Ninguno de los dos conocía Ucrania. Ni Fabio Banegas, un destacado pianista rosarino que desde hace cuatro años reside en Estados Unidos, ni Francisco Varela, importante compositor y director de orquesta. Eran dos argentinos que fueron a hacer su trabajo y que, al volver, vieron cómo el mundo se desmoronaba. El motivo del viaje tiene un nombre, una historia, un legado y su continuación: César Franck, francés de origen belga, compositor y organista, prócer musical de la segunda mitad del siglo XIX. Este año se cumplen 200 de su nacimiento. Ambos fueron a tocar su obra con la Orquesta Filarmónica Nacional de Ucrania. El sello discográfico inglés Guild Music lanzará el disco en junio. En diálogo con Infobae Cultura, los dos músicos cuentan su particular estadía en Ucrania.
Un tiempo atrás, cuando la invasión rusa todavía no se había desatado, Francisco Varela trabajaba en la coordinación artística de la Sinfónica Nacional. Un día conoció a Theodore Kuchar, un director que vive en Estados Unidos y que llegó a la Argentina para dirigir un proyecto. Fue Kuchar quien lo puso en contacto con la Orquesta Filarmónica Nacional de Ucrania. “Estábamos trabajando en otros proyectos que se pospusieron por la pandemia y surgió éste, que se da justo en el bicentenario”, dice Banegas, quien es especialista en la obra de César Franck. “Surgió la idea de grabar las obras para piano y orquesta sumando otros elementos sinfónicos. Y a través de este contacto, nos comunicamos con la Orquesta de Ucrania, que estaba disponible del 11 de noviembre al 19. Y fuimos”.
Una ciudad, un mundo
Lviv —Leópolis en su castellanización—, la ciudad donde llegaron, está al oeste, a setenta kilómetros de la frontera con Polonia. “La tensión con Rusia ya existía, pero la atención estaba puesta en el coronavirus y si íbamos a poder sostener el proyecto. La Orquesta estuvo excelente, la experiencia fue alucinante, la semana fue muy intensa: jornadas de ocho horas grabando. Fluyó todo muy bien”, cuenta Varela y agrega: “Al estar bien al oeste, ahora se convirtió en un lugar fundamental: hay muchos periodistas, muchos refugiados. En el auditorio alojan músicos refugiados del resto del país”. Banegas recuerda que “la tensión estaba en el Donbask, pero no estaban preocupados”. “Hubo algunas escaramuzas pero apenas era una noticia en el diario”, agrega su compañero.
“El consenso general de la población y de los amigos que hicimos —continúa Banegas— es que no querían tener nada que ver con Rusia. Valoraban su independencia, su identidad; se veían diferentes. Alegaban que gran parte de la grandeza de Rusia en materia científica y artística fue gracias a los cerebros que salieron de Ucrania”. Varela acuerda y subraya “su soberanía y su autodeterminación” y afirma que, según ellos, “no hay confusión de que son pueblos distintos”. “Estamos esperando que se acabe esta locura, preocupados por nuestros amigos y por todo el pueblo ucraniano”, agrega. Banegas los define así: “Son gente amiga con una civilidad superior. Gente muy civil, muy buena, la ciudad muy limpia, todos muy amables. Estamos con mucha angustia, la verdad”.
Grabaron cinco obras de César Franck con la Orquesta Filarmónica Nacional de Ucrania. Varela fue el director, Banegas el solista. Fueron cuatro poemas sinfónicos —El cazador maldito, Les Djinns (”Los Genios”, basado en un poema de Víctor Hugo), Les Éolides y Redención— además de las variaciones sinfónicas para piano y orquesta. “Era una orquesta muy local. Si bien la ciudad no es tan grande, tiene un millón de habitantes, tiene un teatro de ópera con su propia orquesta, además de esta filarmónica que son unos cien músicos. Para que te des una idea, una parte de la filarmónica estaba de gira en Alemania. Además, había otra orquesta grabando en ese momento. En una ciudad relativamente chica y tienen dos orquestas y todos músicos de excelente calidad”, sostiene el compositor.
Durante los días que estuvieron en Ucrania —llegaron el 11 de noviembre y el 19 emprendieron la vuelta—, hubo una confusión. Estaban todos listos para comenzar a tocar El cazador maldito y alguien detectó que en la orquesta había dos trompetas y dos cornetas. Parte de los organizadores interpretaron que era así, que estaba bien, que esa era la forma de tocar esta pieza emblemática de Franck, pero otros sostuvieron que no, que llevaba cuatro trompetas. “Hicieron unos llamados, vinieron dos trompetistas y tocaron muy bien”, cuenta Varela. “Los sacaron de la galera”, agrega Banegas y dice que “es otra relación con la música. Yo vengo de una familia de checos y voy seguido a República Checa. Para ellos tocar el violín es como jugar a la pelota. No te sorprende que le sobren músicos”.
