Margo Glantz se relaciona con la escritura con una frescura que le permite ser una excelsa crítica literaria, una profesora ovacionada en salones académicos y una tuitera sagaz porque si algo caracteriza a su obra es la bifurcación de fragmentos que parecen desconectados y cobran perspectiva cuando ella los narra: de esa capacidad, de sus días de rutinas reestructuradas por la pandemia y de sus proyectos habla en una charla que une Buenos Aires con Ciudad de México desde un meet al que la autora, que ayer cumplió 92 años, se dispone sin reparos y con entusiasmo.
La escritura de Glantz se nutre de lo fragmentario, del archivo que la autora mexicana, reciente ganadora de la medalla Carlos Fuentes en el Festival Internacional de Literatura de Guadalajara, construye de manera fresca y reincidente, ya que vuelve a lo escrito en momentos de su vida para darle una nueva forma y mostrar la capacidad de resignificación para desmarañar géneros literarios y potenciar la narración como máquina de elaboración de memoria.
Esa tarea es parte de Solo lo fugitivo permanece, un libro de misceláneas y notas que la escritora publicará este 2022 por Cuenco del Plata, y también está presente en El texto encuentra un cuerpo, la biografía lectora que Glantz escribió para la colección Lectores de Ampersand.
Autora de libros como Las genealogías, Sor Juana Inés de la Cruz: Saberes y placeres y Saña, Glantz tiene un oficio como profesora, crítica y traductora y acumula reconocimientos como el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2004 y el Premio FIL 2020. Sin embargo cuenta que en los últimos tiempos en sus viajes se han acercado a saludarla por sus publicaciones en Twitter, donde dice no tener tantos seguidores como el Papa, “pero tengo los míos”, se defiende.
“Creo que nadie se salva de su propia estupidez pero a veces uno tiene destellos de inteligencia y algunas veces las conversaciones y los tuits me divierten. Me levanto a la mañana con ideas y las escribo en Twitter y si no las tengo me siento como frustrada, como que perdí el rumbo”, dice Glantz, que se presenta en su perfil como “escritora, periodista, profesora, académica, viajera, coleccionista”.
-¿Cómo se gestó este nuevo libro, Solo lo fugitivo permanece?
-Con Damián Paredes nos encontramos hace algunos años en una Feria del Libro de Buenos Aires dedicada a México y comenzamos a mantener una correspondencia constante. Me pidió que hiciera algo para Cuenco del Plata, entonces decidí extraer de varios textos míos fragmentos que son cuentos en sí mismos. Trabajo mucho con el fragmento, que se va organizando de manera orgánica y va formando un libro que puede ser una novela. Junté muchos cuentos empezando por varios que había publicado en Beatriz Viterbo bajo el título Zona de derrumbe. Eran cuentos sueltos que unifiqué a partir de un personaje inventado, Nora García, que puede ser autobiográfico o no, es un personaje que puede ser ambiguo, tiene algunas vocales de mi nombre, es de ficción y tiene elementos de mi biografía. Esos cuentos fueron aumentados para una edición que salió en España en Anagrama, Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador.
Luego escribí una novela, Por breve herida, que retomaba una relación importante entre médico y paciente a partir de los dientes y la penosa asistencia a un consultorio de dentista que te hace una serie de trabajos para que te mantengas bien. Iba y sigo yendo a un dentista que hace esperar horas y horas en su consultorio y esas esperas me planteaban una serie de interrogantes. Me llevaba un bolsón lleno de libros para no volverme loca en esas horas, también trabajé mis sesiones con el dentista. En Por breve herida se pueden arrancar cuentos perfectamente organizados, además había otros cuentos que estaban sueltos y no había publicado y los incluí. En definitiva, es un popurrí de cuentos a lo largo de mi vida que he ido reorganizando y reescribiendo para esta edición.
-¿Lo fragmentario y el cuerpo son dos temas que atraviesan tu obra?
