Del San Martín al Colón, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Apenas un par de cuadras separan pasado y presente para Jorge Telerman, gestor cultural y dirigente político de raíz peronista ahora alineado con la alianza Juntos para el Cambio, ex jefe de gobierno, ex ministro de Cultura de la provincia de Buenos Aires, ex embajador argentino en Cuba. La lista podría continuar: en los últimos 30 años de política en Argentina, su nombre y apellido aparecen de una u otra manera en cargos de relevancia institucional. Ahora es Director General del Teatro Colón.
“Tengo vocación por la actividad pública”, le dijo a Infobae Cultura en una conversación por la que sobrevolaron varios temas, desde los más urgentes del coliseo lírico -no exentos de polémica- a una retrospectiva de su carrera política pasando por el deseo que tiene, y espera concretar, alrededor de una tríada de íconos culturales argentinos que siempre estuvieron relacionados al Colón: Daniel Barenboim, Martha Argerich y Julio Bocca. En este último caso, y en particular sobre todo el rebote que generó la renuncia de Paloma Herrera al frente del Ballet Estable -y su invocación de los dichos del ex bailarín de fama mundial-, Telerman fue directo y sincero: “Quiero que Julio vuelva al Colón, el teatro está a su disposición”.
Ahora, en sus primeros días al frente, el hombre tiene varias cuestiones calientes por resolver, entre las que se destaca aquello por lo que -no hace falta mucha perspicacia para saberlo- motivó la salida de María Victoria Alcaraz. El affaire-Paloma Herrera y su mediática renuncia, con disparos contra la conducción del teatro y la invocación de la presión gremial como causa efectiva, desembocaron en la llegada de Telerman, hasta ahora a cargo del Complejo Teatral de Buenos Aires.
—¿Llegó al Teatro Colón para poner orden?
— Es inevitable que haya empezado por allí y que eso haya sido mi primera actividad, aún antes de asumir, desde el día que fui convocado. Obviamente estaba al tanto de lo que estaba pasando. Fue un episodio de público conocimiento. Así que ni bien fui convocado hace diez días, me puse a trabajar con un equipo de administrativo y laboralista. Cuento con el jefe de gobierno, el jefe de gabinete y el ministro de Cultura alineados en que ésta sea una de las primeras acciones. Para que las cosas puedan suceder en todo su esplendor, hay que desatar algunos nudos. El primero es el tema de los bailarines y su jubilación. No puedo prometer que en dos o tres días se va a resolver, porque es un problema de décadas. Lo bueno de este conflicto es que puso sobre el tapete una situación que requiere una solución. Esta es una actividad donde evidentemente no podemos esperar que alguien pasada una cierta edad, cumpla con su trabajo en igualdad de condiciones. Bailarinas y bailarines tienen que tener la posibilidad de una jubilación particular y específica. Ese es su mayor reclamo. Lo entendemos perfectamente, lo creemos absolutamente justo, así que estoy abocado a ello. Ya tuve un primer encuentro informal y les hice saber esto.
—En toda esta discusión pública sobrevoló el rol de los gremios en instituciones culturales públicas ¿Qué opina de la caracterización de los sindicatos como “la máquina de impedir”?
—Tengo muchísimos años en la gestión pública. Mi relación con los gremios y con los trabajadores es excelente, porque conozco bien de qué se trata y también sé cuánto prejuicio hay al respecto. Yo sé muy desde adentro el laburo que hacen. Todas esas maravillas que vemos sobre el escenario son posibles, no solamente porque viene algún solista maravilloso, sino porque hay cuerpos artísticos, escenógrafos, vestuaristas, tramoyistas, maquinistas… Hay mucha historia creada en relación a las supuestas máquinas de impedir. Sí hay algunos obstáculos. Así que hay que abocarse a eso y generar las condiciones laborales para que todo lo maravilloso que se hace acá pueda mostrarse en plenitud. Estoy para conversar y discutir, incluso sobre temas complejos. Soy amigo de los compañeros de los gremios, ellos saben que sé hablar ese idioma.
—Flotó otro tema sobre la conducción del Colón en los últimos años y tuvo que ver con la presentación de espectáculos discutidos por su relevancia artística para semejante escenario ¿Eso se terminó?
—El Colón tiene que ser para todos, pero no puede ser para todo. Hay una línea que me dirán es subjetiva, pero es clara y que no se puede cruzar. Que sucedan cosas en el teatro, fuera de las tres grandes lineas -la música de partitura, la ópera y el ballet- estará bien en la medida en que eso solo pueda suceder en el Colón. Está bien en pensar cómo el teatro puede llegarle a más gente. Me parece bien ampliar y tomar riesgos. Pero el director general debe velar por ciertos criterios ¿Salirse del esquema? Sí, pero con algo que esté más allá de toda discusión. Si puede suceder en el Gran Rex, bueno, allí deberá ser… Amo ciertas expresiones artísticas, pero las voy a ver a otro lugar.
—Cuando sucedió lo de Paloma Herrera, volvió el nombre de Julio Bocca y algunas declaraciones suyas que aludían a la dificultad para llevar adelante el trabajo artístico en el Colón ¿Cree que volverá al teatro?
—Voy a hacer lo imposible para que así sea. Lo quiero mucho. Él sabe que lo quiero y cuáles son mis sueños. Tengo que poner mucha energía en varias cosas, pero una de ellas es restablecer el vínculo con algunos de los genios argentinos de proyección mundial. Julio, Barenboim, Martha Argerich… Cuando ellos están acá vuelve ese orgullo de ser, y que podamos ofrecer estos símbolos en un momento tan duro, de pobreza y desunión, es primordial. No podemos perder eso. Les dije: el Teatro está a vuestra disposición ¿de qué manera podemos ayudar?
—Es curiosa su carrera pública y política. Entre otras cosas, ha sido la única persona directamente relacionada o surgida del ámbito cultural que ejerció el Poder Ejecutivo de Buenos Aires. Y en un momento muy particular, luego de la tragedia de Cromañón en 2004 ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cambió su mirada de la gestión pública? ¿Volvería a ser candidato?
—No voy a ser candidato. Mi aspiración es seguir cumpliendo mi vocación por la actividad pública. Ahora trabajo para que el Colón brille y tenga la excelencia artística tradicional. Lo hago desde una perspectiva clara de gestor público. Respondiendo a una pregunta más abarcadora, voy a parafrasear a Kennedy y decir “¿qué es lo que el Colón puede hacer por el país?” Es una pregunta que excede al gestor cultural aunque esencialmente soy eso y tendré que rendir cuenta. Esta perspectiva sin duda, me fue creciendo en la medida que desarrollé actividades públicas en la cultura y fuera de ella. Cuando asumí en Buenos Aires luego de esa situación tan traumática que fue Cromañón, convoqué al maestro Barenboim para que diera un concierto de fin de año en la 9 de julio. Y vino, dio un concierto maravilloso. En ese momento, mi pregunta fue ¿Qué puede hacer la cultura por la ciudad, en un momento así? El objetivo era restaurar una herida, una ofrenda -como decía Jorge Bergoglio en ese momento- a una ciudad que no había llorado lo suficiente.
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