Andy Warhol: polémicas y obra del padre del arte contemporáneo

Se cumplen 35 años de la partida silenciosa de un artista que hizo mucho ruido y que continúa siendo uno de los más caros del mundo. Algunas explicaciones detrás del fenómeno

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Andy Warhol en 1981
Andy Warhol en 1981

A 35 años de su muerte, Andy Warhol continúa siendo uno de los artistas más deseados por los coleccionistas millonarios del mundo. Tanto es así, que en 2021, año en que se rompieron todos los récords de subastas, integró el Big Six: el selecto grupo de los más caros, junto a Claude Monet, Vincent van Gogh, Pablo Picasso, Jean-Michel Basquiat, y Gerhard Richter, el único que aún vive.

Entre todos, representaron el 25 por ciento de las transacciones realizadas en el mercado de arte internacional, ocupando Warhol el tercer escalón —detrás de Picasso y Basquiat— con ventas totales de 325 millones de dólares. Por otro lado, todos los años se realizan muestras alrededor del mundo, desde retrospectivas a centradas en alguna etapa en particular, siendo las última las del Museo de Brooklyn, que ingresa en su costado religioso, la de la moscovita galería Nóvaya Tretiakóvskaya con más de 200 obras y la de la londinense Galería Tate.

Y es que el trabajo de Warhol fue multifacético, no solo se centró en la plástica, sino que ingresó en la escultura, la fotografía, el cine, los art cars, y la publicación de revistas y libros, y a lo largo de los años ha despertado diferentes aproximanciones, entre la devoción y la crítica. En los últimos años, de hecho, una de sus obras está siendo eje de un controversial juicio que podría cambiar las reglas con respecto a lo que se considerea apropiación o plagio en el arte.

Pero, ¿por qué su obra sigue atrayendo?, ¿qué lo hace diferente a otros artistas? y ¿por qué es esencial para mantener la narrativa del arte contemporáneo?

Una de las subastas de la casa Christie's con bra de Warhol, en Nueva York
Una de las subastas de la casa Christie's con bra de Warhol, en Nueva York

Una apología de la imagen

La peluca canosa de plata. La vocecita entrecortada de respuestas cortas, movimientos nerviosos, incómodos. El show, siempre el show. Warhol supo captar el espíritu de una época y estrujarle hasta el último suspiro, hasta el último centavo, convirtiéndose a si mismo en un fetiche de consumo de masas, una traslación de su obra su imagen.

“El ser humano no es un artista ya, se ha transformado en su propia obra de arte”, adelantaba Nietzsche en El nacimiento de la tragedia, definición que le calzó con aquello de los “15 minutos de fama” (palabras más, palabras menos), en las que anticipó, o entendió, que eramos parte de una sociedad del espectáculo, aún cuando Guy Debord no había teorizado sobre ella.

Warhol fue un polímata self-made, habilísimo en su relación con la prensa y que duante una época supo que todos los caminos de la promoción conduzcan hacia él, algo que en sí tampoco era nuevo, ya que tomaba el ejemplo de Duchamp o Dalí, otros genios de la escenificación propagandística.

"Cajas de brillo" (1964), de Andy Warhol
"Cajas de brillo" (1964), de Andy Warhol

Warhol no inventó nada, solo aplicó a lo existente una capa de brillo, como esas cajas de esponjas para lavar la vajilla que apiló en forma piramidal, entendiendo el show bussiness, y encontró en la serialización, hija de la sociedad de consumo, el medio para llevar adelante una aceitada maquinaria de generar ingresos.

Para Boris Groys, intelectual que reflexiona sobra al arte moderno y contemporáneo, figuras centrales como Duchamp, Dalí y Warhol revelaron su necesidad de exhibirse a partir de una personalidad convertida en obras en sí mismos, a través de una “teatralizaron de la transformación”.

En ese sentido, Groys alega que el legado warholiano puede apreciarse en la actualidad en la gran cantidad de persona “que pueden y desean hacer arte a través del fácil acceso a cámaras (fotografía/video), que se distribuye en internet”, generando una “producción artística masiva, que toma la herencia en muchos casos del ready-made, con intervenciones que dejan al público la interpretación de un símbolo que no se sostiene por sí mismo”.

Un autorretrato de Warhol y detrás las latas Campbell, en el montaje de "Mr América", la muestra que organizó el Malba en 2009
Un autorretrato de Warhol y detrás las latas Campbell, en el montaje de "Mr América", la muestra que organizó el Malba en 2009

Del ready-made al pop

Desde Duchamp a inicios del XX se reconoce al ready-made como un proceso de resignificación del objeto, que cobra nueva lectura según el espacio de validación. El arte ya no es, en todos los casos la manufactura o creación, una cuestión de técnica o aprendizaje, sino un valor que le otorga el espacio. Además, proporcionó una facilidad material para hacer arte. Cualquiera podía serlo.

