así que me di cuenta ‘ok, como cineasta puedo hacer reír’. Eso es un hallazgo para mí”, confiesa.
—En grandes festivales como Cannes y Venecia no aceptaron “Pequeña flor” ¿Debe ser considerada una película maldita?
—Es algo que nosotros alentamos y hasta cierto punto, diría que nos sentimos orgullosos. Con Mariano escribimos la película e incluso Iosi, autor de la novela, también participó como consiglieri de la adaptación. La filmamos, en una experiencia hermosa, y luego la editamos, y la verdad nos encantaba. Estábamos seguros que la película era un objeto muy anómalo y que podía ser muy bien recibida en el circuito de festivales. Pero resultó que unos cuantos programadores no opinaron lo mismo que nosotros… (risas), por qué sucedió así es parte de la lógica de los festivales: hay películas que encajan en una programación y otras que no. Fue un año raro, igualmente: la pandemia condicionó todo, cuando bajaban los casos en Europa, subían en Sudamérica. Quiero decir, también hubo criterios epidemiológicos para las programaciones. Pero bueno, nos rechazaron en tres o cuatro de los festivales más importantes… Ahora, habiendo presentado la película en el Bafici, tiendo a verlo en perspectiva y no se me ocurre un estreno mejor que éste. Que sea considerada “maldita”, me parece justo. Es una película rara, que juega con muchos formatos.
Lo que pasa en los festivales también es que te alientan a seguir en una línea muy directa, y esta película no tiene nada que ver con las que había hecho hasta ahora. Si mandaban una película mía, y tal vez me conocían porque “las películas de Mitre son políticas” y veían esto, es muy probable que pensaran “¿Qué mierda es esto?”
—¿Tendrá que ver con la mirada promedio de los grandes festivales con cierto cine que viene desde el Tercer Mundo?
—Esa es una opinión más o menos generalizada. Yo no lo quiero decir… Pero es cierto que vivimos una época en donde hay soberanía del tema. Y si uno es de América latina, bueno, se espera que los temas sean “sociales”. Prefieren que sean de ese tipo. No lo puedo asegurar, pero algo que “dicen”.
—Tus primeras películas entre otras cosas, llamaron la atención porque no era común -en la época, primera década del siglo XXI- que un cineasta joven tocara cuestiones “políticas” ¿Cómo fue eso, de dónde venía?
—Bueno, abordar lo “político” como sujeto llamó la atención, sí… Era como un cine de los 70 ¿no? Pero lo hice porque me interesa y es parte de mi formación. La política es uno de los temas que más hablo, pensar lo político desde lo cinematográfico es de lo que más me interesa e hice en varias películas. Y voy a seguir haciéndolo. Es un poco pretencioso decirlo, pero es shakesperiano, es un tema que aborda la historia de la dramaturgia. Es verdad… Hice El estudiante que era re política y todos decían “qué bueno, un cineasta joven haciendo este cine”. Después vinieron La patota y La cordillera, en la misma línea.
—El cambio de rumbo que marca esta película en tu filmografía ¿Es un camino a seguir?
—De entrada, lo que hace Iosi no tiene nada que ver con lo que hago yo así que la novela misma me sacó de mi zona habitual. Ahora me probé en la comedia, creo que mis películas anteriores no tenían mucho humor que digamos… Lo que haré en el futuro no lo sé y prefiero no saberlo.
—Sos claramente parte de una “generación Bafici”: tus primeras películas, las que hicieron trascender tu nombre, comenzaron aquí…
—Y no solo eso. Empecé a estudiar cine en la escuela de Manuel Antín en 1999, el año de la primera edición de Bafici. Es decir, mis espacios de formación como cineasta fueron la Universidad del Cine y el festival. Edición tras edición, me devoraba la programación, de. una función a la otra, viendo cuatro películas por día y a veces hasta entrando para ver los últimos 20 minutos de una película porque me habían dicho que estaba buena. Bafici es un lugar muy importante para mí en la idea que me armé del cine, de un cine un poco más libre. Este festival tuvo siempre eso, es una bandera de libertad. Entonces que este año haya un foco sobre la obra de Manuel y que mi película fuese vista en la función de apertura, representa mucho para mí.
—¿Pensas en la posibilidad, como ha sucedido con directores mexicanos o chilenos en el último tiempo, de filmar en inglés o en eso que genéricamente se da en llamar “Hollywood”? ¿Lo harías?
—No lo contemplo, me parece que estamos en un momento de transición en el cine en el que uno puede hacer que los capitales fuertes de lo que llaman “Hollywood”, que ahora básicamente son las grandes plataformas de exhibición, financien películas en países como Argentina, habladas en español, con un gran presupuesto. Entonces me parece que los directores que queremos hacer un cine con pretensiones de masividad, lo podemos hacer. Porque si vas a filmar a Estados Unidos o con esos capitales, es porque queres hacer una película que se vea en todo el mundo… Pero por eso: estamos en un momento en que podemos generar proyectos en español y que sea ambiciosos, y que puedan intentar tener un casting con esa clase de actores y ser filmadas en Argentina. Así que yo lo voy a seguir intentando de esa manera: hacer películas mías, donde pueda tener el control creativo y que sean grandes, que tengan buena distribución, pero no necesariamente irme a filmar a Estados Unidos. Yo te digo ahora esta boludez y dentro de tres meses me dicen “vení que tenés esta novela y va a actuar Margot Robbie… Y voy” (risas). Pero no, no está dentro de mis planes.
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