En el marco del Festival de Buenos Aires, FIBA, que continúa hasta el domingo 6 de marzo, la actriz, dramaturga y directora Lorena Vega presentará dos espectáculos en los que asume roles diferentes.
Considerada una de las actrices más destacadas de la escena porteña, tanto que en el mes de septiembre fue destacada por la Fundación Konex como una de las más importantes de la década, Vega protagoniza junto a Laura Paredes Las cautivas y en Precoz dirige a Julieta Díaz y Tomás Wicz, en una puesta basada en la novela de Ariana Harwicz.
Como parte del FIBA y con entradas gratuitas, el viernes 4 y el sábado 5 de marzo se presentará Las cautivas de Mariano Tenconi Blanco en el Teatro del Ribera y el 5 y el 6 del mismo mes será el turno de Precoz, en Dumont 4040. La primera forma parte como obra invitada por el Complejo Teatral de Buenos Aires y la segunda como una de las propuestas seleccionadas a partir de una convocatoria nacional.
Además de estas dos presentaciones, Vega continúa presentando en el teatro Timbre 4 Imprenteros, el trabajo basado en la propia historia familiar que comparte con su hermano y que fue presentado en varias ciudades de Argentina en los últimos años, además de haber realizado una gira por España sobre el final de 2021. En el mismo teatro tendrá funciones durante el mes de marzo La vida extraordinaria un trabajo donde comparte escena con Valeria Lois y que fuera estrenado en 2018 en el Teatro Nacional Cervantes.
En diálogo con Infobae Cultura Vega contó el proceso creativo de las dos obras que presentará dentro del Festival Internacional de Buenos Aires.
—En Las cautivas tu personaje tiene una fuerza y una naturaleza enigmática dentro de un texto en verso, complejo para ser abordado. Pero además Tenconi Blanco repite el mecanismo de no contar algo que está pasando, sino que los personajes relatan el pasado, como hizo en La vida extraordinaria. Eso parece obligar a las actrices a un trabajo muy diferente al habitual encuentro escénico ¿cómo encararon el montaje de esta obra con él y tu compañera Laura Paredes?
—Como decís, el trabajo es complejo y es muy difícil hacerlo. A mí me gusta cuando la gente ve el trabajo y le parece sencillo, porque eso quiere decir que el trabajo está incorporado. Pero es muy difícil. Por eso es un halago cuando les parece que es orgánico.
En parte fue fluido porque, como es la tercera obra que hago con Mariano, son varios factores los que se conjugan. Un conocimiento que ya tenemos del código del uno y de la otra, y un mecanismo de laburo que pudimos ir armando, articulando en conjunto. A mí me sirvió mucho La vida extraordinaria en relación con esta obra, porque, como decís vos, hay algo del procedimiento que es similar, y yo siento que esta obra, Las cautivas, es casi el mismo esquema del diario íntimo de la anterior, donde con Valeria cada una tiene el momento de hacer el monólogo para relatar en ese formato. En el caso de Las cautivas es un monólogo de reconstrucción todo el tiempo.
Yo creo que hubo un plus importante para la etapa de ensayos, que es lo que dejó la pandemia, en relación con no poder trabajar y a la acumulación de deseo y ganas de salir a hacer. Entonces tuvo todo el impulso retenido, como la fuerza concentrada antes de correr que en la largada empieza a desplegarse. Algo de esa fuerza tuvo el abordaje de los ensayos. Es un material que conocimos antes de la pandemia, y aunque no lo habíamos ensayado con el cuerpo, tenía un lugar dentro nuestro. Estaba leído, estaba abordado, estaba pensado. Estaba imaginado. Antes de ir a los ensayos, con Laura decidimos encontrarnos por zoom y leer el texto, leernos nuestros monólogos en voz alta una a la otra, y nos escuchábamos sin Mariano. Él estaba al tanto, pero fue una decisión nuestra y nos venía bien esa intimidad. Ahora a la distancia pienso que tiene cierta analogía con la ficción, ya que ellas tienen esa escapada íntima, las dos solas por el medio de las llanuras argentinas. Y pienso que de alguna manera con Laura en los zooms hicimos esto, al no tener a Mariano, ahí hicimos nuestra escapada íntima y eso forjó algo del vínculo.