Esto fue un cambio de paradigma aceptado por la historiografía y a partir de esta base en las décadas siguientes hubo innovaciones que llevaron a la pieza ya creada a nuevos tipos de intervenciones y, así, de interpretaciones. En los ‘50, el británico Independent Group, con Eduardo Paolozzi y Richard Hamilton a la cabeza, dieron surgimiento a lo que se llamaría pop-art y ya para finales de la década el movimiento arribó a EE.UU., donde terminaría de explotar.

En ese escenario de cambios, en el que la sociedad estadounidense abandonaba el American Dream sin ser del todo consciente y comienza la Guerra Fría, se produce la muerte de las vanguardias, que comienzan a institucionalizarse y Nueva York le quita a París el título de capital mundial del arte, con el expresionismo abstracto de Pollock y Rothko, entre otros, como bandera, y surgen los neo movimientos, en este caso el neodadaísmo.

Obras de Roy Liechtenstein, Tom Wesselmann y James Rosenquist
Obras de Roy Liechtenstein, Tom Wesselmann y James Rosenquist

Y el arte pop se destaca. Es visualmente sencillo y a priori como obra no busca generar lecturas más allá de lo evidente. Warhol supo convertirse en un Norte para ese cambio de época, tomó las riendas en una escena en la que también se destacaban, entre otros, Roy Liechtenstein, con sus reproducciones de viñetas de cómics, Tom Wesselmann, con su Gran desnudno Americano, y James Rosenquist, que como Warhol provenía del mundo publicitario y utilizó íconos culturales populares y objetos cotidianos en su obra.

El arte pop buscó reflejar la superficialidad de los elementos de la cultura de masas, produciendo obras inexpresivas e impersonales, eliminando la subjetividad creadora y por ende, en palabras de Warhol, “hacer que las cosas hablen por sí mismas”. En la repetición, en la redundancia, se puede encontrar otra de las características que de alguna manera se plantean como un espejo de las estrategias de los medios de comunicación, que al aplicarla terminan vaciando su contenido, su sentido final.

El pop-art no fue abrazado por la crítica inmediatamente, más bien fue a partir de lecturas posteriores. Cuando el MoMa relizó en el ‘62 un simposio que lo validaba, el movimiento fue acusado de venderse al consumismo, de tener una actitud inadmisible para el arte.

“Díptico Marilyn" (1962)
“Díptico Marilyn" (1962)

En El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, el crítico estadounidense Fredric Jameson sostiene que esta época tiene como característica “un nuevo tipo de insipidez, de falta de profundidad” y que corresponde “a la estructura del sentimiento del final: final de la historia, de la ideología, del arte, que se expresa en configuraciones como el pastiche y el recurso al brillo excesivo”. Estas palabras de hoy, basadas en un análisis históricos, no distan demasiado lejos de los ataques de antaño.

El latir warholiano es innegable en parte de los artistas actuales, entonces, habría algo de él, que se presenta entonces tanto como un artista paradigmático y al mismo tiempo extiende sus alas y cobija a aquellos para los que la tekné está atravesadas por las herramientas facilitadoras, como la de la tecnología. Así, Warhol es tambiénn el hoy y habita en la manera en que se entiende la metología creativa y su negación o crítica negativa sería por caracter transitivo una al arte contemporáneo.

El juicio por plagio

En marzo de 2021 un fallo de la Corte de Apelaciones de EE.UU. hizo temblar las estructuras del arte desde por lo menos un siglo. Es que el tribunal dictaminó como justa la demanda por plagio de la fotógrafa Lynn Goldsmith por el uso ilegítimo que Warhol hizo de una fotografía de Prince.

A la izquierda la fotografía de Goldsmith y a la derecha una imagen de la "serie Prince" de Warhol
A la izquierda la fotografía de Goldsmith y a la derecha una imagen de la "serie Prince" de Warhol

En los 80s la revista Vanity Fair compró los derechos de una fotogorafía del cantante a Goldsmith para una ilustración que encargó a Warhol y se publicó en 1984. Sin embargo, el artista pop utilizó la imagen para realizar las 16 litografías a color que conforman su Serie Prince y que, hasta la muerte del músico en 2016, no eran popuralmente conocidas.

Al conocer que su foto fue utilizada para fines comerciales, la fotógrafa inició una demanda que tuvo en 2019 un fallo desfavorable, cuando el juez John G. Koetl sentenció que Warhol no realizó un uso ilegítimo de la caputura, ya que transformó la imagen original añadiendo “algo nuevo al mundo del arte”. Dos años después, el Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito anuló esta decisión, aduciendo que “el hecho de que una obra sea transformadora no puede depender simplemente de la intención del artista o del significado o impresión que un crítico o juez puedan tener”.

