Adelanto de “Poemas escogidos & Manifiesto Feminista”, de Mina Loy

Infobae Cultura publica ‘Poesía moderna’, un ensayo de la artista y poeta de vanguardia británica, publicado por Buenos Aires Poetry

“Poemas escogidos & Manifiesto feminista”, de Mina Loy

POESÍA MODERNA (1925)

Si bien no se sabe con exactitud la fecha en la que este texto fue escrito, apareció por primera vez en 1925 en la revista Charm dedicada a la moda y otros temas “femeninos”. Es el único ensayo que se conoce en donde ML demuestra una postura crítica y se puede apreciar su mirada acerca de la poesía de sus contemporáneos.

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La poesía es prosa embrujada, música compuesta por pensamientos visuales, el sonido de una idea.

La nueva poesía de la lengua inglesa ha procedido de Estados Unidos. De las cosas norteamericanas se adquiere la aristocrática situación de la vitalidad. Esta inesperada valoración del jazz americano y de la poesía americana, está avalada por dos públicos: uno universal, el otro, en comparación, infinitesimal.

¿Y por qué el espíritu colectivo del mundo moderno, del cual ambos son reflejo, se identifica unánimemente con esta nueva poesía de inauditos versos? Porque el sonido de la música, que captura involuntariamente nuestra atención, es mucho más fácil de apreciar; mientras que el silencioso sonido de la poesía requiere de nuestra atención voluntaria para desdibujar la fría barrera de la tinta con toda la “inteligencia de nuestros sentidos”. Y muchos de nosotros, que no tenemos el hábito de leer con el oído además de la vista, hemos pasado por alto –especialmente en una primera y superficial lectura– la belleza de todo esto.

Más que leer poesía deberíamos escucharla. Toda lectura es la evocación del habla; la diferencia de nuestro enfoque al leer poesía, o leer el diario, reside en que nuestra actitud al leer poesía debería ser más bien la de escuchar y mirar una canción en imágenes. Así como la música, la poesía moderna ha recibido el fresco ímpetu de la vida contemporánea que ambas han ganado en la precipitación de este movimiento. La estructura de toda poesía es el movimiento que una individualidad activa realiza al expresarse. El ritmo poético, del cual tanto se ha hablado, es el mapa del temperamento.

La variedad y el acierto de estos movimientos estructurales en el verso moderno, han hecho mucho más que reivindicar la rebelión contra la tradición. Con el paso del tiempo, se sabrá que se puede reconocer la obra de cada poeta moderno por el modo de andar de su mentalidad. O más bien, que la composición de sus versos estará determinada por el ritmo espontáneo de su actitud ante la vida. Y si al principio puede parecer un fastidio ajustar nuestro placer hacia una métrica desconocida, pensemos que en algún momento el hexámetro, antes de convertirse en regla, se originó como estructura espontánea de la inspiración de un poeta.

Imaginemos a un campeón de tenis con inspiración para escribir poesía. ¿No sería probable que sus versos encarnaran el tránsito libre de las pelotas que rozan el aire? ¿Su métrica no dependería de su forma de vida? ¿No lo haría por sí mismo sin tener que recurrir a formas tradicionales, recordadas o aceptadas? Éste es, entonces, el secreto de la nueva poesía. Es la respuesta directa de la actitud del poeta hacia el nuevo mundo de variedades en el que se encuentra. En cada uno podemos descubrir la herencia de la belleza particular de ese mundo.

Por muy cercana que resulte esta relación entre poesía y música, creo que una sola vez se ha podido realizar esta transición lógica del verso hacia la música, sobre la que tanto he especulado, y fue llevado a la práctica por el estadounidense Ezra Pound. Hablar del movimiento moderno es hablar de él; el magistral impresario de los poetas modernos, sin el cual los descubrimientos realizados por su instinto de poeta, este moderno movimiento sería todavía una nebulosa, más que la constelación en la que se ha convertido. No sólo fue un famoso poeta, sino un hombre de acción que entregó al público el empujón necesario hacia la poesía moderna en el momento adecuado. Pound: el proveedor de genios para revistas como “Little Review”, a las que concedía la inmortalidad para sus páginas con los manuscritos del “Ulises” de Joyce. Casi en simultáneo con la publicación de sus magníficos Cantos, su música se ejecutaba en París; donde se exteriorizaron las comuniones de la mente de un poeta, al tomar decisiones sobre la armonía.

Era inevitable que el renacimiento de la poesía procediera de Norteamérica, donde últimamente habían surgido mil lenguas, y cada una –al menos para fines comunicacionales– enriquecida y coloreada con la estructura gramatical y la inflexión de las voces de muchas razas en una nueva aleación con el idioma fundamental del time-is-money de los Estados Unidos, descubierto por los caricaturistas de los periódicos.

Este lenguaje compuesto está muy vivo, crece a medida que lo hablamos. Porque el verdadero norteamericano parece avergonzarse al decir cualquier cosa de la manera en la que se había dicho antes. Todo el tiempo acuña ingeniosamente nuevas palabras para viejas ideas, manteniendo vivo el buen sentido del humor. Y en las principales avenidas de Manhattan cada voz suena al triple ritmo de su raza, su ciudadanía y su personalidad.

