“80 preguntas a Miguel Grinberg”: respuestas, reflexiones y diagnósticos de época

El libro publicado por Gourmet Musical Ediciones en 2017 está basado en una sencilla premisa: músicos, escritores, periodistas, artistas y pensadores de la escena cultural contemporánea preguntan al maestro. Y él responde con esa sencilla lucidez que lo caracterizó

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"80 preguntas a Miguel Grinberg"
"80 preguntas a Miguel Grinberg" (Gourmet Musical Ediciones, 2017)

Gustavo Bazterrica. Músico pionero

–¿Te das cuenta de tu inmensa fe en el existir? Cada vez que de tu pluma salía un verso sabio, cruel, valiente y redentor (al igual que Miguel Abuelo, Luis Alberto, Cantilo, etc.) ¿sabés cuánto diste? ¿Cuántos abrazos atemporales? Y cátedras ¿cuántas? Leyendo un papel frente a un micrófono, Miguel, ¿te dabas, te das y darás cuenta?

–Querido Gus, los músicos (como vos) y los poetas (como yo) vamos detrás de lo mismo, la armonía. Hemos pasado décadas en escenarios ajenos a las multitudes, unos desde la música, otros desde los versos, en pos de la mejor sincronía. Tras la nota justa, tras la palabra apropiada. Yo sé que he dado mucho… en salones de capacidad reducida a veces, en grandes ámbitos otras. Afinando al máximo mi instrumento: la palabra. Apostábamos siempre a la mejor expresividad.

Nunca dejé de darme cuenta de las cosas que sucedían sincrónicamente, y las que se producían en vano. Pero hubo algo que a menudo me preocupaba: la escasa sensibilidad de la multitud, más próxima a la idolatría que al crecimiento. Mientras los comerciantes del espectáculo les asestaban carradas de decibeles.

Los años han pasado, como siempre, veloces y feroces. Se han compartido conciertos y recitales inolvidables sin duda. Yo también agradezco tu existencia. Y la de muchos otros que brindaron lo mejor de sí mismos a lo largo de la segunda mitad del siglo xx.

No llegamos a cimentar una cultura global de hermandad sonora: nosotros circulábamos por el carril del esclarecimiento; los muchos otros, por el carril de la prepotencia. Vivíamos enhebrando amaneceres mientras otros sembraban inquina, convirtiendo los jardines del alma en basurales interminables. Chatarra disfrazada de música y poesía.

Queda mucho por recorrer, por invocar y por compartir. Asistiremos a infinitas desgracias mientras no se superen los impulsos homicidas. Seamos realistas: asumamos lo imprescindible.

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Grinberg en la radio, una
Grinberg en la radio, una de sus grandes pasiones: fue clave en la difusión del rock argentino (Télam)

Leandro Donozo. Editor

–Como editor y protagonista de una gran cantidad de publicaciones periódicas, ¿cuál pensás que debe ser el sentido y la función de una revista cultural en comparación con otros formatos como radio, libros, diarios o Internet? ¿En qué sentís que ha cambiado desde que empezaste a hoy? ¿Cuáles son tus motivaciones a esta edad para seguir emprendiendo tantos proyectos nuevos?

–Pienso que estamos atravesando un ciclo de macro descomposición tanto a nivel material (crisis telúrica) como conceptual (crisis colectiva). No es una fantasía personal sino una realidad expansiva a nivel cotidiano. En lo primero, las conmociones terrenales son catastróficas: el ecocidio está por doquier. Y en lo segundo, millones de hombres y mujeres se perfilan como descartables con migraciones de corte genocida.

Cuando debuté como editor a fines de 1961, el concepto que predominaba alrededor era el de revolución, a partir de la cubana. Pero velozmente el sectarismo estalinista descompuso las ilusiones generacionales y los barbudos del Caribe perdieron la brújula del hombre nuevo. Entretanto, las dictaduras castrenses no pararon de reproducirse en América Latina. Endémicamente. Y de pronto, a partir de la beatlemanía surgió la pasión del rock progresivo. Apostamos a una “sociedad alternativa” y desplegamos los estandartes del pacifismo, el ecologismo y el feminismo. Fundamos movimientos “verdes”, creamos redes temáticas y al fin hizo su entrada Internet con su juego de redes sociales. ¿Qué cambió? Pues que la humanidad se planetizó. Y la inhumanidad, también.

Aprendimos a lidiar con los gobernantes en los recintos de las Naciones Unidas, creamos grupos de presión, tribunas globales, manifiestos rutilantes. Pero los negocios imperiales siguieron como de costumbre. Y siguen así. Los medios masivos se han convertido en mecanismos de hipnotización colectiva, los monopolios dominan la escena, la inversión en armamentos se multiplica, somos espiados todo el tiempo por la Matrix como locos tolerados. ¿Mis motivaciones para seguir remando en algo parecido a mares de arena? Pues algunos tienen que alimentar la esperanza. Recordemos que los blues nacieron en los campos de esclavos negros. Que la poesía es una herramienta cargada de futuro. Que la vida plena requiere cómplices. Y que a pesar de las lluvias radioactivas, la hierba no para de crecer.