La gran mayoría de los músicos eran ucranianos, aunque había algunos extranjeros. La mitad de la orquesta eran hombres; la otra mitad, mujeres. Para comunicarse, Varela cuenta que le hablaba en inglés al concertino, el primer violinista, y este le traducía a los demás músicos. Eso demoraba tiempo pero no presentaba mayores problemas. “La única barrera que teníamos era el idioma. Después, para lo demás, aplica la máxima de que la música es el lenguaje universal”. “Lo que yo noté era una maleabilidad. Eran muy receptivos a las explicaciones de Francisco. Captaban la idea de lo que él quería decir, del estilo, de todo y la ejecutaban casi de forma automática”, comenta Banegas, y Varela agrega: “Eso habla del compromiso. Iban ocho horas de grabación y ellos seguían concentrados”.
Quedaron sorprendidos con Lviv. “Es una ciudad europea —dice el compositor— y hay una cosa muy occidental en sus edificios, en su arquitectura; eso nos vincula muchísimo. No es como estar en Japón que el paisaje es muy distinto. Pero después ves un agua mineral, ves la etiqueta y no entendés si es con gas o sin gas. Al tener otro alfabeto se genera una barrera. Es una sensación de comodidad de que conocés pero al mismo tiempo no. Pero en la cuestión artística fue todo muy fluido”. Banegas recuerda: “Tuvimos un ensayo, nos tiramos a la pileta y de ahí empezamos a grabar. Pensá que estábamos tocando la música de un autor francés, ellos se adaptaron también a eso perfectamente”.
Musica entre bombas
Después de las grabación empezó el proceso de edición. El encargado era Andreii Mokrystki, ingeniero de sonido, una de las personas más buscadas por los sellos en la edición de música clásica, según cuentan. Eran conversaciones, muchos mails, idas y vueltas con Francisco Varela para definir todo, qué querían, cómo lo querían, qué era lo mejor. Mokrystki trabajó hasta el 23 de febrero, el día antes que Vladimir Putin anunciara una “operación militar especial” en el territorio de Donetsk y Lugansk, y los misiles comenzaran a impactar en zonas de Ucrania. Ese día, 23 de febrero, Mokrystki le mandó un correo electrónico con una pregunta final. “En el lapso entre que él me preguntó y yo le respondí, porque era algo que necesitaba charlarlo con Fabio y con la discográfica, estalló la guerra”.
Al día siguiente, Kiev, la ciudad donde estaba el ingeniero, ya recibía bombardeos. Mokrystki quedó atrapado por el toque de queda. Pasaron unos días y les escribió que estaba bien. “Ahora no sé cuándo voy a poder entregar el material”, les dijo. Varela estaba en Buenos Aires, Banegas en Los Angeles. “Mi sentimiento fue bajar los brazos, saber que él esté bien, que la grabación espere”, cuenta el pianista, y agrega: “Finalmente se escabulló y lo terminó. A mí me conmovió muchísimo”. “Cuando estalla la guerra —continúa Varela— imaginate que tomamos contacto con todos nuestros amigos de allá para ver cómo estaban. Andreii vive en Kiev. Nos dice: ‘Donde yo estoy estamos tranquilos’. Pero es como estar en Buenos Aires y que en Quilmes estén tirando bombas. Nada es seguro”.
“Nos sorprendió el temple. Nos dijo que iba a seguir trabajando, que iba a cumplir lo que prometió. La situación ameritaba que él no esté revisando eso. Esa resiliencia de seguir adelante, de seguir haciendo lo suyo, es algo muy conmovedor”, dice el director argentino. Los músicos de la Orquesta Filarmónica Nacional siguen en Lviv “tratando de ayudar a los que quedaron sin casas, asumen una cosa comunitaria de ser referentes para ayudar y distribuir cosas”, cuenta Varela y Banegas agrega que “siguen tocando” y que “hace poco hicieron un concierto en la plaza principal de Lviv, tocaron con un piano eléctrico, hubo un coro a capella, también hacen streaming”. “Todo para levantar la moral”, asegura conmovido.
Visto en perspectiva, pudieron quedar atrapados en el momento equivocado. Por un capricho del calendario, por algo del azar inexplicable, ahora están en Buenos Aires conversando con Infobae Cultura. “Cuando estuve ahí tuve una sensación de tranquilidad. Hoy no lo concibo. Sí me da todavía más angustia saber que un lugar tan tranquilo y amable y tan pacífico y civilizado esté pasando por esta situación”, concluye Varela. “Si tu pregunta es qué hubiera hecho yo —dice Fabio Banegas del otro lado de la pantalla, en esta conversación por videollamada—, me hubiera hecho el mercenario. Me hubiera enlistado. Son gente amiga, son gente sincera, muy honesta. Creo que los hubiera defendido”.
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