Por fuera del tumulto de este inclasificable discurso, mientras los profesores de Harvard y Oxford se ocupaban de preservar el “inglés de Dios”, la musa de la poesía moderna se alzó y su lengua se liberó en este crisol.

Podemos pensar que es imposible evocar la relación entre la expresión de los poetas modernos y un adolescente eslavo, que trata de vender un lote de mandarinas en un mercado minorista de la Primera Avenida. Pero la relación reside simplemente en esto: ambos han tenido que adaptarse a un país en donde la mente debe vestirse con los atuendos verbales a una terrible velocidad, si es que llega a hablar a tiempo; donde nadie escuchará si se lo ataca dos veces con el mismo misil de argumento. Y en la medida en que el oído haya percibido la mayor cantidad de sonidos, tendrá mucho más de donde elegir cuando se trate de su propia expresión, cada uno ha sido libremente educado en cuanto a la flexibilidad de las frases.

Entonces, con el poeta norteamericano, donde quiera que se mueva, por más comprometido que esté con una cultura más antigua, no ocurre ninguna europeización de su ventaja fundamental: el impacto más profundo de la conciencia del Nuevo Mundo por la vida. La suya seguirá siendo poesía que procede de los Estados Unidos de América.

La cosecha de este nuevo fertilizante es la poesía de E.E. Cummings. Donde otros poetas han fallado por ser demasiado modernos, él es más moderno aún e incluso exitoso. Donde otros fueron totalmente anti-humanos por temor al sentimentalismo, él conserva la rica compasión que tienen los poetas por las cosas comunes y que los lleva a engalanarlas en su propia concepción; seguramente, si existiera un paraíso, éste se encontraría donde la horrible fealdad de la vida humana se elevara conscientemente como lo que el poeta ha elaborado de ella.

Cummings ha unido el verso libre con la rima que con tanta urgencia necesitaban vincularse. Sus rimas son completamente frescas “rojo-rábano” y “arriesgado” y la frescura de sus versos le otorgan toda una nueva relación métrica.

Pero es fundamentalmente un gran poeta porque sus versos brotan en abundancia desde los cimientos de su alma como un dynamo sonoro. Y como creo que la calidad del genio debe ser mayoritariamente inconsciente, podemos entender cómo Cummings puede producir semejante barullo cuando omite ser sublime, ya que muy a menudo lo es.

Al leer poesía moderna, debemos cuidarnos de permitir que meras excentricidades técnicas o alteraciones gramaticales nos desvíen del tema principal que es el de alcanzar la realidad del poema. Debemos recordar que esta aparente extrañeza es inevitable cuando cualquier escritor ha entrado en contacto independiente con la naturaleza: ésta debe ser revelada para cada uno de una forma nueva, dado que cada quien tiene su propia personalidad orgánica para percibirla.

Cuando se evaporen las pequeñas controversias acerca de lo que está permitido en el arte, siempre encontraremos que esta aparente extrañeza ha desaparecido con ellas en el aspecto más amplio de la obra y que posee la eterna cualidad que es común a todas las verdaderas obras de arte.

Después de todo, la mayoría de los poetas del pasado llamaron nuestra atención con uno o dos poemas perfectos. Y no nos hemos quejado de tal pobreza. Encontraremos que los modernos ya han hecho lo suficiente.

H. D., que es un ejemplo interesante de mi reivindicación del poeta norteamericano que se compromete con una cultura más antigua, ha escrito al menos dos poemas perfectos: uno de ellos, acerca de un cisne.

Marianne Moore, cuya escritura a menudo sugiere de forma entretenida los monólogos de un reloj de biblioteca, ha escrito al menos un poema perfecto: “El pez”.

Lawrence Vail ha escrito un poema perfecto, la segunda “Canción de Amor Caníbal”, un fragmento de ideación primitiva con un ritmo tan esencial como la luz del día. Pienso que Maxwell Bodenheim tenía uno entre sus primeros trabajos, y es perfecto además, un poema de William Carlos Williams sobre el viento en el cristal de la ventana.

Williams me trae a una distinción que es necesaria de hacer al hablar de poetas modernos. Aquellos a los que mencioné son poetas según el viejo y el nuevo cálculo. Están encabezados por el doctor Carlos Williams. Éste es el poeta cuya expresión deriva de su vida. Es médico, adora los hechos concretos. También es poeta, debe recrear todo a su gusto. ¿Cómo es posible reconciliar estas dos esencias?

Williams escribirá un poema sobre un hecho concreto, solo para mostrarnos algo que notó. El doctor desea que sepamos cuán intransigente resulta este hecho de por sí. Pero el poeta desearía que nos diéramos cuenta de todo lo que significa para él y arroja ese simple hecho al papel de una manera tal que se convierte en parte de la propia naturaleza de Williams así como de la cosa en sí. Este es el nuevo ritmo.

*Mina Loy, Poemas escogidos & Manifiesto Femiminista (Segunda edición ampliada). Traducción de Camila Evia, Buenos Aires Poetry, 2022, 156 p.

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