El cantor y compositor Alfredo Piro, uno de los grandes exponentes del tango en el siglo XXI, presenta “Tangos Clásicos (Improbables)”, un espectáculo en donde aborda canciones urbanas y contemporáneas de autores argentinos, entre ellos Daniel Melingo, Alejandro Guyot, Acho Estol, Elbi Olalla y Omar Giammarco. Será este miércoles en Bebop Club de Palermo, junto a un sexteto acústico dirigido por Hernán Reinaudo y las participaciones de Ariel Ardit y su amiga Ligia Piro. “Las canciones son espejo de nuestros estados de ánimo. Escribo y compongo a puño y letra, con el vértigo de la hoja en blanco sin ninguna premisa. Sale lo que tiene que salir en el momento. ”Lo pienso como una necesidad, artística, dialéctica, como una vieja idea que hace tiempo tenía en vilo a mis propias ganas; el título es una ironía, pero es también por definición toda una declaración de principios”, dice Piro, hijo de un notable bandoneonista (Alfredo padre) y una extraordinaria cantante (Susana Rinaldi).
“Al tango no le falta hoy quién lo escriba -continúa-, quién le componga música nueva, ni quién lo cante, lo que le falta al tango (a falta de difusión) es coerción colectiva y leyes que fomenten nuevos espacios. Las y los músicos de tango son ya de por sí independientes desde que deciden estudiar y tocar tangos, por naturaleza propia”, afirma.
En este show, Piro estará rodeado de notables músicos de una nueva generación de instrumentistas tangueros. El guitarrista Hernán Reinaudo es el director musical de un ensamble singular integrado por guitarra de ocho cuerdas, violoncello (Claudia Sereni), bandoneón (Nicolás Enrich), contrabajo (“Pato” Cotella) y percusión (Horacio Cacoliris), una formación que acompaña y potencian la voz grave, dulce y educada de Piro y su guitarra acústica.
–En este concierto abordás canciones sobre el amor, el desamor y hasta “Para seguir tus pasos”, una hermosa canción para tu mamá, Susana Rinaldi. ¿Cómo vivís la experiencia de ponerle letra y música a los sentimientos que te atraviesan?
–Qué otra cosa que “‘una canción triste’ no es finalmente ‘una canción de amor’”, dice Nick Cave. Esa pulsión melancólica está presente de forma constante en el tango, género que por excelencia congrega a todas las mejores canciones de amor, que -en definitiva- son todas canciones tristes.
Yo escribo por necesidad catártica, no por una cuestión económica. Defiendo el mango como puedo, como todo el mundo, pero cada canción tiene su catarsis.
Las canciones son espejo de nuestros estados de ánimo. Escribo y compongo a puño y letra, con el vértigo de la hoja en blanco sin ninguna premisa. Sale lo que tiene que salir en el momento. Nunca comienzo a escribir un tema con un propósito en particular o con algún condicionamiento. Me pasó únicamente cuando escribí con otros autores, como en el caso de los temas que compuse con Pablo Montanelli, cuyas músicas ya tenían un título que precedían a las futuras letras, pero así y todo le escapo a las obviedades y trato de buscarle una vuelta diferente.
El tema tiene su razón de ser cuando se termina de armar. La milonga “Para seguir tus pasos”, se la dedico a mi vieja, como regalo, como legado, pero no es que me senté a escribir una milonga en su homenaje ex profeso.
También es un aliento al trabajo denodado como artista independiente que se cae y se levanta casi como un hábito. En el año 2014 publiqué mis primeras canciones en un disco (El Tiempo de los Necios) que si bien tenía un carácter o una impronta bastante de mucho rock (con producción de Richard Coleman) burlaba los márgenes de cualquier género o estilo musical. Había de todo, y sobre todo una importante distancia del tango.
–Se te escucha muy cómodo cantando este repertorio de grandes referentes del tango de hoy. ¿Fue difícil seleccionar las canciones?
–Es que considero que el tango para mantenerse vigente, como identidad cultural, como género de raíz, necesita interpelarnos en nuestra propia coyuntura, sin anacronismos. No me resultó difícil encontrar estos temas, porque sin buscarlas, las canciones ya habían aparecido hace un tiempo.
Pertenezco a una generación que empezó hace un tiempo a renovar el cancionero popular del tango. Algunos incluso desde otros géneros musicales que claudican en el tango. Pasa con Daniel Melingo, con Acho Estol, con Pablo Dacal, con Fernando Rabih, con Omar Gianmarco, con Isabel de Sebastián, con Romina Grosso. Los primeros temas que aparecen en el repertorio, como punta de lanza, me tienen como intérprete. A partir de ahí es que encuentro la veta para filtrar mis propios temas también. Lo más interesante (y difícil) fue seleccionar la instrumentación de cada uno de los arreglos y luego adaptarlos al formato del vivo con una formación muy particular.
–Los arreglos de Reinaudo son sutiles y le calzan muy bien a estas canciones. Encontró un punto de equilibrio entre el tango y el género canción. ¿Cómo fue esa búsqueda estética y cómo vivís la experiencia de trabajar juntos?
–Con Hernán nos conocemos hace una punta de años. Grabamos dos discos juntos (Segundas intenciones en 2004, y Oír de noche en 2007) que terminaron desembocando en un compilado (Una vuelta más en 2011).
Hernán es un instrumentista enorme y un gran arreglador. Los arreglos “madre” del disco están hechos para orquesta grande, pero cuando surgió la posibilidad de volver al ruedo (en septiembre del 2021 en el Festival de Tango) lo hicimos con formato reducido por una cuestión presupuestaria y pandémica. Luego de esta experiencia la idea de disco es reformularlo y grabarlo con una formación de sexteto (cuarteto de cuerdas, más bandoneón, percusión y guitarra, aunque piano en algunos temas)
Creo que el género canción emparda por naturaleza con el tango. El tango le aporta picardía, mugre, le sube el precio a cualquier balada. “El día que me quieras” es el ejemplo longevo más acabado y más alto. No necesita encorsetarse caprichosamente en el bolero, como lo ha hecho Luis Miguel, para ser una canción de amor.
Fuente: Télam S.E.
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