Después de una larga gestación que llevó casi veinte años, se estrenó El país de las últimas cosas, la segunda adaptación cinematográfica de una novela de Paul Auster, luego del único ejemplo que había hasta ahora, La música del azar (1993), de Philip Haas. En este caso, es la octava película del director argentino Alejandro Chomski, quien conoció al escritor estadounidense durante una de sus visitas a Buenos Aires, en 2002 La realidad de la crisis argentina de pronto se coló en la ficción posapocalíptica que había imaginado Auster, o viceversa, según le contó Chomski a Infobae Cultura.
“El último día que se quedaba, me invitó a tomar un café en la habitación de un hotel que daba a la Avenida 9 de Julio y pasó un importante grupo de cartoneros con caballos. Parecían un ejército de personas recogiendo cartón. Era específicamente lo que él plantea al comienzo de su novela acerca de cómo es la profesión de la protagonista, que es una buscadora de objetos como los cartoneros. No es que a mí se me ocurrió plantearle adaptar una de sus novelas, sino que los dos nos miramos en ese momento y dijimos: es como El país de las últimas cosas. De esa chispa, nació la llama del film”, detalló el director en 2020, cuando se proyectó la película en el Festival de Mar del Plata.
Al poco tiempo, la Argentina se recuperó económicamente y la idea inicial de situar la historia dentro de aquella crisis fue mutando mientras otros países como Venezuela, Portugal o Grecia comenzaban a atravesar situaciones no tan lejanas de las que describe la novela, ubicada en un tiempo y espacio imaginarios donde colapsaron las instituciones y la vida civil. Finalmente, la película se mantiene fiel, desde el aspecto visual y sonoro, al plano abstracto que plantea el libro de ciencia ficción escrito por el autor de La trilogía de Nueva York en 1987.
Filmada en los estudios Pinewood de República Dominicana con un elenco internacional que incluye a la actriz argentina Jazmín Diz en el papel de la protagonista Anna Blum, al mexicano Cristopher Von Uckermann como el periodista Samuel Farr, a la portuguesa María de Medeiros, al italiano Ettore D’Alessandro y al dominicano Juan Fernández, El país de las últimas cosas no es ningún país en particular sino un mundo cosmopolita en ruinas que Chomski ideó con diferentes dialectos dentro del español, como si se tratara de un arca de Noé que también se lleva la última lengua brasileña y el último dialecto francés que se escuchan asordinados en algunos pasajes.
“Hay una metáfora concreta con la democracia capitalista, en la que más de la mitad de la población está fuera del sistema muerta de hambre”, le dijo Chomski a Infobae Cultura. Esa lectura sumó otra capa con la pandemia, que lo agarró en plena etapa de posproducción. “La broma que hacíamos con Auster es que han pasado tantas cosas en el mundo, hay tantas nuevas imágenes de situaciones impensables antes, que la película más que abstracta y atemporal quedó con un viso de neorrealismo italiano de lo actual que es dentro de este marco sociocultural y económico. Espero que no quede anclada a la pandemia ni al 2001 sino como es la novela”, comenta el director, quien menciona Stalker de Andréi Tarkovski y Niños del hombre de Alfonso Cuarón como fuentes de inspiración de su trabajo.
Paul Auster se involucró en el proyecto como productor ejecutivo y colaboró atentamente en el guion, a tal punto que hospedó al director argentino en su casa de Nueva York para avanzar con el trabajo. De alguna forma, el escritor resultó profético cuando le dijo a Chomski: “Estoy seguro que vos vas a hacer la película”, mientras otros cineastas como Terry Gilliam, que está luchando hace años con Mr. Vertigo, y Héctor Babenco, que quiso hacer El palacio de la luna, quedaron atrapados por las dificultades.
Luego del estreno local, la película llegará a los cines de República Dominicana y a medida que se vayan atenuando las restricciones sanitarias la intención es estrenarla en lugares como España, donde los libros de Auster se han vendido muy bien. En octubre de 2021 tuvo su paso por el CineLibri de Bulgaria, un festival internacional dedicado a las adaptaciones cinematográficas al que iban a viajar el director y el autor del libro, pero el avance de la variante Ómicron redujo el encuentro a la virtualidad.
–Siempre es difícil adaptar obras literarias y más aún si estas tienen elementos fantásticos o de ciencia ficción. Ya habías tenido esa experiencia con Dormir al sol. En este caso ¿cuál fue tu mayor preocupación a la hora de adaptar el texto y qué fue lo más complejo?
–Lo principal fue llevar al cine en forma exponencial su concepto de novela que tanto me atrajo hacer. Si desglosás el libro te das cuenta de que es carísimo filmar algo así. Ya es muy difícil adaptarla en español, pero si la hubiera hecho en inglés, la habría traicionado por no contar con el presupuesto adecuado. Entonces mi mayor preocupación fue encarar ese desglose sin contar con un actor muy importante que atrajera fondos para financiar la película. El hallazgo de Lars Von Trier de filmar con pocos elementos fue lo que me permitió al final llevar a cabo el proyecto. Y ciertos aspectos como el blanco y negro de la película los resolví en función de esa premisa que está en la novela.
Por suerte tuvo varios padres el proyecto, Auster nunca me dejó colgado y me hizo fácil el camino para que continuara con la película. Trabajamos codo a codo en el guion, participó de todas las reescrituras y los cortes de montaje; opinó y tomé nota de sus comentarios. Además metió a Carola Infante y Alexandra Stone en el proyecto, las dos productoras inglesas que consiguieron que finalmente se hiciera la película. Sin ellas no hubiera sido posible mi perseverancia.
–¿Qué tipo de sugerencias te hizo Paul Auster en las revisiones del guion?
–Hacía comentarios sobre algunos aspectos que se podían resolver y otros que no. Por ejemplo, no es un fanático del slow motion, y yo en algunas escenas utilicé ese recurso para construir una especie de coreografía emocional con música y sonido. Tampoco le gustaba el tema de Leo Dan que aparece en la película (“Cómo te extraño”). Para mí era necesario porque es una canción que trasciende las fronteras, pero él decía que en el mundo anglosajón no la iban a entender. A ese y a otros pedacitos más que no le terminaban de cerrar les encontramos la vuelta para que quedara satisfecho. Por más que me haya dado la película a mí, como autor del libro es entendible que le cueste separarse de su propia criatura.
Lo que me pone más contento es que después de haber visto la versión final, me dijo que no se imaginaba a otra actriz que no fuera Jazmín Diz como Anna Blum. Esta es la primera película de Jazmín, es una actriz que vi en el teatro y me jugué por ella y fue aprobada por los productores.
–¿Estás con algún otro proyecto actualmente?
–Estoy trabajando en una serie internacional para las plataformas sobre la vida de Licio Gelli, un personaje emblemático de la historia mundial por los episodios en los que estuvo involucrado como presidente de la logia de la Propaganda Due, y que además tuvo un peso geopolítico en la Argentina de 1974/75. El parlamento italiano desclasificó toda esta información hace pocos años y la idea es contar una historia que empiece en la primera guerra mundial con el asesinato del duque austrohúngaro y que atraviese todo el siglo xx hasta ahora. También estoy escribiendo una novela de tema similar a El libro del desvarío humano que publicó tiempo atrás Caleta Olivia, con otros episodios que me han pasado.
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