El Sol, padre magno de grandes civilizaciones, no deja de brillar… aun en los cementerios. ¡Qué inspiración!

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Claudio Gabis. Músico fundador

–¿Pensás que nuestro Movimiento Rock (o como se prefiera llamarlo) produjo realmente cambios en la sociedad y la cultura argentina y, si es así, cuáles fueron los más importantes a tu juicio?

–Desde un punto de vista estructural, el llamado Movimiento Rock podría desglosarse en tres etapas netamente diferenciadas. Considerando los factores sociales en juego según los vaivenes socioculturales de la Argentina. La etapa primera (pionera, fundadora) transcurrió desde 1965 hasta (guerra de Malvinas) 1982; la etapa segunda desde 1983 al 2000 (rituales de “democratización” y reblandecimiento consumista), y finalmente la etapa tercera, desde el colapso estructural del 2001 hasta la fecha actual, signada por la simulación y la masificación conformista.

Los cambios en la sociedad y la cultura argentina fueron rotundos durante los años 1965-1982, donde despuntó una música “progresiva” antes inexistente, posicionada contra la “complaciente” y convencional, cundió la producción discográfica independiente, se armaron circuitos para recitales multitudinarios, proliferó la prensa “subte” o alternativa fogoneada por Expreso Imaginario (1976-1983), se multiplicaron los espacios radiales solidarios y las bandas o solistas protagónicos en todo el país, el canje de discos y fanzines en los parques, con multiplicación de ferias artesanales, y otras expresiones de resistencia juvenil a un statu quo dictatorial, detonado en 1966 por una llamada Revolución argentina y en 1976 por un llamado Proceso de Reorganización Nacional.

En ningún ámbito rockero se proclamó la creación de una renovación generacional: sucedió espontáneamente, de modo silvestre. Pero la anhelada democratización estrenada en 1983 por el presidente Alfonsín desembocó en una chata secuencia de claudicaciones institucionales (Menem-De la Rúa) que devoraron ferozmente el final del siglo xx. A esa altura, habían emigrado muchos músicos y los remanentes perdieron el punch de los años inaugurales.

Lo que predomina a esta altura del nuevo siglo es el negocio del rock, la masividad en estadios, el oportunismo empresarial, el servilismo mediático, la resurrección del vinilo, pero no la música. Un opaco replay de 1980: “Los cauces de una normalidad monetarista y superficial” (Claudio Gabis, Mutantia Nº 2).

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Grinberg y una imagen simbólica
Grinberg y una imagen simbólica de su búsqueda espiritual. Gentileza: Gourmet Musical Ediciones

Rodolfo García. Músico precursor

–Hacia finales de los sesenta hubo una gran movida cultural que se manifestó a través de la música, el teatro, las artes plásticas, la ecología, la poesía y otras disciplinas, que debieron abrirse paso con distintos procedimientos y estrategias contra una serie de factores adversos que estaban impuestos en la época. En estos cincuenta años hubo marchas y contramarchas. Avances y retrocesos. ¿Qué balance podés hacer hoy de lo hecho y en todo caso cuáles serían en estos momentos los nuevos desafíos –desde lo cultural– hacia el futuro?

–Considero que el punto de partida se resume en la respuesta a un interrogante fundamental: ¿qué quisiéramos poner en el lugar de lo que no queremos como ciudadanos?

La tendencia dominante es reproducir el estado de las cosas (statu quo) y no innovar. Así, la educación primaria, secundaria y terciaria consiste en mecanismos de domesticación masiva cuyo desenlace clásico es la jubilación de los individuos una vez que han cumplido con su papel reproductor.

Pero encarando lo cultural como cultivo, debemos imaginar modos de asumir poderes vacantes en una sociedad donde somos esclavos de trabas recurrentes que el sistema reinante logra imponernos mediante un manejo demagógico de los llamados “medios de comunicación”, “mecanismos educativos” y “entretenimientos masivos”.

La autonomía de grupos de afinidad sectorial y la expansiva autodeterminación de sectores específicos de la sociedad son desanimadas e incluso combatidas en función de la endiosada sociedad de consumo donde se supone que el ciudadano no gobierna ni legisla sino por medio de representantes que solo se representan a sí mismos y se renuevan en sus bancas cada dos años, con fueros exclusivos y corruptelas endémicas llamadas “democracia”.

Para revertir semejantes falacias, urge la creación de foros o comunas libres de burocracia y manipulación sectaria donde sean debatidas como “conversatorios” las opciones de quienes están empecinados en vivir para vivir y coexistir para liberarse.

De nada sirve que como acto de protesta o reclamo se hagan piquetes, se corten calles y avenidas, se manifieste en las plazas o se empapele la ciudad con denuncias y condenas. En cambio, el tiempo, la imaginación y la iniciativa podrían reinvertirse en la creación de situaciones donde la invención predomine y la solidaridad se practique en pos de la cancelación de callejones sin salida. Y lo que vayan dictando las inspiraciones mancomunadas.

Conspirar es respirar juntos. Y la libre inspiración rompe las cadenas que producen impotencia colectiva. Pensemos y hagamos.

* El libro “80 preguntas a Miguel Grinberg” fue publicado por Gourmet Musical Ediciones en 2017.

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