Entonces, en 1956, se puso a escribir una historia de su propio ambiente y que tituló Desolation angels, Ángeles de desolación. Iba a ser una novela muy larga, pero solo terminó la primera parte. Volvió sobre ella cinco años después, cuando ya había publicado otros libros, cuando ya había publicado En el camino, cuando ya era famoso, cuando ya existía una generación Beat. En mitad de todo esto, en el momento más alto de la generación Beat, escribió una novela que describía con conocimiento de causa la alucinación general de la publicidad y hasta qué punto le afectó a él, a su familia y a sus amigos. Tal fue Ángeles de desolación, su libro decimocuarto.
Además de lo dicho, vale la pena leer Mexico City Blues. Michael McClure, Gary Snyder y yo pensamos que es uno de los grandes y fundamentales libros de poesía de mediados de siglo porque presenta la forma libre más abierta e independiente de toda la poesía que se escribía en una época en que los autores experimentaban con formas abiertas. Kerouac tenía un oído tan fino y había escrito ya tanto en esa onda que en todos estos poemillas aparecían conexiones eléctricas en el ritmo. Era un escritor tan experimentado que componerlos fue para él una intensa diversión. Su modelo fue nada menos que Herman Melville, porque Melville se puso a escribir poemillas para su propia alma cuando se desilusionó como escritor.
Kerouac, al igual que Melville, se sentía un fracasado total, no conseguía que le publicaran nada. En 1955 había escrito ya todos los libros que hoy se consideran clásicos, pero ningún editor los entendía. Entonces se puso [a escribir] pequeños poemas, porque en el fondo todos éramos poetas. Hablábamos por los codos de poesía y Kerouac decía: «Yo soy autor de poemas épicos. ¿Qué diferencia hay entre lo que escribo yo y lo que tú escribes? Tú lo llamas poesía como si fuera algo especial. Yo escribo poemas que miden mil metros, página tras página. Ya te enseñaré yo poesía.» Así pues, escribió este librito de poemas para dar fe de su capacidad poética.
En el camino acabó publicándose, pero en vez de publicar todo cronológicamente a continuación, como habría debido hacerse, Malcolm Cowley dijo: «Bueno, Jack, hay mucho revuelo con la generación Beat y habrá que hacer algo al respecto. El público está confuso, no sabe de qué va todo esto, tu literatura no aclara prácticamente nada, no podemos publicar Visiones de Cody porque es un libro muy sucio y, de todos modos, nadie lo entiende. ¿Por qué no escribes con frases sencillas y agradables?» Después de aguantar todo esto y haber escrito finalmente Old Angel Midnight, con toda su divina jerigonza, le decían que escribiera un libro con frases sencillas. Un juego de niños para él. Así que dijo: «Bueno, creo que lo haré» y lo hizo. Escribió una novela exquisita, Dharma Bums, Los vagabundos del Dharma, donde aparecían beatniks, revolucionarios con mochila, adolescentes de pelo largo, marihuana, fiestas, montañismo, utensilios de cocina para montañeros, muesli y copos de avena. Todo lo que todo el mundo quería saber sobre aquello. Una prosa bella y transparente, pero más azucarada que la de Hemingway en lo referente a descripciones directas. Y además contiene pasajes con breves momentos absurdos.
Después de Los vagabundos del Dharma escribió una obra de teatro que se tituló The Beat Generation in Three Acts («La generación Beat en tres actos»). Robert Frank y otros transformaron el primer acto en guión de la película Pull my Daisy. Jack hizo de narrador espontáneo y luego se publicó en forma de libro. Otra breve y brillante composición.
Luego viajó en coche de San Francisco a Nueva York con Lew Welch y Albert Saijo, otro poeta japonés, y aterrizó en mi apartamento de Nueva York. Llevaron entre todos un pequeño cuaderno de notas que llamaron Viejo viaje y que llenaron con haikus y reflexiones absurdas que se les ocurrieron por el camino. Para la época resultaba caótico, pero hoy es un diario breve y encantador.
Luego Kerouac unificó el libro del Viajero solitario, que reunía escritos primerizos y de última hora. Escritos muy tempranos, de los años cincuenta, el guardafrenos del ferrocarril, y ensayos breves. Luego reunió todos sus poemas para la editorial City Lights y tituló el conjunto Pomes All Sizes. La segunda parte de Ángeles de desolación, una historia de los años de fama, tiene cierto interés. Es un tema fascinante, porque todo lo demás se escribió en soledad. Aquí escribe sobre el gran mundo, la radio, la televisión y Madison Avenue, y sobre cómo sus amigos tuvieron que ver con esto yendo a Tánger y a París.
Lo siguiente que escribió, en octubre de 1961, fue una obra monumental. Choque de fama y alcoholismo, Big Sur. Es una de las obras más asombrosas que he conocido, porque Jack sufría ataques de delirium tremens, pero aun así tuvo presencia de ánimo y fuerza física suficiente para superar las depresiones y escribir una obra gigantesca, un gran libro. Está escrito con mucho rigor y con mucha brillantez, está lleno de inventiva, lleno de poesía y también lleno de escalofríos y pesadillas. Autores anteriores que fueron considerados grandes y famosos, como F. Scott Fitzgerald o Hemingway, nunca fueron capaces de apartarse de sí mismos lo suficiente para componer su propio réquiem, por así decirlo. Fitzgerald empezó un libro titulado The Crack-Up, sobre el mismo tema, y creo que no fue capaz de terminarlo. Hemingway nunca fue capaz de escribir sobre sí mismo en pleno hundimiento, pero Kerouac sí, varias veces. La historia completa de su degeneración física y emocional, Big Sur, después de la desilusionada segunda parte de Ángeles de desolación. Son veintitrés libros en el curso de once años, una cantidad realmente increíble, además de infinitos diarios, poemas y cuadernos de notas.
De pronto un amplio bache, entre 1961 y 1965, tiempo durante el que estuvo mecanografiando toda su obra anterior, en realidad corrigiendo diarios, poemas y novelas, preparándolos para publicarlos. Todo lo cual nos reenvía a La vanidad de los Duluoz.
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