-Mi escritura se organiza a partir de fragmentos que se han ido fragmentando a un grado sumo, al extremo de que se pueden volver una línea o línea y media como me pasó en un libro anterior, Yo también me acuerdo, y sigue un poco la petición de escritura que hizo Georges Perec. Ahí trabajé una serie de fragmentos relacionados con mi actividad de tuitera donde voy organizando cierto tipo de pensamientos que me parecen interesantes de compartir en las redes, entonces aproveché algunos de esos textos para trabajar una autobiografía de mi relación con la literatura pero, al mismo tiempo, es una autobiografía de mi propia vida que se maneja tan pulverizadamente que cada texto parece una arenita del mar que apenas se puede juntar con otras arenitas para dar una idea más o menos fragmentaria de mi autobiografía.
En la escritura, fragmento pero también visito fragmentos de cuerpo y trabajo la nuca con Onetti, los ojos en Rulfo o en otros escritores, los senos cuando una mujer va a un laboratorio a ver si tiene cáncer de senos o los pies, que en la literatura mexicana se los suele pensar como un elemento erótico.
-Citás Twitter como una forma de borrador de escritura ¿Cómo fue tu entrada a esa red social?
-Entré por una razón política, en el 2011 les sirvió mucho a los países árabes para expresarse ante la represión y me pareció interesante como una forma política de intervenir y plantearse problemas que, de alguna manera, quedan muy restringidos al ámbito de un libro que puede ser leído por menos personas. Fue un método de acercamiento a cosas que me interesaban mucho y ante los que los periódicos y la radio quedaban obsoletos. Estaba muy enterada de lo que estaba pasando en el mundo a partir del Twitter, eso me retroalimentaba. Al mismo tiempo, como tengo tantas ideas que son tan breves pero dicen bastante, no tengo tantos seguidores como el Papa pero tengo los míos. Cuando voy a un congreso me encuentro fascinada con la gente que me conoce por Twitter. Es también una forma de ofrecerme al mundo como escritora y de estar metida en cosas artísticas y culturales. Y además también puedo manejar un sentido del humor importante y que no podría expresar de una manera directa.
-Hay una conversación pública que genera Twitter en la que sos una activa participante...
-A veces en las conversaciones soy estúpida completamente y luego salen en YouTube y me da vergüenza. Pero a veces funciono y bien. A veces me releo y digo qué barbaridad, qué estupideces dije, pero todos estamos sujetos a la propia estupidez y no creo que nadie se salve de su propia estupidez pero a veces uno tiene destellos de inteligencia y algunas veces las conversaciones y los tuits me divierten. Me levanto a la mañana con ideas y las escribo en Twitter y si no las tengo me siento como frustrada, como que perdí el rumbo.
-Antes nombrabas al personaje de Nora García y fue la protagonista de tu novela El rastro que fue adaptada al teatro por Analía Couceyro y tuvo una gira reciente por México, ¿cómo fue eso?
-Analía hizo una adaptación maravillosa del libro, la conocí en Buenos Aires, ella se acercó con Alejandro Tantanian a decirme que les había interesado mucho el libro para hacer una adaptación teatral. Tamara Kamenszain me dijo que ella era una gran actriz y él un gran director así que les dije que sí y tardó tiempo porque no encontraban cómo patrocinarla hasta que en el 2016 se presentó y fui a ver la representación que se hizo en la Biblioteca Nacional. Luego estuvimos pensando cómo haríamos para que se hiciera también en mi país de origen, en México. Analía había venido en 2020 para mi cumpleaños 90, vino con Tamara para festejarme, tuvimos varias reuniones y en una de esas reuniones Analía recitó fragmentos de El rastro. Cuando vino ahora en octubre lo presentó 4 o 5 veces. Fuimos al Festival Internacional Cervantes y lo hizo en un teatro muy grande con aplausos enormes. La oigo y digo ¡qué maravilloso texto escribí!, se vuelve magistral con ella porque le da relieve. El libro está hecho de muchas discreciones en torno al leitmotiv que es la muerte de un personaje que fue muy importante en la vida sentimental de Nora García y murió de un infarto al corazón que produce una serie de digresiones sobre la música, el corazón como centro del sentimiento y centro fisiológico del cuerpo y Analía extrajo los fragmentos narrativos más importantes e hizo otra textualidad.