—Pensando en la historia y la geografía en Las cautivas, no puedo dejar de pensar en tu trabajo como Encarnación Ezcurra. A ambas mujeres las une el tiempo histórico y la idea del desierto, ese espacio insondable. Es un territorio que, en ambas obras, no conocemos y que nos imaginamos. Son dos personajes que se solapan, aunque son diferentes y están en distintos lugares en ese territorio. ¿Trabajaste algo de esa relación para construir tu personaje en Las cautivas?
—La verdad es que no traía conscientemente a Encarnación, pero te puedo decir que Encarnación vive en mí. Y sin duda, en relación con el procedimiento, la experiencia de haber abordado un unipersonal para mí fue crucial, tanto para hacer los diarios íntimos en La vida extraordinaria, como para abordar acá esta instancia de monólogo. Encarnación es un material también difícil. Era difícil por el tipo de textualidad, por lo que implicaba para mí como novedad hacer ese unipersonal, por lo que portaba como información ese personaje. La expectativa que genera, la resonancia que genera. Sí, es una época para mí visitada por el antecedente de Encarnación, y eso trae mi interés por la revisión histórica.
Hoy siento que en Las cautivas aparecieron y emergieron un montón de cosas que vienen conmigo de antes. Algo en relación con el origen de parte mi familia, que es del interior; de la familia que construí, que es de la Patagonia. A partir de estar en pareja con Gonzalo (Zapico) desde hace 15 años, como él es de Santa Cruz, empecé a viajar mucho más a la Patagonia extrema y conocí mucho más esos paisajes, esa aridez, esos colores amarronados de la tierra, más agreste, con un viento mucho más duro, más áspero, con un sonido del campo perforador. Eso es lo que para mí tiene a la Patagonia más extrema. Como también tiene la zona cordillerana, que es tan amable, tan oxigenada, tan florida. Todo eso, que es un territorio que pude conocer de verdad, aparece ahí. Por supuesto que aunque no lo conociera, la teatralidad nos da la oportunidad de convocarlos, lo podría conocer desde el lugar de la ficción.
Este trabajo tiene también un componente importante, que es el entrenamiento vocal. Trabajé con Rodolfo Prantte, bailarín y coreógrafo paraguayo que habla guaraní y me ayudó a trabajar una sonoridad diferente. Como mi mamá es formoseña, entiende y su familia habla guaraní, esa impronta siempre estuvo dentro de mi familia.
Primero que quería tomar clases de mapuche y no encontraba con quien hacerlo, entonces pensé en ir por el guaraní. Y Rodolfo, que no da clases de guaraní, me dio a mí un entrenamiento en particular, y eso me sirvió mucho. Con él tomé algunas decisiones, cómo iba a usar determinadas vocales, cómo colocar la lengua, cómo marcar los tiempos, cómo respirar. Algo muy importante que me dijo es que el guaraní tiene en cuenta en el habla la relación con la naturaleza. Es un idioma que va en sincronía con aquello de lo que se está hablando. Si está hablando de algo tranquilo, empieza a estirar la palabra para que musicalmente opere en el sentido de lo que está diciendo. Como en ese sentido es más mimético, más empatía con ese sentido.
—Eso es interesante porque mucho de la construcción de tu personaje en Las cautivas tiene que ver con cierto un extrañamiento a partir de esa forma de decir. Mucho de la corporalidad de Rosalila parece definirse desde ahí.
—Sí, el trabajo está sostenido, entre otras cosas, por el discurso. Como elemento expresivo me parecía que tenía que estar abordado de alguna manera especial; es como un instrumento musical. A mí siempre me coloca decidir cómo sonar en escena, es un elemento que agita la platea, que toca al espectador. Y porque es cuerpo, la voz es un cuerpo invisible.
Aquí me vino, además de Encarnación, el personaje de Amor a tiros, la sargento Valentini, en la obra que dirigió Bernardo Cappa. La Pantera era un personaje a tierra, usaba la voz grave, era un personaje recontra porteño, de la Federal. Lo que tenía era una construcción grave y a tierra. Los otros personajes que hice con Mariano no son más aéreos. Venía de hacer Encarnación y encontrarme con los personaje de Todo tendría sentido si no existiera la muerte o de La vida extraordinaria, me invitó a hacer algo más aéreo, algo agudo, respirado, volátil. Rosalila vuelve a la tierra, por algo de lo que de lo que narra el sentido semántico. Además lo trabajé un poco más en sentido literal.
