Rodeado de selva misionera, en la costa del río Paraná y en frente de Paraguay, bajo hordas de mariposas turquesas y chicharras, se encuentra Puerto Bemberg, terrorífico escenario de una de las novelas argentinas más importantes de los últimos tiempos. Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez, ganadora del Premio de la Crítica y el prestigioso Premio Herralde en 2019.
Puerto Bemberg, una reserva natural de casi 200 hectáreas ubicada a 50 kilómetros de Puerto Iguazú, abarca una capilla, una posada y una casa señorial que tiene una historia extraordinaria. Fue construida en 1925, teja por teja, con materiales traídos desde Francia por la pudiente familia Bemberg. Carpinterías, cerámicas y chimeneas atravesaron el océano y luego el río Paraná hasta internarse en el corazón de la selva mesopotámica.
En la novela de Mariana Enríquez, la descripción del Puerto Reyes ficcional es casi idéntica al Puerto Bemberg real, pero la atmósfera, en cambio, es distinta: el escenario es oscuro y lúgubre, habitado por una familia impenetrable que busca la vida eterna a través de ceremonias esotéricas y sádicas. La mansión que inspiró a Enríquez, rodeada de un jardín lleno de frutales, conserva el esplendor de sus inicios. Como en la novela, el casero de la familia Bemberg vive delante de la mansión.
La Casa Bemberg está revestida con boisserie francesa de cedro, y decorada con dibujos naturalistas y fotos y retratos al óleo de la familia. Situada a solo 300 metros de la posada, la mansión conserva muchos de los objetos y mobiliarios originales, y sus estanterías atesoran documentos históricos que se pueden consultar. Porque este peculiar museo familiar no solo hospeda a los turistas que la alquilan sino que, siguiendo la costumbre de las grandes casas rurales europeas, abre las puertas a los ocasionales visitantes.
La posada está rodeada de bananos y de las primeras araucarias argentinas, traídas por los Bemberg, donde viven decenas de urracas. Tiene 14 habitaciones, un salón comedor con piano, chimenea y una biblioteca considerable especialmente orientada a la literatura argentina. Además, hay una bodega donde se hacen catas de vinos. La biblioteca incluye la colección completa de la editorial Mardulce, un sello exquisito fundado, también, por los descendientes de los Bemberg. La mansión, con cinco habitaciones distribuidas entre la planta baja y el primer piso, puede alquilarse completa.
Este refugio tan singular, ubicado en el medio de la selva, tiene una historia mítica de la cual Mariana Enríquez también se sirvió para escribir Nuestra parte de noche. El primer Bemberg en llegar a la Argentina fue el pionero Otto Peter Friedrich. Otto Bemberg fundó la dinastía al casarse con María Luisa Ocampo Regueira, hija de una de las familias más importantes del país y tía abuela de las grandes escritoras Victoria y Silvina Ocampo. En 1890, Otto Bemberg llegó a Misiones, primero para producir azúcar y luego yerba mate, un proceso muy desarrollado y complejo cuya técnica solo conocían los jesuitas y los guaraníes. En ese entonces se construyó la Casa Bemberg, que funcionaría como residencia estratégica de la familia.
La prosperidad facilitó la creación del mayor puerto del área en la orilla del río Paraná. Pronto se vio rodeado de viviendas, escuelas y hospitales que tenían luz pública y agua potable. Sus cerca de 700 habitantes, además, cobraban salarios mensuales. La capilla, ubicada a unos 400 metros de la mansión, fue construida por Alejandro Bustillo, el célebre arquitecto del Casino y el Hotel Provincial de Mar del Plata, el Llao Llao y la Casa Victoria Ocampo. Desde el púlpito que mira al río Paraná, un cura lugareño predicaba misa regularmente. En todo Misiones se cuenta que los creyentes paraguayos se acercaban a la costa para escuchar la misa desde el otro lado del río, ya que era la única capilla de la zona.
En la década de 1950, circunstancias políticas y financieras provocaron que se abandonara el cultivo de la yerba mate y que las tierras se destinaran a la producción forestal de pinos. No mucho después, los trabajadores abandonaron el poblado en busca de mejores oportunidades laborales y el lugar se fue convirtiendo en un pueblo fantasma. Luego vino la devastación: las casas se tiraron abajo para plantar pinos, y la posada, la mansión y la capilla quedaron aisladas. La selva avanzó sobre Puerto Bemberg y la posada, presa de varios saqueos, con los años se transformó en una tapera. En el año 2008, las familias Zorraquín y De Granay, parientes de los Bemberg, decidieron hacerse cargo de la reserva. Bajo la administración de Juan Manuel Zorraquín, la posada y la mansión fueron renovadas para destinarse al turismo de naturaleza.
Los personajes de Enríquez toman mate con chipá, creen en los mitos de los remolinos del río Paraná y relatan historias de San La Muerte. Pero sus paisajes misioneros, calurosos y húmedos, no son menos aterradores que los invernales castillos medievales de Frankenstein o Drácula. Tomar las características del litoral argentino fue, en Nuestra parte de noche, una manera de apropiarse del género gótico y honrarlo en términos locales. “Aquí el ocultismo existe”, le dijo Juan Manuel Zorraquín a Infobae Cultura. Al tanto de los mitos esotéricos de la provincia, admitió la verosimilitud del clima oscuro y fantástico de la novela. También dijo que no tuvo oportunidad de conversar con Mariana Enríquez cuando ella se alojó en la posada, con un nombre falso, hace unos años. La escritora negó haberse alojado en la posada antes de escribir su libro. “Nunca fui, vi fotos nomás”, respondió ante la consulta puntual.
Según contó Zorraquín a Infobae Cultura, un joven y elogiado director mexicano cuya impactante ópera prima fue sensación en 2021, fue a visitar la mansión con la idea de filmar una miniserie basada en Nuestra parte de noche. La Casa Bemberg no sería utilizada como locación, pero las negociaciones están avanzadas para que una plataforma global de streaming produzca la versión audiovisual. En el proyecto participa otro director mexicano ganador de un Oscar.
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