Ahora, el próximo paso depende de la Corte Suprema, instancia a la que acudió la firma de abogados Latham & Watkins, representante de la Andy Warhol Foundation, bajo el argumento de que es necesario que se garantice y reafirme la importancia de la libertad de expresión artística. Pero el Supremo no está obligado a aceptar la apelación, ya que para eso 4 de los 9 jueces deben votar para aceptarla. En caso de no hacerlo, esto significaría un sisma al sistema del arte contemporáneo y podría generar un sin fin de demandas que superaría ampliamente al caso Warhol.

Crédito: Brooklyn Museum
Crédito: Brooklyn Museum

Algunos casos muy conocidos: la serie más exitosa de Richard Prince está basada en la apropiación de la imagen del cowboy de publicidades de Marlboro, al que recortó y presentós como obra propia, lo que cuestionaba la teoría del autor y los principios de originalidad; Elaine Sturtevant copió en serigrafía obras de Robert Rauschenberg, Warhol o Jasper Johns; Sherrie Levine cobró notoriedad tras presentar su obra Después de Walker Evans, donde fotografiaba imágenes del fotógrafo estadounidense publicadas en libros, y Michael Mandiberg fotografió los trabajos de Levine y las presentó bajo el título Después de Sherrie Levine. Incluso Jeff Koons, con sus reproducciones a gran escala de la Pantera Rosa o Michael Jackson y ni hablar de todo lo que está sucediendo en el mundo virtual con los NFT que reproducen imágenes por las que no tienen derechos.

De Andrew a Andy

Tercer hijo de un matrimonio eslovaco, el niño Andrew Warhola padeció el baile de San Vito, una rara enfermedad que afectó su sistema nervioso, por lo que pasó parte de su infancia en la cama, como también desórdenes en la pigmentación de la piel. Creció así alejado de sus pares que jugaban en las calles, forjando una relación de dependencia con su madre, quien lo impulsó a pasar largas horas dibujando y le acercaba las revistas de estrellas de cine que admiraba, pequeños gestos que en palabras del propio artista, fueron fundacionales en su personalidad.

Estudió arte comercial en su Pittsburgh natal y a inicios de los ‘50 ya trabaja como ilustrador en revistas con cierto éxito y publicista. Ya entonces la serialización, la repetición de patrones era una de sus características, y esta experiencia, del otro lado del mostrador, sería crucial para su crecimiento en el mundo del arte con mayúsculas.

Retratos realizados por Warhol
Retratos realizados por Warhol

Warhol hizo de la serigrafía con una lógica del grabado, copias y copias de lo mismo, su arma y su símbolo fueron objetos terrenales y a la vez “divinos”: el dinero, las latas de Campbell, la botella de Coca Cola, las estrellas de Hollywood, etcétera. Pero no fue el primero en utilizar esta técnica de impresión que tuvo sus orígenes en el 3000 a. C., ya en los ‘30 Guy Maccoy exhibía sus obras serializadas en galerías. La asociación de Warhol con la técnica serigráfica es tan potente que suele atribuirle el valor de haber sido el primero, el innovador.

Pero Warhol se convirtió en faro no solo por su propuesta estética. En su famoso y mediático estudio The Factory, su equipo de ayudantes realizaban la producción fordista de las serigrafías que se vendían como pan caliente, y también funcionaba como centro de reuniones para artistas, escritores, modelos, músicos (del underground como ricos y famosos: Truman Capote, Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Dalí, Bob Dylan).

"The Factory" era el lugar donde todo sucedía
"The Factory" era el lugar donde todo sucedía

En su libro POPism: The Warhol Sixties, el artista plástico escribió: “La idea del Pop, después de todo, era que cualquiera podía hacer cualquier cosa, así que, naturalmente, todos estábamos tratando de hacerlo todo. Nadie quería quedarse en una categoría; todos quisimos ramificarnos en cada cosa creativa que pudimos”. Y Warhol hacía de todo.

Entre el ‘63 y el ‘68, produjo unas sesenta películas experimentales, por lo que la calidad fue irregular. Muchas soporíferas como Sleep (John Giorno dormía durante seis horas) o Empire (8 horas de un plano fijo sobre Empire State Building al amanecer). En perspectiva, una gran parte de su propuesta cinematográfica sobrevive y se proyecta en oportunidades puntuales porque tienen su estela detrás, y más si se la compara con otras producciones que fueron contemporáneas, como las realizadas por diferentes miembros de la Generación Beat (desde Pull My Daisy a Towers Open Fire o los Cut-Ups).

