Pierre Lemaitre: crimen, desolación y otras exquisiteces en un diccionario de la novela negra

El exitoso escritor francés desentraña los secretos del género mediante una selección subjetiva y arbitraria, pero entrañablemente eficaz, de autores, libros, series y personajes

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Crimen, violencia, desolación y otras exquisiteces en un diccionario sobre la novela negra
Crimen, violencia, desolación y otras exquisiteces en un diccionario sobre la novela negra

Crimen, violencia, desolación. Asesinatos, putrefacción social y gimlets en la barra de un bar espejado. Mujeres fatales, policías corruptos, angustia nórdica y existencial. Ah: de vez en cuando, un mayordomo. Detectives, más tragos, más femmes fatales, muerte, perversión, sangre y destrucción. Y más muerte.

¿Quién podría resistirse a semejante combo? Nadie en sus cabales, claro. Por lo pronto, Pierre Lemaitre –el escritor francés creador del comandante de la Brigada de Policiales Camille, Verhoeven, que será el investigador en varias de sus obras– realizó un trabajo de expresión de amor por el noir, el género negro, en su último libro Diccionario apasionado de la novela negra (Salamandra) que, escrito esto con cautela, es una gloria para cualquier fan del policial, tanto del más actual como del de los padres y madres fundadoras. Un diccionario que, a pesar de sus 500 páginas, no es exhaustivo (¿pero qué taxonomía del género lo podría ser?) y no tiene pretensiones de objetividad, sino que su método es arbitrario y encantador. ¿Hay sangre en esas quinientas páginas? Sería desmerecerlas decir que chorrean líquido rojo, pero es posible asegurar que poseen tanta sangre como lo requieren de manera estricta las reglas del noir.

Pierre Lemaitre
Pierre Lemaitre

Hay que situarse en los comienzos del género. Los antecedentes directos de la novela policial surgen durante los convulsivos años de mediados del siglo XIX, cuando el capitalismo, con sus logros y pesares, afianzaba su rol en el mundo y, a la vez, era objeto de crisis y levantamientos que cuestionaban el orden económico y social. En 1841, en Filadelfia, el gran Edgar Allan Poe escribe, ambientada en París, Los crímenes de la rue Morgue, un relato de misterio de “cuarto cerrado” (que posteriormente será un subgénero) en el que una madre y una hija parisinas aparecen muertas dentro de un departamento cuya puerta está cerrada con llave. Las occisas: salvajemente muertas. Cunden teorías y teorías para resolver el brutal asesinato, pero sólo el analítico detective Auguste C. Dupin podría resolver el caso, poner orden allí donde el razonamiento había sido quebrado. Como sucedía en la sociedad al natural. Para más datos, busquen la entrada con el nombre del cuento (página 108) porque del autor entrada no hay. ¡Pero no sería necesario! Basta y sobra con su conclusión: “este breve relato contiene prácticamente todo lo que la novela policíaca de investigación explotará durante las siguientes décadas”.

Es que la primera etapa llegará a sus picos con Sherlock Holmes, su violín y la cocaína que consume mientras resuelve los casos ideados por Sir Arthur Conan Doyle (que no tiene una entrada propia en este diccionario) o con el detective Hércules Poirot, creado por la monarca de los reinos del policial inglés, Mrs. Agatha Christie. Pero mientras avance el siglo no bastará con el whodunit (expresión para denominar al policial cuyo centro es la deducción de quién es el criminal –who has done it–) ni con cerebrotes de la lógica que ayuden a reponer el orden perdido, sino que… Bueno, Lemaitre lo explica muy bien en la entrada intitulada “La cabeza y los cojones”, que alude al policial inglés citado y al estadounidense que surge alrededor de la Gran Depresión de 1929.

Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle

Raymond Chandler, uno de los dioses del noir, resume así el tema así: “Los primeros exigen el plano de la planta baja de la mansión Greythorpe, con el despacho, la sala de armas, el vestíbulo principal, la escalera y el pasillo que lleva a ese siniestro cuarto en el que el mayordomo saca brillo a la plata georgiana con los labios fruncidos, silenciosamente, escuchando el murmullo de la fatalidad. Los segundos piensan que la distancia más corta entre dos puntos es la que separa a una rubia de una cama”.

Cita el diccionario a Jean Patrick Manchette: “A un lado, Hércules Poirot; al otro, Bogart: la cabeza y los cojones”. Y así se separan como primos lejanos, pero primos al fin, la novela policial de la búsqueda deductiva-lógica del asesino y la novela policial negra, escrita en un mundo donde la crisis económica y social marca el trasfondo de una sociedad capitalista que lleva en su seno al crimen, novela en la que quienes realicen la labor investigativa deberán ser detectives díscolos (o policías sólo más díscolos aún) en un escenario oscuro, rodeados de hampa, crimen organizado, policías corruptos, millonarios que delegan en sicarios los negocios de los bajos fondos y, claro, femmes fatales que marcan el horizonte de esas cruzadas que realizan los detectives por una tarifa fija por semana, más viáticos.