-Tuviste años de dedicación a la enseñanza, ¿cómo ha influenciado en tu escritura?
-Me acaban de dar una medalla por los 60 años en la facultad de Filosofía y Letras, fue con una ovación y me emocionó mucho, lo mismo cuando me dieron la medalla Carlos Fuentes en Guadalajara. Enseñar es una de las extensiones fundamentales de la lectura, puedes comunicar lo que es para ti fundamental en la lectura. Es fundamental comunicar y tener retroactividad con los alumnos que suelen tener una mirada muy nueva y te ayuda a seguir leyendo de manera más activa y productiva. También es importante volver a las primeras impresiones que tienes al leer, como me pasó con La metamorfosis de Kafka traducido por Borges. Siempre digo que entré a Kafka por Borges. Es un recuerdo muy fresco de cómo entraba a la literatura y al deseo de ser escritora.
Glantz y los días de pandemia: “La preocupación por no enfermarte rompe toda estructura”
A la hora acordada, Margo Glantz se conecta desde su casa de México para esta charla, en una semana en la que cuenta que ha tenido ya dos entrevistas más pero no parece cansada de las pantallas, porque la conversación es una de las pasiones de la autora: su obra, sus clases, las lecturas y los proyectos para los que la convocan la convierten en una interlocutora locuaz y enérgica que sabe recurrir al humor para narrarse.
La autora de El rastro asegura que ante la pandemia cambió su rutina, pero mantuvo sus horas destinadas a la escritura (entre las 10 y las 14) y le costó sostener el hábito de la lectura, aunque ahora lo recuperó gracias a Virginia Woolf, sobre la que fue convocada a escribir, mientras tanto planea escribir sus memorias.
-Te definís como una viajera y tus viajes han sido insumo para tus libros. ¿Cómo se reorganizaron esas ganas de viajar con la pandemia?
-La pandemia me ha paralizado, hice entrevistas, participé de festivales, ferias del libro, pero no me ha permitido ese descanso de la realidad constante que hace que se vuelva más irreal y me ha sido casi imposible escribir. Lo único que he escrito de manera coherente es un prólogo a Un cuarto propio de Virginia Woolf y voy a trabajar en una columna virtual impulsada por un grupo de mujeres. He encontrado cosas muy interesantes de ella porque ya antes de escribir ese libro estaba muy interesada en la escritura de las mujeres y las relaciones de las mujeres con la vida cotidiana y la política. Tiene textos, ensayos políticos y sobre literatura donde podemos encontrar la prehistoria de ese libro. Pero no he podido trabajar en libros de viajes porque me cuesta mucho organizar. Ahora pienso que puedo empezar a reescribir mis memorias porque tengo muchos diarios y creo que he vivido experiencias muy importantes, estuve en bahía de Cochinos cuando se bombardeó La Habana, en los terremotos de Florencia, en Francia cuando cayó el muro, en Estados Unidos poquito antes de la caída de las torres, luego estuve enseñando en Princeton y en Harvard y vi cómo la caída de las Torres influyó brutalmente en la vida de los estadounidenses.
-¿Y hoy tenés una rutina de escritura?
-Se ha roto un poco la rutina, ya no soy tan estricta y disciplinada, he dejado de caminar en el patio de mi casa, siempre he escrito de 10 a 2 o a 3 cuando estoy en México y mantuve esa rutina, eso todavía lo hago pero pierdo mucho tiempo en banalidades y me fragmento más. Como la Covid regresa todo el tiempo aun cuando uno cree que se liberó de ella, hay que volver a reestructurar la rutina. Muchos amigos se han enfermado, uno de mis nietos de 25 años se ha enfermado, mi hija menor y su marido también. La preocupación por no enfermarte rompe toda estructura. Estás en una especie de paréntesis vital porque estás pensando solo en no enfermarte. Había perdido el hábito de la lectura, estaba sin poder terminar un libro, ahora volví a la lectura gracias a Virginia Woolf, a quien admiro.
Fuente: Télam
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