—Hablabas de la familia, tu familia de origen, del interior y tu familia construida del sur, y la familia es central en Imprenteros. Es muy interesante ver cómo tiene un desarrollo que está muy vivo ¿Cómo son las respuestas que tiene en cada momento que ustedes la fueron haciendo?
—Para mí siempre es una pregunta, especialmente desde que empezamos a hacer más ciclos acotados o recorridos, es decir, desde que no estamos en una sala haciendo temporada. Cada vez me vuelvo a preguntar si va a estar vigente en cada contexto que se vuelve a ver la obra, para mí, para mis hermanos, y para el público; y también qué resonancia tiene. Y cada vez vuelve a estar viva. Para mí es una sorpresa, realmente, porque soy muy consciente de que este es un material que tiene otros vectores, otras lógicas internas.
Primero en relación con mi familia. Yo no puedo hacer la obra si Sergio, mi hermano que está en vivo, no viene. Y yo no puedo garantizar que la quiera hacer siempre, que él tenga deseos. Todo esto puede ir cambiando en función de un montón de cosas.
En relación con el público y a lo social, me emociona mucho que interese. Después de la pandemia me pregunté profundamente si todavía iba a estar vigente el material. En algún momento pensamos que venía un nuevo tiempo, y es cierto que hay cosas distintas, pero a la vez lamentablemente en algunas cosas nuestra historia es medio cíclica. Algo de eso la hace vigente. Pero también entiendo que la vigencia tiene que ver con otra cosa: está viva para nosotros, sigue trayendo novedades y respuestas para nosotros en las lecturas internas que seguimos haciendo de nuestra propia historia.
Cuando te dedicas a construir hechos escénicos que son un lenguaje, que están poniendo en acto algo de lo que nos acontece y a la gente le modifica un rato de la existencia, es que el trabajo vale la pena, está funcionando, está cumpliendo su objetivo. Entonces hay que hacerlo, hay que seguir trabajando.
—Que Imprenteros trae las situaciones económicas recurrentes en Argentina es casi una obviedad. Pero también interpela porque en nuestro país muchos y muchas alguna vez trabajamos con padres, hermanos y llevamos adelante nuestra vida alrededor de eso. Y ese espacio es de trabajo, pero también de convivencia familiar, y hay en la obra algo de ese recorrido personal que muchos hicimos.
—Lo maravilloso es que no está hablando de nuestra historia personal, está hablando de la historia de un tipo de organización económica y social que articula al sector popular de nuestro país. Eso es lo que pasa entonces. Podríamos hablar de esta familia como de otras y estamos contando las historias de todos. Se nota en lo que sucede a la salida, se acerca la gente a saludarnos y dice “mi viejo tenía una imprenta y tal cosa” o “yo también me peleé con mi viejo”. Una vez una piba me dijo “yo tampoco invité a mi viejo a mi fiesta de 15″. Tenemos muchas vidas gemelas en ese sentido, para mí es una forma en la que está estructurada nuestra sociedad.
—¿Cómo fue el trabajo dirigiendo Precoz? Ahí también podemos encontrar la narración en un pasado/presente de las acciones, más que actuarlas en sentido tradicional. Hay dos voces que aparecen contando lo mismo, solapándose por momentos, y por momentos, contando desde distintos lugares. Además concentrás mucho en los trabajos actorales, que son muy potentes.
—Yo estudié dirección con Rubén Szuchmacher y una de las cosas que me quedaron claras de ese curso es que los materiales de las obras, en este caso una novela literaria, piden de alguna manera cuáles son los vectores de su tratamiento. La novela tiene una primera voz femenina que procede como describís, que va evocando y reconstruyendo el derrotero de su relación entre estos dos hombres. No es que se trata sólo de eso, pero eso está en la novela. El director puede hacer lo que quiera, pero quizás eso puede llevar al fracaso. Está ahí lo que hay que hacer, y yo tenía que traer esa voz. El desafío fue que escuchaba también la voz del hijo, que no está en la novela del modo en el que está en la obra, sino que es nombrado y citado por momentos. En la obra es un personaje. Ahí está la adaptación.