Raymond Chandler
Raymond Chandler

Una digresión para continuar la lectura del diccionario que seguramente será familiar para los lectores de Latinoamérica. En su Decálogo del policial negro argentino, el escritor y crítico literario Carlos Gamerro propone cómo debería funcionar el noir en estas geografías:

“1. El crimen lo comete la policía

2. Si lo comete un agente de seguridad privada o –incluso- un delincuente común, es por orden o con permiso de la policía.

3. El propósito de la investigación policial es ocultar la verdad.

4. La misión de la Justicia es encubrir a la policía.

5. Las pistas e indicios materiales nunca son confiables: la policía llegó primero. No hay, por lo tanto, base empírica para el ejercicio de la deducción.

6. Frecuentemente, se sabe de entrada la identidad del asesino y hay que averiguar la de la víctima. A diferencia de la policial inglesa, la argentina suele comenzar con la desaparición del cadáver.

7. El principal sospechoso (para la policía) es la víctima.

8. Todo acusado por la policía es inocente.

9. Los detectives privados son indefectiblemente ex policías o ex servicios. La investigación, por lo tanto, sólo puede llevarla a cabo un periodista o un particular.

10. El propósito de esta investigación puede ser el de llegar a la verdad y, en el mejor de los casos, hacerla pública; nunca el de obtener justicia.”

Además de contundente, parece apropiado para el policial de este país. Gamerro señala que el periodista que inspira su investigador del policial negro argentino es Rodolfo Walsh, aquel que le da voz y nombre a los fusilados de José León Suárez, reconstruye el homicidio estatal y llega a la verdad, mas no a la justicia, como bien remarcó en los diversos prólogos de su Operación Masacre. Fin de la digresión.

"Diccionario apasionado de la novela negra" (Salamandra), de Pierre Lemaitre
"Diccionario apasionado de la novela negra" (Salamandra), de Pierre Lemaitre

En las entradas del noir más contemporáneo es que el diccionario le ofrece al lector un espacio en el carrito de la montaña rusa del crimen y su investigación. Se señaló que Chandler era uno de los dioses del género. Lemaitre dice: “Sus novelas parecen divagaciones con peleas intercaladas (...) si fueran perfectas, puede que ya no se hablara de ellas. Lo que consiguió es bastante más interesante”. Y describe al legendario detective Philip Marlowe, su investigador nacido en 1939 con El sueño eterno: “Un cowboy sentimental y alcohólico aferrado a su propio código moral y en constante conflicto con prevaricadores, malhechores y mujeres fatales”. Marlowe, que será interpretado por Humprey Bogart, dirigido por Howard Hawks y adaptación al cine de nada menos que William Faulkner, y que con ese sobretodo y tal sombrero, sentado en la barra de un bar, será eterno.

Un poco antes que Chandler, Dashiell Hammett había sentado las bases para el policial negro estadounidense. Hammet mismo había sido detective de una agencia de investigadores muy conocida, pero debió abandonar el oficio por cuestiones de salud. Ya en la década de 1920 intenta volver a ese trabajo, pero al regresar se encuentra con que la agencia se convirtió en el brazo armado de grandes empresarios que contratan su personal para resolver conflictos sindicales. Hammett le contaría (como indica el diccionario) a su pareja Lilian Hellman que le habían ofrecido cinco mil dólares por matar a un sindicalista. Que los rechazó y, bueno, no le quedó otra que escribir.

Dashiell Hammet creó un prototipo que cas un siglo después sigue siendo atractiva para los lectores
Dashiell Hammet creó un prototipo que cas un siglo después sigue siendo atractiva para los lectores