Warhol y alguna de sus "Superestrellas"
Warhol y alguna de sus "Superestrellas"

Sin embargo, otras han resistido el paso del tiempo y se convirtieron en documentos valiosos, como Bike Boy, My Hustler, y Lonesome Cowboys, el pseudo-western en el que se interpretó a sí mismo, que retratan la subcultura gay o la comercialmente exitosa Chelsea Girls, que contaba historias paralelas a pantalla partida, todo un adelanto.

En sus aventuras fílmicas y fotográficas, Warhol contaba con una troupe de vasallos fetichizados que alcanzaban notoriedad pública cuando los bedencía con la etiqueta de superstar. Por nombrar algunos, Edie Sedgwick, Ultra Violet, Viva, Nico, Frangeline, Giorno, Jack Smith y Gerard Malanga, su colaborador más cercano. Muchos desaparecieron rápido de la escena, otros realizaron carreras en diferentes facetas del arte, pero siempre fueron recordados por haber estado en aquel momento, en aquel lugar, junto a su señor feudal.

En The Factory también se desarrollaron experiencias como la Exploding Plastic Inevitable, que tuvo presentaciones de la primera Velvet Underground, a quienes les produjo su álbum debut, realizó el arte de tapa y obligó a incluir a Nico en la banda para el único disco en que fueron socios. La relación entre la banda y su mecenas no fue para nada sencilla.

Afiches promocionales de presentaciones en vivo
Afiches promocionales de presentaciones en vivo

“Estábamos hechos el uno para el otro. Las canciones escritas antes de nuestro encuentro ligaban perfectamente con los temas de sus películas. Andy nos dio la oportunidad de convertirnos en The Velvet Underground. Antes, no éramos nada y no interesábamos a nadie”, dijo Lou Reed en una entrevista. El disco, hoy considerado una obra maestra, fue un rotundo fracaso comercial, con solo 30 mil copias vendidas en cinco años.

El intento de asesinato que lo cambió

En junio del ‘68, Valerie Solanas, la feminista autora del Manifiesto SCUM, disparó tres veces a Warhol en la entrada de su estudio. Ella le había entregado el manuscrito de una obra de teatro que él iba a producir; en cambio, Warhol no lo leyó y perdió el texto. Warhol no declaró en su contra y Solanas recibió una condena de 3 años que cumplió en un hospital psiquiátrico.

Esto marcó el fin de The Factory como un espacio abierto, y aumentó la paranoia del artista, que ya más recluido se volcó a un etapa netamente comercial. Prefirió la visita de los famosos y amigos a los que les realizaba retratos, como Liza Minnelli, John Lennon, Diana Ross, Brigitte Bardot, Carolina Herrera o Elizabeth Taylor, y pintó por encargo vehículos de competición, que dio origen al concepto de art car.

 Valerie Solanas con el periódico que titulo "Actriz disparó a Ady Warhol"
Valerie Solanas con el periódico que titulo "Actriz disparó a Ady Warhol"

En los ‘80, literalmente se lo llama un “artista de los negocios”, ya que realiza serigrafías para celebridades, magnates, diseñadores, y empresarios de todo el mundo. De aquella época es la realizada para Amalita Fortabat, la única argentina retratada por el artista pop, que se encuentra en la Fundación Fortabat.

También experimentó con obras de artistas renacentistas como Leonardo da Vinci, Botticelli y Uccello, regresó a su imágenes de accidentes de auto, pero por lo que más se destacó fue por promover a Basquiat, que se convirtió en otro perfecto mito de artista.

Desde su postrada infancia, Warhol detestó el sistema de salud, por lo que retrasó a conciencia un problema de vesícula, de la que fue operado. Falleció en el ‘87, mientras se recuperaba debido a una arritmia post-operatoria. El gran showman se fue en silencio, dormido.

Andy Warhol
Andy Warhol

Sin dudas, Andy Warhol fue un artista innovador que supo construir una marca de sí mismo a partir de un uso brillante de algo que ya se había realizado y rodearse de un mundo que cautivó a la prensa, y por ósmosis a los famosos. Subvirtió la idea de que un artista necesitaba una formación y años de práctica para perfeccionarse en el uso de la técnica, sea academicista o no. Y supo, como nadie, hacer de esa fama un negocio prolífico y el éxito, trae más éxito y dinero, por supuesto.

Esa mirada capitalista que apuntaba y retrataba al consumo hoy es observada como un fenómeno que trasciende a su época y quien en sus paredes tenga una de sus obras, original o copia, posee además las historias de una época de Nueva York, que reúne a Hollywood con lo cotidiano.

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