Las productoras Flor Monfort y Natalia Kleiman fueron quienes originalmente con Ariana (Harwicz) piensan y tienen la inquietud de que se convierta en una obra de teatro. Ariana tiene una escritura con una matriz en la teatralidad, porque ella también es dramaturga. Le gusta el teatro y lo ama. A mí me gustan mucho dos frases suyas: una es “yo empecé a vivir a partir de que escribí mi primera novela. Considerá que antes de eso estaba muerta”. Es muy gráfico en relación con lo que significa poder encontrar la propia voz en el arte. Y lo otro que me dijo, que también me encanta, es “me importa más el teatro que la vida”. Es así, extrema, y así escribe.
Cuando las chicas me acercan el proyecto ya tenían una hipótesis del recorrido de los momentos que estaba bueno tener en cuenta de la novela. Lo convoqué a Juan Ignacio Fernández para adaptarlo y es él quien hace el trabajo, por supuesto que siempre en diálogo conmigo tanto como con Julieta (Díaz) y Tomi (Tomás Wicz). Con él trabajamos tomando la sugerencia de las chicas y articulando la voz del hijo, como un personaje en la obra.
A veces el uso de ambas voces no tenía que ver con el contenido, sino con algo rítmico, porque era necesario musicalmente que cambie la voz. Jugamos mucho con Ignacio en el ida y vuelta de lo que pasaba en los ensayos. Él vino siempre, tomaba nota, re escribía, me sugería. Para mí el trabajo y el desafío era que esa voz que tiene tanta personalidad y singularidad en la novela pudiera estar en la obra, porque esa es la matriz del material.
—La aparición del hijo como una voz propia en la obra cuenta con un trabajo impresionante de Tomás.
—Tomi es brillante. Con cada integrante del grupo que se acercaba era muy interesante lo que pasaba con la lectura de la novela. Yo tuve que leerla varias veces, y tuve mucha resistencia para decidir hacer el trabajo, porque me parecía difícil y me generaba controversia la novela. Tomi fue el primero que la leyó y de una la entendió. Es muy impresionante su capacidad actoral, su talento y su entrega.
Estoy muy contenta de lo que logramos. Es una obra que como proyecto surgió antes de la pandemia, y que haya sobrevivido a muchísimas cosas que nos pasaron como grupo y también a nivel individual, como a todo el mundo, ya es un logro. Pero luego, el punto de la obra es muy difícil. Es muy difícil lograr el punto, la cocción en el registro en el que está. El material puede peligrar todo el tiempo. O de solemne, o de pasar para el lado trash y hacerse como el canchero, o que no perfore donde tiene que perforar, o que quede reducido a un solo tema o una sola mirada. Que no es justamente la propuesta de la novela. El punto para generar esa tensión, para que el trabajo horade de dónde tiene que horadar y que no sea solemne, ni superficial, ni que tampoco esté en pose, es muy difícil. Y yo siento que el lugar donde la cuerda tira, lo pudimos abordar.
—Las salas del teatro se están llenando. Ustedes hicieron funciones a salas llenas y la gente va al teatro con mucho entusiasmo. ¿Cómo estás viviendo este momento?
—Lo veo con mucha alegría y satisfacción, me sorprende y me alegra, pero también me parece lógico que pase. Porque tenemos una escena viva, encendida; más allá de trabajos más o menos logrados, es una escena encendida. Tuvimos una contracción de todo el sector cultural, porque más allá de que el parate fue general, muchos otros trabajos pudieron hacerse de alguna forma. En cambio el nuestro o es presencial o no es. Lo nuestro es el encuentro, es ritual ahí, y la pasamos muy duro. Quedó muy expuesta la precarización de nuestro sector, pero a la vez fuimos sostén emocional de nuestra sociedad en muchos momentos. Entonces me parece que es lógico lo que pasa y que queda demostrado que se necesita. El teatro es un espacio donde se atraviesan de una manera las cuestiones que nos habitan de una forma que no ocurre en ningún otro lugar.
SEGUIR LEYENDO