Si tengo que ir a la fuente última de inspiración de Herr Doctor Freud creo que está en mi infancia y tiene que ver con Perón, en un link mental que puede parecer extraño. Me explico: durante años dio vuelta por los medios Marta Holgado, una mujer veterana que decía ser hija no reconocida del General. Lo que me conmovía de ella, cada vez que la veía en la TV, era cómo armaba un relato donde no había lugar a la más mínima duda acerca de que sí o sí Perón era su papá, la ampulosidad y la exageración de su narración afiebrada, el tono algo melancólico de Princesa Anastasia no reconocida, cómo no dejaba detalle sin cincelar de cada una de las escenas que alucinaba, cómo jamás aparecía la más mínima vacilación o duda en su certeza.
No era ninguna impostora, estaba “rechapa”, que es distinto de ser una farsante. Pero yo sabía la verdad porque era prima de mi madre, que la llamaba Martita y que me contaba, cuando yo era un chico y con tono piadoso, que ya desde niña su prima deliraba intensamente con otros asuntos, algo que se confirmó cuando por fin se hizo el ADN y le dio negativo, luego de lo cual a los pocos meses Martita, derrumbada frente a la verdad amarga, murió.
Al escribir Herr Doctor Freud, que va más lejos que Martita y que directamente dice ser Freud revivido en Buenos Aires y en pandemia, me di cuenta de que ella había disparado en mí la fascinación que siempre me produjeron los locos estilo “yo soy Napoleón”, e inclusive y sin que lleguen tan lejos, los dobles de cantantes tipo Sandro o Freddy Mercury y, desde otra perspectiva, el fenómeno científico de la clonación.
Herr Doctor pasó ya por diferentes soportes. Antes de ser obra de teatro, primero fue un programa de radio y luego un streaming realizado en el peor momento de la cuarentena en 2020. Solo el talento del director Pablo Bolaños, que también dirige la versión escénica, y del escenógrafo e iluminador Marcelo López Carilo lograron armar un relato atractivo y ágil con el solo auxilio, para la transmisión en vivo y para la edición del material switcheado, de dos teléfonos celulares y una compu.
Ese trabajo, hecho en condiciones de trinchera, precariedad y aislamiento, fue muy importante para nosotros, no solo por la necesidad de ganar algún dinero cuando los teatros lógicamente se cerraron por cuestiones sanitarias sino también por las ganas de contar algo referido al momento inédito que estábamos viviendo: Herr Doctor, por obra de un malentendido, se convierte en una figura mediática que mide a lo loco en el formato que fuere donde se presente y si bien en TV y redes lo toman como un mediático más tipo Leevon Kennedy, el público le empieza a prestar atención a su palabra, que tiene una perspectiva claramente freudiana para pensar los medios, la pandemia, el malestar en la cultura del siglo XXI y la mar en coche. Entonces ya no importa si Herr Doctor (así se hace llamar pomposamente) es un psicótico descompensado (como creo que hay tantos en los medios y eso lo conjeturo como psicoanalista), un estafador, un actor muerto de hambre que apela a un rebusque o un psi brotado o con Alzheimer. A los medios no les importa porque mide y eso es lo que más importa en el siglo XXI y al público tampoco le importa si es o no es, porque encuentran en su palabra una referencia para atravesar un poco mejor la pandemia.
El salto a la versión escénica, también dirigida por Pablo Bolaños, se produjo en enero de este año en el Teatro Apolo, en una temporada limitada de seis funciones producida por el Ministerio de Cultura de la Nación y que, dado el gran interés y la convocatoria despertadas, ahora reponemos en el Chacarerean Teatre a partir del miércoles 6 de abril a las 21 hs por 8 únicos miércoles, gracias a la generosidad de Mauricio Dayub, su timonel, que enterado del cierre previamente pautado de la anterior temporada nos ofreció un lugar en la brillante cartelera de su teatro, que incluye a su espectáculo El amateur y a Gerardo Romano en Un judío común y corriente. Un honor esa oferta por parte de quien hoy por hoy es uno de los hombres más exitosos de la escena porteña, en un momento complejo donde de a poco el público va volviendo a las salas luego del corte pandémico.
La versión escénica
En la versión escénica hay varias vueltas de tuerca nada menores. La primera es que se muestra todo el proceso de instalación mediática del personaje: en uno de los planos del espectáculo Herr Doctor rompe la cuarta pared y da una conferencia contando su historia en y con los medios. En el otro y en plan comedia, se desarrollan las escenas evocadas. Allí aparece René, un joven personaje no binarie, portentosamente interpretado por Alejo Moisés, que se asocia con Herr Doctor para llevar adelante la aventura mediática, en tanto couch, pero que lo enfrenta a Herr Doctor a dos asuntos centrales que no existían o no eran visibles en la Viena de principios del siglo: la vida humana regulada por pantallas (pensemos que en 1939 cuando Freud murió no había ni TV) y la visibilidad y legalidad de las distintas identidades de género, un tema que no termina de entrar en las teorías freudianas y que hoy está en el centro de la polémica en el campo del psicoanálisis, lo cual obliga a Herr Doctor (y por carácter transitivo al verdadero Sigmund Freud, al de la Historia) a pensar sus propios límites doctrinarios e inclusive personales (su hija Anna, una de las fundadoras del psicoanálisis con niños, era homosexual y jamás hubo palabra alguna al respecto). Como bien sintetizó el periodista Sebastián Arismendi “es un eco de“ Freud perdido en la ciudad de la furia, intentando adaptarse a la pandemia y al modernismo. René será su contraparte, la época moderna que intentará hacer conexión con lo ortodoxo. Ambos actores despliegan una empatía sin igual en esta comedia”.
De resultas de todo este proceso, Herr Doctor, metido a participar en un programa más bizarro que el otro, irá entendiendo, sobre todo a partir de una entrevista en TV que le hace una ofídica conductora (aparece en video interpretada con mucha gracia por Vicky Hladilo), acerca de las claves centrales de los medios: lo bizarro, lo híper realista, la inducción al odio, el llorar a cámara, el hablar abusivamente en nombre de la gente, todo en pos de medir a cómo dé; y cual Quijote heroico logrará dar vuelta la taba haciendo un programa cultural que encima arrasará en las mediciones y que incluye un homenaje a Alejandro Urdapilleta.
Repetimos la consigna de venta que usamos en Dr Lacan, comedia que escribí, dirigí e interpreté durante ocho años consecutivos: también Herr Doctor Freud es apta para analistas, pacientes y civiles y su trama es absolutamente compresible aun cuando no se sepa una pepa de psicoanálisis ni el espectador se haya tendido siquiera alguna vez sobre un diván. Prestamos especial atención al ritmo, en la certeza de que hoy, para el espectador, apagar el celular una hora es una renuncia pulsional muy importante y entonces, sin caer en el videoclip frenético ni en la metralleta de estímulos sensoriales, intentamos tenerlos agarrados de las pestañas, vía risa y emoción, como para no darles tiempo a que se tienten a fisgonear la bendita pantalla.
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