En una recorrida pausada y atenta por las salas del Museo Nacional de Bellas Artes que duró más de una hora, el presidente chileno, Gabriel Boric, disfrutó de la exhibición de los siete cuadros de la serie Identificaciones, del pintor argentino Ernesto Deira (1928-1986), repatriada desde Chile tras una disputa que duró más de medio siglo y que tuvo que atravesar un laberinto burocrático y de negociaciones bilaterales para retornar al país.
“Es un privilegio estar en el museo y llenarme de arte. Tengo la convicción de que un buen liderazgo, en mi caso ser Presidente, no es estar todo el tiempo ocupado resolviendo contingencias sino que también es importante pensar desde otras perspectivas. Acercarse a la verdad desde el arte nos hace muy bien a quienes tenemos este tipo de responsabilidades”, definió Boric durante la visita, en la que se interiorizó sobre cómo las obras de Deira volvieron a la Argentina, pero también charló y pidió una foto con el artista Luis Felipe Noé, sacó su celular para inmortalizar y guardar un Rothko y se tomó unos minutos para analizar el avance del malón en Después de la Batalla de Curupaytí, el lienzo de Cándido López.
Boric llegó al Bellas Artes pasado el mediodía, acompañado por la ministra chilena de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Julieta Brodsky. Fueron recibidos por una comitiva de funcionarios argentinos que oficiaron de guías y respondieron las preguntas y los comentarios del invitado: el ministro de Cultura, Tristán Bauer; el director del museo, Andrés Duprat; y la directora artística de la institución, Mariana Marchesi. También acompañaron el recorrido el ministro de Defensa, Jorge Taiana; Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile; y Bárbara Figueroa, la nueva embajadora chilena en Argentina.
La visita comenzó por la planta baja, donde Boric se encontró con los hijos y nietos de Deira. Todos conversaron y posaron juntos frente a una de las obras de uno de los creadores de Nueva Figuración, la explosiva agrupación que por más de cuatro años, entre 1961 y 1965, protagonizó uno de los capítulos más significativos de la historia del arte argentino de la segunda mitad del siglo XX, junto a Rómulo Macció, Luis Felipe Noé y Jorge de la Vega.
En blanco y negro, las obras repatriadas tienen una fuerte connotación geopolítica pero también guardan sintonía con las imágenes impresas en los diarios. Se descubren personajes mutilados en alusión a la muerte de Ernesto “Che” Guevara, a los Derechos Humanos y a la Guerra de Vietnam.
El mandatario chileno escuchó el relato del devenir de la serie, tan complejo como la historia de nuestros países. Las obras fueron exhibidas por única vez en 1971 en el espacio de la galerista chilena Carmen Waugh en Buenos Aires y ese mismo año viajaron a Chile y se exhibieron en la Sala Universitaria del Instituto de Arte Latinoamericano de la Universidad de Chile, en el marco de las celebraciones por la visita del ex presidente de Cuba, Fidel Castro.
Al terminar la exposición, las obras iban a ser enviadas a La Habana, pero Deira desistió por el clima político complejo que se vivía en la isla. Las autoridades trasandinas interpretaron que esas pinturas habían sido donadas a Chile, algo que en verdad nunca ocurrió. Tras el golpe de Estado contra el expresidente Salvador Allende, el dictador Augusto Pinochet ordenó la destrucción de las obras y Deira murió en 1986, convencido de que sus cuadros habían sido quemados.
Fue el pintor Luis Felipe “Yuyo” Noé, amigo del artista e integrante del grupo neofigurativo, quien se enteró a través de la gestora cultural Carmen Waugh de que las siete pinturas se encontraban intactas en un depósito en el Museo Arte Contemporáneo, perteneciente a la Universidad de Chile. Desde entonces, sus hijos iniciaron las innumerables gestiones con autoridades diplomáticas, gubernamentales y universitarias de Argentina y Chile para que la colección fuera íntegramente devuelta a la familia. El Museo de Bellas Artes se convirtió, entonces, en el lugar de reencuentro y resolución de aquella historia.
“¿Conocen ese poema de Benedetti dedicado al Che?”, le preguntó el mandatario a sus interlocutores, conmovido por las pinturas de Deira que dan cuenta, de manera velada, del asesinato del Che Guevara. No supieron responderle. Boric, en el medio de la sala, comenzó a recitar: “Dicen que incineraron toda tu vocación/ menos un dedo/ basta para mostrarnos el camino/ para acusar al monstruo y sus tizones/ para apretar de nuevo los gatillos/ así estamos/ consternados/ rabiosos”.
“La unión y colaboración que tenemos chilenos y argentinos va más allá del consumo y el dinero. Tengo el alma enriquecida y el corazón galopante por lo que hemos compartido estos días”, sostuvo el mandatario mientras recorría las salas, en el marco de una primera visita marcada por lo cultural que también lo llevó a conocer librerías porteñas, a escuchar música en el Centro Cultural Kirchner y a recorrer el Museo de la Memoria en la ex Esma.
También visitó las salas del primer piso donde se exhiben CAYC Chile-Argentina 1973-1985-2022. La exposición olvidada y una lectura a cuatro artistas chilenos y la muestra homenaje Sara Facio: Fotografías 1960/2010, en la que Boric reconoció y celebró la foto icónica que la fotógrafa le hizo a Julio Cortázar.
Después, el presidente chileno retomó las colecciones permanentes y le pidió a “Yuyo” Noé, quien siguió de cerca y a paso lento pero seguro toda la visita, sacarse una foto frente a Introducción a la esperanza, una obra de 1963. “¿Ese año ganó Boca, maestro?”, le preguntó al artista al ver los colores del club en la obra de “cuadro dividido”.
“Conocí este museo a los 22 años y quedé muy impresionado. Vuelvo y después de tanto tiempo veo cómo la evolución de las sociedades incide en la curaduría. Ahora, por ejemplo, tienen una muestra de arte precolombino de manera permanente, hay una perspectiva de género y latinoamericanista. Es algo que estamos discutiendo en todas las dimensiones de nuestra vida”, contó el mandatario, en una reflexión sobre cómo la época también modifica los espacios culturales.
Fuente: Télam S. E.
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