El pulp eran esas novelitas o relatos largos que se escribían por escritores que hacían equivaler sus máquinas de escribir a las líneas de montaje fordista, cuyo papel era de escasa calidad (por eso pulp) y con tapas a colores, dibujos osados con mujeres seductoras y detectives recios. Describe la realidad sucia de unos Estados Unidos donde cada negocio está atravesado por el hampa y el pulso que marca a la sociedad es la desigualdad. Publica en 1929 Cosecha roja, novela situada en una ciudad minera llamada Personville –cuyos habitantes llaman Poisonville (villa veneno)– y que, dice Lemaitre: “Al elegir ese escenario urbano, Dashiell Hammett contribuye al establecimiento de una regla fundamental de los inicios del noir estadounidense: lo negro es la ciudad misma, elevada a la categoría de personaje fascinante, disfuncional y a menudo culpable”. El detective protagonista es el Agente de la Continental, que luego en El halcón maltés tomará el nombre de Sam Spade y así será conocido en los altares del noir. La novela negra no viene a recuperar el orden, más allá del resultado de la pesquisa, sino a contar la sucia realidad en la que su protagonista se mueve, a la vez que su final no debe ser tranquilizador, sino todo lo contrario. Bueno, su vida lo demuestra: alcohólico desde la adolescencia, depresivo y con señales negativas en su salud, va alejándose de la escritura pero no del compromiso político, llegando a presidir organizaciones muy ligadas al Partido Comunista estadounidense en pleno macartismo. En 1951 es juzgado por pertenecer a una organización subversiva (se llamaba Congreso por los Derechos Civiles) y es condenado a prisión e integrado a las “listas negras” de Hollywood. El fisco estadounidense le embarga los derechos de autor. Muere en 1961.

En cierto momento se establecieron dos líneas en el noir: el escritor que se deslumbraba con Chandler y aquel que lo hacía con Hammet. El escritor contemporáneo (un gran escritor) James Ellroy, citado en el diccionario, dice: “La diferencia entre Hammett y Chandler es que el primero teme parecerse a sus personajes mientras que al segundo le encantaría; uno tiende a lo negro, el otro a lo gris”. Podría ser una polémica discutible, pero sin dudas existe. Lemaitre escribe con amorosa admiración sobre el primero y dice: “He meditado bastante sobre lo que propone Hammet y lo he puesto en práctica tanto en novelas policiales como en históricas”. Y luego revisa algunos puntos sobre el método de ese escritor. Está en la entrada que lleva su nombre.

James Ellroy
James Ellroy

¿Y los contemporáneos? No hay que impacientarse, todo llega. La entrada sobre Ellroy es magnífica, porque se deslumbra ante la obra del escritor pero lo describe así: “Ese tío me saca de quicio y me da rabia, porque sus novelas…”. ¡Porque sus novelas son geniales!, a pesar de que Ellroy sea un ciudadano hiperderechista. Dice Lamaitre: “En la foto de familia de Trump, Ellroy estaría a la derecha de Clint Eastwood”. La obra es buenísima. La Dalia negra, L.A. confidencial, América son muestras de cómo dar vida nueva a una ciudad como Los Angeles, escenario de sus textos, poniendo de relieve la oscuridad que anida bajo el sol. Lemaitre lo ama y lo detesta. Como suele suceder en las buenas familias, claro.

¿Más contemporaneidad? Lemaitre escribe una entrada sobre Breaking Bad, que describe la serie soberbiamente, a la vez que señala por qué el trasfondo es un elogio del capitalista que surge al éxito mediante el de una actividad delictiva y en forma individualista, que no se preocupa por el desastre provocado por la droga en los sectores populares que no son retratados en la producción que fue un éxito hace unos años, a la vez que muestra como peligrosos, pero como competencia al fin, a los empresarios de figura atenta y cívica (hay que recordar al dueño de Los Pollos Hermanos). Una lectura –que luego confronta– interesante de este fenómeno de la cultura de masas.

Jo Nesbo
Jo Nesbo

¿Más? Lemaitre no duda en mostrar el cansancio y sueño que le provocan los policiales nórdicos que, es cierto, abundan más que las hormigas. La entrada “Novela negra nórdica” comienza así: “Tengo atravesado el noir escandinavo (y el nórdico en general, por no hacerles un feo a Islandia y Finlandia. Decir que estos autores nos han amargado la vida es decir poco: a mí, leer veinte páginas de Jo Nesbo me dejaba para el arrastre, la verdad”. Listo, señores y señoras: hay que amar al Diccionario Apasionado de la Novela Negra con fervor. (A los nórdicos les dedica tres o cuatro entradas, cada una más exquisita que la anterior).

Se señaló al principio: es un diccionario arbitrario, subjetivo, sin método. Y todo eso le sale tan bien. Hay unos pocos escritores en español (ninguno argentino o argentina), un Padura por aquí, un Paco Ignacio Taibo por allá, un Luis Sepúlveda acullá. Una gran entrada dedicada al increíble Hannibal Lecter, que fue primero novela antes que film. Y mucho más, como autores que conocerán seguramente los versadísimos en el género pero quienes no lo somos nos adentramos al leer sus entradas a conocer. Un compendio que brinda felicidad al lector. Y que, probablemente, obtenga la dosis de sangre que le falta cuando un autor danés se encuentre con Lemaitre para fajarlo. ¿Sería justo o no? Es un tema a debatir. Seguramente Lemaitre ponga la experiencia a discusión en una entrada en la próxima edición de su diccionario.

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